Los origenes de la intervención estatal en los problemas sociales. (recensión)
Autor | Rafael Martínez Martín |
Páginas | 201-204 |
empieza a cambiar
LOS ORÍGENES DE LA
INTERVENCIÓN ESTATAL EN LOS
PROBLEMAS SOCIALES
MANUEL HERRERA GÓMEZ
Escuela Libre Editorial
Madrid, 1999
681 páginas
El objetivo de esta extensa obra es realizar
un recorrido por una historia que cubre
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más de cien años, donde el Estado al final
termina controlando una serie de parcelas de
bienestar social, como son la pobreza, la educación
y la salud pública. A través de sus muchas
páginas nos muestra el profesor Herrera
los cambios producidos en el pensamiento,
la legislación, los sentimientos y las vivencias
de los hombres ilustrados de nuestro siglo
XVIII, que es lo mismo que hablar de sus
herederos los liberales gaditanos, padres de
la Constitución de 1812. Funciones que hasta
el siglo XVIII eran marginales en los intereses
del Estado se transforman en funciones
que atañen a la base de su estructura,
quitando así el protagonismo que hasta la fecha
había tenido la Iglesia en materias relacionadas
con la vieja tradición de la caridad.
Poco a poco crecen las responsabilidades del
Estado en el sector de los servicios públicos,
convirtiendo la caridad pública en beneficencia
y ésta, a su vez, en bienestar social.
Pobreza, educación y sanidad son los tres
grandes capítulos del libro. Cada tema es
tratado de formá monográfica. De esta forma
se consigue un mayor rigor y precisión histórica,
ofreciendo al lector la oportunidad de
ver con más profundidad los posibles cambios
y mutaciones que sufrieron estas cuestiones
a lo largo del período estudiado.
Los tres capítulos aparecen con una estructura
similar. Al comienzo de cada uno de
ellos se dibuja una panorámica de cada tema
en el siglo XVIII. El objetivo de esta panorámica
en el tema de la pobreza, educación y
salud es facilitarnos una mejor comprensión
de las reformas que empiezan a producirse
durante el período liberal. Seguidamente se
estudian las diferentes soluciones ofrecidas a
los problemas planteados, examinando con
detenimiento las principales medidas legales
de política benéfico-asistencial, educativa y
sanitaria que tuvieron lugar durante el siglo
XVIII.
La segunda parte de cada capítulo toma
como eje vertebrador el Diario de Sesiones
de las Cortes de Cádiz. De esta forma se
ofrece una mejor comprensión de la legislación
emanada del período constituyente gaditano.
El autor intenta desvelar cómo lo sucedido
en las Cortes de Cádiz no es flor de
un día. Estamos ante la culminación de una
etapa que se desarrolla a lo largo del siglo
XVIII y del inicio de otra que traerá consigo
el desarrollo de España en tiempos posteriores.
Los instrumentos utilizados para el estudio
de este proceso son los textos legales,
las monografías existentes durante ese período
y otra serie de textos específicos que permiten
al autor reconstruir el contexto histórico
investigado.
Quizás uno de los temas más interesantes
analizados sea el tema de la pobreza. Sobre
todo por las oscilaciones históricas que ha
sufrido. Una de ellas fueron las medidas desamortizadoras
de Carlos IV que, aunque
duraron muy poco tiempo, fue lo suficiente
para que influyera de manera decisiva en la
historia política y social de la España del siglo
XIX. Sin embargo, el cambio más importante
que se produce en este período es la visión
política que se tiene de la pobreza. A lo
largo del primer capítulo va mostrando el autor
cómo poco a poco el mundo de la necesidad
material es visto como un obstáculo para
el desarrollo económico y un riesgo potencial
para los posibles desarrollos sociales. Se
pierde la anterior visión caritativa de la pobreza
que veía detrás de cada pobre la imagen
de Cristo. Como resultado de esta perspectiva,
el Estado intervendrá en el mundo
de la pobreza. Desde ahora será un mundo
que intentará ordenar, insistiendo en el empleo,
en el trabajo de esas personas y no en la
caridad, como medida para salir de esa situación
de marginación y contribuir de esta forma
al desarrollo del país.
El tema de la educación es otra de las
cuestiones fundamentales en el proceso de
transformación que se produce en España en
el siglo XIX. Pasará de ser una cuestión que
preocupaba solamente a la persona y que era
impartida por instituciones casi siempre de
carácter confesional, a ser un problema que
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preocupe e interese al Estado. La educación
será contemplada como un foco de transformación
social y progreso.
Durante todo el siglo XVIII el mundo educativo
capta la atención de los poderes públicos.
Emanan una serie de disposiciones legales
que intentan poner orden y reformar cada
uno de los niveles educativos. Ahora bien, todo
queda en pequeñas medidas puntuales
que sientan las bases del Dictamen y Proyecto
de Decreto sobre la Instrucción Pública de
1814. Como consecuencia se produce el Primer
Plan Nacional de la historia de la educación
española.
Los objetivos de este Plan eran la homogeneización
y planificación de la enseñanza, la
incorporación de nuevas materias y enseñanzas,
y la ordenación y mejora del magisterio.
Otro de los aspectos llamativos del plan será
el descubrimiento de la mujer como sujeto de
atención pedagógica 'Por qué es tan importante
la educación? Para los liberales el progreso
de la humanidad aparece ligado al progreso
de la instrucción. La igualdad a la que
se aspira es la igualdad ante las luces. La
desigualdad atenta contra la libertad, pues
no es libre el que por su ignorancia coloca su
destino en manos de otro. Lo que se esconde
detrás de todo este pensamiento es una nueva
visión del hombre, concretado en la figura
del ciudadano libre y responsable. Por tanto,
la educación para los hombres de Cádiz no
sólo era un instrumento de reforma social y
prosperidad de la nación, sino sobre todo era
el elemento esencial de una pedagogía de la
democracia.
A lo largo de todo el capítulo segundo podemos
ver cómo la educación va adquiriendo
unos nuevos matices. Se sustentará en cuatro
pilares fundamentales nacidos en el período
liberal y en el período revolucionario francés.
Nos referimos al carácter universal, la
uniformidad y la configuración pública y gratuita
de la enseñanza. Estos principios serán,
las bases sobre los que se asiente el Plan
General de Enseñanza.
El tercer y último capítulo del libro versa
sobre la salud pública. Pero previamente, para
entender cómo estos ilustrados tratan el
tema de la sanidad, hay que partir de su nueva
concepción racional del hombre: la enfermedad
no es un castigo divino sino un fenómeno
observable, explicable y a erradicar.
La enfermedad atenta contra el orden social
y contra la propia población, base de la
riqueza del Estado. En virtud de esto se realizan
transformaciones en tres campos: en el
terreno administrativo, las reformas sanitarias
tendrán rasgos centralistas y unificadores;
en el campo legislativo se desarrollarán
una serie de medidas higiénicas preventivas
y por último la enseñanza médica se enfocará
de una forma más práctica. Sin embargo
estas reformas, como era de esperar, se encontraron
con la fuerte oposición de gremios
y colegios profesionales. Además tuvo que
enfrentarse a dos obstáculos muy importantes,
los escasos recursos económicos y la oposición
de la Iglesia.
Debido a la nueva visión que tienen los liberales
de la enfermedad, poco a poco van
germinando las bases del Proyecto de Código
Sanitario de 1822 que, a su vez, asentarán
los principios de la Ley de Sanidad de
1855. Estas reformas constituirán un nuevo
sistema basado en la intervención administrativa
cuando la enfermedad afecte a la comunidad
(enfermedades trasmisibles); prestándose
especial hincapié en el carácter
preventivo.
La obra del profesor Herrera muestra el
paso a la modernidad en España en el tema
de los servicios sociales. La nueva visión de
cada una de las parcelas tratadas, tiene en
común el ser concebidas como cuestiones que
repercuten en la prosperidad individual y colectiva.
Esto unido a los propios fines atribuidos
al Estado, dieron la justificación a la intervención
y apropiación estatal de tareas
ubicadas con anterioridad al margen de sus
intereses. Parece que la identificación entre
lo social, lo público y lo estatal encuentra
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aquí sus orígenes. Lo que preside su función
no sería el beneficio sino el servicio. Es decir,
en el siglo XVIII en España asistimos a las
primeras manifestaciones de lo que serían
los servicios públicos, entendidos como actividades
que deben ser controladas, supervisadas,
enmarcadas normativamente, incentivadas
y gestionadas directamente por el
Estado. La centuria ilustrada es la puerta
del acrecentamiento progresivo del papel y
de la responsabilidad estatal en los campos
político, económico y social. Intervención cada
vez mayor del Estado ilustrado porque
con ella se pretendía fomentar la felicidad
individual y social de los ciudadanos y, de
esta forma, se justificaba también la omnipotencia
interventora de la autoridad y la
cada vez mayor extensión de la burocracia
estatal.