Capital social y orientación emprendedora: dimensiones y relaciones.

AutorJob Rodrigo Alarcón - Gloria Parra Requena - Pedro Manuel García Villaverde
CargoDepartamento de Administración de Empresas, Área de Organización de Empresas, Universidad de Castilla-La Mancha
Páginas3-40

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1. Introducción

El término de orientación emprendedora ha surgido en los últimos años como un concepto específico en el campo del entrepreneurship2, en el que se destacan aspectos que no habían sido considerados de manera independiente. Podemos entender por orientación emprendedora el proceso estratégico a través del cual las empresas pueden identificar y llevar a cabo nuevas oportunidades y acciones emprendedoras (Dess y Lumpkin, 2005). Este concepto nace a partir del estudio de Miller (1983), que centra su enfoque en la actividad emprendedora de la organización y, por tanto, se aleja del emprendedor individual, que había sido el punto central de la investigación desde Schumpeter. Miller (1983) plantea una definición de empresa emprendedora, que ha sido ampliamente utilizada en las investigaciones posteriores y constituye la base del concepto de orientación emprendedora.

Desde la teoría del capital social se señala que el capital social es un aspecto crítico para el resultado a largo plazo y para la sostenibilidad de la ventaja competitiva. De este modo, las empresas, gracias al establecimiento de una red de relaciones, pueden tener una mayor facilidad para adquirir conocimientos y capacidades relevantes (Nahapiet y Ghoshal, 1998). Por otra parte, se ha detectado que el capital social puede incrementar el efecto de la orientación emprendedora sobre el resultado empresarial (Liao y Welsh, 2003; De Carolis y Saparito, 2006; entre otros). Sin embargo, los trabajos que introducen los antecedentes de la orientación emprendedora (Covin y Slevin, 1991; Aloulou y Fayolle, 2005) no han analizado el papel que puede tener la pertenencia a una red de relaciones para la generación de un comportamiento emprendedor. En la literatura podemos observar cómo las redes de relaciones ofrecen mayores posibilidades para encontrar oportunidades e intercambiar conocimiento para desarrollar innovaciones. Sin embargo, estos trabajos muestran el efecto del capital social de forma genérica, es decir, sin la consideración del posible efecto que puede tener cada una de las dimensiones del capital social -estructural, relacional y cognitivasobre las diferentes dimensiones de la orientación emprendedora -proclividad a la innovación, proactividad, asunción de riesgos, autonomía y agresividad competitiva-. A este respecto, el trabajo de Kaasa (2009) muestra como cada dimensión del capital

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social tiene un efecto diferente sobre la actividad innovadora empresarial, lo que refuerza la idea de Franke (2005) sobre el riesgo de pérdida de poder explicativo al agrupar todas las dimensiones del capital social para analizar su efecto sobre otra variable.

Nuestro objetivo consiste en contribuir a cubrir el hueco existente en la literatura sobre los factores determinantes de la orientación emprendedora, profundizando en las el estudio de la relación del capital social sobre la orientación emprendedora de la empresa. Concretamente, nos planteamos abordar desde un enfoque teórico el papel independiente que tiene cada dimensión básica del capital social sobre las diferentes dimensiones de la orientación emprendedora.

Por otra parte, tratamos de ampliar el estudio del constructo de la orientación emprendedora. Así, frente a la mayoría de los trabajos, que únicamente se centran en tres dimensiones -proclividad a la innovación, proactividad y asunción de riesgos(Covin y Slevin, 1989; Lee, Lee y Pennings, 2001; Kreiser, Marino y Weaver, 2002; Moreno y Casillas, 2008; De Clercq, Dimov y Thongpapanl, 2010; entre otros), nosotros abordamos las particularidades de todas las dimensiones propuestas por Lumpkin y Dess (1996), incorporando la autonomía y la agresividad competitiva.

El trabajo se estructura en cuatro apartados. En primer lugar, exploramos el campo de estudio de la orientación emprendedora, conceptualizando dicho constructo y analizamos sus dimensiones. En el siguiente apartado realizamos una aproximación a la teoría del capital social y diferenciamos cada una de las dimensiones del capital social. Seguidamente, abordamos el análisis de las relaciones entre las dimensiones del capital social y las dimensiones de la orientación emprendedora, planteando una serie de proposiciones teóricas. Finalmente, establecemos una serie de conclusiones obtenidas a través de la revisión de la literatura, planteamos diferentes líneas de investigación futuras y presentamos las limitaciones del trabajo.

2. Orientación emprendedora: concepto y dimensiones

La orientación emprendedora tiene sus raíces en la literatura sobre el proceso de formación de la estrategia. Este proceso es un fenómeno que incorpora planificación,

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análisis, toma de decisiones y diferentes aspectos relacionados con la cultura organizativa, los valores y la misión de la organización (Hart, 1992). De este modo la orientación emprendedora puede ser vista como aquellas prácticas y políticas que proporcionan una base para las acciones y decisiones emprendedoras (Rauch, Wiklund, Lumpkin y Frese, 2009). Así, la orientación emprendedora se refiere a las prácticas de decisión estratégica que las empresas utilizan para identificar y lanzar nuevos negocios (Dess y Lumpkin, 2005). Por tanto, no solo hace referencia al proceso de lanzamiento de una nueva empresa, sino que también implica un comportamiento continuo en la empresa, con el cual lograr la identificación y generación de nuevos negocios para la consecución de una ventaja competitiva sostenible en el tiempo.

La orientación emprendedora ha sido uno de los aspectos más estudiados en la literatura sobre entrepreneurship en los últimos años (Lumpkin y Dess, 1996; Wiklund, 1999; Wiklund y Shepherd, 2003; Covin, Green y Slevin, 2006; entre otros). Así, la orientación emprendedora está recibiendo una gran atención teórica y empírica, lo que genera un amplio cuerpo de conocimiento. La revisión de los estudios pone de manifiesto la importancia de este factor para la supervivencia de la empresa y para la mejora de sus resultados, tanto a corto como a largo plazo (Wiklund, 1999; Wiklund y Shepherd, 2005).

Podemos considerar la orientación emprendedora como "el proceso de generación de la estrategia emprendedora que los encargados de las decisiones clave utilizan para promulgar los propósitos organizacionales de la empresa, mantener su visión y crear ventajas competitivas sostenibles" (Rauch et al., 2009: 763) e "implica una voluntad de innovar, asumir riesgos, realizar acciones auto-dirigidas y ser más proactivo y agresivo que los competidores a través de las nuevas oportunidades del mercado" (Wiklund y Shepherd, 2005: 75).

Las investigaciones tradicionales sobre orientación emprendedora señalaban que las empresas emprendedoras tienden a tomar más riesgos que otro tipo de empresas, especialmente cuando se encuentran con condiciones de incertidumbre (Khandwalla, 1976/1977). En trabajos posteriores se amplió el enfoque y diversos investigadores señalaron que el comportamiento emprendedor de la empresa era consistente con la innovación en productos-mercados, la proactividad en la toma de decisiones y la asunción de riesgos (Miller, 1983; Miller y Friesen, 1983). Estos trabajos subrayaban

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que el nivel de comportamiento emprendedor de una empresa se puede concebir como la agregación de estos tres aspectos. Así, señalaban que una empresa será considerada "emprendedora" si muestra altos niveles en las tres dimensiones señaladas (Miller, 1983). Sin embargo, investigaciones más recientes sugieren que cada una de estas dimensiones puede mostrar relaciones diferentes con otras variables organizacionales (Kreiser et al., 2002). Por tanto, su agregación podría impedir un análisis completo del constructo y, por tanto, la observación de relaciones divergentes entre cada una de las dimensiones con otras variables estratégicas.

Por otro lado, Lumpkin y Dess (1996) señalan que deben considerarse otras dos dimensiones adicionales -agresividad competitiva y autonomía-, puesto que reflejan aspectos específicos y relevantes del comportamiento emprendedor. Pasamos a analizar brevemente cada una de las dimensiones de la orientación emprendedora.

La proclividad a la innovación hace referencia a la voluntad de la organización o individual de alejarse de las tecnologías y prácticas existentes en el momento actual y emprender acciones que se sitúan por encima del estado del arte. Así, esta dimensión de la orientación emprendedora puede ser definida como la tendencia o voluntad de una empresa a participar en apoyo a nuevas ideas, novedad, creatividad, experimentación en la introducción de nuevos productos/servicios y procesos creativos de liderazgo tecnológico e I+D, que dan como resultado nuevos productos, servicios o procesos tecnológicos (Lumpkin y Dess, 1996). Esta dimensión implica la existencia de una alta tasa de innovación, que puede ser un medio para que la empresa persiga las oportunidades que surjan en el mercado en el momento oportuno, contribuyendo a la sostenibilidad de la ventaja competitiva (Wiklund y Shepherd, 2005).

La proactividad representa una perspectiva de futuro donde las empresas tratan de desarrollar nuevos productos o mejoras en ellos, anticipándose a los cambios y oportunidades que aparecen en el entorno, promover cambios en las tácticas actuales y detectar futuras tendencias del mercado (Hughes y Morgan, 2007). Así, Dess y Lumpkin (2005) afirman que no se trata simplemente de reconocer los cambios que pueden surgir en el...

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