Oposición a Gaviria. Tiempos de expansión y esperanza de victoria: la Octava Conferencia

AutorJaime Contreras
Páginas177-192

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CAPÍTULO 10.

OPOSICIÓN A GAVIRIA. TIEMPOS DE EXPANSIÓN Y ESPERANZA DE VICTORIA: LA OCTAVA CONFERENCIA

La estrategia por controlar todo el negocio de la cocaína, objetivo, casi plenamente conseguido tras el desmantelamiento del Cartel de Medellín, posibilitó un crecimiento exponencial de los recursos económicos de las FARC, detrás de los cuales vinieron, a continuación, más y mejor armamento, nuevas posibilidades en la estrategia militar y la posibilidad, certera, de disponer de tropas de elite capacitadas para hacer frente, con posibilidades de éxito a las fuerzas del Ejército nacional y su policía. En efecto, a mediados de esta década de los 90, el sueño de “Tiro Fijo” no era un despropósito, ni mucho menos. Por entonces las FARC controlaban una zona de cultivo de coca que superaba ya las 150.000 Has; y eran unos 50.000 los campesinos que dependían de esta fuente de “riqueza”, a la vez que constituían el auténtico “ejército de reserva” del movimiento revolucionario. En relación a las posibilidades de control del territorio, este asunto no era para menos, porque en más de 400.000 km2, casi el 40% del territorio nacional colombiano, el grupo terrorista, hacia 1997, “había conseguido desalojar a la Fuerza Pública226del inmenso espacio que se extiende entre el Putumayo, al sur, y Vichada, al este, zonas donde los cultivos de coca eran más intensos.

Por todo ello, unos años después, nadie podría decir que el proyecto guerrillero era una cuestión baladí; nadie, desde luego: ni tampoco el recién designado presidente Pastrana que, en julio de 1998, a falta de un mes para tomar posesión se avino a celebrar una reunión con el jefe terrorista, aceptando la propuesta de éste de iniciar los diálogos de Paz que, desde Gaviria, habían quedado obturados. Por todo ello, no eran bravuconadas las palabras que Marulanda, pocos días después de la entrevista con el presidente dirigía satisfecho a sus camaradas revolucionarios. “Hemos progresado considerablemente, camaradas, en todo el territorio nacional; además de contar –decía satisfecho– con un amplio apoyo de masas, tenemos ahora 60 frentes y varias columnas guerrilleras; tal y como se indicó en la Octava Conferencia… Hoy, concluía

226Rafael Pardo Rueda. La Historia de las Guerras, op cit., p. 540.

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el líder, nos hemos convertido en alternativa de poder para el cambio” 227 . Muchos, en Colombia, y algunas gentes de gran influencia social y económica, creyeron que ello podía ser posible ¿Cómo, entonces, no entender la displicencia de los dirigentes del Secretariado con esa “música” de la Perestroika?

Pero retrocedamos un tanto; en junio de 1992, los fracasados negociadores de Tlaxcala, gobierno e insurgencia, regresaron a Colombia, y éstos últimos volvieron a la espiral de violencia que, por entonces, alcanzaba límites exacerbados. Era el tiempo en que el gobierno del presidente Gaviria se veía acosado, además, con la plaga de atentados con carros bomba y las tácticas de amedrentamiento y terror que el Cartel de Medellín estaba imponiendo en varias grandes ciudades; y ello, a pesar de que su líder, el mafioso y sanguinario Pablo Escobar, se hallaba “controlado” por las autoridades en la cárcel de Envigado, a donde ingresó, voluntario, como consecuencia de la decisión de la Asamblea Constituyente de prohibir la extradición que había sido establecida a consecuencia del asesinato, en plena campaña presidencial, del candidato del Partido Liberal, Luis Carlos Galán, en Agosto de 1989. Ello, sin embargo, ocurrió que Escobar, “reducido” en aquella prisión, seguía ejerciendo, desde ella, impunemente el control sobre su organización criminal con la complacencia abyecta de algunas de las instituciones del estado, que entendieron que con el “pájaro en la jaula”, era más fácil controlar la enorme madeja de intereses del Cartel, sobre todo en aquellos espacios oscuros y subterráneos que esta organización criminal tenía abiertos con sectores del paramilitarismo y de las organizaciones insurgentes.

Para asombro de todo el país, el 21 de julio de 1992, Escobar y el estado mayor del Cartel se fugaron de la cárcel con la complicidad de las mismas autoridades carcelarias. Aquel acontecimiento sembró de pesimismo a la sociedad colombiana, que veía cómo, de modo irreversible, un clan mafioso y unos grupos insurgentes armados, hacían retroceder al país a situaciones de inconcebibles de primitivismo salvaje y anárquico. Fueron los momentos más duros del Gobierno de Gaviria que, no obstante, la extremada complejidad de la situación supo reaccionar con la decisión y el equilibrio de un estadista. Y así, bajo el liderazgo del ministro de Defensa Nacional, Rafael Pardo Rueda, el gobierno entonces fue capaz, por primera vez, de estructurar una organización, el Comando Especial Conjunto, conocido, más popularmente, por el Bloque de Búsqueda, en la que convergían unidades militares, policiales y organizaciones civiles cuyo objetivo era, no solo la captura de Escobar sino, también, poner fin al famoso cartel y socavar las redes del narcotráfico, apoyadas por grupos violentos y pertenecientes a las organizaciones de la guerrilla.

No fue asunto sencillo para las fuerzas gubernamentales, habida cuenta de las intrincadas raíces que el mundo de la droga había desarrollado en la mayoría de las instituciones. Desde luego Escobar y sus secuaces, huidos, tuvieron todavía capacidad para reorganizar una parte importante de las bases de la organización, aumentar su capacidad de violencia y conseguir imponer un terror demoniaco al conjunto de toda la sociedad colombiana. Volvieron, por este tiempo, los carros bombas, causando, indiscriminadamente, decenas de muertos y heridos; retornaron, otra vez, las explosiones contra las redes de comunicaciones; los asesinatos de periodistas y jueces y, sobre todo, la caza indiscriminada de policías en Medellín, Bogotá y otras grandes

227Esbozo Histórico de las Farc-Ep, op. cit., pp. 108-111.

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FARC-EP: INSURGENCIA, TERRORISMO Y NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA

ciudades, caza que era retribuida con dos millones de pesos a cualquier desalmado sin escrúpulos que se lo propusiera. La abyección, en este desgraciado tiempo, fue total, y la imposición del miedo más oscuro, su objetivo más certero. No podría decirse que la banda criminal no consiguiera llegar a extender el pánico a toda la sociedad, pero también pudieron detectarse, por entonces, reacciones precisas de una parte importante de la población que, retomando su condición de ciudadanos activos y responsables, no dejaron doblegarse y apoyaron la política del gobierno de Gaviria. Tal apoyo fue determinante, y, en consecuencia, fue posible percibir, incluso en las zonas donde el populismo de Escobar y sus secuaces habían arraigado más, una paulatina desafección popular que minimizaban las “simpatías” del populismo montaraz que, otrora, el gran capo había tenido. En consecuencia, hubo colaboraciones espontaneas con el Bloque de Búsqueda que dieron resultados eficaces y que provocó deserciones en la cúpula de la organización mafiosa. Aunque de manera difusa, empezaba a percibirse la sensación de que el jefe y su círculo más pequeño se estaban aislando paulatinamente de sus bases.

Ello, no obstante, en aquella locura que antecedió a la muerte de Escobar, los grupos subversivos, las FARC, pero también el ELN, no fueron meros espectadores. El Secretariado era perfectamente consciente de que la derrota del cartel, podía ser altamente beneficiosa para la organización y que, incluso, ello podría posibilitar que, en este magro negocio de la droga, la guerrilla resultase ser, finalmente la vencedora; y, así, de una manera más o menos directa, la organización intervino “cooperando”, unas veces, con los “Pepes” (Perseguidos por Pablo Escobar), organización ilegal dominada por antiguos colaboradores del líder, y que ahora iniciaba actividades paramilitares, y otras inclinándose por prestar determinados auxilios al cartel, aunque las huestes de éste estuvieran ya notoriamente debilitadas. Pero estas complejas actividades, tan opuestas, se desarrollaban en un mundo tan subterráneo que ninguna de las dos opciones hacían algo por reconocerse; por ello mismo los voceros del grupo, en unas ocasiones, no tenían escrúpulo alguno en presentarse, ante la opinión pública, con posicionamientos pretendidamente pacíficos, como ocurrió a finales de 1992, cuando explicaban que: “Queremos manifestar con claridad, decía, en este momento, un comunicado del Secretariado, en plena espiral violenta y cuando el acoso al cartel era intenso, nuestra condena al terrorismo independiente del origen que tenga.”; pero, de inmediato y a continuación, los mismos dirigentes indicaban, en otro manifiesto, que en Colombia el verdadero terrorismo era el del Estado que dirigía el Presidente Gaviria, enemigo declarado de la paz.

Finalmente, después de una persecución intensa, tras continuas deserciones de los colaboradores más cercanos y huyendo del terrorismo vengativo de los “Pepes”, a los cuales el gobierno toleró haciendo la vista gorda, e incluso, recibiendo, de ellos, importante información, el gran capo terminó sus días cayendo en una refriega con las fuerzas del Bloque de Busqueda, cuando “todos sus tentáculos le fueron cortados y el pulpo quedo solamente con su cuerpo”. Dejaba un imperio desarticulado que, de forma inmediata, fue objeto de disputa.

Por entonces el grupo subversivo de las FARC, controlaba ya más del 80% del cultivo de coca, de lo que, solo en concepto de gramaje (impuesto a la producción directa) sacaba pingues beneficios. Sucedió que en un solo año después de la muerte de Escobar, a finales de 1994, la superficie de cultivo que la guerrilla controlaba se había multiplicado por siete; y tal espectacular desarrollo se realizó sobre las mismas

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zonas que habían sido el feudo del mítico capo. Por entonces el jefe del Frente 16, Tomás...

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