Religión y educación cívica en los planteamientos de Richard Rorty y Charles Taylor
Autor | Manuel Sánchez Matito |
Cargo del Autor | Doctor en Filosofía, Universidad de Sevilla |
Páginas | 301-313 |
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EL filósofo ginebrino Jean Jacques Rousseau, uno de los pilares de la teoría democrática, o, al menos, de una determinada teoría acerca de la democracia, consideraba que el temor que provocaba la religión entre los individuos contribuía a la cohesión social necesaria en una sociedad democrática. Tanto en el Contrato social1 como en la «Profesión de fe del Vicario Saboyano» –que aparece en El Emilio– Rousseau señala que la religión ayuda a aprender a obedecer, una preparación necesaria cuando hay que respetar las normas de la sociedad a la que se pertenece. Es tan importante el papel que ejerce la religión que, en un principio, no importa cuál se profese. De hecho, Rousseau establece como uno de sus principios pedagógicos la necesidad de enseñar a cada persona la religión que han profesado sus padres.2
Partiendo de la tesis de Rousseau según la cual la religión ejerce una función cívica irreemplazable, trataremos de mostrar cómo en la filosofía moral contemporánea continúa abierto el debate acerca del papel que desempeñan las imágenes religiosas de la tradición judeocristiana en la defensa y extensión de las instituciones democráticas, de los Derechos humanos y de la fraternidad universal. Entre los diversos planteamientos que podríamos ofrecer, hemos decididoPage 304 mostrar la conexión que existe entre las tesis sostenidas por Richard Rorty, quien, a diferencia de Rousseau, cree que la obediencia a un poder superior representa un obstáculo para el desarrollo de las capacidades individuales, y la respuesta que mantiene el filósofo canadiense Charles Taylor quien considera que las imágenes religiosas y, en concreto, las imágenes cristianas poseen una fuerza incomparablemente superior a la hora de alentar valores fundamentales de las sociedades democráticas.
El filósofo norteamericano Richard Rorty considera, desde su posición pragmatista, que las imágenes de la tradición judeocristiana despliegan, de forma general, un autoritarismo que es contrario a las formas de convivencia democrática. No obstante, cree que la idea cristiana del Amor universal puede incrementar la capacidad de los individuos para situarse en el lugar del otro y considerar irrelevantes las diferencias existentes. En este sentido, las imágenes cristianas contribuyen a la extensión de la fraternidad universal o al cumplimiento de los Derechos Humanos, pero en una medida menor que la ofrecida por algunas de las obras más importantes de la literatura universal.
La obra de Rorty se hizo popular en el mundo de la filosofía tras la publicación en 1979 de La Filosofía y el espejo de la Naturaleza3. No obstante, las ideas que viene exponiendo desde los años ochenta hasta el presente arrancan de una obra diferente, menos conocida, pero seguramente más importante en el conjunto de su filosofía: Contingencia, ironía y solidaridad4. Tanto en esta obra como en los artículos y ensayos que ha publicado desde entonces, el autor se distancia de un punto de vista ahistórico y muestra constantemente cuáles son las perspectivas desde las que realiza sus reflexiones. De este modo, el filósofo neoyorquino se declara pragmatista, liberal, neodarwinista o anticlerical.
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Su posición pragmatista le convierte en un heredero de la tradición nortemericana que inició Charles Sanders Pierce y continuaron Williams James y John Dewey. Rorty experimenta una gran admiración por Dewey, al que considera el autor pragmatista más importante, y comparte con él la preocupación por los asuntos políticos, la defensa de las instituciones liberales y democráticas y el rechazo a una autoridad trascendente tanto en cuestiones morales como en asuntos religiosos.
En el año 1996 pronunció Rorty unas lecciones o conferencias en la Universidad de Girona que se han publicado en un libro titulado El pragmatismo, una versión5. En los primeros capítulos de este libro aparece la visión que ofrece Rorty sobre la religión, estableciendo una continuidad con la línea pragmatista norteamericana, principalmente, con las ideas defendidas por Dewey. En opinión de Rorty, cada uno de los tres pragmatistas clásicos tenía una motivación diferente que impulsaba sus investigaciones filosóficas. Pierce no fue un autor que se preocupara principalmente por la religión: sus reflexiones sobre las diferencias entre ciencia y religión repiten algunas ideas que eran habituales en el siglo XIX. Williams James, por su parte, sí estuvo profundamente interesado por el fenómeno religioso. De hecho, en su ensayo «The Will to believe» esboza lo que, según Rorty, sería una filosofía pragmatista de la religión, al subrayar que el motivo más importante para saber si un fenómeno debe existir es si es realmente deseado. Lo importante no es que una creencia religiosa apele a una verdad: la verdad sería aquello que deseamos, aquello que impulsa hábitos de acción.
Jonh Dewey, como hemos señalado, sostiene una posición radicalmente antiautoritarista tanto en el ámbito de la moral como en el terreno de la epistemología. De hecho, llega a sostener la tesis –con la que Rorty se encuentra completamente de acuerdo– según la cual existe una correspondencia entre rechazar la idea del pecado y la idea de una verdad trascendente. Rorty cree que Dewey habría estado de acuerdo con el relato que expone Freud en su ensayo Moisés y el mono-Page 306teísmo, en el que se sitúa el origen de la fraternidad humana en un rechazo del Padre primordial. La propuesta de Dewey es similar: sólo el rechazo de una autoridad trascendente y superior a los humanos podrá llevarnos a defender formas de convivencia igualitarias y, por tanto, democráticas.
Partiendo de las ideas de James y Dewey, Rorty cree que podría elaborarse una...
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