La contribución de las FFAA a la proyección internacional de los estados: las misiones de paz

AutorInmaculada C. Marrero Rocha
Páginas17-55

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Desde el final de la Guerra Fría y en el nuevo contexto de la seguridad internacional1, el número de misiones de paz decididas y llevadas a la práctica por Naciones Unidas se ha multiplicado de manera considerable2. Hay, además, organiza-Page 18ciones regionales, como la OTAN, la OSCE o la Unión Europea3, que han ampliado sus objetivos en el ámbito de la seguridad internacional y han decidido desarrollar o adaptar sus capacidades militares a las exigencias de la gestión de crisis internacionales, participando en el desarrollo de misiones de paz4. Como es lógico, dado que en su condición de actores internacionales esas organizaciones carecen de fuerzas militares propias, han sido sus Estados miembros quienes han asumido la responsabilidad principal de contribuir materialmente a esas nuevas funciones de seguridad internacional. Esta tendencia es claramente contraria a las previsiones de una disminución significativa de la importancia de los ejércitos y de un descenso en el gasto militar de los Estados como consecuencia del final del enfrentamiento de los dos bloques. En la práctica, la participación en la gestión de crisis internacionales en el marco de las misiones de paz ejecutadas por organizaciones internacionales o por coaliciones de Estados constituye uno de los principales ámbitos de actuación de las FFAA de muchos países y, además, acapara una importante parte de los presupuestos militares.

En efecto, a pesar de los cambios que han experimentado las relaciones internacionales después del final de la Guerra Fría, la posesión de unas FFAA preparadas y suficientes sigue siendo un elemento extremadamente útil para la consecución de algunos objetivos esenciales de política exterior, al tiempo que constituye un indicador principal del poder y de la proyección internacional delPage 19 Estado. En esta línea apuntan los últimos datos que ofrece el Instituto de Investigaciones Internacionales de Paz de Estocolmo (SIPRI), cuando afirma que los gastos militares durante 2005 alcanzaron la cifra de 1.118 billones de dólares corrientes, lo que representa un aumento en un 3,4% respecto al año anterior y en un 34% respecto a los diez últimos años. Y, aunque la mayor parte del incremento del gasto militar se debe a la decisión de EE. UU. de aumentar su presupuesto en torno a un 10% desde los atentados del 11 de septiembre5, acaparando el 48% del gasto militar mundial, lo cierto es que otros Estados como China e India, que son dos potencias económicas emergentes, han incrementado sus gastos militares de manera substancial. Igualmente, las potencias europeas occidentales han mantenido o incrementado sensiblemente sus presupuestos militares6. La propia ciudadanía europea tiene una visión muy realista del poder de los Estados y otorga al poder militar un lugar muy importante como indicador de un Estado poderoso. De hecho, aunque se muestre tradicional y mayoritariamente contraria al aumento de los gastos de defensa, es también una tendencia característica de la opinión pública española7.

De cualquier manera, los datos anteriormente mencionados revelan que, aunque se podía presumir una disminución significativa de los presupuestos de defensa como consecuencia del final de la Guerra Fría, el gasto militar mundial empezó a incrementarse a partir de 1998 y se ha acelerado desde 2002, aumentando una media de un 6% en términos reales. Además, los Estados que hanPage 20 mantenido o incrementado sus presupuestos militares siguen siendo los que tienen mayor peso internacional8, con lo cual se mantiene el tradicional paralelismo entre poder político y poder militar, característico, asimismo, del período de la Guerra fría. Y, aunque no se descuida ni minusvalora el poder en el ámbito económico, comercial, tecnológico o cultural, entre otros, las capacidades militares siguen siendo un instrumento esencial de las políticas exteriores de los Estados por su valor mismo tradicional a esos efectos y, también, porque se han visto revalorizadas en este nuevo contexto de la seguridad en el que la participación en misiones de pacificación internacional adquiere paulatinamente un mayor protagonismo en las agendas de política exterior de Estados y Organizaciones Internacionales.

Es cierto que la mayoría de los Estados que han mantenido o aumentado su nivel de gastos militares lo ha hecho para atender a sus propias necesidades de seguridad nacional, porque realmente existen o porque simplemente perciben amenazas y riesgos para su integridad territorial o su independencia política9. Sin embargo, muchos otros Estados y, también, organizaciones regionales han mantenido o incrementado sus presupuestos militares para atender a las misiones de gestión de crisis mediante instrumentos militares y, en concreto, para participar en una amplia gama de operaciones militares que han superado a nivel funcional y operativo a las clásicas operaciones de mantenimiento de la paz10 y que pueden englobarse bajo la expresión genérica de «misiones de paz»11. Además, laPage 21 participación de las FFAA en misiones internacionales se han convertido en un importante instrumento para asumir responsabilidades a nivel individual12 o en el ámbito de organizaciones internacionales, en particular, Naciones Unidas13, para responder a las nuevas amenazas para la seguridad internacional, para contribuir a la prevención y solución de conflictos14 y para hacer frente a las crisis humanitarias o de otra naturaleza que son capaces de desestabilizar regiones enteras15. En este nuevo contexto, urge además compatibilizar las respuestas individuales o colectivas, estatales o institucionales, con las exigencias básicas de respeto de derechos y libertades fundamentales16, cuya no observancia parece haberse convertido, según algunos, erróneamente, en el tributo a pagar para garantizar la paz y la seguridad internacional o su propia seguridad.

A pesar de todo ello, el hecho de afirmar que las capacidades y las actividades militares de los Estados son un indicador todavía esencial del poder puede parecer una afirmación pasada de moda17.Page 22 Ello puede deberse no sólo al descrédito tradicional que acompaña a lo militar sino, también, a que la complejidad y la diversidad característica de los procesos internacionales actuales han supuesto la aparición de nuevos y aparentemente mejores indicadores para medir el poder de los Estados y el surgimiento de nuevas categorías de Estados poderosos. Este doble fenómeno —nuevos indicadores de poder y nuevos Estados poderosos— puede entenderse como una superación de los esquemas y los elementos clásicos de poder, entre los que ocupaba un lugar primordial el poder militar de los Estados.

En realidad, la diversificación y la ampliación de los indicadores del poder han puesto fin a la facilidad con la que se podía medir el lugar que ocupaba cada Estado en una jerarquía de poderes en el plano internacional, elaborada, principalmente, atendiendo a elementos de poder tangibles cuya medición podía realizarse con unos márgenes de objetividad razonables18. Elementos tales como el tipo y nivel de armamento y de efectivos militares, el producto interior bruto, el gasto en investigación y desarrollo, la extensión y la situación del territorio, el nivel demográfico y el número y las características de la población han dejado de ser los únicos indicadores de poder, para dar paso a nuevos indicadores, como el prestigio cultural, el sistema político o la lengua, que resultan más difíciles de medir o, directamente, imposibles de cuantificar19.

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En efecto, el final de la Guerra Fría ha puesto punto y final a una definición del poder en términos exclusivamente económicos, territoriales o armamentísticos o basada en el control de grandes áreas de seguridad, delimitadas a través de criterios estratégicodefensivos. La naturaleza del poder internacional se ha modificado como consecuencia del fenómeno de globalización, ya que las fuentes de poder internacional se han hecho cada vez más plurales y diversas. Por ello, como señala Brzezinsiki, el Estado capaz de combinar varias dimensiones de poder —militar, económico, tecnológico y cultural, principalmente— se convierte en una potencia global, a pesar de que el poder sea cada vez más relativo y difuso y la elaboración de una jerarquía de Estados sea una tarea que debe estar sometida constantemente a matizaciones y aclaraciones20.

En este sentido, Javier Noya ofrece un ensayo de análisis sobre los componentes del poder de los Estados llegando a la conclusión de que la variedad de indicadores de poder que existe en la actualidad, y dentro de la cual el poder militar sigue siendo un elemento significativo, permite identificar más de una categoría de Estado poderoso: potencias pre-modernas, potencias modernas y potencias post-modernas21. Las potencias pre-modernas son Estados que tienen un alto nivel demográfico y grandes proporciones de territorio, además de capacidades militares como, por ejemplo, China. Las potencias modernas, sin embargo, cuentan con grandes capacidades militares y desarrollo económico, además de un buen nivel de progreso en el plano científico y tecnológico. No obstante, losPage 24 indicadores que definen a las potencias post-modernas, entre los que se encuentra la difusión de la lengua, las características del sistema político, el prestigio cultural o la cooperación y la ayuda al desarrollo, tienen una medición más compleja y, en muchas ocasiones, son producto de la percepción de los ciudadanos analizada a través de estudios de opinión de carácter internacional22. Evidentemente, estas clasificaciones no son compartimentos estancos y son muchos los Estados que tienen un perfil híbrido, ya que presentan niveles altos en indicadores que son propios de potencias pre-modernas, modernas y post-modernas...

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