Un Nuevo Orden Económico
Autor | Javier Divar |
Cargo del Autor | Doctor en Derecho. Profesor de Derecho Mercantil de la Universidad de Deusto. Director del Departamento de Derecho de la Empresa. |
Páginas | 69-78 |
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El capitalismo avanzado se encuentra en la actual fase de globalización en una situación de dominio económico del mundo, cuasifeudal, transnacional, ideológico, productivo y financiero, sin contrapoderes equilibradores ni asomo de alter-nativa, en un "fin de la Historia", desde el hundimiento de su enemigo sistemático (el bloque de países comunistas).
Este capitalismo global tiene como inevitable efecto la acumulación económica en manos de gigantescos conglomerados societarios transnacionales, que disfrutan del monopolio de las tecnologías de punta por la protección jurídica de exclusividad del sistema de patentes, el amparo de la circulación productiva por los Convenios Internacionales de libre cambio, siendo sostenidos por grupos bancarios que dominan el sistema financiero universal. Todo ello conduce al sistema capitalista hacia un monopolio internacional comandado por unas pocas manos (unos 500 grandes grupos societarios, participados interactivamente por poco más de 50 agrupaciones bancarias), que hace ilusorio el principio de la competencia, en contradicción con la propia esencia del liberalismo económico.
El control de estos gigantes económicos es hoy meramente conceptual y teórico, ya que la internacionalización misma reduce
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las presiones públicas, siendo el Derecho servidor de los intereses económicos, tanto en los ámbitos internos como en los internacionales, en los que precisamente se busca su protección en la actualidad, dado el ámbito global de las intervenciones económicas.
El orden económico internacional resulta así servidor del dominio de los grandes grupos económicos transnacionales, mientras que las pequeñas y medianas empresas se mueven en el juego simulado de la competencia mercantil, en la que participan en verdad bajo condiciones leoninas y de subordinación.
En la práctica no sólo no existe competencia, sino tampoco igualdad jurídica real, ni controles públicos ciertos de la actividad mercantil internacional. Los propios contrapoderes políticos históricos están desbordados en la actualidad por el poder económico global, que ha llegado a convertir a los Estados en instrumentos utilitarios protectores de su tráfico, en policías del comercio "abierto y libre" (pero no justo).
Además el resultado de ese gran poder internacional no supone mejora general del mundo, sino que muy por el contrario el beneficio del sistema no se extiende en absoluto a la población. En contradicción a la expansión económica y al aumento de las productividades, buena parte de la población mundial sigue sumida en la pobreza extrema, la falta de instrucción básica es una rémora impeditiva del desenvolvimiento personal de millones de seres humanos, la ignorancia generalizada mantiene la discriminación de las mujeres en la mayor parte del mundo, las enfermedades se extienden por el difícil acceso a los medicamentos, cuyos costos son impeditivos para los pobres. Así se generaliza la vindicta contra un sistema deshumanizado,
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que no respeta las culturas indígenas, los valores religiosos de muchos y la dignidad de las personas colonizadas por los intereses económicos.
El capitalismo lo que desde luego ha globalizado es la subordinación mercantil y la dependencia tecnológica y financiera. Por ello muchas mentes reflexivas abominan de sus efectos, dudan de su legitimidad y advierten del peligro de un futuro mundial sometido a intereses económicos transnacionales no controlados ni participados.
En contradicción...
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