Nota preliminar del autor

AutorAniceto Masferrer
Páginas19-21

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Dos son las cuestiones que suelen plantear los estudiantes de la Universitat de València cuando se aborda la Guerra de Sucesión (1700-1714) y los consiguientes Decretos de Nueva Planta, bien que la primera más frecuente y común que la segunda: 1) ¿Por qué Valencia fue el único Reino de la Corona de Aragón al que no le fueron devueltos con carácter general los abolidos Furs?; y 2) ¿En qué medida los Furs perdieron su vigencia efectiva en la práctica forense?

La primera pregunta es bien lógica y comprensible. La segunda es menos previsible. Quizá me la plantean a mí porque en mi labor docente procuro insistir, precisamente, en la distinción entre la vigencia oficial y la vigencia efectiva del Derecho. Existen leyes o normas sancionadas por el órgano competente que apenas son objeto de aplicación, y viceversa: usos o costumbres que, no estando escritas o careciendo de registro oficial alguno, gozan de un valor y vigencia jurídica indiscutibles.

El Derecho es una ciencia social que pertenece y está al servicio de la sociedad, y no un instrumento del que se sirve el poder público para transformar lo que desee en cada momento histórico, aún en contra de la propia sociedad, engañándola, confundiéndola o incluso persuadiéndola. No niego que el Derecho pueda servir para cambiar la sociedad, para mejorarla. Pero cuando el objetivo de "mejora" tiene que ver con intereses personales y partidistas que no responden con el querer general, empleando la ley y el Derecho, la sociedad responde muchas veces ignorando determinados preceptos legales promulgados en un excesivo afán de cambiar o "mejorar" el status quo. Esto explica la escasa vigencia efectiva del Derecho en algunos casos, o el uso consciente y voluntario de la objeción de conciencia en otros.

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El día que el propio Derecho prohíba a la sociedad el ejercicio de estas manifestaciones libres y espontáneas, calificándolas de reaccionarias y antidemocráticas, tendremos un Derecho que, elaborado y desarrollado a espaldas de la propia sociedad, habrá dejado de ser garante de los derechos y libertades de las personas para convertirse en instrumento de unos pocos al servicio de sus "cruzadas". No sé si son peores las cruzadas medievales o las abanderadas por unos medios de comunicación o una clase política empeñada en "mejorar" la sociedad a golpe de promulgaciones legales. Sinceramente, prefiero que las cruzadas, sean del signo que sean, permanezcan donde están y tan sólo tengamos que...

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