El nacimiento del cooperativismo moderno

AutorAlejandro Martínez Charterina
Cargo del AutorCatedrático de la Universidad de Deusto
Páginas19-33

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2.1. El contexto socioeconómico

La Historia Económica muestra la importancia que sobre la realización de la actividad económica han tenidos los tiempos de grandes cambios. Las dos grandes líneas que marcan un antes y un después en la actividad económica son, en mi opinión, el Neolítico y el proceso de industrialización.

El Neolítico, tras un proceso muy largo de suavización del clima, del orden de 8.000 años atrás, supondrá el asentamiento de las poblaciones, la aparición de la agricultura, la especialización profesional, la obtención de excedentes y el comienzo del mercado como lugar en el que intercambiarlos, todo ello con notables ventajas en orden a la satisfacción de las necesidades humanas.

El proceso de industrialización, que comienza en Inglaterra en la segunda parte del siglo XVIII y que seguirá extendiéndose por la cuenca carbonífera europea atravesando el canal de La Mancha y por los Estados Unidos de América de la mano de la emigra-

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ción europea que cruza el Océano Atlántico, permitirá la multiplicación de la producción hasta términos insospechados con la fuerza del carbón aplicada a la máquina de vapor y la división industrial del trabajo. Como consecuencia de la magnitud de los cambios aparecerá en este contexto la ciencia de la economía, presente en todo caso en la obra de Adam Smith, La riqueza de las naciones, publicada en 177619.

Los grandes cambios producen acomodaciones y reacciones. La industrialización provoca el denominado “problema social” como suma de consecuencias negativas sobre los trabajadores que se han desplazado desde sus lugares de origen rurales a las ciudades industriales nacientes, para encontrarse trabajando durante jornadas largas y agotadoras, ocupando malos alojamientos sin los servicios domésticos y urbanos adecuados, aprovisionándose en las tiendas de barrio en las que abunda la calidad deficiente de los productos, el engaño en el peso, los precios elevados, y ello en medio de un deterioro de las costumbres engendrado por este ambiente.

El cooperativismo moderno se presenta históricamente como una de las reacciones de las masas populares a la situación creada por esta industrialización, a la que se llamó con posterioridad revolución industrial20.

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Si la revolución industrial, como se ha dicho, supuso, por un lado, el comienzo del desarrollo industrial y económico de los países por los que se iba extendiendo, generó, por otro, consecuencias sociales y morales desastrosas, sumiendo en la miseria a las grandes masas proletarias.

Desde el punto de vista económico encontramos una explicación en el proceso como lo presenta François Perroux al señalar que “… ninguna economía puede elevar la inversión de un periodo sin reducir el consumo y, supuesto que todas las inversiones sean productivas, no puede elevar el nivel de vida de las generaciones posteriores a menos que imponga un sacrificio al consumo presente posible21. Cuando en una economía se encuentran ocupados todos los factores de producción, la única forma de aumentar la producción de bienes de capital, fábricas y máquinas requeridas por el proceso de industrialización, era liberando esos factores de la producción de bienes de consumo, lo que se hizo a base de pagar unos salarios bajos, e injustos22.

En un sistema económico capitalista la estructura social permitía la desigualdad de rentas, y el liberalismo que los empresarios pudieran “… pagar unos salarios de hambre a una mano de obra abundante y desorganizada23. El descenso, o al menos el no aumento de la demanda de bienes de consumo, permitía libe-

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rar los factores necesarios para satisfacer el aumento de la demanda de bienes de inversión, canalizándose los incrementos de la renta hacia los propietarios de esos bienes de inversión que, no necesitando consumir esa renta mayor, la empleaban en la financiación de las nuevas inversiones. Así se posibilitó la acumulación de capital y el progreso técnico, el cual constituye la justificación esencial del régimen capitalista24.

Ahora bien, desde el punto de vista social, señala Maurice Niveau, “Las nociones de explotación del hombre por el hombre y de lucha de clases no fueron fruto de la imaginación marxista sino el resultado de una atenta observación de los hechos25. Las condiciones de trabajo y las condiciones de vida de la población la condujeron a la miseria en todos los órdenes, familiar, cultural, económico, moral, etc.26.

Las consecuencias sociales se encuentran en el ámbito del proceso de industrialización arropadas por las ideas liberales situadas en el origen del capitalismo industrial. La doctrina liberal, liberalismo del laissez faire, opinaba que la búsqueda del bienestar individual por el hombre egoísta, en competencia, conduciría al bienestar social. Quedaba al Estado el papel único de mantener el orden establecido, las reglas del juego, Estado gendarme, absteniéndose de cualquier intervención que pudiera atentar contra la libertad de funcionamiento económico27. No sólo no se con-

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siguió lo que la doctrina esperaba, sino que los resultados fueron los contrarios. Las diferencias de partida se incrementaron multiplicándose progresivamente en poco tiempo de forma que los pobres eran más, y más pobres, y los ricos menos, y más ricos28.

La respuesta global al problema social es el asociacionismo del siglo XIX. Georgel Lasserre lo expresa de este modo: “Tras haber buscado en vano un remedio a su suerte en varias direcciones –agarrándose a los viejos reglamentos corporativos, adhiriéndose a éstos o dejándose llevar por la desesperación del motín– los trabajadores comprendieron poco a poco que era necesario un profundo cambio de orden social, y que su única arma –puesto que no poseían el dinero, ni la cultura, ni la legalidad (todo esto se encontraba del otro lado)– residía en la asociación, gracias a la cual su número podía, de debilidad, llegar a ser fuerza29.

A través de la asociación, no sólo se buscaba satisfacer las necesidades materiales y elevar el propio nivel de vida, sino que también se perseguía el cambio en el orden social, es decir, la realización de los ideales latentes en el pueblo sobre un modo de vida más justo y solidario30.

Si en un primer momento las asociaciones concretas no están bien definidas y delimitadas, por lo que se ha hablado de la nebulosa inicial del movimiento obrero31, a medida que se avanza en la experiencia

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se van señalando los límites, pudiéndose diferenciar tres grupos principales de acción asociacionista: el sindicalismo de clase en el ámbito laboral, el socialismo en el político, y el cooperativismo en la búsqueda de mejores soluciones a los problemas corrientes de la vida.

Así pues, el cooperativismo nació de la misma nebulosa que el sindicalismo y el socialismo, de su misma situación y ante los mismos desencadenantes32, por lo que Paul Lambert llega a afirmar que “la cooperación es socialista por naturaleza33.

Lo que le va a diferenciar es su “carácter directa y esencialmente constructivo34, que se va a poner de manifiesto a través de la creación de empresas económicas en las que el empresario no va a ser, por el contrario de las capitalistas, el poseedor del capital, sino el cliente, el trabajador, el proveedor, alterando el orden establecido y llegando a donde por su naturaleza no podían llegar ni los sindicatos ni los partidos políticos.

2.2. El contexto ideológico

Las cooperativas modernas nacen como reacción popular ante la revolución industrial en un medio de pensamiento liberal que abona el capitalismo industrial.

¿Quiere esto decir que las cooperativas carecen de bases ideológicas? ¿Es una simple reacción frente a un desencadenante? Nada más lejos de la realidad. Maurice Colombain ajusta la respuesta en estos términos:

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Es verdad que durante el último tercio del siglo XVIII alguna que otra cooperativa surgió espontáneamente, sin preocupaciones ideológicas, por el mero anhelo de las familias populares de recuperar las funciones económicas de las que se las había despojado y reconquistar por lo menos una parte de la independencia perdida.

Pero desde el segundo cuarto del siglo XIX, el realismo y el pragmatismo de los fundadores de cooperativas se mezclaron con ideas generales de transformación social”35.

La acción cooperativa va a estar inspirada en su...

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