Estudio psicosociológico de una muestra de cooperativas de trabajo asociado de Andalucía.

AutorAntonio J. Romero Ramírez, Miguel Pérez García.
CargoDpto. de Psicología Social y Metodología - Dpto. de Personalidad y Evaluación Psicológica.
Páginas113-127

Estudio psicosociológico de una muestra de cooperativas de trabajo asociado de Andalucía ANTONIO J. ROMERO RAMÍREZ 1 y MIGUEL PÉREZ GARCÍA * INTRODUCCIÓN A principios de la década de los 80, el paro y la recesión sufridos por las economías occidentales provocan la búsqueda de nuevas alternativas a los mode los organizacionales tradicionales, que no sólo se habían mostrado incapaces de satisfa cer las necesidades y deseos de autonomía y de responsabilidad de los trabajadores en sus lugares de trabajo, sino que, también, se encon traron con graves dificultades para mantener unos adecuados niveles de productividad y, en consecuencia, para garantizar la estabilidad de los puestos de trabajo. Por ello, como en anteriores períodos históricos, la fórmula coo perativa vuelve a presentarse como solución a los problemas de empleo acarreados por la situación de crisis económica. Así ha sido en Andalucía, donde, una vez superadas las vicisitudes iniciales, el coope rativismo de trabajo asociado constituye en la actualidad un fenómeno de una gran trans cendencia económica y sociopolítica, ya que está siendo protagonizado por los sectores más humildes y desprotegidos de la pobla ción, está propiciando la creación de un gran número de puestos de trabajo y generando una actividad económica muy importante. La cuestión estriba en determinar si este «boom» del fenómeno cooperativo vivido en Andalucía desde hace ya cerca de 20 años es acorde con la propia filosofía de la coopera ción, y estaría propiciando, por tanto, un ver dadero modelo alternativo de organizar la producción, basado en los principios de la de mocracia y la eficacia económica, o si, por el contrario, el cooperativismo de trabajo aso ciado habría fracasado en este empeño, al mostrarse incapaz de combinar ambos princi pios. Sin lugar a dudas, los derroteros seguidos por el cooperativismo andaluz de trabajo aso ciado derivan tanto de los factores estructu rales que han acompañado el desarrollo de este tipo de experiencias como de su propia dinámica interna. De ahí que sólo desde una perspectiva psicosociológica se puede obtener una visión certera de las verdaderas posibili 113 * Dpto. de Psicología Social y Metodología y Dpto. de Personalidad y Evaluación Psicológica repectivamen- te. Universidad de Granada. 1 Antonio J. ROMERO quiere expresar su más sincera gratitud al Consejo Andaluz de Cooperación por haberle concedido, en su X edición, el Premio Arco Iris 1997 a la mejor investigación sobre el cooperativismo, por su tesis doctoral: «Participación de los trabajadores en el coope- rativismo de trabajo asociado de Andalucía». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 dades y límites de las experiencias cooperati vas desarrolladas en Andalucía. El análisis psicosociológico de una organi zación cooperativa es crucial, por tanto, para poder entender la dinámica socioeconómica establecida en la misma, ya que, dada la sin gularidad de este modelo de organización, las características psicosociológicas de sus inte grantes incidirán sobre los resultados econó micos, y viceversa. En definitiva, con el ánimo de contribuir a mitigar el desconocimiento existente sobre el cooperativismo andaluz de trabajo aso ciado 2 , en Diciembre de 1995 realizamos un estudio exploratorio de carácter psicosocioló gico sobre una muestra de cooperativas de di cha modalidad ubicadas en las provincias de Jaén, Granada y Almería, cuyos resultados más interesantes exponemos a continuación. 1. CARACTERÍSTICAS ORGANIZACIONALES La elección de la muestra objeto de estudio fue realizada a partir de los datos reflejados en el último Censo de Sociedades Cooperati vas Andaluzas de 1991 (Dirección General de Trabajo Asociado y Empleo, 1991) ---vigente en aquel momento---, seleccionando aleato riamente 36 cooperativas y 159 socios traba jadores, pertenecientes a distintos niveles jerárquicos y funcionales. Concretamente, la muestra de cooperativas analizada presenta ba las siguientes características: 1.1. Gestión empresarial y diferencias individuales La Gerencia constituye el órgano ejecutivo por excelencia de la cooperación. Se trata de un órgano unipersonal elegido por el Consejo Rector ---generalmente por un período de cuatro años---, al que debe rendir cuentas de 114 INFORMES Y ESTUDIOS 2 El cooperativismo andaluz no ha merecido la mis- ma atención que experiencias tan notorias como la de Mondragón, y, aparte de algunas contribuciones de carác- ter económico (MORALES, 1989, 1992 a,b, 1994, 1995, a,b; GÁLVEZ, 1996), socioeconómico (HAUBERT, 1984, 1985), sociológico (DEL PINO, 1974), o psicosocial (ROME- RO, 1989, 1999 a,b,c; ROMERO y PÉREZ, 1999), existe un gran desconocimiento de su realidad empírica y teórica. TABLA 1. EVOLUCIÓN DE LOS PLANES DE PRÁCTICAS EN LA UNIVERSIDAD DE GRANADA N Antigüedad Antes de 1980 1980---85 Depués de 1985 9 9 18 Tamaño 5---10 socios 10---20 socios Mas de 20 socios 28 5 3 Sector de Actividad Industria Construcción Servicios 10 5 21 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 su actuación. La actividad gerencial no sólo requiere una adecuada preparación técnica y profesional, sino también una adecuada so cialización en los valores y en las problemáti cas de la cooperación. A pesar de ello, la gerencia profesionalizada sólo va a existir en un 15% de las cooperativas andaluzas, siendo en un 6% de las mismas un profesional con tratado y en el 9% restante un socio de la coo perativa (Dirección General de Cooperativas y Empleo, 1987). En España, sin embargo, el 60% de las cooperativas de trabajo asociado son gestionadas por un gerente o similar, que en el 87% de los casos es un socio de la coope rativa y en el 8% es un profesional contrata do. No obstante, el 45% de dichos gerentes poseen un nivel de formación de estudios pri marios, y sólo el 22% disponen de titulación universitaria (Barea y Monzón, 1992). Por úl timo, en la muestra de cooperativas analiza da, el 78% de éstas cuentan con una persona encargada de las labores de gestión. La figura del gerente profesional implica, por otro lado, una doble madurez: económica y organizativa, ya que, por una parte, ello su pondría la existencia de suficientes recursos económicos para llevar a cabo su contrata ción, y, por otra, se estarían contemplando sus funciones, atribuciones, responsabilida des y poderes dentro de la estructura organi zativa (Del Pino, 1974, 1991). La presencia de un líder es, sin embargo, necesaria. El nivel de conocimientos requeri do para desentrañar la compleja maraña téc nica y administrativa que acompaña a la vida organizacional hará improbable conjugar los estilos de dirección de corte asambleario con la eficacia organizacional, más aún cuando se parte de una escasa preparación cultural y téc nica de la mayor parte de los trabajadores 3 . La excesiva concentración de poder en la figura del gerente conlleva el riesgo, sin embargo, de que éste acapare todas las responsabilidades, sustituyendo a la mayoría e, incluso, manipu lándola. En el otro extremo, el igualitarismo imperante en el mundo cooperativo dificulta la aceptación de la autoridad y de su simbolo gía asociada a la función directiva. Ello suele cristalizar en la existencia de mecanismos inadecuados de control, como, por ejemplo, el excesivo asambleismo con el que la base se di rige a la cúpula organizativa. La desconfian za y, en ocasiones, la actitud abiertamente negativa hacia los roles directivos suelen ir asociadas a que esta élite se sienta atraida hacia las «buenas ofertas» de la empresa priva da, cuando no se encuentre satisfecha por moti vos de salario, liderazgo, prestigio personal, desarrollo de carrera profesional o «status» so cial dentro de la organización cooperativa; con el peligro consiguiente de que ésta quede despo jada de la necesaria solvencia técnica y admi nistrativa que la proyecte como unidad articulada hacia el futuro. En definitiva, lo ideal sería contar con un gerente, o un equipo directivo, socializado en los valores de la cooperación, que, al mismo tiempo, sea un buen profesional de la gestión, con conocimientos del sector y experiencia ge neralizada; y aún así, la eficiencia organiza cional sólo estará garantizada cuando el poder de decisión se encuentre debidamente separado entre los ámbitos político y de ges tión de la organización. Por otro lado, a pesar de que las mujeres representan 1/3 de las plantillas de trabajado res de las cooperativas andaluzas (Dirección General de Cooperativas y Empleo, 1987), sólo 115 ANTONIO J. ROMERO RAMÍREZ Y MIGUEL PÉREZ GARCÍA 3 La transcendencia de la figura del líder va a de- pender, entre otros factores, del grado de formación aca- démica o cultural de los socios trabajadores. En Andalucía, sin embargo, tan sólo el 6% de ellos tienen una titulación académica media o superior, el 8% ha re- alizado estudios de Bachillerato o Formación Profesio- nal, el 49% ha finalizado la E.G.B. y el 37% restante no posee ninguna formación específica (Dirección General de Cooperativas y Empleo, 1987). A pesar de ello, es fre- cuente que la formación no se entienda como un instru- mento de acción social, que incremente las posibilidades de productividad y proyecte empresarialmente a la Socie- dad, sino como una rutina que interrumpe la dinámica laboral de la empresa en perjuicio de la mayoría. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 el 25% de la muestra de cooperativas analiza da estaban gestionadas por una mujer. Dicho dato es acorde con el predominio del género masculino en la composición del cooperativismo andaluz. De este modo, la mujer quedará rele gada, frecuentemente, a actividades como la confección o el servicio de limpieza, ambas ca racterizadas por ser casi las únicas alternativas laborales de que dispone, sobre todo, en el en torno rural, dado el bajo nivel de cualificación que requieren. Además, en la rama textil, este tipo de actividades suele formar parte, originariamente, de la economía sumergida, y sólo aflora a la superficie cuando una gran firma comercial está interesada en ello, sub contratando la actividad y evitándose los cos tes laborales. La mujer es así víctima de estas experiencias «pseudocooperativas», de las cuales sólo obtiene unos mínimos ingresos para complementar la economía doméstica (Haubert, 1984; Morales, 1992, 1994). Son muy raras, por el contrario, aquellas coopera tivas en las que la mujer participa como una profesional cualificada, y siempre lo hará en actividades consideradas tradicionalmente como femeninas. Así pues, a pesar de los ideales igualita rios del movimiento cooperativo, por unas cir cunstancias u otras, puede apreciarse un fuerte desequilibrio en la participación tanto cuantitativa como cualitativa de las mujeres en las empresas asociativas. No obstante, en nuestro estudio (véase también Romero, 1999 a,c; Romero y Pérez, 1999), cuando se trataba de apreciar las carac terísticas del sistema democrático de la mues tra de cooperativas analizada, la mayoría de las mujeres se sentían integradas en la dinámica de participación, aunque, a diferencia de los hombres, mostrasen un menor grado de asis tencia a las asambleas celebradas, concediesen importancia en el proceso de toma de decisiones al hecho de ocupar un cargo directivo, y se sin tiesen discriminadas en el grado de atención prestado a sus sugerencias personales para la mejora en el desempeño de las tareas de sus puestos de trabajo. Estas discrepancias con el género masculino, probablemente, se deban a que la mujer encuentra mayores dificultades para compatibilizar su rol laboral con el de ama de casa e, incluso, como hemos indicado previamente, le va a ser más difícil el acceso a los cargos directivos. 1.2. Aspectos socioeconómicos del proceso de creación y desarrollo de las cooperativas El 68% de nuestra muestra de cooperati vas objeto de estudio habían iniciado su acti vidad con un capital inferior a los 2 millones de pesetas, el 27% oscilaba entre los 2 y 5 mi llones, y sólo en el 5% restante de los casos se superaron los 5 millones de pesetas de capital inicial. Esta escasa capitalización guarda re lación, por un lado, con la composición social de la amplia mayoría de las cooperativas an daluzas y, por otro, con la pequeñísima talla empresarial de las mismas. Así, en Andalucía, la fórmula cooperativa es, frecuentemente, la vía elegida por quienes han sido expulsados del mercado de trabajo, inician su andadura en el mismo o mantienen una situación precaria e irregular. De ahí que la mayor parte de las plantillas de trabajado res de las cooperativas andaluzas de trabajo asociado estén constituidas por mujeres, jó venes en busca de su primer empleo, antiguos jornaleros, peones sin retribución fija u obreros provenientes del cierre de empresas (Haubert, 1984). En definitiva, sectores sociales escasa mente cualificados y preparados para mante nerse o ingresar en el mercado privado de trabajo, aunque dotados, sin embargo, de una gran voluntad. En este sentido, son los pro pios socios quienes, a través de sus escasos ahorros o de las prestaciones por desempleo, tratan de superar las carencias iniciales de ca pital aportando los fondos necesarios para la puesta en marcha del proyecto cooperativo. Ello viene corroborado por nuestra inves tigación, en la que se puso de manifiesto que, en el 75.8% de los casos, más del 50% de la fi 116 INFORMES Y ESTUDIOS REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 nanciación necesaria para el inicio de la acti vidad cooperativa era aportada por los pro pios socios, dado que, en el 54.5% de las cooperativas estudiadas, se carecía de cual quier tipo de apoyo económico o financiero tanto por parte de entidades privadas como de instituciones públicas. De este modo, sólo un 21.2% de las cooperativas se beneficiaron de las ayudas públicas, aunque éstas nunca superaron el 10% de la financiación necesaria para la puesta en marcha de las mismas. Un porcentaje similar de cooperativas obtuvo, asimismo, más de la mitad de su financiación a través de líneas de crédito. El recurso a la autofinanciación no sólo es una pauta común de la muestra de cooperati vas estudiada, sino también una característi ca generalizable al resto del cooperativismo español, ya que el 48% de las organizaciones cooperativas creadas en España no habían solicitado ninguna ayuda a la Administración (Barea y Monzón, 1992). Pero, como hemos indicado previamente, esta escasa capitalización inicial no sólo de pende de la precariedad social y económica de quienes deciden formar parte de una cooperati va, sino también del reducido tamaño de este tipo de organizaciones. Así, en Andalucía, el 94% de las cooperativas existentes están cons tituidas por menos de 20 socios, y tan sólo en un 1% de los casos superarán los 100 socios (Dirección General de Cooperativas, 1997). Ahora bien, el hecho de que la inmensa mayoría de las cooperativas andaluzas se en cuadren en la categoría de pequeñas empre sas se va a deber, fundamentalmente, a dos tipos de factores: económicos y sociológicos. Entre los factores económicos, destacan la falta de capital inicial para la formación de la cooperativa ---existe, por tanto, una influen cia recíproca entre una y otra variable--- y la limitada capacidad del mercado 4 . Los facto res sociológicos se relacionan, por su parte, con la composición inicial de las cooperativas. Así, dado que la puesta en marcha de un pro yecto de esta envergadura puede considerar se como una aventura con grandes «riesgos y sacrificios» (Haubert, 1984), los fundadores suelen recurrir a un reducido grupo de fami liares y amigos que les merezcan plena con fianza. En definitiva, las cooperativas pequeñas presentan, en principio, mejores condiciones para desarrollar sistemas de gestión partici pativos. Sin embargo, el reducido tamaño de la organización suele generar otra serie de problemáticas, de las que van a depender la participación e, incluso, sus posibilidades como empresa. Así, el escaso tamaño suele ser sinónimo de diversas dificultades econó micas y financieras, de una escasa capacidad de competencia en el mercado, de la escasez de recursos para llevar a cabo la captación de buenos dirigentes o personas expertas y com petentes en la gestión y administración de la cooperativa, así como para poder invertir en la formación necesaria (Barea y Monzón, 1992). 1.3. Política de formación, selección y promoción La formación no sólo constituye uno de los principios básicos del cooperativismo, sino también un instrumento fundamental para la integración social y económica en este tipo de organizaciones. Dada la naturaleza demo crática de una organización cooperativa y la doble condición de trabajador y empresario a la vez de la que disfruta todo socio de la mis ma, los programas de formación deberían aplicarse en todas las esferas de la vida orga 117 ANTONIO J. ROMERO RAMÍREZ Y MIGUEL PÉREZ GARCÍA daluzas conlleva que, cerca de un 80% de éstas, limiten sus posibilidades de actuación a un mercado local, co- marcal o provincial (Dirección General de Cooperativas y Empleo, 1987). 4 El escaso tamaño o dimensión empresarial de la mayor parte de las cooperativas de trabajo asociado an- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 nizacional, procurando beneficiar al mayor número posible de individuos. Ésta no es la tendencia mostrada, sin em bargo, por la amplia mayoría de las coopera tivas de trabajo asociado españolas, ya que el 65% de las mismas no aplican el Fondo de Educación y Promoción Cooperativa. De este modo, sólo un 17.5% destinan el presupuesto correspondiente a la formación de los socios, mientras que el porcentaje restante dedican el Fondo a ayudas a entidades culturales y deportivas, almuerzos de confraternización, etc, es decir, a actividades que, en modo algu no, guardan relación con las necesidades de formación (Barea y Monzón, 1992). El escaso grado de preparación cultural y técnica de la inmensa mayoría de los inte grantes de las cooperativas andaluzas hace aún más necesaria la aplicación de progra mas de formación. A pesar de ello, el 62.5% de la muestra de cooperativas analizada no in virtió absolutamente nada en formación, y sólo el 16.7% dedicó una partida inferior al 2% de su presupuesto a dicha temática. Para dójicamente, el 82% de los sujetos encuestados en esta investigación creen que la formación es uno de los principios básicos del cooperativis mo, reconociendo, además, la necesidad de la misma, ya que el 44.9% opinan que el nivel de formación realmente existente en sus coope rativas es medio. El 65.2% de la muestra de cooperativas es tudiada prefiere, por el contrario, invertir más del 10% de su presupuesto en la mejora de instalaciones y maquinaria. Quizás, con ello pretendan garantizar la rentabilidad del negocio, pero, probablemente, se trate de un empeño baldío, si la mejora de la infraestruc tura técnica no va acompañada de la oportu na formación. En definitiva, todo ello parece reflejar la actitud miope e inconsciente del mundo de la cooperación hacia las posibilidades que brin da una adecuada formación. La eficacia del proyecto cooperativo y, en consecuencia, el grado de integración social y económico depende, asimismo, de la calidad de sus recursos humanos. Ello deriva, funda mentalmente, de las estrategias de selección puestas en práctica para la admisión de nue vos socios. El 76.5% de la muestra de coope rativas objeto de estudio prefiere seleccionar a sus futuros socios consultando directamen te a sus miembros en activo, quienes van a servir de aval del candidato. De este modo, se evita que la incorporación de nuevos miem bros pueda constituir un elemento disruptivo de la dinámica establecida en la organiza ción, ya que, dado su reducido tamaño, en la mayoría de las cooperativas andaluzas pri man las relaciones cara a cara y, a menudo, los socios fundadores parten de un conoci miento mutuo y de lazos de amistad previos; facilitándose así un clima de camaradería y un mayor grado de implicación entre sus miembros. La buena marcha de la organización suele requerir, por otra parte, la ampliación de la plantilla, y ello puede conllevar un conflicto generacional entre los socios fundadores y los nuevos miembros ---más jóvenes y sin forma ción cooperativa---, quienes podrán llegar a plantear tanto la estructura organizativa in terna como los métodos de trabajo utilizados. De ahí la importancia que atribuyen las coo perativas de Mondragón a los procesos de se lección y a las potencialidades sociales y personales de sus futuros socios. Los candi datos a formar parte de las cooperativas de Mondragón han de satisfacer una serie de requisitos sociales y económicos (Bradley y Gelb, 1985). Así, por lo que respecta a los cri terios sociales, en contraste con la importan cia que dan las empresas normales a las cualidades de obediencia y regularidad, en Mondragón se hace hincapié, además de en las habilidades y en la educación, en varia bles que constituyen la medida de integra ción social de los futuros socios tanto en la cooperativa como en la comunidad local. De este modo, una vez que el trabajador ha sido 118 INFORMES Y ESTUDIOS REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 aceptado, debe pasar por un período de prue ba de 6 meses, durante los cuales los infor mes de los capataces vuelven a presentar una valoración de su aceptabilidad social. Esta selección y la que, probablemente, efectúen los propios candidatos, al conocer los criterios para ingresar en la cooperativa, sirven para identificar y rechazar a aquellos solicitantes que sólo ven en la cooperativa otra oportuni dad de trabajo y que, en consecuencia, poseen un escaso «potencial cooperativista». Crite rios parecidos se aplican a la hora de valorar los candidatos a posibles ascensos dentro de la cooperativa. Por su parte, la selección eco nómica de los aspirantes se lleva a cabo, fun damentalmente, exigiéndoles el pago de una suma al contado, que viene a representar el equivalente de las ganancias de un año en los escalafones más bajos de la organización. Otro criterio económico selectivo consiste en informar al recién llegado que puede perder parte de esa cantidad y los beneficios acumu lados subsiguientes si abandona la cooperati va prematuramente. A veces, parte del pago al contado se obtiene a través de un préstamo de la Caja Laboral Popular, pero una propor ción importante de éste ha de abonarse en efectivo en el momento del ingreso. Así, pues, los distintos criterios de selec ción proporcionan a Mondragón una reserva distintiva de trabajadores y «cierto sacrificio se considera una señal necesaria del compro miso del recién llegado» (Bradley y Gelb, 1985). Nuestra muestra objeto de estudio tam bién estaría cuidando sus procesos de selec ción y/o evitando el crecimiento, ya que los distintos grupos generacionales manifiestan un alto grado de consenso a la hora de apre ciar las características del sistema de partici pación instaurado en las cooperativas a las que pertenecen, sin que exista ninguna dife rencia entre los mismos (véase Romero, 1999 a,c; Romero y Pérez, 1999). Las estrategias de promoción constituyen, por último, otro instrumento básico para el logro de los objetivos sociales y económicos de la cooperación. El carácter democrático de toda organización cooperativa no establece, al menos formalmente, límite alguno a las po sibilidades de promoción, ya que cualquier socio, por el hecho de serlo, podría ser elegido para ocupar un cargo ejecutivo. Como se verá más adelante, la realidad nos muestra, sin embargo, que no todo el mundo puede partici par o de hecho participa en los órganos de go bierno y gestión de la cooperativa (Consejo Rector y Gerencia). Otra vertiente no menos interesante de di cho proceso se refiere a las posibilidades de ascenso en el puesto de trabajo. Así, en la muestra de cooperativas estudiada, la opi nión se encuentra dividida, ya que si, por una parte, el 41.2% de los sujetos encuestados creen que siempre se asciende a las personas más preparadas, por otra, el 38.2% opinan todo lo contrario. No obstante, la opinión mostrada por éstos últimos resulta, al menos, un tanto contradictoria, dado que el 63.7% de los individuos de la muestra global conside ran que en su cooperativa se atiende a todo el mundo por igual y el 90.2% de los mismos creen que las personas que dirigen la organi zación son las más preparadas para hacerlo. De cualquier manera, sería interesante profundizar en el conocimiento de las razones por las cuales este porcentaje importante de individuos perciben en su cooperativa un gra do considerable de inequidad en la aplicación de las políticas de promoción. 1.4. Dinámica de participación En el 80% de la muestra de cooperativas analizada, el grado de asistencia a las asam bleas celebradas es muy elevado. Ello denota que dichas organizaciones presentan un nivel óptimo de participación de la mayoría de sus miembros integrantes, salvo de una minoría del colectivo de socios que, por una serie de razones, quedan o pueden quedar excluidos de la dinámica de participación. 119 ANTONIO J. ROMERO RAMÍREZ Y MIGUEL PÉREZ GARCÍA REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 Así pues, el gobierno de las cooperativas se realiza de forma asamblearia. Ello facilita que la generalidad de sus integrantes se sien tan informados por parte de quienes ocupan cargos de responsabilidad de los asuntos más importantes del funcionamiento de las mis mas. Dicha información, unida a la confianza que tiene el socio cooperativista en su grado de preparación y en su capacidad para formu lar propuestas de calidad, le permite ejercer una gran influencia sobre las decisiones to madas, lo que, a su vez, le impulsa a mostrar un grado medio---alto de asistencia a las asambleas celebradas, le hace partícipe y co rresponsable de la situación de la cooperativa y, en definitiva, le induce a percibir un clima muy participativo en la misma. Como hemos señalado previamente, en la muestra de cooperativas analizada apenas existe discriminación por razones de sexo o edad, pero ello no evita, sin embargo, que una minoría, dado su grado de instrucción o el puesto que ocupa en la organización, quede excluida de la dinámica de participación. Así pues, estas dos últimas variables ad quieren una mayor relevancia sobre las posi bilidades de participación, no porque afecten a un gran número de individuos, sino porque pueden representar una amenaza a la cali dad del sistema democrático. Por ello, un alto porcentaje de individuos con un nivel de ins trucción intermedio (el 39.1% de los que han obtenido el Graduado Escolar, y el 31.4% de los que han realizado estudios de Bachillera to y Formación Profesional) no deben quedar excluidos de la dinámica de participación al verse privados de la información de los asun tos más importantes de la cooperativa por par te de quienes ocupan cargos de responsabilidad en la misma, como tampoco es admisible que las personas menos instruidas ---quienes sólo disponen de estudios primarios--- no ejerzan ningún tipo de influencia sobre el proceso de toma de decisiones (29.4%), se sientan privadas de la información (50%), asistan menos a las asambleas e, incluso, sean los únicos absen tistas de las mismas (19.6%), y perciban, en consecuencia, un menor grado de participa ción (25.5%). Esta serie de deficiencias del sistema democrático las sufren, sobre todo, los trabajadores, ya que éstos asisten menos a las asambleas y ejercen una menor influen cia sobre el proceso de toma de decisiones. Gran parte de la responsabilidad de lo que acontece la tienen algunos gerentes, dado que más de la mitad de éstos no mantienen comuni cación alguna con el resto de órganos de gobier no, escapando, así, a su control y ejerciendo sus funciones directivas de una forma antidemo crática, nada acorde con el espíritu de la coo peración. En definitiva, el sistema de participación instaurado en nuestra muestra de cooperativas objeto de estudio permite que la mayoría de sus integrantes se sientan implicados y comprome tidos en el gobierno de las mismas 5 . De modo que sólo una minoría, compuesta, fundamen talmente, por trabajadores y por personas poco instruidas, queda excluida de dicha di námica de participación. Ello, además de simbolizar la existencia de ciertos déficits del sistema democrático, podría representar una amenaza potencial a la propia supervivencia de la organización, si no se toman las medi das oportunas y se permite, en consecuencia, que el proceso degenerativo del sistema de mocrático afecte a un mayor número de indi viduos (Romero, 1999 a,c; Romero y Pérez, 1999). 2. CARACTERÍSTICAS INDIVIDUALES Los sujetos que constituían la muestra ob jeto de estudio presentaban las siguientes ca racterísticas: 120 INFORMES Y ESTUDIOS 5 Prueba de que la mayoría se siente integrada en la dinámica de participación es que para el 67% de los su- jetos encuestados no existen «grupitos» en sus organiza- ciones respectivas, y, cuando los hay, el 45.5% de éstos creen que ello es debido a la amistad y sólo para el 27.3% sería por intereses creados. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 2.1. Características sociolaborales previas a la entrada en la cooperativa El 54% de los sujetos de la muestra objeto de estudio eran miembros de sus organizacio nes respectivas desde hacía más de 5 años. Sin embargo, antes de entrar a formar parte de la cooperativa, el 66% de los sujetos encuesta dos se encontraban desempleados, buscando su primer empleo o sólo disfrutaban de un contra to temporal, y, en el 82% de los casos, sus ingre sos mensuales eran inferiores a las 70.000 pesetas. Además, este escaso nivel de rentas lo sufrían, especialmente, las mujeres, ya que el 61% de éstas, antes de adquirir la condición de cooperativista, ingresaban menos de 30.000 pesetas mensuales. El recurso a la cooperación como alternativa al paro o a la precariedad laboral constituye, sin embargo, una característica generalizable al conjunto del cooperativismo español. De este modo, en España, el 61% de las experiencias cooperativas puestas en marcha responden a motivaciones de carácter defensivo y/o de creación de empleo, es decir, tratan de preser var los puestos de trabajo de una empresa privada en crisis, o bien son promovidas por personas desocupadas como medio de lucha contra el paro. Así ha sido en Andalucía, don de más del 50% de las iniciativas emprendi das han respondido a este último propósito (Barea y Monzón, 1992; Gálvez, 1996). Dicha motivación primaria o de carácter defensivo hacia la cooperación va a conllevar que, en la mayoría de las ocasiones, los futu ros socios no hayan podido contar con la posi bilidad de expresar de una forma consciente y voluntaria su deseo de participar en una em presa común de estas características. La coope rativa nace así desprovista de unos objetivos sociales y económicos positivos y definidos que la proyecten como unidad articulada hacia el futuro y le faciliten su permanencia en un en torno competitivo. Es de destacar, por otro lado, que el 84.2% de los sujetos encuestados carecían de expe riencia previa como cooperativistas, y sólo un 9.5% habían disfrutado de la condición de no 121 ANTONIO J. ROMERO RAMÍREZ Y MIGUEL PÉREZ GARCÍA N Sexo Hombre Mujer 102 57 Puesto desempeñado Trabajador Comercial y administrativo Gerencia 95 34 30 Nivel de instrucción Est. Primarios Graduado Escolar Bach. y F. Profesional Est. Universitarios 51 48 38 22 Edad 40 43 78 38 Edad: Media = 34.52; DT = 7.09; Rango = 1958. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 socio en anteriores iniciativas cooperativas. En este sentido, absolutamente, ninguna mu jer y ninguna persona menor de 30 años ha bían sido antes miembros de una cooperativa, y sólo el 6.7% de los gerentes habían desem peñado cargos directivos en anteriores expe riencias cooperativas, aunque ninguno de ellos tenía estudios universitarios. De cualquier manera, estos individuos ac cedieron al cooperativismo a través de cana les diversos. De este modo, el 33.7% de los sujetos tuvieron sus primeros contactos con dicho fenómeno a través de las federaciones cooperativas, el 26.7% a raiz de los cursos re alizados sobre esta temática y el 18.5% a par tir de la lectura de libros y revistas. De otro lado, el 74.2% de los sujetos de la muestra objeto de estudio eran trabajadores cualificados y no cualificados de industria y servicios. Hemos de destacar, asimismo, que el 51.8% de las mujeres, el 51.6% de los tra bajadores y el 41% de los universitarios care cían de una cualificación profesional previa. Como contrapartida, el 41.5% de los gerentes y el 46.9% de quienes desempeñaban funcio nes comerciales y administrativas sí dispo nían de una cualificación profesional previa, precisamente, en ambos sectores económicos. El 60.4% de los sujetos encuestados conta ban, por último, con experiencia en el ejerci cio de una actividad análoga a la desempeñada en la actualidad en la coopera tiva, aunque son, de nuevo, las mujeres quie nes carecían, en mayor medida, de dicha experiencia, ya que para el 50% de las mis mas las tareas encomendadas les resultaban completamente novedosas. 2.2. Principios cooperativos, motivaciones y expectativas ante la cooperación Es de sobra conocido que los principios cooperativos representan la esencia básica de esta forma peculiar de organizar la produc ción. De este modo, contribuyen, especial mente, a la formación de una cultura organi zacional idiosincrásica, expresada a través de un marco cognitivo y de unos sistemas de con figuración 6 . A nosotros nos interesaba, sin embargo, analizar la actitud mostrada por los sujetos estudiados ante los cuatro principios «clási cos» del cooperativismo: participación demo crática, participación económica, puertas abiertas e intercooperación. Así, por lo que respecta al principio de par ticipación democrática, el 68.5% de los suje tos encuestados se mostraban a favor del lema: «una persona, un voto» 7 . Ello implica, 122 INFORMES Y ESTUDIOS 6 El marco cognitivo constituye, por su parte, el con- junto de ideas y creencias sobre los valores fundamenta- les, los objetivos de la organización y los principios rectores que constituyen la base de toda organización. Así, los valores fundamentales hacen referencia a las convicciones profundas de las personas tanto sobre ellas mismas y sus colaboradores como sobre la propia orga- nización. Los objetivos reflejan, sin embargo, las metas establecidas por los dirigentes para la cooperativa, que podrán ser respaldadas, rechazadas o modificadas por el resto de los miembros. Los principios rectores constitu- yen, por último, las directrices o pautas de acción me- diante las cuales los individuos tratan de plasmar sus valores fundamentales en sus objetivos. Los sistemas de apoyo o configuración permiten, por otra parte, que la cultura se mantenga o cambie. Es de- cir, la cultura no se perpetúa por sí misma, ni conformará la conducta y los valores siempre de la misma manera, sino que ello va a depender de las condiciones ambien- tales y de ciertos apoyos estructurales e institucionales, como las normas establecidas o las estructuras e instru- mentos de gobierno y gestión. De los resultados del ensamblaje del marco cognitivo y de los sistemas de apoyo dependerá una cultura orga- nizativa fuerte o débil, adaptativa o desadaptativa y, en definitiva, más o menos posibilitadora de la consecución de los objetivos organizacionales. Así, tradicionalmente, la idea de cooperación suele ir asociada a un tipo espe- cial de organización, donde sus miembros se unen entre sí para el ejercicio de una actividad económica, guiados por una serie de principios y valores fundamentales, ta- les como: la igualdad, la solidaridad, la dignidad en el trabajo o la participación (WHYTE y WHYTE, 1989). 7 En el mundo de la cooperación, no siempre se ha aplicado este lema de una forma universal y generaliza- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 por tanto, que no existe una aceptación uná nime de una participación igualitaria en el pro ceso de toma de decisiones. Probablemente, este porcentaje importante de individuos no sean conscientes de la naturaleza de la coope ración, o consideren que la democracia es in compatible con la eficacia económica. Sin embargo, experiencias tan notorias como la de Mondragón, a través de una acti tud de innovación social permanente, han puesto de manifiesto que dicho binomio es factible. En este sentido, para evitar o mini mizar el riesgo de que una parte importante del colectivo acabe inhibiéndose de sus fun ciones, las cooperativas de Mondragón han puesto en marcha sesiones informativas pre vias a la celebración de las asambleas. Dichas reuniones se celebran con grupos reducidos, en cuyo seno es posible profundizar en mayor medida en los temas abordados, aplicar méto dos pedagógicos para una mejor compren sión, o debatir los distintos puntos de vista con menos inhibición que en foros más am plios. De este modo, quedaría para la Asam blea los debates más significativos y el ejercicio decisional (González, 1989, 1990). La limita ción del tamaño de las cooperativas a 500 tra bajadores como máximo y la creación de los consejos sociales constituyen, asimismo, otras dos formas básicas de afrontar las pro blemáticas asociadas a la participación ante el crecimiento organizacional. La distribución de los excedentes genera dos en función del trabajo realizado repre senta, por otra parte, una característica neta mente diferenciadora del cooperativismo de trabajo asociado. El grado de participación de cada socio en los beneficios económicos va a depender, sin embargo, de dos factores: la re muneración obtenida en función del puesto de trabajo desempeñado y aquella parte del excedente neto a repartir ---variable en cada ejercicio, y cuyo destino podría ser la autofi nanciación o el retorno cooperativo---. A pesar de que el 68.9% de los sujetos en cuestados se mostraban favorables a la pri mera modalidad de reparto de beneficios, el 62% de la muestra de cooperativas estudiada practicaba una política de igualación salarial, y sólo en el 28.6% de los casos las diferencias salariales eran de 2 a 1. Algo muy parecido ocurre a nivel estatal, ya que el 70% de las cooperativas de trabajo asociado españolas remuneran igualitariamente a sus socios (Barea y Monzón, 1992). No obstante, este igualitarismo imperante quizás no sea la ac titud más apropiada para afrontar los diver sos retos económicos y sociales del mundo de la cooperación, ya que, como hemos indicado previamente, ello podría provocar la fuga ha cia la empresa privada de los elementos más valiosos de la organización. El cooperativismo debe abogar, asimismo, por la capitalización de los excedentes gene rados, y no por su distribución automática entre los socios. Esa es una de las principales lecciones que pueden extraerse de la expe riencia de Mondragón (Whyte y Whyte, 1989), donde desde un principio fueron cons cientes que sin la autonomía financiera nece saria no podría estar garantizado el futuro y la viabilidad del proyecto. Por ello, crearon la Caja Laboral Popular, con la intención de prestar apoyo y cobertura económica y finan ciera al conjunto de cooperativas integrantes de la corporación vasca. En España, sin em bargo, la política de autofinanciación sólo es puesta en práctica por un 50% de las coopera tivas de trabajo asociado, mientras que el 21% de las mismas lleva a cabo un reparto de los beneficios (Barea y Monzón, 1992). 123 ANTONIO J. ROMERO RAMÍREZ Y MIGUEL PÉREZ GARCÍA a. Así, hasta el año 1971, cuando se trataba, sobre todo, de cuestiones técnicas, el Grupo Cooperativo Mondra- gón se regía por un voto ponderado, en función de la cualificación profesional de sus miembros cooperantes. La justificación de la existencia de dicho voto ponderado o cualificado se basaba, fundamentalmente, en que éste habría de servir de estímulo a la promoción social y pro- fesional. Dado que, prácticamente, se había suprimido el estímulo económico de los niveles más elevados de la organización, al ser la escala salarial bastante reducida, fue preciso suscitar otro tipo de medidas, otorgando, de este modo, mayor valor a las opiniones de los miembros más cualificados de la organización (ELENA, 1966). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 El principio de «puertas abiertas» o de li bre adhesión constituye, por otro lado, otra de las características básicas del cooperativis mo. La aplicación literal de dicho principio implicaría tanto la admisión en la cooperati va como la salida de la misma de cualquier persona que exprese su voluntad de hacerlo, sin establecer límite alguno. Quizás, por ello, el 62% de los sujetos de la muestra objeto de estu dio rechazan una interpretación excesivamente «altruista» de este principio, ya que podría con llevar para la organización importantes reper cusiones económicas y sociales, tales como: la entrada de nuevos socios con un escaso «poten cial cooperativista» o el abandono prematuro de la cooperativa por parte de sus miembros, con el consiguiente riesgo de descapitalización. De ahí que, como hemos señalado previamen te, la muestra de cooperativas analizada esté cuidando los procesos de selección y/o evitan do el crecimiento. Así pues, parece ser que una aplicación li teral de este principio resulta inviable, al me nos, para el cooperativismo de trabajo asociado, aunque ello no justifique, sin embar go, la puesta en práctica de políticas insolida rias, absolutamente contrarias al espíritu de la cooperación. En este sentido, cuando se trata, sobre todo, de experiencias cooperativas que han obtenido cierto éxito económico, éstas sue len autofinanciarse exigiendo la aportación de unas cuotas excesivas de capital social, que impiden, de hecho, la incorporación de nue vos socios. Otra práctica insolidaria consisti ría, además, en responder a las necesidades generadas por el proceso de expansión econó mica mediante la contratación de mano de obra asalariada. La cuestión estriba en determinar qué ocurrirá en un futuro con este tipo de expe riencias pseudocooperativas, ya que, una vez que llegue el momento crítico de la jubilación de los socios fundadores, ¿cederán, entonces, su empresa a otros trabajadores, o la vende rán al mejor postor? El mundo de la cooperación debe concien ciarse, por otra parte, de que sólo el asociacio nismo puede garantizarle cabida en un entorno extremadamente competitivo (Va nek, 1970; Rothschild y Witt, 1991). Esa es otra de las principales lecciones que pueden extraerse de la experiencia de Mondragón, donde la pertenencia al Grupo facilita a cada una de las cooperativas integrantes el apoyo de un complejo entramado social, económico, financiero, tecnológico y cultural (Johnson y Whyte, 1991). En Andalucía, sin embargo, el fenómeno de la intercooperación apenas tiene importancia, ya que tan sólo un 7% de las coo perativas existentes pertenecen a una coope rativa de 2º grado (Dirección General de Cooperativas y Empleo, 1987). Ello es corro borado por nuestra propia investigación, en la que se puso de manifiesto que el 60% de los sujetos encuestados rechazaban el principio de la intercooperación social y económica. La consecución de los objetivos sociales y económicos de la cooperación va a depender, asimismo, de los motivos que han conducido a emprender el proyecto cooperativo y de las expectativas generadas ante el mismo (véase Romero 1999 a,b; Romero y Pérez, 1999). Así, como hemos indicado previamente, la mayor parte de las experiencias cooperativas pues tas en marcha suelen responder a una «moti vación primaria» o de carácter «defensivo». En este sentido, el 40.4% de los sujetos de nuestra muestra objeto de estudio decidieron entrar a formar parte de una cooperativa para ganar dinero, el 20.5% lo hizo para salir del paro, el 17.9% para realizarse personal mente, el 12.2% por las condiciones laborales, y sólo el 9% lo hizo por motivos ideológicos 8 . No obstante, parece ser que el transcurso de 124 INFORMES Y ESTUDIOS 8 Es de destacar el escaso porcentaje de individuos que optaron por la vía cooperativa motivados por razo- nes ideológicas, sobre todo, cuando el cooperativismo, junto al sindicalismo y al socialismo, ha sido, tradicional- mente, uno de los instrumentos básicos de la clase obrera para su propia emancipación, y cuando, paradójica- mente, el 74% de los sujetos encuestados se definían po- líticamente de izquierdas. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26 la experiencia cooperativa habría frustrado, en parte, las expectativas generadas, ya que el 53.2% de los sujetos esperaban mejorar su situación económica, el 20.5% confiaban aún en poder realizarse personalmente y el 16.7% deseaban una mejora de sus condiciones la borales. A pesar de ello, la opinión sobre el futuro del cooperativismo se encontraba un tanto di vidida, ya que el 35% auguraban un buen fu turo para el mismo, el 31% preveían un futuro normal y el 34% restante pronostica ban, sin embargo, un mal futuro. Es de desta car que, entre los augures más pesimistas, se encontraban el 40% de los gerentes y el 50% de las personas mayores de 40 años, mientras que, por el contrario, el 41.8% de los indivi duos menores de 30 años mostraban su con fianza ante el futuro del cooperativismo. CONCLUSIONES A principios de los años 80, en un contexto de grave crisis económica, renace en Andalu cía, como en tantos otros lugares, el fenómeno de la cooperación. Esta forma peculiar de or ganizar la producción constituye, por tanto, uno de los principales instrumentos con el que siguen contando, sobre todo, las clases populares para crearse un puesto de trabajo y, en consecuencia, para salir del paro. La motivación primaria o de carácter de fensivo hacia la cooperación ha ido ligada, sin embargo, a la puesta en marcha de iniciativas con graves deficiencias internas de carácter or ganizativo, formativo y material. La organiza ción cooperativa reproduce así la misma problemática de quienes la integran. A lo largo de este artículo, hemos tratado de poner de manifiesto que la generalidad del cooperativismo español ---salvo, claro está, el de Mondragón--- comparte unas característi cas y una situación muy parecidas. Además, es de prever que en Andalucía, dada la falta de iniciativa privada y los altos índices es tructurales de paro aún existentes, este tipo de experiencias van a seguir prosperando, in cluso con más importancia que en el resto del territorio nacional. Ello no es óbice para pen sar que el futuro del cooperativismo andaluz de trabajo asociado va a depender, sin embar go, de su capacidad para encontrar un modelo de funcionamiento donde sean conjugables los niveles de democracia interna con la com petitividad que demanda el mercado. Aunque dicho objetivo requiera fuertes medidas de apoyo de carácter formativo, organizativo, ju rídico o económico---financiero. BIBLIOGRAFÍA BAREA, J. y MONZÓN, J.L. (1992): El libro blanco de la economía social en España. Madrid: Mº de Trabajo y Seg. Social. BRADLEY, K. y GELB, A. (1985): Cooperativas en marcha: el caso Mondragón. Barcelona: Ariel. DEL PINO, J. (1974): El cooperativismo en Málaga. 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En primer lugar, se analizan los problemas que presentan las exigencias de algu nas de las estructuras de las cooperativas de trabajo asociado (gerencia, capital, políticas de formación y selección promoción, y dinámica de la participación), valoradas a la luz de los da tos empíricos, y en segundo término, se infieren las perspectivas que las distintas característi cas individuales de los miembros (sexo, características sociolaborales en el momento de entrada en la cooperativa, motivaciones y expectativas) ofrecen ante las exigencias de los prin cipios del cooperativismo. Y, como conclusión general, se encuentra que la organización coope rativa reproduce en sí las características de quienes la integran, lo que de cara a las exigencias teóricas de los modelos que las conforman viene a exigir una urgente necesidad de fuertes medidas de apoyo de carácter formativo, organizativo, jurídico y económico finan ciero, a fin de que puedan desarrollar sus potenciales funciones sociales. 127 ANTONIO J. ROMERO RAMÍREZ Y MIGUEL PÉREZ GARCÍA REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 26

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