Las Crónicas de Enriq: Enriq y la muerte

AutorJorge Ramiro Pírez Suárez
Páginas37-43
Las Crónicas de Enriq: Enriq y la muerte
“Todo lo que soy ahora son cristales rotos sobre una alfombra,
sangrando mis sueños y mis recuerdos”
Sara se sienta sobre el zócalo de la ventana; su semblante dis-
tante y melancólico contempla la lluvia golpear los cristales. Se trata
de un embate denso, violento y envolvente, los golpes son para Sara
una onomatopeya del dolor. Sobre su regazo, una taza de té frío es
testigo del devenir de un tiempo congelado e infinito como las lágri-
mas que recorren su mejilla. Una galleta de soja y coco, en la taza, al
igual que ella, zozobra y se disuelve
Enriq yace sin vida en el suelo, como si se tratase de un muñeco
de trapo, en una pose grotesca y absurda. La alfombra blanca ha sido
teñida de sangre, todo su amor reducido a rosas de carmesí oscuro.
Enriq y Sara se conocieron hace cuatro años, en unas vacacio-
nes de verano. Por esa época ella trabajaba de camarera en un bar
de la costa. Él trabajaba como monitor de boxeo en un gimnasio de
la zona. Enriq era toda pasión, su vida era consumida por el fuego, la
furia y el deseo; Sara, por otra parte era una mujer dulce, soñadora
y algo tímida. En la matemática del amor, ambos formaron una ecua-
ción imposible de resolver.
La primera vez que Enriq golpeó a Sara (ella cree recordar que
todo comenzó por el grado de cocción de la pasta) ella se asom-
bró pero le perdonó. Al poco tiempo se fue acostumbrando al dolor.
Sara no era una buena cocinera, ni una buena amante, ni una buena
ama de casa, ni una buena amiga, ni una buena mujer.
Pero el tiempo pasaba y el reloj de arena marcaba inexorable el
paso de los años. Mientras tanto, la vida de Enriq descarrilaba. En-
vuelto en una autodestructiva espiral de drogas, peleas y parkings de

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