El movimiento juntista en Lérida a principios de la guerra de independencia (1808)

AutorAntoni Sánchez i Carcelén
Páginas41-61

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I La insurrección de Lérida ante la invasión napoleónica

Fue en Lérida, precisamente, donde se llevo a cabo el primer alzamiento catalán contra los ocupantes franceses al desautorizar la Paeria (nombre histórico del Ayuntamiento de Lérida) la proclama de la Suprema Junta de gobierno dada en Madrid el 6 de mayo del 1808, dirigida a evitar que se alterase el orden público en todo el reino, que no se rompiese la alianza entre España y Francia y que no se maltratase a los militares ni a los individuos franceses1.

También se rechazó el edicto del 14 de mayo del capitán de Cataluña, el conde de Ezpeleta, porque recomendó mantener una postura tranquila e Page 42 indiferente a todas las autoridades del Principado catalán frente a la invasión francesa ya que habían de hacer llegar al conjunto de la población la idea de que los franceses eran nuestros aliados y no unos enemigos.2

Además los leridanos no creyeron la versión de Agustín Belliard, general en jefe del Estado Mayor, que culpabilizaba a los ingleses de las matanzas del 2 de mayo en Madrid: "El día 2 de mayo de 1808 será un día de duelo, diversas provocaciones de nuestros comunes enemigos (ingleses) al pueblo madrileño originaron los sucesos ya que estos (siguiendo las órdenes de los ingleses) mataban a los franceses que iban solos por los barrios de Madrid". Según Belliard, se vio obligado a utilizar la fuerza militar para castigar a estos rebeldes (eran españoles) y restablecer el orden público. Asimismo comentó que Carlos IV y su hijo (Fernando VII) estaban en la localidad francesa de Bayona reunidos con el emperador (Napoleón) para establecer "la suerte" de España. En palabras de Belliard Napoleón pretendía mantener la integridad de la monarquía española, además no establecería nuevos impuestos ni tributos (aunque podía por las leyes de conquista). Seguidamente Belliard llamó al orden para que la población no escuchase a los liberales ni a los ingleses porque solamente querían la destrucción de la nación. Finalmente, solicitó el apoyo de todas las instituciones (haciendo especial énfasis en la eclesiástica) y afirmó que estos sucesos no se habían de repetir para no enfadar a Napoleón.3

Así pues, Fernando VII se trasladó a Bayona llamado por Napoleón y dejó como órgano de gobierno una Junta Suprema presidida por su tío y controlada por el general francés Murat, que se encontraba en Madrid siguiendo las directrices del emperador galo.4

El día 23 de mayo, en la ciudad de Barcelona, se publicó un bando dando noticia de los hechos de Bayona: la renuncia al trono de Fernando VII a favor de Carlos IV, su padre, y la cesión de la corona de este último a Napoleón Bonaparte, quién nombró a su hermano José, rey de España y de las Indias. El día 24, se producieron algunos altercados, incluso se destrozaron estos bandos, acción prohibida por ley. Pero el orden fue rápidamente impuesto de nuevo por la guarnición hispano francesa alojada en la ciudad condal. Los franceses culpabilizaron a los frailes de dar apoyo a los "sediciosos" y el día 27 ordenaron el registro de iglesias y conventos con el objetivo de encontrar armas.5

El 25 de mayo llegó a Lérida la copia de la renuncia a la Corona española por parte de Fernando, establecido en la localidad francesa de Bayona. Este hecho propició la rebelión de la ciudad ilerdense. La lectura de unos diarios madrileños el mismo día, en qué se hacía mención de la entronización de una nueva dinastía en España y además se afirmaba que este hecho no tenía por qué acabar con la religión católica que, en todo caso, Page 43 solamente tendría que purificarse, generó la queja airada de los frailes franciscanos, quienes manifestaron abiertamente su oposición a estos cambios y seguidamente inculcaron al pueblo una postura contraria y adversa con respecto a los franceses.6

El General francés Duhesme, previendo alborotos, obtuvo permiso para situar un contingente militar en la ciudad. El 28 de mayo llegó a las puertas leridanas el regimiento de Extremadura, pero las autoridades locales, considerando que este ejército era un instrumento del capitán general de Cataluña, fiel a los franceses, le negaron la entrada.7

La insurrección leridana preocupó a las autoridades de Barcelona, tanto a las españolas como a las francesas. El capitán general José Ezpeleta y Galdeano para restaurar el orden envió a Lérida al brigadier don Antonio García Conde con 600 hombres del segundo batallón de las Reales Guardias Españolas. Mientras tanto, en el mismo día 28 de mayo de 1808, la ciudad confirmaba su revuelta mediante un movimiento popular conocido con el nombre de "sagrament dels lleidatans" (sacramento de los leridanos), en el cual se juramentaron contra los franceses (se juró odio a los galos) y se reconoció a Fernando VII como el verdadero monarca de España, además se enviaron emisarios a diversas ciudades catalanas para extender la sublevación por todo el Principado. Por tanto, Lérida también fue la primera ciudad catalana en organizarse. Como así lo confirmó el conde de Toreno.8 El alzamiento, si se sigue el testimonio de las autoridades religiosas leridanas, fue espontáneo y popular: "Desde los primeros momentos en que por un impulso y voz general del pueblo determinó esta ciudad defender Nuestra Sagrada Religión, Rey y Patria del enemigo común que intentaba destruirlas".9

La sedición leridana rápidamente estuvo canalizada por los sectores más conservadores de la ciudad. Las autoridades políticas de Barcelona nuevamente intentaron calmar los ánimos, con este propósito solicitaron al obispo de Lérida Jerónimo María de Torres su ayuda y apoyo. El prelado les contestó que estaba dispuesto a mantener "la paz y el sosiego de éste pueblo", cosa que, teniendo en cuenta que unos días más tarde fue nombrado presidente de la Junta de Lérida, venía a decir que no iría en contra de su voluntad, que no era otra que luchar para expulsar a los franceses del reino. El obispo tuvo un papel muy destacado porque inició una ronda de entrevistas con los personajes más influyentes y relevantes de Lérida para evitar un período posiblemente caracterizado por el vacío de poder y la anarquía.10 Page 44

II La formación de la Junta de Gobierno y Defensa de Lérida

Seguidamente, en Lérida se organizó una Junta de Gobierno y defensa, presidida por el obispo Torres. Sus dirigentes se esforzaron por difundir su iniciativa por todo el territorio catalán, invitando inmediatamente a las ciudades de Vic, Manresa, Tarragona y Tortosa11 a secundarlos y a vencer al ejército galo. La Junta nombró una comisión militar para emprender el reclutamiento, la organización y el nombramiento de guardias y rondas, además de otras tareas relacionadas con la defensa y la prevención de cualquier ataque del adversario. Así pues, Casimiro Lavalle, gobernador de Lérida, tuvo como principal objetivo proscribir al ejército imperial francés, mantener el orden social vigente y organizar la resistencia de la ciudad. La primera actuación leridana fue la de enviar cuatro compañías, dirigidas por Joan Baget, natural de la Selva del Camp (Girona), pero vinculado a Lérida, y Manuel Blàvia, para reforzar la defensa del Bruc, después de la primera victoria contra el ejército francés obtenida el 6 de junio del 1808.12

Anteriormente, el día 2 de junio, se produjo una revuelta popular en Manresa, dirigida por su gobernador Francisco Codony. Se quemó públicamente el papel sellado habilitado por las autoridades centrales. Mientras que el 4 de junio en Vic se formó otra Junta de Defensa, y un día después lo hizo la localidad de Cardona.13

En Lérida se organizó una junta para evitar la anarquía. A pesar que, en la comisión leridana, había elementos de todos los estamentos sociales, esta no puede ser considerada como un organismo verdaderamente representativo de un poder popular emanado de un alzamiento.14 La primera junta de gobierno tuvo como primer objetivo defender la propiedad, por ello fue una prioridad la represión hacia cualquier movimiento revolucionario protagonizado por los sectores más marginales de la población.15

El miedo a las revueltas populares fue una constante en todos los momentos revolucionarios liberales, sobre todo por los religiosos y por las autoridades más conservadoras, las cuales pretendieron proponer la formación de un tercio de voluntarios fijos sin sueldo para asegurar la propiedad y la vida de los vecinos.16 La medida, teniendo en cuenta que en otras ciudades catalanas ya se habían producido algunos alterados, no pretendía otra cosa que prevenir de cualquier ataque sobre los bienes de los ciudadanos con un Page 45 mayor poder adquisitivo ante una mayoría de la población que era jornalera o pequeña campesina y que se movían en torno a los límites de la subsistencia.17

En la Junta de Defensa de Lérida tuvo un papel clave la Iglesia. El obispo Torres, que presidía la diócesis desde 1784 y que en estos momentos contaba con 78 años, era el presidente, el cual, el día 3 de junio, alentó a los eclesiásticos a participar en el movimiento, al considerar "la necesidad de rogar al Señor, e implorar su misericordia en las presentes circunstancias en que amenaza la ruina de la religión y de nuestra subsistencia".18

Por tanto, es indudable la participación activa de los eclesiásticos de la diócesis de Lérida. Torres fue nombrado presidente de una Junta que estaba formada por 15 vocales: cinco eclesiásticos (un canónigo, un magistral, el Dean del Capítulo catedralicio, un capellán de la parroquia de San Juan, un beneficiario de la misma y, finalmente, un arcediana), siete prohombres (entre los cuales había cinco regidores del ayuntamiento) y tres representantes del pueblo (un zapatero, un maestro de casas y un agricultor). Además un canónigo, Manuel Nerzegaray, formó parte de la comisión...

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