A modo de presentacón

AutorEnrique Arnaldo Alcubilla
Páginas15-18
A MODO DE PRESENTACIÓN
I
Tiempo de Constitución. Siempre es tiempo de la Constitución. Nada debe
haber fuera o al margen de la Constitución pues en la misma se contiene el
modo de ordenación de la vida política, social y económica de la nación insti-
tuida como Estado. El ser o la aspiración de ser se convierte con la Constitución
en deber ser, en la guía y santo y seña que rige la sociedad y los poderes que
actúan en su nombre. Recuerda Lorenzo Silva, en la que es probablemente su
más acabada novela de la saga del subteniente Bevilacqua “El mal de Corcira”,
una frase de Horacio, “uno puede huir de su patria, pero no por ello logrará
escapar de sí mismo”. Tampoco una nación puede hacer escapismo de su Cons-
titución pues es tanto como negarse a sí misma.
La bruja Jezibaba —madrastra de Rusalka— acumula una “sabiduría cente-
naria”,segúnellibretodeJaroslavKvapilalqueAntonínDvoˇrákponevibrante
música: su sapiencia le permite tanto convertir a monstruos en personas como
a personas en monstruos. La Constitución encierra, como aquella, una sabidu-
ría centenaria en cuanto parte de la experiencia vital de la nación. No se cons-
truye sobre el vacío, sino a partir de los hechos acumulados del pasado, ni sobre
la improvisación o las prisas, sino sosegada y pausadamente, porque es el aca-
bado modelo de convivencia fundado en los principios que deben presidirla,
que no pueden ser otros que los de la libertad, la igualdad, el respeto de la dig-
nidad de la persona, la justicia, la solidaridad y el bienestar común. La Constitu-
ción cierra los debates, las polémicas, en cuanto es el punto final, pero también
el punto de partida pues define —como escribiera el maestro García de Ente-
rría— un espacio abierto y plural, y por supuesto de integración y vertebración
de la sociedad que mira con ojos de esperanza hacia el futuro. Por supuesto que
la Constitución no es inerte, sino dinámica, permeable al cambio, pero, eso sí,
dentro de sus propios parámetros, dentro de los procedimientos que ella misma
define. Así el futuro constitucional es siempre el presente constitucional, pues
la adaptación ha de producirse según el cauce establecido y no por puertas tra-
seras o atajos ideados por mayorías coyunturales.
Y, en todo caso, siempre ha de estar atento el guardián de las esencias, el
vigilante que es el que De Esteban denominó “poder de corrección” frente a los
excesos o las vías espurias o de derribo constitucional, que es trascendente
misión que asume el Tribunal Constitucional como órgano último de garantía de

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