Empresas militares y de seguridad privadas: Hacia una auténtica regulación

AutorFernando Ibáñez Gómez
CargoUniversidad de Zaragoza
Páginas123-144

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1. Introducción

Cuando se plantea el papel que una empresa de seguridad privada puede desempeñar en la escena internacional, al ciudadano medio le suele venir a la cabeza la siguiente ecuación: mercenarios-Blackwater-Irak. En efecto, la par-Page 124ticipación de las llamadas compañías militares privadas (CMP) en la ocupación y posterior reconstrucción del viejo país mesopotámico han dado lugar a un reguero de contratos multimillonarios, asesinatos de civiles, abuso de los derechos humanos (escándalo de la prisión de Abu Grhaib, incluido), la emboscada de Faluya1, su papel en la revuelta chií de Nayaf de abril de 2004, efectivos de las Fuerzas Armadas recibiendo órdenes de miembros de una empresa de seguridad privada, selección de personal entre ex comandos chilenos que sirvieron a Pinochet, el sueño de convertirse en una fuerza alternativa a las operaciones de la OTAN o de Naciones Unidas...; en fin, nada que no haya sido documentado y excelentemente analizado por Jeremy Scahill en su imprescindible Blackwater. El auge del ejército mercenario más poderoso del mundo2.

Y, sin embargo, más allá de este y otros lamentables episodios, de los que iré hablando en las próximas páginas, aunque sólo sea para tomar nota de lo que nunca se debería hacer, la necesidad de contratar servicios propios de las empresas de seguridad privada en el ámbito internacional viene siendo cada vez más apremiante.

Se pueden suministrar bienes como la seguridad por parte de entidades privadas de forma legal, legítima y perfectamente respetable en el ámbito internacional. La empresa que contrata guardaespaldas para sus ejecutivos cuando realizan viajes de negocios a Colombia, el personal que protege a las misiones y a los empleados de UNICEF en el Congo, la empresa de seguridad privada que ha ayudado a democratizar las fuerzas de seguridad de un país extranjero sumido en la estela dejada por años de conflictos internos, la ONG que ha requerido de sus servicios para proteger a sus afiliados durante el reparto de ayuda humanitaria en una situación de emergencia...

2. Cuándo empezó todo

Siempre ha habido ejércitos de mercenarios. De hecho, se suele afirmar que, junto a la prostitución y el espionaje, es una de las tres profesiones más viejasPage 125del mundo. Ya en los siglos XII y XIII, los ejércitos de los distintos príncipes estaban compuestos en su totalidad, o al menos complementados, por soldados a sueldo. Posteriormente, las monarquías y la nobleza de los siglos XV y XVI recurrieron a mercenarios como forma de consolidar el Estado. A partir de los siglos XVII y XVIII aparecen los ejércitos de ciudadanos, a la vez que surge con fuerza el nacionalismo, por lo que los mercenarios se hicieron menos necesarios.

En los años sesenta del siglo XX, grupos de mercenarios fueron contratados en el contexto de la descolonización para enfrentarse a distintos movimientos de liberación nacional, impidiendo el derecho a la libre determinación de los pueblos, así como para desestabilizar a los gobiernos que recién habían adquirido la independencia.

Desde finales del siglo pasado vivimos una nueva época con la aparición de empresas de seguridad privada que actúan en el ámbito internacional. Está bien documentada su actuación en países como Colombia, Angola o Sierra Leona (Azzellini, 2005).

El contexto en el que estas compañías han crecido ha venido marcado por el final de la Guerra Fría, que favoreció que las grandes potencias se desinteresaran de ciertas regiones que ya no ofrecían interés estratégico y que acabaron desangrándose en conflictos internos y Estados «fallidos», así como por el auge del neoliberalismo y su idea de externalizar todas aquellas funciones que habían sido propias del Estado, incluido el monopolio del uso legítimo de la fuerza, con el fin de reducir el gasto público.

Ya en 2004 algún autor hablaba de unas cifras de negocio de las CMP de unos 100.000 millones de dólares3. Como es sabido, el contexto surgido con posterioridad a los atentados del 11-S hizo multiplicar por dos y por tres el valor de estas empresas en Bolsa.

El grueso del negocio se ha producido en Estados Unidos. Fue Dick Cheney quien, mientras ocupó el cargo de secretario de Defensa entre 1989 y 1993 con el presidente Bush padre, inició un proceso de reducción tanto del presupuesto militar como del número de efectivos de las fuerzas armadas norteamericanas. El objetivo parecía ser que las empresas privadas se ocuparan de los servicios logísticos requeridos por el ejército, mientras éste se concentraba en su labor fundamental: el combate. Al final de su mandato, Che-Page 126ney encargó un informe confidencial a la empresa Brown & Root, filial de Halliburton4. El objetivo del citado informe era conocer las posibilidades de privatizar dichos servicios logísticos, desde la alimentación de las tropas hasta la lavandería, cada vez que los soldados norteamericanos se encontraran en una misión en el extranjero. La propia Halliburton sería una de las beneficiadas de la oportunidad de negocio que abría su antiguo responsable. La invasión y posterior ocupación de Irak iban a constituir el momento ideal para poner en marcha la estrategia.

En el caso de Blackwater, nacida en 1996, su cénit llegó en agosto de 2003 cuando logró el contrato para proteger a Paul Bremer, el máximo responsable estadounidense de la ocupación de Irak. En ese momento, Estados Unidos decidió que funciones propias de los servicios de seguridad o de las Fuerzas Armadas, como la protección personal de una autoridad de máximo rango en el extranjero, se encomendaran a una empresa privada.

Las cifras conocidas resultan mareantes. Sólo en Estados Unidos las previsiones hechas por la propia industria apuntaban a un incremento de los ingresos de estas compañías desde los 55.600 millones de dólares de 1990 a los 202.000 millones para 2010 (Avant, 2000). Según The Economist, las empresas británicas del ramo vieron aumentar sus ingresos desde los 320 millones de dólares de antes de la guerra de Irak a los más de 1.600 millones a principios de 20045, mientras denominaba al citado conflicto como la «primera guerra privatizada», debido a la abundante presencia, calculada en no menos de veinte mil efectivos, de CMP en el país. Esta cifra supone el segundo contingente más importante después del estadounidense y es además superior al de todos los países presentes, salvo Estados Unidos.

Otra cifra que nos da idea del importante papel que están jugando estas empresas la proporciona la web http://icasualties.org, dedicada al recuento de las bajas que se están produciendo en Irak. A fecha de 10 de abril 2009, había calculado 448 muertos entre los miembros de empresas contratadas en Irak (frente a 4.584 militares fallecidos). Si en la Guerra del Golfo de 1991 había un contratista privado por cada cien militares, en Irak la relación se ha situado en uno de cada diez.

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3. Tipos de empresas

Se han intentado presentar distintas tipologías para diferenciar el papel de unas y otras empresas. Se habla, así, de Compañías Militares Privadas (Private Military Companies), capaces de desplegar una fuerza de combate militar, o de Compañías de Seguridad Privada (Private Security Companies), si el componente militar ofensivo no está presente entre los servicios que ofrecen. Quizás sea a través de estos servicios como se puede aportar claridad sobre las diferencias entre uno y otro modelo de empresas.

Eso es lo que hizo Peter Warren Singer en 2001 en su pionera Corporate Warriors (Singer, 2003), cuando planteaba una división en base a los servicios prestados y al nivel de fuerza que la empresa ofrecía. Discriminaba así entre:

Military provider firms o empresas que ofrecen unidades de combate o especialistas como pilotos de combate. Tal es el caso de firmas como Executive Outcomes, Sandline, Kroll, Aegis, Triple Canopy, Control Risks, Armour Group o Blackwater. Muchas de ellas operan en Irak, alquilan armamento y prefieren denominarse compañías de seguridad privada. Todas ellas ofrecen capacidad militar táctica en zonas de combate y trabajan habitualmente para gobiernos con el fin de cambiar la situación estratégica.

Military consulting firms, que se caracterizan por dar asesoramiento y formación, pero no participan en el combate. Por ejemplo, ofrecen dichos servicios en Kuwait para el personal militar que va a combatir a Irak. Es el caso de empresas como MPRI, Vinnell o Dyncorp.

Military support firms, que ofrecen apoyo logístico, transporte, asistencia, en suma, todos aquellos servicios que no forman parte del núcleo central de las actividades de las Fuerzas Armadas. Sería el caso de empresas como Ronco, Halliburton, KBR o SAIC.

Por su parte, en su Green Paper, la UK Foreign and Commonwealth Office planteaba en 2002 una clasificación parecida, en base asimismo a los servicios ofrecidos por las empresas, dando ejemplos de algunas de ellas y distinguiendo:

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– Las que desarrollan actividades de combate y de apoyo operativo, como Executive Outcomes, Sandline International o Gurkha Security Guards, y que suelen ser contratadas por los gobiernos.

– Las que ofrecen servicios de formación y asesoramiento...

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