Familia migrante y reagrupación familiar: marco conceptual y jurídico

AutorEncarnación La Spina
Páginas31-100

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I La familia migrante como «nueva» cuestión de partida en el «modelo» migratorio mediterráneo

Las dificultades en los movimientos de entrada y salida legal de los Estados europeos han favorecido las migraciones definitivas, haciendo inevitable la inmigración familiar, pese a desear una inmigración temporal como respuesta a la estructura del mercado de trabajo. Sin embargo, la enfatización del control de las fronteras y la evolución de las migraciones laborales individuales en migraciones de asentamiento, hacen que como advierte Zerahoui, la reagrupación familiar reconvierta la inmigración en un fenómeno social si cabe todavía más complejo y global1. No en vano, son los desencadenantes de la reagrupación familiar aquellos que mejor ejemplifican la interrelación entre procesos macro y micro, a la vez que son un claro indicador de cómo las migraciones laborales de carácter fundamentalmente individual tarde o temprano evolucionan en

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un volumen importante hacia migraciones familiares2. Por ello, como sostiene Solanes, no resulta extraña la modificación de los itinerarios migratorios originarios, la notable disminución de la rotación y que ante la responsabilidad de mantener una relación fluida con el país de origen el extranjero opte por instalarse de manera definitiva en el de recepción3.

En esta concurrencia de trayectorias, los Estados de la Europa meridional, tras una inversión de tendencia, se transforman por primera vez en su historia, en representantes del llamado «modelo mediterráneo de inmigración»: Portugal, España, Italia y Grecia experimentan así paulatinamente su transición de países emisores a receptores de inmigración4. A

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grandes rasgos, son factores característicos según King5en la esfera productiva la consolidación de mercados de trabajo fuertemente segmentados, el peso relativo de la economía informal6y la demanda creciente de mano de obra no cualificada en el sector servicios y en especial en el de servicios personales. Los cambios en los roles familiares y económicos de las mujeres de estos países, el incremento de su calificación y de sus aspiraciones profesionales han incidido, sin lugar a duda, en la intensificación de un flujo femenino de reemplazo protagonizado por jóvenes, de mayor o menor calificación, procedentes de países en vía de desarrollo, como fuerza de trabajo femenina sustitutiva o complementaria para actividades englobadas en lo que se conoce como esfera reproductiva (cuidado de ancianos y niños, ámbito doméstico, servicios sexuales). En cualquier caso, la singularidad de esta zona del sistema migratorio europeo respecto a sus vecinos del centro y norte es la constante antelación normativa frente a la dimensión del fenómeno migratorio en sí. Una antelación bajo la órbita del mandato de la Unión Europea y la lógica de preservar el espacio Schengen7

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que se ha visto precipitada, aún no siendo un fenómeno social estable. Ello, ha quedado históricamente patente por la implementación de políticas proactivas de reagrupación familiar de los países más industrializados de la Unión Europea después de la segunda guerra mundial. Y, su posterior recorte, por el declinio industrial y la consiguiente crisis económica global de la década de los setenta y por extensión en la actual, en particular modo para los países de nueva trayectoria migratoria.

La transformación del contexto migratorio meridional y la incorporación más tardía a este eje mediterráneo de Portugal8 demuestra una especie de tesis nueva sobre la inmigración por su conversión en un país de inmigración con unas entradas en constante aumento que no obstante todavía no igualan a las salidas9complementando así su trayectoria de emigración y de inmigración10. Ambas situaciones, no son contradictorias ni se excluyen una a la otra, más bien pueden generar parámetros de autoequilibrio normativo y un ralentí en la implementación

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de la propia política de inmigración11. Con respecto a Italia como apunta Naïr, es sin duda el país del sur de la Unión Europea más consolidado en cuanto a inmigración: los extranjeros representan el 4,2 por ciento de la población total12. Y, es evidente la actual acogida por parte de Italia de una importante parte de la población que intenta entrar por alguna de las tres fronteras de Europa, lo que constituye una circunstancia geopolítica esencial para entender la particularidad de la cues-tión migratoria italiana13.

Este «nuevo» contexto de transformación de trayectorias migrantes, es consecuencia de los efectos de la integración europea en el conjunto del sistema económico y social de tales países sureños. La desaceleración de la puesta en práctica de la reagrupación familiar por medio de constreñimientos políticoslegales o la eventual situación laboral y económica del inmigrante, muestra por medio de las estrategias informales que reunir a la familia tiene una mayor incidencia en las movilidades familiares de la oficialmente reconocida. De allí, la importancia de su análisis, como advierte D’Ascia, en la medida en que el mecanismo de entrada de la reagrupación familiar no

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está condicionado stricto sensu por las políticas migratorias definidas por el Gobierno, pero contribuyen significativamente en algún modo a dirigirlas en la adopción o mantenimiento de férreas políticas migratorias14. En síntesis, el expediente migratorio de dichos Estados podría ser definido como una «primera área de tránsito, en una sala de espera y después en un área de permanencia»15, que resulta determinante para justificar toda aproximación a la familia migrante en un escenario geopolítico asentado en el familismo del estado del bienestar16.

La familia o familias se definen como una institución natural, un fenómeno prejurídico, una realidad ético-social, una institución social cuya existencia da cobertura a las necesidades humanas de reproducción, cuidados biológicos, formación cultural y moral, creación de afectos y sentimientos, alimentación o dotación de status social17. Es una realidad, que caracterizando en general la postmodernidad de la familia, se encuentra inmersa en un profundo proceso de cambio. Este proceso de cambio afecta a todas las dimensiones de la realidad familiar, tanto en el plano de los comportamientos afectivos en la vida familiar diaria como en el plano de los modelos ideales de la misma18. Desde el punto de vista de los modelos de organización de la vida familiar, se ha pasado de la familia tradicional a un modelo ideal menos claramente fijado. Este modelo

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tiene dos características distintivas: la pérdida de legitimidad del control sobre este aspecto de la vida de los individuos y la creciente libertad de conformación individual de los proyectos de convivencia19.

Esta nueva privatización como sostienen Meil y Flaquer implica el cuestionamiento de la validez de las normas sociales que antaño sujetaban la vida privada de los individuos a un estrecho control social. La combinación de esta privatización y la correspondiente reducción del control social han comportado ciertamente una pérdida de importancia sobre las formas socialmente establecidas de la vida familiar sin alterar la importancia y el significado subjetivo que para los individuos tiene la misma20.

Estos profundos cambios en las representaciones ideales de cómo debe organizarse la vida familiar en sus distintas dimensiones, no han revertido automáticamente en una crisis de las estructuras familiares. Más bien, en conjunto, podemos afirmar que el cambio familiar se ha traducido en una pluralización de los modos de entrada, permanencia y salida de la vida familiar con una mayor libertad individual para definir el proyecto conyugal y familiar elegido a lo largo de la historia21.

Esto es, una realidad dinámica abierta con ciertas reticencias a

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una definición cerrada, cuyo estudio, en esencia interdisciplinar, ha dado lugar a diversas perspectivas de análisis, principal-mente históricas y sociológicas22constituyendo el núcleo mínimo de cualquier sociedad, de generación, cuidado, educación y socialización por antonomasia23.

Ahora bien, nos interesa resaltar en esta sede, como bien advierte Giménez, que hablar de familias de colectivos con bagajes culturales y religiosos dispares, implica ciertamente «que lo-que-la-familia-es significa cosas diferentes y viene pautado de forma diversa según los contextos culturales concretos». No se trata de establecer una tipología o catálogo de per-files familiares estereotipados, un peligro sobre el que advierten numerosos estudios de campo desde la sociología y la antropología24. La familia inmigrante típica es algo que no existe, diversos estudios han llegado a la conclusión de que las familias inmigrantes como no inmigrantes son extremadamente heterogéneas, complejas y difíciles de caracterizar25. Por ello, respecto al primer factor de partida, retomaré la identificación propuesta por Giménez sobre las familias migrantes que define como aquellas familias que residen en un Estado, completas o incompletas, y tanto a las ya asentadas en mayor o menor grado como en proceso de asentamiento. En definitiva, el autor sostiene que la realidad social global de estas fami-

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lias de origen extranjero está presente e incluso difuminada en varios Estados-nación: la sociedad receptora, los países de emigración y otros países diferentes a los de origen o destino y en los cuales...

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