El control de las migraciones y la globalización de las economías ¿Fenómenos compatibles?

AutorMa. de la Concepción González Rabanal
CargoDepartamento de Economía Aplicada y Gestión Pública. UNED.
Páginas101 - 116

El control de migraciones y la globalización de las economías ¿Fenómenos compatibles?

M.ª DE LA CONCEPCIÓN GONZÁLEZ RABANAL*

INTRODUCCIÓN

Asistimos hoy en día a un intenso debate en el que aparecen dos coordenadas recurrentes: la globalización por un lado y los controles de los movimientos migratorios por otro. Surge de este modo una aparente contradicción: ¿cómo es posible que un mundo cada vez más globalizado, es decir, en el que el mercado y la libre competencia se erigen en reyes casi absolutos en un contexto de relaciones internacionalizadas sea reticente y ponga trabas a la libre circulación de las personas? ¿Cómo los partidarios más fervientes de la globalización no dudan en alzar simultáneamente sus voces en favor del establecimiento de controles y barreras que impidan o restrinjan los movimientos de población? ¿Puede la globalización seguir avanzando a pesar de que se limite la libertad de movimientos de las personas, o es que si ésta es incontrolada pone en peligro el desarrollo de aquélla?

EL FENÓMENO MIGRATORIO: ALGO POCO NOVEDOSO AUNQUE CON PERFILES DIFERENCIALES

Si analizamos los actuales movimientos migratorios podemos constatar que en términos cuantitativos representan en torno al 3% de la población mundial por lo que bajo este aspecto no presentan perfiles alarmantes. Lo cierto es, sin embargo, que la falta de previsión y la ausencia de control en muchos casos han dado lugar a la aparición de nuevos problemas tanto económicos como humanos, porque el trasvase de capital humano inherente a los mismos afecta a la productividad de los demás factores y, por consiguiente, a la capacidad de crecimiento de los países involucrados, al tiempo que da lugar a situaciones conflictivas como los brotes xenófobos que se generan al chocar culturalmente con la población autóctona de los lugares de destino.

Es cierto que los flujos migratorios, en tér- minos porcentuales, han tenido una importancia mayor en otros momentos de la historia (pensemos en los desplazamientos hacia el continente americano desde Europa o, incluso, más recientemente, en los que tuvieron lugar en el seno del viejo continente en la fase de reconstrucción postbélica. ¿Qué es, pues, lo que otorga a la migración actual sus rasgos diferenciales?

Sin lugar a dudas, la diversificación de los países de destino o, si lo preferimos, la deslocalización de los movimientos, incluso el cambio de rol de algunos de aquéllos en virtud del cual han pasado de ser países tradicionalmente emisores a receptores netos de población. Así, por ejemplo, en España aunque el número de españoles residentes en otros países duplica al de extranjeros afincados en nuestro territorio (2,1 millones frente a algo más de 1 millón de inmigrantes residentes y nacionalizados) se ha detenido el flujo de salidas, mientras que el de entradas crece continuamente1.

También el contexto en el que se produce es radicalmente diferente ya que el actual desarrollo de la tecnología y las comunicaciones no sólo facilita los desplazamientos (éstos son cada vez más rápidos y baratos), sino que permite que los desplazados sigan en contacto con los países de origen. Además, el hecho de que gracias a las telecomunicaciones se tenga un conocimiento en tiempo real de lo que sucede en cualquier rincón del mundo actúa como mecanismo para despertar el interés por ir a lugares donde las condiciones de vida y de trabajo se presentan, en principio, mucho más atractivas.

La globalización o internacionalización de las economías contribuye igualmente a aumentar la libertad de movimientos al tiempo que es un factor de estímulo de la migración, tanto desde el punto de vista macroeconómico2 –la migración puede verse como producto de la internacionalización del capital en la que desempeña un papel primordial la política de competencia o de cooperación al desarrollo–, como microeconómico –en la medida en que las expectativas del hecho migratorio se forman basándose en la información sobre las diferencias en los ingresos, las tasas de paro y las vacantes o en los precios y en los índices relativos de crecimiento de la economía–. El papel de la globalización sobre los movimientos de población no sólo se refiere a este aspecto (más información, mejores comunicaciones, más intercambios), sino que, en la medida en que una de las consecuencias de la globalización son los procesos de concentración empresarial –monopolios u oligopolios que funcionan en régimen monopolístico–, puede dar lugar al surgimiento de nuevas desigualdades y, por consiguiente, nuevos motivos para migrar.

La actual migración se produce en un momento en el que el fin de la guerra fría ha derribado muchas de las barreras ideológicas a los flujos internacionales de población, pero también coincide con el resurgimiento de tensiones nacionalistas que han dado lugar a limpiezas étnicas y a movimientos forzosos de población.

Los desplazamientos de población que predominan en la actualidad son espontáneos, tienen carácter voluntario, motivaciones fundamentalmente económicas y se consideran necesarios ya que alivian las presiones demo- gráficas derivadas de los diferentes ritmos de evolución de la población de los países de origen y de destino.

Al tiempo, los movimientos actuales de población están fuertemente concentrados, es decir, aunque los países involucrados en los mismos han cambiado y no son los mismos que en épocas precedentes y se han diversificado los actores implicados, los lugares de origen y de destino son relativamente escasos. A esta concentración contribuye, sin duda, la existencia de redes de acogida3.

Un repaso de los actuales flujos migratorios a nivel mundial revela que los principales países receptores en términos de porcentaje de población son: Australia (21%), Canadá (17%) y Estados Unidos (9,8%), aunque es este país en términos absolutos (800.000 inmigrantes al año) el que más extranjeros recibe4. En ellos se observa un creciente proceso de feminización (casi el 50% de los migrantes son mujeres) y de predominio de la gente joven y en edad de trabajar. Conviene aclarar además que no emigran los más pobres, sino aquéllos que cuentan con más posibilidades de insertarse en los países de acogida. Es decir, las tasas de emigración de los países más pobres son frecuentemente las más bajas5 pero aquéllas «aumentan con el grado de desarrollo de los países emisores ya que los procesos migratorios requieren una cierta dosis de capital humano y social el cual empieza a estar disponible cuando aparece un cierto desarrollo».

En definitiva, podemos afirmar que6 «aunque los movimientos migratorios son un universal demográfico, las corrientes migratorias desarrolladas a partir del s. XIX son las más representativas, tanto por el volumen de personas desplazadas, como por el nivel de organización social que han requerido» y que «la complejidad actual del fenómeno migratorio se deriva de la implicación del ámbito económico, político e ideológico en la explicación del mismo». Se trata, pues de un acontecimiento con diversas explicaciones causales.

ETIOLOGÍA DE LAS MIGRACIONES

Existe, como hemos comentado, un amplio abanico de causas que inciden en el fenómeno migratorio. Es frecuente también agruparlas en dos grandes bloques: aquéllas que actúan como elementos de empuje (es decir, factores de expulsión) y aquéllas que se comportan como factores de atracción. Lo cierto es que en la decisión de migrar, que es en todo caso individual, intervienen variables de muy diferente naturaleza y, por tanto, que delimitan un amplio espectro de modalidades migratorias.

A nadie se le oculta que las condiciones estructurales de los países de destino intervienen en este proceso, como las posibilidades que ofrecen para encontrar un puesto de trabajo digno, los salarios y las condiciones de vida asociadas al mismo. No obstante, las meras diferencias de riqueza entre los Estados pueden no justificar por sí mismas las migraciones, sino que éstas pueden tener su origen en una historia de contactos y en las asimetrías de poder entre las sociedades emisoras y receptoras de mano de obra7, en la ausencia de rivales nacionales con quienes competir por el ansiado trabajo, en la legislación más o menos permisiva que se aplique (toda vez que no hay que olvidar que los movimientos migratorios son asimétricos por cuanto existe libertad para salir del propio país, pero se restringe el derecho a entrar en otro, por lo que la perfección del derecho a emigrar, que exige que ambos se reconozcan por igual, no se produce), en la proximidad geográfica y/o cultural con el lugar de origen, en la existencia de amplios sistemas de bien- estar social en los lugares de destino, etc.

Pero también inciden las circunstancias socioeconómicas de los países de procedencia, víctimas de fuertes presiones demográficas, de la sobreexplotación de sus recursos naturales, con una población joven abundante, pero con escasos recursos y peores expectativas, con una estructura productiva apenas desarrollada en la que la agricultura en declive suele ser la protagonista, con un soporte social manifiestamente insuficiente para hacer frente a la pobreza y a los desastres naturales, y con un ambiente político-sociológico en el que abundan las guerras, los enfrentamientos grupales, los regímenes políticos autoritarios, corruptos y abiertamente violadores de los derechos humanos.

En definitiva, si a este contraste que se deriva de la situación de permanecer en el país de origen o mudarse a otros países que se presentan como el horizonte de bienestar donde colmar las aspiraciones de una población sometida a grandes privaciones y frustraciones y sin apenas posibilidades para realizar sus expectativas de mejora y enriquecimiento no sólo personal, sino familiar, se unen la existencia de redes de acogida8 y un grado razonable de aceptación en el país de destino (que facilite, por ejemplo, el reagrupamiento familiar y reconozca el acceso a ciertos servicios sociales básicos como la educación, la sanidad o la vivienda), tenemos prácticamente todos los ingredientes para afirmar que las bases para que se produzcan los movimientos migratorios están ya cimentadas.

Unos movimientos migratorios coadyuvados, sin duda, por la globalización que propicia la generalización de unos medios de transporte rápidos y económicos y de unas redes de comunicación que facilitan la transmisión de información, agilizan y abaratan los contactos con el lugar y las personas de origen y posibilitan el envío de remesas de emigrantes.

Resulta, pues, que globalización y migraciones van, en la actualidad, estrechamente unidas.

LA GLOBALIZACIÓN COMO PROCESO INEXORABLE

Hemos señalado que los movimientos migratorios han sufrido no sólo un importante impulso, sino profundas transformaciones como consecuencia de la creciente globalización de las economías. No cabe duda de que este fenómeno recurrente en nuestras vidas y al que aludimos en todos los ámbitos de nuestro quehacer, incluso el más cotidiano, y que parece justificarlo casi todo, es un proceso complejo en cuyo estadio actual han jugado una importancia estratégica también los avances en las comunicaciones y los recientes descubrimientos tecnológicos. Esos mismos que, precisamente, han estimulado y favorecido los movimientos de población. Parece, pues, que globalización y movimientos migratorios son dos de las consecuencias lógicas de los nuevos flujos de comunicación e informatización, que permiten realizar transacciones casi de modo inmediato y sin apenas costes entre lugares muy distantes geográficamente y posibilitan el conocimiento en tiempo real de lo que ocurre a miles de kilómetros, y que se alimentan recíprocamente, es decir, la globalización favorece los flujos migratorios y éstos contribuyen a que aquélla avance de forma imparable.

Pero, al igual que las migraciones, la globalización es un fenómeno complejo. Su complejidad se manifiesta no sólo en los factores que la propician, incluso en las dificultades a la hora de determinar cuándo surge, sino también en sus manifestaciones ya que se habla de una cultura global, de crisis globales, de pensamiento único, de conflictos globales, de equilibrio global, de mercado global, de deterioro global del medio ambiente...

Lo primero que llama la atención a la hora de aproximarse al estudio de la globalización es que se trata de un proceso y como tal históricamente cambiante y dinámico. Ello explica que con esta misma expresión algunos auto- res se refieran al hecho de que ya en el siglo XIV, con la apertura comercial de las sociedades europeas hacia el lejano oriente y América Latina, se pudiera hablar de globalización.

Sin embargo, la mayoría de los estudiosos del tema prefieren reservar este término para identificar el proceso relativamente reciente que se manifiesta en una interdependencia creciente entre el conjunto de los países del mundo y que surge como consecuencia del aumento del volumen y de la variedad de las transacciones fronterizas de bienes y de servicios, así como de los flujos internacionales de capitales y de personas, y por la difusión acelerada y generalizada de la tecnología. Proceso que no dudan en fechar después de la II Guerra Mundial.

La globalización se presenta así como el resultado natural de otros dos acontecimientos previos: la internacionalización9 y la transnacionalización10 y en su desarrollo se distinguen tres etapas netamente diferenciadas.

La primera se extendería desde la II post- guerra mundial hasta comienzos de los años setenta cuando a la crisis del sistema monetario de Bretton Woods se añade el impacto negativo del primer shock del petróleo, coincidiendo con una etapa de gran movilidad de los capitales y con el fin de la edad de oro del crecimiento de los países industrializados.

La segunda ha estado caracterizada por el gran esfuerzo por desarrollar instituciones internacionales de cooperación financiera y comercial, así como por el auge del comercio de manufacturas y la coexistencia de varios modelos de organización económica.

La última, con una considerable presencia de empresas transnacionales y una amplia movilidad de los capitales, ha pretendido homogeneizar los modelos de desarrollo, otorgando un protagonismo casi absoluto al mercado, sobre todo, después de la caída de los últimos reductos de los regímenes de economía planificada11.

La complejidad del proceso globalizador se manifiesta no sólo en su génesis y consecuencias, sino en el hecho de que en su seno conviven dos fuerzas de sentido contrapuesto: por un lado, se tiende a la homogeneización, pero por otro, se permite, incluso se fomenta, la diferenciación y se reordenan las desigualdades, sin llegar a suprimirlas12. Esta tensión entre fuerzas contradictorias ha propiciado la acuñación de un nuevo término: glocalización, que deja entrever la coexistencia de una tendencia global (y, como tal, uniformante) y otra local (y, como tal, potenciadora de las diferencias y de la diversidad).

FACTORES EXPLICATIVOS DE LA GLOBALIZACIÓN

Si coincidimos en que la globalización en sentido estricto es un proceso de orígenes relativamente recientes, ¿cuáles son los factores que han propiciado su aparición?

Ya hemos señalado que los avances en la informática y en las comunicaciones han favorecido dicho proceso, transformando la economía real en virtual, logrando la mercantilización del consumo de masas y generando una cadena de acontecimientos en virtud de la cual primero se produce, después se crea la necesidad y después se asegura la demanda, ampliando así los mercados.

La globalización también es deudora de los procesos de concentración de capitales industriales y financieros que permiten acometer proyectos de investigación y de producción apenas impensables años atrás, y de los movimientos de desregulación, en virtud de los cuales se han suprimido muchas de las restricciones al comercio y de los controles nacionales13.

Pero también han contribuido a favorecer la globalización otras circunstancias como las siguientes:

– La aparición de nuevos colosos del comercio –la Unión Europea y Japón– que ha limitado el poder hegemónico de los Estados Unidos y ha facilitado la creación de flujos bidireccionales y el abandono de los regímenes autárquicos al propiciar el aumento de las relaciones comerciales y permitir la pervivencia de muchos países que no serían capaces de sobrevivir en otras circunstancias porque su apertura al exterior les permite ser competitivos en determinadas actividades, aunque su tamaño y su reducida capacidad económica los hubiera excluido del concierto internacional en un contexto menos abierto.

– La consolidación de las ventajas del centro y el empobrecimiento de la periferia que asegura la expansión del capital.

– La aparición de instituciones de carácter supranacional, cuya actuación ha contribuido a la gestación de un marco normativo de rango cuasi-universal.

– El fenómeno transnacional, que ha provocado el socavamiento de la soberanía del Estado al relativizar sus fronteras territoriales y minar la eficacia de sus acciones14.

– El aumento del ahorro y de la inversión y con ellos el surgimiento y la consolidación del Estado de Bienestar, generosamente asentado en la mayoría de los países desarrollados y que contribuye, no lo olvidemos, a atraer población de los países más pobres.

En definitiva, la globalización, tal y como hoy la conocemos, se presenta como la etapa final (aunque, desde luego, no la última porque en el futuro revestirá nuevos perfiles y adquirirá nuevas dimensiones) de un lento proceso en el que han influido factores de naturaleza y de importancia diversa, y que se manifiesta en diversos ámbitos: económico, cultural, ecológico, ideológico y financiero.

CONSECUENCIAS DE LA GLOBALIZACIÓN

Obviamente, esta diversidad de componentes ha de tener como resultado un amplio espectro de consecuencias que se plasman en aspectos que van desde el ámbito estrictamente político al económico, pasando por las de naturaleza social, institucional, redistributiva o sociológica. Esta amplitud y diversidad hace complicada la sistematización de las mismas toda vez que en muchas ocasiones los efectos se relacionan y retroalimentan entre sí. Entre los más destacados podemos referirnos a los siguientes:

La globalización de las economías provoca el aumento de los flujos comerciales que se refleja en la importancia creciente de los intercambios de componentes y del comercio intraindustrial. Estos cambios llevan asociados nuevos ajustes en las estructuras productivas de los diferentes países –la ventaja comparativa se internacionaliza– que se traducen en ganancias en términos de eficiencia y de productividad. De este modo, las posibilidades de crecimiento se amplían. La mayor importancia de los flujos monetarios y la vir

tualización de las economías15 las hace desligarse de sus vínculos materiales y depender cada vez en mayor medida de las innovaciones tecnológicas, apareciendo una nueva servidumbre que llega incluso a esclavizar a las economías desarrolladas: el liderazgo tecno

lógico.

La ampliación de los mercados permite aprovechar las ventajas de las economías de escala16 y de la mercantilización del consumo que facilita la expansión de la demanda e incrementa las posibilidades de crecimiento.

La mayor movilidad del capital y su transnacionalización dan lugar a una asignación más eficiente del ahorro mundial, pero también es cierto que la mayor movilidad de la mano de obra, unida a, y favorecida por, la del capital, ha provocado un deterioro de las condiciones de trabajo no sólo en los países en desarrollo como consecuencia del dumping social17, sino en los más desarrollados en los que son frecuentes los abusos a la hora de contratar a los trabajadores inmigrantes y en los que el poder reivindicativo de éstos es casi nulo, por no decir inexistente, al tiempo que se ha resquebrajado el poder sindical como consecuencia de las nuevas formas de explotación del capital humano y de la amenaza implícita que sufren los representantes sindicales de ser desplazados –como consecuencia de la transnacionalización de las empresas– hacia otros centros productivos ubicados en lugares con peores condiciones de trabajo y nulos o casi inexistentes derechos sindicales18.

El afán por rentabilizar las inversiones extranjeras hace que éstas no sean productivas, sino fundamentalmente especulativas y que busquen la rápida repatriación de beneficios por lo que dichas inversiones no han redundado en el desarrollo económico de los países más pobres y receptores de las mismas.

En el seno de los países desarrollados, las políticas orientadas a atraer capital extranjero, concediendo ventajas fiscales, por ejemplo, han derivado en un deterioro de los resortes financieros de los sistemas de protección social de los países que las han aplicado al reducir su potencial recaudatorio, originando lo que se ha venido en llamar competencia fiscal perniciosa frente a la que se han iniciado acciones coordinadas en el seno de la propia Unión Europea. Estos problemas pueden coincidir con el aumento de las dificultades para la fiscalidad del comercio intraindustrial y de las transacciones electrónicas. Todo ello ha dado como resultado el socavamiento de las bases recaudatorias de sus sistemas tributarios.

Con la globalización, los países han perdido autonomía a la hora de diseñar su política económica: no pueden actuar libremente ni sobre los tipos de cambio, ni sobre los tipos de interés porque si hay divergencias significativas es más que probable que se produzcan desplazamientos del ahorro que pondrían en peligro el crecimiento de la demanda interna. Esta dependencia del exterior hace mucho más vulnerables a las economías nacionales, provocando crisis sistémicas como las derivadas de los desajustes económicos de Brasil, Méjico o Japón.

Sin embargo, estos efectos no se distribuyen afectando por igual a todos los países implicados. Lo más frecuente es que aparezcan nuevas asimetrías en el reparto de costes y de beneficios. Aquéllos tienden a concentrarse en los países más pobres, agravando las diferencias entre el norte desarrollado y el sur depauperado o entre el centro y la periferia. Los beneficios se concentran en los países más desarrollados, aunque dentro de ellos no se repartan por igual entre todos los factores productivos como consecuencia de la diferente libertad de circulación de los mismos: de nuevo el capital se lleva la mejor parte en detrimento del trabajo y, especialmente, del menos cualificado que es, además, el menos móvil. De este modo, en el seno del centro aparecen problemas de cohesión social (el mercado de trabajo se segmenta o se dualiza) que se manifiestan con virulencia en actitudes de rechazo hacia la llegada de trabajado res inmigrantes a los que se ve como rivales directos para conseguir unos puestos de trabajo que, aunque mal retribuidos, son los únicos a los que pueden acceder los niveles más bajos de cualificación de la mano de obra autóctona.

El desigual reparto de la riqueza derivado de la globalización tiene su correlato en la creciente dispersión de los ritmos de crecimiento de los países en desarrollo tal y como se desprende del cuadro siguiente:

DESVIACIÓN ESTÁNDAR DEL CRECIMIENTO DEL PIB PER CÁPITA

Fuente: Cálculos de la CEPAL sobre la base de Angus Maddison, The World Economy. A Millennial Perspective, París, Centro de Estudios de Desarrollo, Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), 2001.

En palabras de Bauman, «la globalización divide a la población mundial en ricos globalizados, que dominan el espacio y no tienen tiempo y pobres localizados, que están pegados al espacio y tienen que matar su tiempo, con el que no tienen nada que hacer»19.

Es cierto que, con frecuencia, se han tratado de atribuir además a la globalización efectos nocivos20 en materia medioambiental como consecuencia de la sobreexplotación de los recursos naturales, pero también lo es el hecho21 de que la creciente competencia inter- nacional que resulta de la globalización ha generado un mayor grado de preocupación y de búsqueda de cumplimiento de estándares ambientales internacionales en la medida en que la excelencia ambiental se ha convertido en un nuevo elemento de competitividad entre las empresas y los productos22. La globalización puede ayudar a la valoración positiva de ventajas comparativas ambientales, como la utilización sostenible del capital natural de valor económico, ecológico o estético, histórico y científico, de manera que sea posible realizar investigaciones que los países individual- mente no podrían llevar a cabo. También es cierto que las acciones aisladas en este campo pueden perder toda su efectividad ya que las economías externas negativas derivadas del deterioro del medio ambiente sólo pueden ser atajadas si los países emprenden un esfuerzo coordinado en esta materia.

Es necesario que la comunidad internacional tome conciencia de que un entorno más saludable mejora el rendimiento de los trabajadores y la salud de la población en general, reduciéndose así el gasto sanitario (importante componente del gasto social) y liberando de este modo recursos públicos para otros propósitos.

En el plano político e institucional, la globalización ha otorgado un protagonismo creciente a las empresas multinacionales, a las ONG´s y a las organizaciones de consumidores, ampliando el número de actores a nivel internacional. Los sujetos de Derecho Inter- nacional (Estados) han ido perdiendo importancia como consecuencia de que se han socavado las bases de su soberanía, especialmente el territorio, pero también la población, el ejército y la Hacienda.

Por otro lado, no tenemos más que dar un repaso a los últimos acontecimientos para darnos cuenta de que la lucha frente a los ataques terroristas no es un problema al que pueda hacerse frente de manera aislada, sino que requiere el esfuerzo unificado de todos los países porque su ámbito de aplicación excede el territorio de una o varias naciones, o de que la competencia fiscal perniciosa (es decir, las prácticas impositivas consistentes en un trato fiscal favorable que acuden a rebajas recurrentes de los impuestos) lleva a graves problemas de viabilidad financiera de los sistemas de protección social y demanda la acción coordinada de las haciendas de todos los implicados, o de que la entrada incontrolada de inmigrantes no es un problema que se pueda resolver adecuadamente si los países involucrados (emisores, de tránsito y receptores) no se ponen de acuerdo para canalizar los flujos con el fin evitar las mafias y la trata de personas y dispensar a los inmigrantes los mecanismos necesarios para su plena integración en la sociedad de acogida, o de que los desastres medioambientales sólo pueden ser contenidos y evitados si existe el acuerdo unánime de que el desarrollo ha de ser sostenible, es decir, no debe hipotecar el de las generaciones futuras y de que los procesos productivos deben incorporar todos los costes en los que se incurre al llevarlos a cabo, incluidos los medioambientales.

Si bien es cierto que se ha producido una disociación entre el Estado (nación) y la sociedad (global) como consecuencia de la fractura entre el poder económico y el poder político, hay que reconocer también que la globalización ha permitido la supervivencia de Estados pequeños que en ausencia de comercio y sin la ayuda de las finanzas inter- nacionales no habrían resultado viables23 y ha facilitado la propagación de los procesos democráticos por todo el mundo. Sin embargo, la globalización ha estimulado el resurgimiento de los nacionalismos y de los movimientos separatistas.

Esta tensión, a la que antes se aludía, que se produce entre la divulgación de unos mismos valores e ideologías –lo que en sentido peyorativo se denomina pensamiento único– y el deseo de poner de relieve las diferencias constitutivas de la propia identidad de los pueblos, entre lo global y lo local, es la que, en definitiva, hace aconsejable la elaboración de un nuevo concepto que recoja esta peculiar situación: el de glocalización.

Los cambios surgidos en la legitimación del Estado para actuar demandan el replanteamiento del concepto de soberanía en un mundo interdependiente y ponen de relieve la transformación que se ha operado en el protagonismo de los organismos inter- nacionales, que van asumiendo competencias antes reservadas exclusivamente a las políticas nacionales, con el fin de sanear el déficit de seguridad que padecen los gobiernos nacionales y la volatilidad de sus decisiones24. Esta ineficiencia del Estado da pie para el avance de los argumentos liberales que propugnan un retroceso del mismo en favor de un protagonismo creciente de los mercados. De este modo, el menor tamaño del sector público requerirá de un también menor volumen de recursos para su financiación lo cual permitiría rebajar la presión fiscal de los ciudadanos, liberándose así recursos para el sector privado de la economía y favoreciendo la competitividad a nivel internacional.

LOS ESTRECHOS VÍNCULOS ENTRE GLOBALIZACIÓN Y MIGRACIONES

De todo lo anteriormente expuesto se desprende que las conexiones entre los efectos de la globalización y los movimientos migratorios son también evidentes:

El conocimiento en tiempo real y la reducción de la duración y del coste de los traslados que proporcionan los avances en las telecomunicaciones estimulan los desplazamientos voluntarios de población como también lo hacen el aumento de la diferencia en el nivel de desarrollo de los distintos países que se ha derivado de la globalización. En este sentido, se ve la migración como la única vía para hacer realidad unas expectativas de mejora que se presentan como algo tangible en comparación con la pobreza y la carencia de estímulos que se padece en el propio país. Si emigran más personas y éstas prosperan en los países de destino es muy probable que las mismas envíen remesas de emigrantes25 de las que se pueden beneficiar sus familiares e, incluso, la economía de su país de origen en la medida en que con estos fondos, no sólo mejora su balanza de pagos, sino que se pueden desarrollar pequeños negocios y mecanizar las explotaciones agropecuarias que constituyen su medio de subsistencia26.

Pero esta salida de población, generalmente en edad de trabajar y la más cualificada (según los parámetros del país emisor) porque es la que más probabilidades tiene de culminar el proceso con relativo éxito, puede dar lugar a una fuga de cerebros que descapitalice en términos humanos la economía del país de origen. No obstante, si los emigrantes retornan aportan formación y capital humano que repercute en la producción agregada del país de procedencia. Hay estudios que revelan que un año adicional de experiencia en Estados Unidos proporciona un retorno mensual hasta ocho veces mayor que un año adicional de trabajo en Méjico.

Además, como hemos visto, la apertura de las economías y la liberalización de los inter- cambios y de los movimientos de capital y de trabajo (aunque éste sea menos móvil que aquél) es un elemento de alivio para el diferente y preocupante ritmo demográfico de todos los países involucrados en los procesos migratorios: los desarrollados porque cuentan con una población muy envejecida ya que tienen tasas de natalidad muy reducidas y disfrutan de una prolongada esperanza de vida; los que están en vías de desarrollo porque sus altas tasas de natalidad hacen que la presión demográfica y el deterioro del medio ambiente a los que las mismas dan lugar, como consecuencia de la sobreexplotación de los recursos y de la ausencia de mecanismos para hacer frente a los desastres naturales, reduzcan las expectativas de vida a niveles difícilmente aceptables.

En los primeros, la llegada de inmigrantes (regulares) aporta nuevos recursos para la financiación de sus sistemas de protección social en la medida en que aquéllos forman parte de la población ocupada del país de destino. Además, con su gasto generan nuevas demandas e, incluso, con su iniciativa empresarial pueden contribuir a elevar el PIB.

En los segundos, porque la población que emigra alivia la explosión demográfica que éstos padecen y el mercado de trabajo que es incapaz de absorber su abundante mano de obra.

A todo ello hay que añadir que la liberalización de los movimientos de capital incentiva las inversiones extranjeras y la deslocalización de los procesos productivos. Ambas permiten que los habitantes de los países destinatarios de estas inversiones encuentren un puesto de trabajo que, aunque les asigne una remuneración significativamente inferior a la que se les pagaría en los países desarrollados, está muy por encima del salario que viene siendo habitual en su propio país.

Sin embargo, esto que se presenta como una indudable ventaja de la globalización puede derivar en graves problemas, tanto para los países de origen, como de destino. En los primeros se puede crear una dependencia enfermiza de las remesas de emigrantes. En los segundos se pueden desatar brotes xenófobos como consecuencia de que los inmigrantes se ven como competidores desleales ante puestos de trabajo escasamente retribuidos y con condiciones abusivas en términos de jornada laboral y de salubridad. Si a ello unimos que los inmigrantes irregulares tienden a instalarse en la marginalidad y ésta es fuente de delincuencia, se pone en marcha una espiral de rechazo social difícilmente atajable.

UNA ESTRATEGIA QUE CONCILIE EL CONTROL DE LA MIGRACIÓN CON LA GLOBALIZACIÓN DE LAS ECONOMÍAS

Si éstas son las principales consecuencias de la globalización y no todas ellas son positivas ¿podemos sustraernos a sus efectos negativos o simplemente hemos de resignarnos ante su imparable avance? ¿Es compatible la globalización con la regulación de los movimientos migratorios?

Las estadísticas constatan que no emigran los más pobres porque, como hemos señalado, «el desarrollo de los países emisores aumenta la tasa de emigración ya que el proceso migratorio requiere una cierta dosis de capital humano y social y este capital empieza a estar disponible cuando aparece un cierto desarrollo»27.

Son los desequilibrios regionales a escala global los que justifican en gran medida los desplazamientos voluntarios de población. Es decir, no emigran los más pobres ya que dentro de éstos la población con más expectativas de éxito en el lugar de destino (jóvenes y con cierta preparación) es la que compone el grueso de la migración en la actualidad. Son las diferencias relativas entre el estatus de partida y el probable de llegada las que acentúan el deseo de emigrar y probar fortuna, por lo que si estas divergencias se atenúan, seguramente se reducirá el interés por cambiar de lugar de residencia28.

Por eso hay que trabajar para garantizar la estabilidad macroeconómica con el fin de reducir la vulnerabilidad de las economías y facilitar la inversión productiva para lo cual hay que elaborar estándares de regulación prudencial en los mercados financieros, de supervisión de su comportamiento y de suministros de información a los mercados, y aunar esfuerzos en materia fiscal para armonizar la tributación, evitar la doble imposición y la evasión fiscal.

Es necesario, asimismo, apostar por la competitividad sistémica para atajar la reproducción intergeneracional de la pobreza y de la desigualdad de los países en vías de desarrollo. Para ello hay que acometer políticas activas de educación, de empleo y de protección social basadas en los principios de universalidad, solidaridad, eficiencia e integralidad.

Hay que dar un fuerte impulso al desarrollo mediante la apertura del comercio y de la inversión. Es preciso, por tanto, liberalizar los intercambios mundiales de productos –especialmente los agrícolas que son los que gozan de un nivel de proteccionismo mayor en los países desarrollados- con el fin de que los mercados mundiales se abran a la producción de los países menos desarrollados cuyas economías son, por lo general, fuertemente agrícolas.

Con el fin de liberalizar los flujos de población hay que abrir en el primer mundo los servicios intensivos en mano de obra (como la construcción o el turismo) a la competencia exterior del capital humano para favorecer la inmigración regular.

Es necesario regular los movimientos de población mediante acuerdos cuyo objetivo sea ampliar la movilidad de la mano de obra y fortalecer la integración de los inmigrantes en los países de acogida. No hay que olvidar que, en realidad, «la inmigración es un problema de dimensiones temporales ya que a la segunda o, a lo sumo, a la tercera generación, la integración será un hecho consumado»29.

Por otro lado, es imprescindible mentalizar a la población de que la migración es necesaria, tanto para los países de origen (alivia su prácticamente insostenible presión demo- gráfica), como para los de destino (rejuvenece su envejecida población y –si es regular– contribuye al sostenimiento financiero de sus sistemas de protección social).

Si esto es así, lo adecuado es no sólo contemplar la migración desde una perspectiva global –económica, social, jurídica, cultural–, sino encauzar adecuadamente las estrategias para canalizar los movimientos de población, facilitando el acceso –porque la represión provoca irregularidad-, luchando contra las mafias y potenciando activamente la integración30, superando las posturas meramente asimilacionistas y permitiendo que «los inmigrantes disfruten de oportunidades jurídicas y prácticas comparables a las de los nacionales con características análogas en términos de edad, sexo, educación (...), pudiendo conservar sus signos de identidad de origen: la lengua, la religión, la cocina, las costumbres, etc.»31.

Todo ello sin olvidar que la integración depende32 no sólo de los recursos que los inmigrantes tengan para abrirse camino en el mercado laboral, sino de su nivel de estudios, de su cualificación profesional, de la experiencia laboral previa, del conocimiento del idioma y de la cultura del país de destino, de su estatus jurídico (si es regular o no) y de las actitudes y valoraciones ideológicas en torno a los derechos de los inmigrantes, y debe –además– trascender el ámbito de lo estrictamente ocupacional.

Es preciso avanzar más allá del mero «control» migratorio, procurando no ver a los inmigrantes indocumentados como delincuentes y buscar una verdadera «gestión» de la migración la cual comporta la formulación de políticas razonadas de admisión que contemplen la permanencia, el retorno, la reunificación, el tránsito fronterizo y el traslado de personas a terceros países33. Las políticas de migración deben facilitar la máxima transparencia34 con el fin de proporcionar un conocimiento veraz de la oferta y de la demanda de trabajo por parte de los trabajadores extranjeros y los empresarios nacionales y colaborar activamente con los países de origen ya que la población mayoritariamente proviene de unos pocos. Deben adoptarse medidas de tipo pedagógico orientadas a minimizar los riesgos de los inmigrantes frente a la vulnerabilidad legal y social a la que se encuentran expuestos y a suministrarles información ex ante sobre las posibilidades legales de entrada en el país y sobre las consecuencias de utilizar vías clandestinas35, y se deben aprove- char también las ventajas que puede suponer el retorno institucionalizado como forma de apoyo al desarrollo de los países de origen.

Esta necesaria liberalización de los movimientos de población –restringir éstos choca con la idea de que el mercado mundial está por encima de cualquier tipo de intervencionismo– propugnada por los defensores del liberalismo globalizante ha de someterse a un proceso de desmitificación: los problemas de orden laboral que puedan sufrir u ocasionar los inmigrantes guardan una estrecha relación con los problemas estructurales del mercado de trabajo de la sociedad receptora de modo que si las barreras legales o institucionales a la inmigración son muy fuertes, es posible que se inicie una espiral de irregularidad que conduzca a la clandestinidad, ésta a la marginalidad y de ahí a la delincuencia, la exclusión y el rechazo social.

El temor a los inmigrantes debe ser atajado transformando las estructuras productivas de los países desarrollados que deben afrontar los potenciales peligros derivados de la «invasión» de los mercados mundiales de productos procedentes de los mercados en desarrollo36. La vía es mediante la especialización en la obtención de productos duraderos porque así37 se podría reducir significativamente el consumo de materias primas y de energía –combatiendo de este modo los inconvenientes medioambientales derivados de la globalización– y se propiciaría la generación de nuevos puestos de trabajo, como consecuencia de la necesidad de formar una mano de obra más especializada, encargada no sólo de la obtención de estos productos, sino de su reparación y conservación.

La lucha contra el deterioro medioambiental se puede articular con la puesta en marcha de acciones conjuntas que se orienten a incrementar la eficiencia energética y penalicen los llamados «delitos ecológicos», arbitrando tributos inspirados en la idea de que quien contamina, paga y previendo mecanismos que permitan incorporar la auténtica biografía de los productos38, suministrando información veraz sobre su uso, su precio y la historia de su procedencia, tanto desde el punto de vista ecológico, como político (respeto a los derechos laborales básicos reconocidos por la OIT, por ejemplo).

En definitiva, la globalización es un proceso imparable porque los avances en las tecnologías y en las comunicaciones son irreversibles, pero no así sus consecuencias negativas. En la medida en que seamos capaces de canalizar sus efectos y combatirlos con interés decidido y de forma armonizada, podremos mantener la autonomía necesaria para aco- meter acciones eficaces ante los acontecimientos a los que aquélla nos conduce. Es cierto que la globalización comporta y requiere la formación de un mercado único donde todos los factores productivos –incluida la mano de obra– se muevan con fluidez y sin restricciones, pero también lo es el hecho de que los flujos incontrolados de población pueden conducir –si no se toman medidas a tiempo– a la violación de los derechos fundamentales de las personas y al agravamiento de las circunstancias a las que se pretende dar solución. Es necesario, pues, que todos los agentes implicados –Estados, ONG´s, asociaciones de consumidores, organismos internacionales– lleven a cabo un debate lo más desapasionado posible y todo lo objetivo que la gravedad del problema y su enjundia requiere para permitir no sólo el intercambio cultural inherente a los movimientos de personas y a su contacto con otras formas de vida y otros valores, sino la verdadera integración en la sociedad del país de destino y, si sus protagonistas lo desean, el retorno en condiciones dignas a los lugares de procedencia.

Debemos ser educados para la cultura global, pero sin que ello permita la imposición de un pensamiento único y acrítico a todos los ciudadanos del mundo. Debemos, por tanto, admitir la diversidad en un contexto globalizado.

BIBLIOGRAFÍA

BADOSA, J. y SUBIRATS, J.: Sólo ante el peligro: el Ministerio del Interior o la falta de una política que afronte de manera integral y compartida en fenómeno migratorio en España, (ejemplar folicopiado), Equipo de Análisis Político, UAB.

BECK, U.: ¿Qué es la globalización?. Falacias del globalismo, respuestas de la globalización, Paidós, Barcelona: 2000.

CARRASCO CARPIO, C.: Mercados de trabajo: los inmigrantes económicos, IMSERSO, Madrid.

CEPAL: Globalización y desarrollo, CEPAL, 2002.

CÍRCULO DE EMPRESARIOS: El fenómeno de la inmigración. Aportación a un debate. Círculo de Empresarios, Madrid: 2001.

DE LA DEHESA, G.: La globalización económica y el futuro del Estado, VI Congreso Nacional de Economía, Alicante 18-20 de febrero de 1999.

FERNÁNDEZ ASPERILLA, A.: «Estrategias migratorias. Notas a partir de la emigración española en Europa», Migraciones y Exilios nº 1, 2000, pp. 67-94.

GARCÍA CANCLINI, N.: La globalización imaginada (1ª reimpresión), Paidós, Barcelona: 2000.

GONZÁLEZ RABANAL, Mª de la C.: «Luces y som- bras de la globalización: el futuro de los sistemas de bienestar», Estudios sobre consumo nº 61, 2002, pp. 53-62.

GONZÁLEZ RUIZ, M.: «Migraciones y teoría social: algunas consideraciones»,

GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, I.: «Globalización, Estado y Derecho Constitucional», A Distancia Vol 19: nº 2, invierno 2001-2002, pp. 17-21.

JARILLO ALDEANUEVA, A.: «Globalización concepto y papel del Estado», Boletín de la Facultad de Derecho, nº 18, UNED: 2001, pp. 215-231.

LAFONTAINE, O. y MÜLLER, Ch.: No hay que tener miedo a la globalización. Bienestar y trabajo para todos, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid: 1998.

MARTÍNEZ VEIGA, U.: «Teorías sobre las migraciones», Migraciones y Exilios nº 1, 2000, pp. 11- 26.

NÚÑEZ SEIXAS, X. M.:»Emigración de retorno y cambio social en la Península Ibérica», Migraciones y Exilios nº 1, 2000, p. 27-66.

SOLÉ, C.: «La irregularidad laboral de la inmigración extracomunitaria», Migraciones nº 1, 1997, pp. 7-40.

VARELA PARACHE, M.: La globalización y sus aspectos institucionales, VI Congreso Nacional de Economía, Alicante 18-20 de febrero de 1999.

-----------------------------------------------------------

* Departamento de Economía Aplicada y Gestión Pública. UNED.

1 BADOSA, J. y SUBIRATS, J.: Sólo ante el peligro: el Ministerio del Interior o la falta de una política que afronte de manera integral y compartida el fenómeno migratorio en España, Equipo de Análisis Político UAB, ejemplar folicopiado.

2 CARRASCO CARPIO. C.: Mercados de trabajo: los inmigrantes económicos, Madrid, IMSERSO, p. 14.

3 La existencia de redes migratorias favorece la circulación de información que permite conocer mejor cuál es la situación real en el potencial país de destino, al tiempo que facilita y suaviza los problemas iniciales que surgen en el momento de la llegada (desconocimiento del idioma, de las instituciones, de la legislación, etc).

4 El fenómeno de la inmigración. Aportación a un debate. Madrid, Círculo de Empresarios, 2001, p.8.

5 MARTÍNEZ VEIGA, U.: «Teorías sobre las migraciones», Migraciones y Exilios nº 1, 2000, pp. 13-14.

6 GONZÁLEZ RUIZ, M.: «Migraciones y teoría social: algunas consideraciones», http: // laberinto.uma.es / Lab7 / Lab7Art2Mencia.htm

7 FERNÁNDEZ ASPERILLA, A.: «Estrategias migratorias. Notas a partir de la emigración española en Europa», Migraciones y Exilios nº 1, 2000, p. 68.

8 Las redes de acogida ayudan a canalizar las demandas de los recién llegados hacia la administración del país de destino y permiten también preservar la cultura de origen en la medida en que desembocan muchas veces en movimientos asociacionistas de emigrantes. Pensemos, por ejemplo, en las distintas asociaciones o casas de la cultura de España y sus diferentes Comunidades Autónomas en Latinoamérica y en otros países del extranjero.

9 Que se inicia, como ya hemos señalado, con las navegaciones transoceánicas, la apertura comercial de las sociedades europeas hacia el lejano Oriente y Amé- rica Latina y la consiguiente colonización.

10 Que se gesta a partir de la internacionalización y, desde el s. XX, permite engendrar organismos, empresas, movimientos cuya sede no está ni exclusiva, ni principalmente en una nación, favoreciendo la deslocalización de la producción y el abaratamiento de los costes.

11 En estos momentos, sólo pervive en las circunstancias que todos conocemos el régimen cubano.

12 GARCÍA CANCLINI, N.: La globalización imaginada, Barcelona, Paidós, (1ª reimpresión), 2000, p. 49.

13 Las Rondas del GATT y de su sucesora, la OMC, son buen ejemplo de ello.

14 En palabras de I. GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ: «la creciente internacionalización de las relaciones económicas, evidenciada y reforzada con las crisis de los años 70, desliga el capital de las ataduras de los poderes públicos nacionales», en «Globalización, Estado y Derecho Constitucional», A Distancia vol. 19, nº 2, Invierno 2001-2002, p. 18.

15 Las corrientes monetarias transnacionales dependen cada vez en menor medida de un sustrato material y más de los sistemas informáticos. U. BECK: ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas de la globalización, Barcelona, Paidós, 2000, p. 38.

16 Éstas aparecen cuando el volumen de producción Œescala del procesoŒ es suficientemente grande como para permitir que los costes unitarios de fabricación sean descendentes.

17 El dumping social refleja la situación en la que los mercados resultan invadidos con productos procedentes de países donde la clase trabajadora no disfruta de las condiciones de estándar mínimo recomendadas por organizaciones internacionales como la OIT.

18 LAFONTAINE, O. y MÜLLER, Ch.: No hay que tener miedo a la globalización. Bienestar y trabajo para todos, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 1998, p. 41.

19 La cita procede de U. BECK: Op. Cit. p. 91

20 Según O. LAFONTAINE y CH. MÜLLER, las razones del problema medioambiental generado por la globalización residen en la escasez relativa de energía y de mate- rias primas en relación a la mano de obra que no tiene su correspondiente reflejo en los precios de aquéllas (demasiado bajos). No hay que tener miedo a la globalización. Bienestar y trabajo para todos, Madrid, Biblioteca Nueva, 1998, p. 141.

21 CEPAL: Globalización y desarrollo, 2002, p. 285.

22 Recordemos, a este respecto, el Protocolo de Kyöto.

23 Así, mientras en 1946, después de la II Guerra Mundial había 74 países, hoy son cerca de 200. En este proceso han jugado un papel importante la descolonización de África (48 nuevos Estados) o el desmembramiento del imperio soviético (15 nuevos países), pero también la importancia del comercio y de las finanzas internacionales fruto de la globalización, que permite vivir a muchos otros que no disponen de otros recursos para ser autosuficientes. (DELA DEHESA, G.: La globalización económica y el futuro del Estado, VI Congreso Nacional de Economía, Alicante, 18-20 de febrero de 1999, p. 2).

24 VARELA PARACHE, M.: La globalización y sus aspectos institucionales, VI Congreso Nacional de Economía, Alicante, 18-20 de febrero de 1999, p. 11.

25 Un análisis más pormenorizado de las repercusiones del envío de remesas puede consultarse en NÚÑEZ SEIXAS, X. Mª: «Emigración de retorno y cambio social en la Península Ibérica», Migraciones y Exilios, nº 1, 2000, pp. 27-66.

26 Así, por ejemplo, según el FMI, El Salvador obtuvo en 1997 por esta vía más ingresos que los de las exportaciones o los de la ayuda internacional al desarrollo.

27 MARTÍNEZ VEIGA, U.: «Teorías sobre las migraciones», Migraciones y Exilios nº 1, 2000, pp. 13-14.

28 Sin embargo, ante esta cuestión no faltan algunas opiniones discrepantes que basan su argumento en el hecho de que «si la industrialización y la creación de una agricultura más comercializada favorecen el éxodo rural y éste la inmigración internacional, no se comprende muy bien que para frenar la emigración haya que ayudar al desarrollo de los países emisores (MARTÍNEZ VEIGA, U.: «Teorías sobre las migraciones», Migraciones y Exilios nº 1, 2000, p. 16).

29 GONZÁLEZ RUIZ, M.: «Migraciones y teoría social: algunas consideraciones», http: // laberinto.uma.es / Lab7Art2Mencia.htm

30 BADOSA, J. y SUBIRATS, J.: Sólo ante el peligro: el Ministerio del Interior o la falta de una política que afronta de manera integral y compartida el fenómeno migratorio en España, ejemplar folicopiado.

31 CARRASCO CARPIO, C.: Mercados de trabajo: los inmigrantes económicos, Madrid, IMSERSO, pp. 120-121.

32 SOLÉ, C.: «La irregularidad laboral de la inmigración extracomunitaria», Migraciones nº 1, 1997, p. 35.

33 CEPAL. Op. Cit. pp. 267-268.

34 CÍRCULO DE EMPRESARIOS, El fenómeno de la inmigración. Aportación a un debate, 2001, p. 68.

35 Esta es la orientación que se propone en la UE con la elaboración del denominado «Método abierto de coordinación» [COM (2001) 387 final]. Dicho método combina cuatro elementos: la elaboración de un régimen de asilo común basado en la aplicación íntegra del Convenio de Ginebra, la asociación con los países de origen con el fin de abordar los aspectos políticos, los derechos humanos y la cuestión del desarrollo en los países y regiones de origen y de tránsito, el tratamiento equitativo para los nacionales de los terceros países y la gestión más eficaz de los flujos migratorios.

36 Se dice que éstos pueden inundar los mercados (dumping) porque les resulta posible conseguir unos precios mucho menores como consecuencia de las abusivas condiciones de trabajo y de la ausencia de Estado de Bienestar.

37 LAFONTAINE, O. y MÜLLER, Ch.: Op. cit. p. 159.

38 BECK, U.: Op. cit. pp. 200-201.

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR