Migración de menores y delincuencia

AutorCésar Herrero Herrero
Cargo del AutorProfesor de Derecho Penal y Criminología
  1. CONSIDERACIONES PREVIAS

    En los Captulos anteriores de este estudio, ha sido abordada la delincuencia de menores en general. Ahora, vamos a analizar la misma cuestión, pero de forma más delimitada. Referida, únicamente, a los menores inmigrantes.

    Antes de iniciar, sin embargo, el asunto como tal, queremos hacer mención a algunos extremos como los siguientes: ¿Por qué emigran los menores? ¿Cuáles son las cifras, lo más aproximadas posible (si es que existen), de menores de entre 13 y 18 años que se encuentran, como emigrantes, en algunos de los países a que vamos a hacer referencia? Y lo que es más importante aquí y ahora: ¿Cuál es la aportación, de esa población extranjera de menores, a la delincuencia juvenil? A nuestra manera de ver, puede contestarse lo que sigue a las precedentes cuestiones.

    1ª ¿Por qué emigran los menores?

    La mayor parte de ellos emigran en seguimiento de sus mayores (padres, tutores, representantes legales...). Para éstos, las causas migratorias objetivas serían, por tanto, las de las personas a que siguen. Se suelen mencionar, generalmente, como factores impelentes ("push factors"): la evolución natural de las poblaciones, los cambios deseados respecto de las condiciones de vida, las depresiones económicas, la mala situación política. Delimitándose, con preferencia, el lugar de inmigración de acuerdo a previos vínculos históricos o tradicionales, similitud o igualdad idiomáticas. También: existencia, en los países de destino, de comunidades, ya establecidas, integradas por personas descendientes del país de origen de los ahora emigrantes. Y, en fin, el poderoso estímulo producido, respecto a algunos grupos humanos, por el bienestar económico, social y político de determinados países, que se convierten, así, en objetivos de apetencia migratoria.1

    Pero existen, además, grupos de menores inmigrantes que emprenden la aventura por iniciativa propia o forzados por terceras personas adultas, ajenas, o no, a vínculos de representación legal. ("Menores emigrantes no acompañados").2 ¿Cuáles son sus motivos o condicionamientos? En el primer supuesto (decisión personal), los niños vienen huyendo de sus países en guerra, o de ésta recién terminada. O de países donde la situación sociopolítica es de máxima tensión. De situaciones caracterizadas por la pobreza-exclusión. A veces, vienen huyendo de la persecución hasta el genocidio, padecida, a menudo, tan sólo por pertenecer a determinadas minorías étnicas, religiosas, sociales... Sin descartar, tampoco, que su marcha sea respuesta a disfunciones crónicas o sobrevenidas, de carácter económico, político o social, de menos gravedad que las anteriores. O, en fin, por desavenencias familiares permanentes. En todo caso, por representarse la emigración como el único, o casi único, remedio a la pobreza, a la inseguridad, a la perturbación emocional, a la orfandad, a la supervivencia.

    No raras veces esta emigración de menores se produce, como ya veremos, por la incidencia, coactiva o fraudulenta, de determinadas redes criminales o grupos mafiosos.3

    2ª Número, lo más aproximado posible, de menores emigrantes en España y en algunos países de nuestro entorno

    Para poder comparar, adecuadamente, las correlativas delincuencias de menores, la de los menores autóctonos del país de llegada con la de los menores emigrantes presentes en el mismo, además de barajar otras variantes de carácter más bien cualitativo (situación familiar, oferta y situación académica, privación relativa, sexo... de los sujetos activos) es preciso acceder al volumen demográfico de cada una de esas áreas (la autóctona y la inmigrante). ¿Es ello posible? Parece que, tan sólo, con alguna aproximación. Las Instituciones encargadas de llevar acabo este objetivo se encuentran con no pocos imponderables, debidos, sobre todo, al círculo de la "ilegalidad" en general (menores que acompañan a sus padres o tutores, que entran clandestinamente) y también a la ilegal "minoridad no acompañada" (menores emigrantes no acompañados). Son imponderables que imposibilitan saber, siquiera por aproximación, cuál sea el número de estos menores, migrantes clandestinos. No tener esto en cuenta distorsionaría la denominada "base estadística", el "índice de delitos" (= número de delitos por unidad de población), y se adulteraría, en su caso, cualquier comparación correlativa. Lo que se complica, aún más, cuando los Organismos responsables de la estadística demográfica no la realizan separando, nítidamente, por edades, los distintos vectores poblacionales de emigrantes "legales" existentes en un país.4

    3ª Aportación de la población extranjera de menores al conjunto de la delincuencia juvenil

    Es ésta la cuestión más directamente relevante desde una perspectiva criminológica. La podemos formular así: ¿Los menores emigrantes llevan a cabo más delitos que los autóctonos? ¿Existen factores específicos que impulsen a aquéllos a cometer más delitos o delitos "propios"? ¿Se trata, por el contrario, de una población en nada afectada por condicionamientos característicos desde el punto de vista delincuencial? ¿Atribuir a la población emigrante, por el hecho de serlo, una delincuencia ostensiblemente diferente por su mayor cantidad, intensidad u orientación, ha de ser considerado como fruto de estigma gratuitamente infligido? ¿Se debe a estereotipos consistentes, como A. SAYAD advierte, en que:Todo proceso al inmigrante delincuente es un proceso a la inmigración como sinónimo de delincuencia o, al menos, de fuente de delincuencia?

    A esas interrogantes vamos a tratar de responder a continuación. Pero adelantamos que no parece que el fenómeno de la inmigración haya de ser considerado, en cuanto tal, como criminógeno. ¿Por qué ? Porque los datos actuales, interpretados ponderadamente, no contradicen a trabajos que, bajo este mismo punto de vista, fueran elaborados, hace ya bastantes años, de la mano de autores como KINDLEBERG y STEINBERG. Efectivamente, según el primero: las estadísticas criminales de la Europa de la Segunda Postguerra no ponen de manifiesto que los inmigrantes hayan delinquido más, o más gravemente, que los autóctonos.5 Y a la misma conclusión llega el segundo, cuyo ámbito de investigación se extendía a U.S.A.6 Advierten ambos investigadores que, sin negar que existan periodos de mayor actividad delictiva por parte de la población extranjera, el atribuirle, por sistema, tal actividad, se deriva del escrupuloso y discriminado seguimiento que los "mass media" han realizado, y realizan, sobre el quehacer ilícito de la misma, adulterando, así, la percepción pública sobre éste.

    No conviene, tampoco, pasar por alto, desde este mismo punto de vista, las observaciones, más cercanas en el tiempo, de estudiosos como M.G. YEAGER y M. TOMRY. El primero ha analizado las relaciones entre inmigración y criminalidad durante el pasado siglo XX, en los países de Canadá, U.S.A., Australia y otros de Europa Continental. Según sus estudios, en Canadá, USA y Australia, la criminalidad de la primera generación de emigrantes habría sido menor que la de los nativos.

    En cuanto a las estadísticas oficiales europeas, parecerían sugerir, a primera vista, algo distinto. Ofrecen, en efecto, respecto de los emigrantes, mayores "ratios" de criminalidad y mayores cifras de encarcelamiento que los nativos. Pero ello no ha de acogerse como concluso. ¿ Por qué ? Porque estudios de delincuencia "autorrevelada" ("Selfreport studies") han venido a contradecir tales magnitudes. Y es que, cuando los controles se efectúan por edad y sexo, junto con otras características socioeconómicas, tales diferencias, contrarias a la población inmigrante, se difuminan.

    Todo lo anterior, como consecuencia, nos obliga, pues, a afirmar que no es la etnicidad o el "status" de inmigrante los que predisponen a delinquir, sino las características y situaciones perturbadoras del país anfitrión, incluyendo aquí la manera en que él procesa y criminaliza los comportamientos, y en las que se ven envueltos, al menos de forma mucho más intensa, los inmigrantes.7 Afectando, de manera particular, a los menores por su específica vulnerabilidad.

    M. TOMRY, por su parte, en sus estudios para el área anglosajona, concluye, al respecto, que: en un tiempo como el presente, caracterizado por los rápidos cambios económicos y sociales, muchas personas se sienten amenazadas e inseguras, atribuyendo la delincuencia correlativa, como a cabezas de turco, a minorías étnicas y a emigrantes. Como si raza y emigración fuesen factores predisponentes a la desviación y a la delincuencia.8 (Más tarde, volveremos sobre esta perspectiva).

    Vamos a ver, a continuación, si lo que acaba de exponerse es sostenible o insostenible.

  2. EXTENSIÓN Y ORIENTACIÓN DE LA DELINCUENCIA DE MENORES EMIGRANTES. LA NECE SARIA SEPARACIÓN EN GRUPOS

    Tanto las estadísticas oficiales como no pocos de los especialistas en la materia, pertenecientes a diversidad de países de nuestra área de cultura, insisten en la elevada participación de los menores en la actividad criminosa de sus correspondientes sociedades.9 E insisten, asimismo, que los menores inmigrantes constituyen, sobre el particular, una porción mayor que la representada por lo menores autóctonos. Así, por ejemplo, en España, el año 2000 (los años siguientes tampoco sufren cambios sustanciales en la tendencia) fueron detenidos por presunta infracción penal, según datos oficiales (estadística policial), 4.236 menores emigrantes, frente a 26.898 de menores nacionales. Es decir, respectivamente, el 4,23% de la población censada de menores emigrantes, frente al 0,33% de la población juvenil española. Representarían aquéllos el 15,7% de la delincuencia juvenil total, cifra proporcionalmente muy superior a la de su representación oficial demográfica en nuestro país.

    En idéntico periodo al anterior, en Italia, fueron denunciados por lesionar las leyes penales 27.000 menores italianos y 7.000 menores extranjeros. También, cifra muy representada teniendo en cuenta...

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