Mediación intergeneracional

AutorMª Ángeles Morado Fariña
Cargo del AutorLogopeda. Especialista en Mediación
Páginas113-136

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Introducción

El objetivo de este trabajo es el análisis de la resolución de conflictos intergeneracionales en el ámbito familiar, por lo que previamente se hace necesaria una revisión acerca del concepto de familia como concepto de desarrollo humano, primero desde una perspectiva comparada, histórica y finalmente actual; y por otra parte, con el fin de tener una mayor amplitud y perspectiva del marco en que se desarrolla la familia, se hace preciso entender también que vínculos de apego se van forjando entre sus miembros durante su evolución y desarrollo, que, en algunos núcleos, podrán llegar a tornarse en conflictos entre ellos.

Los seres humanos somos seres sociales cuyas necesidades e intereses dependen directa o indirectamente de quienes nos rodean. Esto hace que, cuando dos o más personas persiguen el mismo interés o intereses contrapuestos, y no es posible una colaboración, aparezcan los desacuerdos, y por tanto, conflictos. Pero siempre han existido formas de resolverlos y éstas han venido definidas por las diversas construcciones culturales e históricas que existen sobre el conflicto.

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Podríamos concebirlo como un obstáculo, dificultad en un proceso o, por el contrario, como una oportunidad para el cambio. También puede ser visto como una situación patológica en la que las partes comprometidas no tienen capacidad para tomar decisiones, o también como una situación dificultosa puede ser solucionada por sus protagonistas.

En nuestra cultura, el concepto de Justicia se entiende como un modelo de resolución de conflictos en el que las dos partes se enfrentan porque una tiene la razón y la otra no. Se ha demostrado que este modelo es ineficaz y que incluso tiende a intensificar la escala del problema.

La mediación parte de un modelo diferente: el conflicto es un oportunidad que puede provocar la aparición de nuevas posibilidades diferentes de las iniciales, peor con viabilidad y aceptables para todas las partes, en la medida en que son ellas mismas quienes las elaboran. La mediación, por tanto, no debería ser planteada únicamente como una alternativa a la justicia, sino también como un forma distinta de entenderla y ponerla en práctica facilitando su aplicación y reduciendo los efectos más perniciosos de un desacuerdo (Bautz, 1988).

La MEDIACIÓN FAMILIAR parte de un presupuesto esencial: las familias tienen recursos para tomar sus propias decisiones y, cuando éstos se bloquean temporalmente en una situación de crisis, es posible provocar su nueva puesta en funcionamiento evitando el largo camino de los procedimientos legales contenciosos, recuperando el control sobre la propia situación y sus consecuencias efectivas.

A través de la mediación, los conflictos familiares tienen un recurso de solución más rápido y menos invasivo y controlador que las normas legales que puedan llegar a sustituir a las familiares y generar así una interminable dependencia del sistema judicial.

En España, la implantación de la mediación es mucho más reciente que en el resto de Europa, (Coy, 1989; Bernal, 1992, 2002; Ripoll-Miller, 1993; Bustelo, 1993).

Un innegable signo pionero de evolución en este sentido fue el CODI de FAMILIA catalán (Llei 9/1998). A éste, sucedió la Ley de

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Mediación de Cataluña (2001). el resto de las Comunidades Autónomas han ido siguiendo esta pauta: Galicia (2001), C. Valenciana (2001), Islas Canarias (2003), Castilla-La Mancha (2005), Castilla y León (2006), Islas Baleares (2006), Comunidad de Madrid (2007) y Principado de Asturias (2007).

1. Definición y concepto de familia

Diversas formas de organización familiar son características de muy distintas especies de animales desde hace cientos de miles de años y, todo ello lleva a pensar que lo seguirán siendo en el futuro. Los artrópodos, los peces, los anfibios los reptiles, las aves, lo mamíferos, los primates no humanos y los humanos, todos ellos presentan formas de agrupamiento familiar, más o menos permanentes (Mit-chel y Silvely, 1984). Las distintas especies varían en función de la forma en que se agrupan, de su duración, que en algunos casos es transitoria y en otros más duradera, dependiendo de factores como la crianza y la disponibilidad de recursos naturales.

En el caso humano, es el tipo de agrupamiento familiar se basa no sólo en criterios de orden natural (disponibilidad de personas del otro sexo, necesidad de cooperación para sacar adelante a los hijos, etc.) sino también en razones de índole cultural (por ejemplo creencias religiosas o filosóficas, tradiciones transmitidas de generación en generación.

Así mismo, uno de los comportamientos que han sido objeto de estudio comparativo entre los primates no humanos y los humanos es la CONDUCTA DE APEGO.

Al igual que en los humanos, el apego en los primates tiene una función de supervivencia muy importante porque asegura la proximidad y la protección de los hijos durante el prolongado período de tiempo en que las crías requieren la asistencia protección directa de sus padres.

Estos lazos de apego son relativamente duraderos en lo que a la comparación con los humanos se refiere. De hecho, esa mayor per-

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durabilidad de los apegos en la familia humana, cumple una función transgeneracional que vincula a las familias de ascendencia con las de descendencia, y que está ausente en los primates no humanos: los padres del niño con sus abuelos y sus padres, los abuelos del niño con sus hijos y su nieto, el niño convertido en adulto y luego en padre con sus propios padres y con sus hijos, etc.

En suma, el apego es sin duda uno de los elementos más básicos y constituyentes de las relaciones familiares.

¿Dónde residen entonces las diferencias entre estas formas de agrupación familiar y las de los humanos?

Como ocurre con los primates en general, los humanos somos capaces de adaptarnos a ambientes y exigencias muy diferentes pero, a diferencia de los primates, somos capaces de crear nuevos entornos que obligan al desarrollo de una variedad de conductas y formas de organización social mucho más articuladas que las que normalmente se dan en otras especies.

La clave de las diferencias está en el carácter sociocultural de la estimulación y de los escenarios o habitats en los que transcurre la vida de la familia humana.

Otro rasgo comparativo que nos diferencia de los primates es que el papel fundamental de los padres no consiste sólo en asegurar la supervivencia de los hijos, sino también en su integración sociocultural en los escenarios y habitats de desarrollo. Además de alimentarlos y cuidarlos físicamente, los padres ponen en acción una serie de conductas que hacen posible el acceso de los bebés al diálogo, los símbolos y el lenguaje. Estas conductas interactivas de los padres van dirigidas a mantener con los hijos una estrecha comunicación -no verbal primero, verbal después- desde muy temprana edad.

Existe además una intencionalidad educativa en los padres humanos que no existe en los primates no humanos.

Finalmente, como consecuencia de la extraordinaria prolongación en el tiempo de las relaciones de dependencia, la intensidad, la individuación y la perdurabilidad de los lazos de apego se ven acentuadas en el caso humano, lo que debe entenderse en el contexto de un cerebro más complejo, de unas pautas de conducta más articula-

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das y de una tendencia a concentrar la vida familiar en el interior de unos confines especiales propios que promueven también una mayor intimidad y sentimiento de pertenencia mutuo que en los humanos adquiere un carácter transgeneracional.

Dentro ya de la familia humana, cabe señalar que las formas de organización de la misma han sufrido cambios históricos importantes.

El análisis que Reher (1996) ha hecho de la evolución de la familia en España desde el S.XVII hasta finales del S.XX, pone de manifiesto que parte de la diversidad que en la actualidad existe en la familia española tiene muy hondas raíces históricas. En realidad, como señala French (1995) buena parte de la diversidad familiar que ahora observamos en el mundo occidental, guarda estrechos paralelismos con la diversidad existente en las antiguas culturas mediterráneas que antecedieron en varios siglos a la era cristiana, particularmente en el viejo imperio romano.

El análisis de la familia y de la vida familiar en el Antiguo Egipto y Mesopotamia, así como en griegos y romanos muestra en efecto la importancia concedida desde muy antiguo a la vida familiar, a la valoración de la privacidad, las diferencias de roles entre hombres y mujeres, la regulación de las situaciones de separación, divorcio y de la edad del niño, todo ello bastante en consonancia con estas mismas cuestiones en la época contemporánea. Por lo demás, como demuestra French (1995) algunas familias invertían grandes esfuerzos e ilusiones en educar a sus hijos en cuestiones que consideraban importantes (entonces, como ahora, el desarrollo físico, intelectual de los hijos), en tanto otros padres hacían a sus hijos objeto de malos tratos, abandono o deprivaciones físicas y psicológicas. Por otra parte, volviendo a la familia española, y en referencia al S.XX (Reher - 1996), las grandes transformaciones se han ido acumulando a lo largo del siglo a medida que se han ido produciendo cambios en factores diversos.

En los últimos años la familia española ha conocido una serie de transformaciones de gran magnitud que afectan, no sólo a los aspectos demográficos (drástica disminución del n° de hijos, alargamiento de la vida de los padres y de la presencia de los hijos en el hogar fami-

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liar, con la consecuente postergación del matrimonio) sino...

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