Mediación familiar y custodia compartida: una mirada al presente que posibilita el mañana

AutorAntonio Lozano Martín - Mar Venegas
Páginas137-152

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Ver nota 25

1. Introducción

Dando continuidad al análisis planteado en el capítulo de Venegas y Lozano (2016) sobre el cambio en los modelos de familia hasta llegar al divorcio, el presente capítulo trata sobre qué son y qué beneficios proporcionan los Procesos de Mediación Familiar en las rupturas de pareja y, más concretamente, en los procedimientos de "custodia compartida" cuando existen hijos menores.

Cuando una pareja se separa no solo afecta a los dos miembros de dicha pareja sino que los hijos son también parte afectada ya que el modelo de relación familiar a partir de ese momento se modifica o transforma en un nuevo modelo de convivencia entre las partes, en el que el bienestar de los hijos debería de ser objetivo prioritario.

Según el Instituto Nacional de Estadística, en el año 2014 se produjeron en España 100.746 divorcios, en el 73,1 % de los casos la custodia de los hijos recayó sobre la madre, en el 5,3 % sobre el padre y en el 21,2% fue compartida. En los Tribunales de Familia se le suele atribuir dicha custodia a la madre por defecto. Es por ello que se reclama por parte de los progenitores no custodios una ley de custodia compartida que dé igualdad de condiciones a los dos progenitores, ley que a nivel nacional no existe aún (sólo un anteproyecto de Ley), aunque sí se han promulga-

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do leyes que dan preferencia a la custodia compartida en distintas Comunidades Autónomas como son Aragón, Valencia, Cataluña, Navarra y el País Vasco.

En todas ellas se insta a los Padres/Madres a que establezcan una serie de acuerdos acerca de qué tareas va a llevar a cabo cada uno, así la reforma legal catalana habla de establecer, en los casos que no hay divorcio de mutuo acuerdo, un sistema que denomina "responsabilidad parental compartida". La normativa exige que los padres preparen un plan de parentalidad independientemente de si hay acuerdo entre las partes o no. Es un proyecto por escrito que se tiene que mostrar al juez en el que se explica cómo van a desempeñar sus responsabilidades, de qué forma se pondrán de acuerdo y tomarán decisiones en asunto relevantes y qué tareas podrá realizar cada uno.

El código civil establece el Plan de parentalidad (art. 233-9) "como un instrumento para ordenar las cuestiones principales que afectan a los hijos ante la separación de los progenitores". No obliga a un tipo de organización, sin embargo exhorta a los padres a determinar ellos mismos los detalles y la logística así como el cuidado de sus hijos. Es fundamental que todas las partes participen, es decir los abogados de los padres, psiquiatras y trabajadores sociales para centrar todos los asuntos antes de iniciar el procedimiento.

Es en este contexto en el que cobran especial relevancia los Procesos de Mediación Familiar, con el fin de establecer de forma pacífica y equilibrada aquellos acuerdos que beneficien la interacción padres e hijos.

Así pues, comenzaremos analizando en qué consisten los conflictos, cuál es su naturaleza y dinámica, para posteriormente exponer en qué consisten los procesos de mediación y qué ventajas aportan a las rupturas matrimoniales en general y, en el caso de que haya hijos menores, qué ventajas aportan en los casos de solicitud de custodia compartida por parte de alguno de los progenitores.

2. ¿y ahora qué?: el conflicto en el ámbito familiar

Hay momentos a lo largo de nuestra vida en que debemos enfrentarnos a la pregunta de ¿y ahora qué? Es una pregunta que, bajo su aparente simplicidad, suele llevar aparejada una fuerte carga emocional, ya que su respuesta implica necesariamente tener que tomar decisiones de forma consciente. Todos los días, y casi constantemente a lo largo del día, estamos tomando decisiones, sólo que lo hacemos de un modo inconsciente, mecánico. Decidimos la ropa que nos ponemos para ir a trabajar, la comida que comeremos, con quién nos relacionaremos ese día, quién lleva a los hijos a la escuela, quién los recoge, también tomamos decisiones en nuestro trabajo en función del puesto que desempeñemos, etc... Es lo que podría-

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mos llamar las "rutinas de lo cotidiano". Las personas necesitamos de esas rutinas en nuestro día a día con el fin de facilitarnos desde un punto de vista psicológico, y también pragmático, las tareas diarias, de modo que podemos evitar el desgaste que tanto psicológica como emocionalmente nos supondría tener que estar plan-teándonos en cada momento qué hacer ante cada situación que se nos presentará.

Sin embargo, hay momentos puntuales a lo largo de nuestra vida ante situaciones concretas en los que nuestra acción queda paralizada, nos quedamos sin saber qué hacer ni cómo reaccionar sumidos en el desconcierto. Es en estos momentos en los que ineludiblemente debemos enfrentarnos a la pregunta ¿Y ahora qué? Esta pregunta nos saca de nuestras "rutinas", de nuestro "círculo de confort", donde todo está ordenado ocupando un lugar determinado, sintiéndonos seguros y dueños del control de la situación, para lanzarnos hacia adelante, a lo incierto, a lo desconocido, provocándonos sentimientos de angustia, miedo y desconcierto.

El sociólogo norteamericano Alvin Toffler acuña el término "shock del futuro" para referirse al desconcierto que el cambio social provoca en el individuo cuando se encuentra fuera de sus marcos culturales habituales y, sobre todo, cuando este cambio se produce de una forma acelerada, ya que se pierde la posibilidad, el consuelo psicológico, de poder volver a dichos marcos, por lo que los individuos se ven abocados a lidiar con la incertidumbre del futuro. Si trasladamos a la esfera íntima y cotidiana de las personas el concepto de Toffler podríamos observar cómo cuando nos encontramos en una situación de conflicto, éste provoca desconcierto en los individuos al encontrarse fuera de sus referencias habituales.

Cuando consultamos el Diccionario de la Real Academia Española, la definición que sobre conflicto nos ofrece es la siguiente en sus distintas acepciones:

  1. m. Combate, lucha, pelea. U. t. en sent. Fig.

  2. m. Enfrentamiento armado.

  3. m. Apuro, situación desgraciada y de difícil salida.

  4. m. Problema, cuestión, materia de discusión.

  5. m. Psicol. Coexistencia de tendencias contradictorias en el individuo, capaces de generar angustia y trastornos neuróticos.

  6. m. desús. Momento en que la batalla es más dura y violenta.

Podemos apreciar cómo en casi todas las acepciones que el diccionario nos da existen connotaciones de carácter negativo. De igual modo, si nos dirigiéramos a un grupo de personas y les preguntáramos qué emociones o sensaciones les causa la palabra conflicto, con total seguridad la mayoría de ellas nos proporcionaría sensaciones, emociones y palabras de marcado carácter negativo (y, en el mejor de los casos, neutro), entre las que encontraríamos ira, miedo, frustración, enfado, in-

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dignación, desgracia, etc. "Esto puede indicar que la mayoría de nosotros nos acercamos al conflicto con una actitud negativa u opiniones que nos dicen que el conflicto es malo y que causa dolor, estrés, temor y relaciones amargas" (Alzate, 2007: 38). Este tipo de actitudes negativas suelen venir determinadas por las experiencias personales del pasado cuando nos hemos tenido que manejar en situaciones conflictivas, y por el propio contexto social donde tanto en la familia como en la escuela, o a través de la prensa o la televisión, hemos ido recibiendo percepciones negativas sobre el conflicto, que poco a poco han ido forjando dichas actitudes y creencias en torno al mismo, y de ahí que nuestras respuestas sean ésas y no otras.

En el caso del conflicto dentro del ámbito familiar, aunque se comporta del mismo modo que en el resto de los ámbitos, podríamos decir, tal como afirma Alzate (2008), que tiene como característica esencial que es el más personal de todos los conflictos ya que las personas, en general, viven fundamentalmente ligadas a la familia. Por otro lado, también podemos afirmar que este carácter íntimo es el que le confiere un fuerte carácter emocional que en otro tipo de conflictos es más débil.

2.1. Elementos que conforman los conflictos

Podemos destacar tres elementos importantes que interactúan entre ellos al mismo tiempo que de forma continua y constante, y que son los que configuran los conflictos, a saber: las personas, el proceso y el problema (García, 2006; De Diego y Guillén, 2008; Fernández y Ortiz, 2008).

  1. Las Personas

    A la hora de afrontar un conflicto es necesario conocer quiénes son las personas que se encuentran implicadas en el mismo y qué papel desempeña cada una de ellas. Quiénes son los que se encuentran directamente implicados y si hay algunos que lo están de forma indirecta, es decir, los protagonistas principales y los protagonistas secundarios, y qué intereses puede tener cada uno de ellos en la solución o no del conflicto.

    Para Fernández y Ortiz (2008:35) en los datos relativos a las personas hay que tener en cuenta: el poder: "la capacidad de influencia de los protagonistas", ya que la relación entre los mismos puede ser desigual; la percepción del problema: ya que para una parte el problema puede ser más importante que para la otra; las emociones y sentimientos: qué siente y qué emociones experimenta cada una de las partes ante el conflicto; peticiones iniciales: qué es lo que dice cada una de las partes que quiere y cuáles son sus objetivos; valores y principios: "sería la posición filosófica sobre la que descansa nuestra ideología y los elementos de nuestra propia cultura";

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    y, por último, intereses y...

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