Mediación familiar. Ámbitos de aplicación

AutorFrancisco L. Hidalgo Mena
Cargo del AutorTerapeuta y Mediador Familiar
Páginas639-673
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1. INTRODUCCIÓN
En los siguientes temas, el alumno trabajará la realidad que acontece en los
procedimientos de Mediación Familiar desde la práctica más conocida y
extendida, como es en la resolución de conflictos de separación
matrimonial, y tras el divorcio, no siendo éste el único marco donde poder
aplicar las tecnologías propias de este sistema.
A lo largo del tema vamos a acercarnos a la importancia que tiene la identidad y la
forma como concebimos la familia, para ver en la mediación familiar un
instrumento al servicio de quien tiene que encarar reformas en su organización
para atender y resolver cuantos retos le brinda el día a día. Nos proponemos
hacer una lectura extensiva de la Mediación Familiar, atendiendo a las
propiedades que tiene este instrumento en manos de la familia en una sociedad
democrática, cuya principal característica, en común con la familia, consiste en la
capacidad de renovar las reglas de relación, de apertura de las mismas, y el
potencial creativo que ello genera. Los sistemas de mediación, en general,
comportan una mayor implicación del individuo dentro de una sociedad cada vez
menos determinista.
La mayor participación del individuo en su medio reporta una identidad social más
libre, propicia el compromiso de un mayor protagonismo de la persona en su
entorno. Por ello, partiendo del cultivo de la identidad personal dentro de los
distintos grupos donde se desenvuelve el ser humano, se abren muchas vías de
acción para la mejora de las relaciones sociales. Lejos de corsés restrictivos en la
capacidad de crecimiento, la sociedad democrática inocula su dinámica en todos
los grupos sociales, fomentando los sistemas de participación e implicación social
y la Mediación puede ser un instrumento para ello.
Comenzaremos haciendo un recorrido por la identidad individual, para adentrarnos
en los elementos que hacen del individuo el protagonista de su hacer. Como dice
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Michel Foucault en su obra Tecnologías del Yo (1.991), las tecnologías “permiten
a los individuos efectuar por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número
de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta, o cualquier
forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de
alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad”.
El individuo a través de la relación con el mundo se trasciende a sí mismo, y la
conciencia de ello le lleva a perseguir aquello que le identifica como tal frente a los
demás, por esto es responsable necesariamente de aquello que realiza y
desarrolla dentro del curso que demarca sus propias conductas.
La identidad personal, construida desde el “yo”, nos sitúa en un juego de
dominaciones y poderes que son la consecuencia de la búsqueda y el
conocimiento del sí mismo, principal dinamizador de las actitudes en el mundo de
las relaciones con nuestros semejantes. La idea de individuo e identidad se
funden para descubrirse como personalidad singular que gobierna los deseos, los
intereses y las decisiones sobre lo que desarrollamos cualquier compromiso.
2. EL CONFLICTO EN LA FAMILIA
Con la tradición cristiana característica de Occidente, la familia ha estado investida
hasta mediados del siglo XX de un idealismo que no se correspondía con la realidad,
la cual le atribuía a esta institución cualidades que no siempre se deducían “per se”,
como la normalidad comportamental, la estabilidad, la armonía o el equilibrio
emocional. Los supuestos de situaciones conflictivas estaban centrados en las
características personales del individuo y no en las relaciones familiares. La bondad o
maldad, así como la enfermedad y la salud se centra en la persona, siendo la familia
un receptor inactivo, o pasivo, de estas situaciones o características de sus
miembros.
Los estudios sobre la violencia en la familia, así como de las enfermedades psico–
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somáticas desvelan que las relaciones internas, la capacidad de transmitir seguridad,
el juego de poderes entre los miembros más significativos, inciden en la salud
afectando de forma determinante a todos los miembros que la componen.
Son distintos los autores que, trabajando sobre la teoría del conflicto en la familia,
llegan a conclusiones dispares. Unos han considerado éste como resultado de la
implicación familiar en procesos sociales más amplios, los cuales han mermado los
recursos personales y familiares en la organización de la convivencia. Estas teorías
contemplan la familia como entidad vertebrada a través de sus miembros, los cuales
constituyen una red con otras entidades, que procesan conflictos en las relaciones
internas.
Otra corriente ha crecido desde los presupuestos de la falta de recursos de
naturaleza afectiva en la familia, siendo el conflicto en este sentido, el animador del
cambio en las relaciones, propiciando así coaliciones que conducen a la cooperación
o a la competencia entre sus miembros.
Para cualquiera de las posturas que desarrollan los distintos teóricos, el
conflicto es siempre fruto de la interacción y da como resultado el
restablecimiento de un nuevo orden en las relaciones, sea entre grupos o entre
individuos. En el primero de los supuestos el conflicto contribuye a disponer la
relación de acuerdo con la redistribución del poder entre los grupos intra y extra
familiares, y en el segundo a un nuevo estatus entre los miembros.
De E. Gracia y G. Musitu (2000: 110), tomamos un texto de Farrington y Chertok
(1.993) quienes proponen abordar el conflicto familiar desde los intereses que
implican a los distintos miembros de la familia para recomponer las propias
expectativas personales; así dice: El conflicto familiar se considera como
completamente consistente con la naturaleza del actor individual, de la naturaleza de
la familia, y la naturaleza de la vida social en general. Se reconoce que el conflicto
intrafamiliar, con cierta frecuencia, se manifiesta en las unidades familiares

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