Mariano Baena del Alcázar: una vida al servicio del Estado

AutorAlberto Moreno de Tejada Clemente de Diego
Páginas123-141

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1. Rasgos biográficos

Mariano Baena nació en Granada en 1937. Es el segundo hijo de cuatro hermanos, tres varones y una mujer, que es la mayor. Vivió en Granada hasta los trece años. Al fallecer su padre, la familia se trasladó a Málaga a vivir con los abuelos maternos. Su padre era médico oftalmólogo. Llevaba una vida un poco despegada de la familia y su influencia sobre él no fue muy grande. En Granada estudió en el colegio de los Padres Escolapios. La calidad de la enseñanza era buena aunque existía una disciplina muy rígida que incluía el castigo físico. La congregación la creó su fundador para la enseñanza gratuita a niños pobres. El colegio tenía doce cursos de enseñanza pagada y tres de enseñanza gratuita. No se trataban los alumnos de pago con los de no pago. Los maestros, en su conjunto, eran bastante buenos. Los profesores eran sacerdotes que tenían estudios o eran catedráticos de instituto o personas licenciadas con la carrera recién terminada. Sacó las máximas calificaciones en todas las asignaturas salvo en dibujo.

En Málaga acudió al colegio de los Agustinos, donde terminó el bachillerato. Sus calificaciones, aun siendo buenas, no llegaron al nivel de las obtenidas en los Escolapios. La vida familiar en Málaga transcurrió en casa de los abuelos. Su abuelo era militar e intentó imponer una férrea disciplina «contradicha en lo posible, planteando altercados pero nunca de extrema gravedad» (Baena, entrevista, 2009). La persona que mayor influencia ejerció sobre él fue su madre (Ibidem, 2009). Tenían una convivencia completa, diaria y continua. «Ella, al ser viuda, la persona a la que se confiaba era a mí, que era su hijo mayor» (Ibidem, 2009). Su madre tenía unas profundas creencias religiosas. «Esto es un punto muy importante, mi madre tenía unas profundas creencias religiosas, nos educó en una religiosidad bastante severa e incluso desde el punto de vista del sexo; pero también era una persona muy piadosa; en ese sentido, no solo tuve la educación religiosa de los dos colegios, sino también la influencia materna que es muy grande» (Ibidem, 2009). Fue un apasionado lector, sobre todo a partir de los quince años. Aunque en su casa no había muchos libros y existían

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limitaciones para acceder a determinadas obras, acumuló un bagaje de lecturas bastante excepcional para aquellos tiempos. «Todo lo que me interesaba en historia o literatura lo leí en austral, pero leí muchísimas más cosas. En la biblioteca pública de Málaga, comprando en la escasa medida de mi capacidad económica, alquilando libros. En el colegio mayor de Granada, rápidamente conseguí que me encargaran de mantenedor de la biblioteca». Leía sobre literatura, historia, religión y filosofía. Escribió poesía y tuvo sus pretensiones literarias (Ibidem, 2009).

Cuando terminó el bachillerato, hizo una escapada a un noviciado de Getafe con la intención de hacerse escolapio. Solo duró veinte días. Eso provocó que no pudiera pedir becas para estudiar en la universidad por haber transcurrido los plazos para solicitarlas, puesto que la estancia en Getafe fue en septiembre. Tuvo que pasar ese año en Málaga, estudiando por su cuenta. La decisión de estudiar derecho en la Universidad de Granada vino forzada por su abuelo, que quería que el mayor de los varones ganase dinero cuanto antes y colaborase en el mantenimiento de la familia. «Mi auténtica vocación, pues, hubiera sido estudiar filosofía y letras y sobre todo literatura, pero entonces el que estudiaba literatura no tenía más salida profesional que profesor de instituto en una época en que todavía la posguerra estaba relativamente próxima. Pocos años después de la guerra se habían llenado en masa los institutos que habían estado vacíos, las oposiciones estaban dificilísimas; total, que la única manera de estudiar algo que permitiera ganar dinero relativamente pronto era estudiar Derecho» (Ibidem, 2009). Le concedieron una beca para alojarse en el colegio mayor Isabel la Católica. Recuerda la vida universitaria en Granada como muy activa desde el punto de vista intelectual. En los últimos cursos de la carrera disfrutó de la enorme oferta cultural de Granada. Participó en ejercicios espirituales de lo más progresivos desde el punto de vista del estudio del Evangelio, menos pegados a la religión tradicional; en círculos de conferencias sobre filosofía, conciertos, cursos sobre novela de distintos países europeos y de EE.UU... En cuanto a la carrera de Derecho se distinguía lo que era rutina y lo que era verdadera ciencia y conocimiento. «Entre los catedráticos de Granada, había desde verdaderos maestros que eran auténticas joyas hasta parientes de alguien de la burguesía local que habían llegado a fuerza de años a tener una plaza en propiedad. Yo mencionaría a Luis Sánchez Agesta1, catedrático de Derecho Político y Constitucional; también tuvo influencia en mí, aunque me dio clase solo unos pocos meses, el recientemente fallecido Manuel Díaz de Velasco2y otra persona fue el catedrático de Historia del Derecho Rafael Gibert y Sánchez de la Vega» (Ibidem, 2009). Se licenció con un buen expediente académico con mayoría de

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matrículas y sobresalientes. Reconoce que el derecho no le gustó pero que llegó a la convicción de que estudiando Derecho uno podía alcanzar a comprender cómo funcionaba la sociedad y eso sí lo valoró.

En el cuarto curso de Derecho, junto con otros compañeros3con buenos expedientes, decidió preparar oposición a cátedra de universidad. Un catedrático le recomendó ir a trabajar a Oviedo como ayudante de otro catedrático recién ingresado, con la idea de que los grandes maestros de Madrid no le iban a hacer caso y que, en cambio, con una persona joven, iba a poder convivir con él continuamente. De modo que, con graves dificultades para obtener dinero de la familia, se fue a Oviedo. Tuvo que hacer las prácticas de la milicia universitaria que debido a un problema burocrático acabó realizando en Figueras, Gerona. En el fondo fue un golpe de suerte porque se sintió muy a gusto con la gente de allí. El catedrático de Oviedo no le tramitó una solicitud para una beca como ayudante de cátedra de universidad, por lo que, cuando volvió, le comunicó que sin medios económicos no podía preparar oposiciones a cátedra. Le aconsejó preparar una oposición a secretario de Ayuntamiento, y después, una vez ganada, hacer una tesis doctoral y presentarse a oposiciones a catedrático. Regresó a Málaga, preparó oposiciones a secretario de Administración Local con un compañero, Federico Romero Hernández, que se jubiló como secretario del Ayuntamiento de Málaga y fue además profesor titular de la universidad. Al poco tiempo, recibió un aviso de un amigo de Madrid diciéndole que se habían convocado lo que entonces eran las oposiciones de técnicos de Administración de los ministerios. Cambió de proyecto profesional y empezó a prepararlas en el verano del año 60. Vino a Madrid con una beca de estancia en el colegio mayor César Carlos y, en primavera del 61, ganó la oposición a técnico de la Administración.

Conoció a su mujer en 1963 y se casó a los pocos meses. «Ella preparaba una oposición, yo era su profesor, suspendió y nos casamos» (Ibidem, 2009). Es licenciada en Derecho y trabajó en el Centro de Investigaciones Científicas. La convivencia con ella es muy fácil. Se educó en Madrid en un colegio de monjas francesas. Admira en ella su bondad y facilidad de trato con gente de cualquier condición.

Como técnico de Administración estuvo destinado en la Secretaría General Técnica del Ministerio de Comercio. Entonces la legislación de compatibilidades admitía ser funcionario y dar clase en la universidad. Ingresó en la Administración en abril de 1961 y ya en el curso 61/62 fue profesor ayudante de Fernando Garrido Falla4, catedrático de Derecho Administrativo en la Facultad

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de Ciencias Políticas de la UCM, al que considera su maestro. Entre 1961 y 1971, que fue cuando ganó la cátedra en la Universidad de Valencia, ejerció simultáneamente como técnico de Administración Civil del Ministerio de Comercio y profesor ayudante en la facultad de Ciencias Políticas. En el ministerio estuvo destinado en la Secretaría General Técnica, salvo dos años que pasó en la Dirección General de Comercio Exterior. En 1971 obtuvo la cátedra de Derecho Administrativo en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Valencia. Fue secretario general de esa Universidad desde febrero de 1972 hasta octubre del mismo año, en el que se produjo el cese del rector que le había nombrado por desavenencias con la política del Ministerio. Renunció al puesto de secretario general y se centró en la cátedra. En 1974 fue propuesto por José Antonio García Trevijano como director de la Escuela Nacional de Administración Local. Se trasladó a Madrid y permaneció en el puesto hasta 1977. Durante este período dio clases de manera ocasional en la Facultad de Ciencias Políticas y desempeñó el puesto de subdirector del Colegio San Pablo CEU. Ocupó, finalmente, la cátedra de Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho de Valladolid. En 1980 fue nombrado secretario general técnico del Ministerio de la Presidencia y en 1981 presidente del INAP. En diciembre de 1982 abandonó este puesto y, poco tiempo después, ocupó la primera cátedra de Ciencia de la Administración en España en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM. Permaneció en su cátedra y como director del...

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