Marginación y pobreza

AutorMargarita Campoy Lozar.
Páginas67-82

Cuando, en 1928, Robert Park publica

su artículo «La migración humana y

el hombre marginal», aparecido en

el volumen XXXIII del American Journal of

Sociology, entra en escena un concepto que

habrá de tener, posteriormente, una larga

trayectoria en el análisis de ciertos fenómenos

característicos de la sociedad moderna.

Hay que advertir, sin embargo, desde el primer

momento, que sólo a través de un amplio

proceso de extensión y dispersión semántica,

llegará a tener las connotaciones con las que

actualmente se emplea.

Las referencias usuales al artículo de

Park que acabamos de citar, suelen aludir al

hecho de que, a consecuencia de la emigración,

surgen híbridos culturales que son el

fruto de la fusión de formas de vida y de tradiciones

de dos pueblos distintos. No obstante,

el punto de partida de las tesis de Park

remite a un tema de gran calado: lo que a él

le preocupa es la discusión de las principales

doctrinas que intentan explicar, a partir de

una causa dominante, las diferencias culturales

que existen entre las razas y los pueblos.

De Montesquieu se deriva la escuela que

pretende explicar tales diferencias a partir

de las peculiaridades del clima y del contorno

físico. De igual modo, será Gobineau (La

desigualdad de las razas humanas), el punto

de partida de la escuela que atribuye las diferencias

culturales a rasgos innatos de las

razas, transmitidos por herencia biológica.

Pero a Park le resulta más atractiva, por

atenerse mejor a la enorme diversidad de los

hechos de experiencia y permitir la explicación

de un número mucho mayor de situaciones,

la que él llama «teoría catastrófica de la

civilización», que tendría su origen en Hume,

en Inglaterra y en Turgot, en Francia. Según

tal teoría, más importante que las razas y la

conservación de sus rasgos, será el contraste,

la mezcla, incluso el antagonismo entre las

mismas. En este contexto da entrada Park al

tema de los movimientos migratorios, junto

con las guerras y las revoluciones.

Pero para él 'pensador de una sociedad

formada por poblaciones de aluvión-, la emigración

tiene una importancia especial y no

debe ser estudiada únicamente en sus aspectos

más gruesos y externos, que se refieren a

los cambios en la moral y en las costumbres,

sino que debe ser enfocada, también, en sus

aspectos subjetivos. Esto es, será necesario

prestar atención a los cambios que la emigración

introduce en los tipos de personalidad.

Cuando la organización de la sociedad

tradicional 'dice Park' se rompe como

resultado del contacto y colisión con una

nueva cultura invasora, el efecto es, por

así decirlo, la emancipación del individuo.

Las energías que antes estaban controladas

por las costumbres y las tradiciones se

liberan

.

67 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

Marginación y pobreza

MARGARITA CAMPOY LOZAR *

* Profesora de SociologÌa. Universidad Complutense.

El resultado es la emancipación del individuo

que, de algún modo, se convierte en extranjero

y cosmopolita, ocupando la secularización

el lugar de la antigua mentalidad

sagrada. Obvio es decir que, en este punto,

aparece la referencia a Simmel 'su antiguo

maestro', por lo que se refiere al estudio del

extranjero y, junto a ella, el análisis, todavía

embrionario, del judío que abandona el gueto.

En esta primera elaboración del concepto de

hombre marginal

destacan los siguientes

rasgos: se trata de un hombre que, a consecuencia

de la emigración, se encuentra entre

dos razas, pueblos y/o culturas, emancipado

respecto de la suya y libre frente a la nueva

y, por tanto, en una peculiar situación de relativa

independencia, que puede estimular la

aparición de respuestas creadoras.

Tres años más tarde, en 1931, volverá Park

sobre «el hombre marginal», en su artículo

Personalidad y conflicto cultural

, afirmando

ahora que el hombre marginal típico es la

persona con herencia racial mezclada.

Pero mayor importancia tiene la aparición,

en 1937, del libro de E. V. Stonequist,

El hombre marginal 1, dedicado al desarrollo

e ilustración del concepto acuñado por Park.

Precisamente, en la «Introducción» a dicho libro,

hace Park especial hincapié en los efectos

desorganizadores de la marginalidad:

El hombre marginal ..., dice, es aquel a

quien el destino ha condenado a vivir en

dos sociedades y en dos culturas, no meramente

distintas, sino antagónicas

.

Stonequist, por su parte, caracterizará y

ejemplificará cuatro tipos de hombre marginal:

el emigrante extranjero, el emigrante de

segunda generación, el judío emancipado del

ghetto y el mestizo. También menciona otros

tipos de marginalidad, como el parvenu, el

desclasado, el emigrante del campo a la ciudad

y la mujer que asume papeles nuevos,

pero apenas si dedica atención a estos casos.

La introducción del concepto de «hombre

marginal» por Park y su desarrollo efectivo

por Stonequist, permitirá, como analiza

Martín López 2, a Barber y Merton, precisar

uno de los significados de la ambivalencia sociológica,

la que surge en quienes han vivido

en dos o más sociedades, viniendo a orientarse

por valores diferentes; es decir, un caso típico

de doble socialización, cuyo ejemplo más

ilustrativo resultan ser los emigrantes.

La reconsideración, a la luz de la teoría

del hombre marginal, de los estudios que

Thomas y Znaniecki habían publicado, en

1918, sobre El campesino polaco en Europa y

en América 3, tuvo como consecuencia que, en

los años siguientes a la publicación del libro

de Stonequist, se centrara la atención de los

sociólogos sobre la segunda generación de los

emigrantes, como el grupo marginal más distintivo.

Favorecían esta caracterización datos

como el índice de criminalidad, relativamente

alto; la desorganización de las

familias y las perturbaciones emocionales de

los individuos.

Las investigaciones posteriores tendieron

a poner de relieve que la marginalidad no está

conectada intrínsecamente con situaciones

étnicas y raciales, que lleven aparejada

la subordinación. Así, Golovensky, en un artículo

publicado en Social Forces en 19524

critica las connotaciones evaluativas de la

marginalidad y el hecho de que el término se

aplique restrictivamente a los grupos étnicos,

cuando en una sociedad pluralista y

compleja existen otros muchos tipos de hombre

marginal. En el mismo sentido, apuntan

las críticas de A. W. Green 5 , quien muestra

cómo el análisis interno descubre variables

analíticas olvidadas por Stonequist. Así, el

ESTUDIOS

68 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

1 CHARLES SCRIBNER¥S Sons, New York, 1937.

2 Cf. Diccionario de las Ciencias Sociales, Instituto

de Estudios PolÌticos, Madrid, 1975.

3 BAGDER, Boston, 1918.

4 ´The Marginal Man Concept, An Analysis and Critique

ª, vol. 30, 1951-1952.

5 ´A Re-examination of the Marginal Man Concept,

Social Forces, vol. 26, 1947-1948.

monto del conflicto cultural, los esfuerzos por

salirse del grupo étnico y los factores situacionales

de rechazo.

Más recientemente el concepto de marginalidad

se ha aplicado a miembros de los

más diversos grupos y estratos sociales, como,

por ejemplo, en los estudios de David

Riesmann6.

Mas, como hemos adelantado al principio

de esta exposición, ha sido necesario un notable

desplazamiento semántico para llegar

a las acepciones que actualmente reviste, en

Sociología, el término marginalidad. No deja

de ser significativo que el Diccionario de la

Real Academia de la Lengua Española, de la

palabra «marginación» sólo refiera como significado

la 'acción y el efecto de marginar'.

Ahora bien, el verbo «marginar» incluye, como

una de sus acepciones, la de «preterir a

alguien, dejarlo al margen de alguna actividad,

prescindir o hacer caso omiso de alguien

», además de la de «poner o dejar a una

persona o grupo en condiciones sociales de

inferioridad». A lo cual hay que añadir la locución

adverbial «al margen», que se emplea

para «indicar que una persona o cosa no tiene

intervención en el asunto de que se trata».

Estas definiciones de uso coinciden en señalar

la existencia de dos mundos, personales o

grupales, que en parte coinciden y en parte

no, produciéndose la separación y el distanciamiento

de los miembros de uno de ellos,

por obra del otro, quienes, de ese modo, quedan

en situaciones de inferioridad social o

cultural. Un uso figurado del término «margen

», como «ocasión, oportunidad, holgura,

espacio para un acto o suceso», deja la puerta

abierta para incluir cierto tipo de marginalidad,

producto del «derecho a la disidencia»,

que aparece en las sociedades económicamente

desarrolladas e ideológicamente plurales.

En sentido próximo a las definiciones de

uso se mueven los intentos de conceptualización

de dos sociólogos: Gino Germani 7 y Valverde

Molina 8.

Con Gino Germani podemos definir la

marginalidad como «la falta de participación

de individuos y grupos en aquellas esferas en

las que de acuerdo con determinados criterios

les correspondería participar o deberían

participar».

Valverde Molina define como marginal

aquel individuo que por algún motivo y en un

área más o menos concreta se encuentra al

margen de la «normalidad» de un grupo. Con

este autor, el concepto de marginación social

cobra algunas precisiones. En primer lugar,

se exige la referencia a un grupo concreto, ya

que el individuo marginado revela una carencia

con respecto a las demandas de ese

grupo. De otra parte, tal grupo de referencia

es normativo, ya que establece pautas de

conducta que serán consideradas normales.

Igualmente, el grupo habrá de disponer, por

imprecisa que sea, de una estructura de poder

desde el cual conceptualizar al marginado

en función de la distancia que guarde con

el grupo normativo. Por último, la marginación

equivale a una situación en la que se en-

MARGARITA CAMPOY LOZAR

69 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

6 DAVID RIESMANN en Individualismo, marginalidad y

cultura popular (PaidÛs, Buenos Aires, 1954), lamenta

que la actitud sociolÛgica predominante hacia la marginaciÛn,

sea de desagrado y aÒoranza, como si en los sistemas

sociales del pasado cada cual estuviera arraigado

y que, por lo tanto, sÛlo tienda a considerar los aspectos

negativos de la misma. Se asemejarÌan asÌ los problemas

de la marginaciÛn con la alineaciÛn. Una profundizaciÛn

sobre esta atractiva cuestiÛn puede verse en nuestro

trabajo ´Alteraciones organizativas producidas por

el cambio social: la marginaciÛn socialª, en: Cuadernos

de Trabajo Social, 8 (1995), pp. 34-37 y en la que probablemente

resulte la obra m·s cÈlebre de Riesmann,

La muchedumbre solitaria (PaidÛs, Buenos Aires, 1964),

donde queda de manifiesto que la generalizaciÛn del

´hombre dirigido por otrosª podrÌa expandir la aspiraciÛn

a ser diferente, ausente en otras Èpocas en las que

la conformidad era m·s rÌgida.

7 El concepto de marginalidad, Nueva VisiÛn, Buenos

Aires, 1973.

8 El proceso de inadaptaciÛn, Popular, Madrid,

1988.

cuentra el individuo de forma pasiva, sin que

intervengan, por lo general, su propia decisión

o sus intereses.

Con todo, reconoce el autor que es un concepto

indeterminado por cuanto puede englobar

a sujetos muy diferentes, dependiendo

de los criterios que se utilicen para definir la

situación de marginación: bien la edad 'no

está integrado ni el individuo que aún no ha

alcanzado la madurez (independencia económica

y afectiva) ni quien haya pasado a ser

un elemento pasivo, por haber dejado de tener

una vida productiva en el cuerpo social',

bien la economía 'las épocas de crisis, cual el

momento actual, tendrían como consecuencia

un incremento de marginación o, a la inversa,

una reducción del período en que el individuo

está plenamente integrado', el sexo, la pertenencia

a una minoría étnica, la pobreza o las

deficiencias mentales y físicas.

Se desprende, por lo tanto, que con el concepto

de marginación puede aludirse a realidades

muy diferentes que tienen como denominador

común una cierta o al menos parcial

exclusión de la consideración de normalidad

de un determinado sistema social, generándose

así un distanciamiento con respecto a

las normas comportamentales predominantes.

Y lo que quizás resulte más interesante

es que el autor distingue nítidamente dicho

concepto de otros, como inadaptación y delincuencia,

en demasiadas ocasiones usados de

manera confusa.

La inadaptación equivaldría al fracaso ante

los estímulos que el medio ofrece. Consecuentemente

resulta más apropiado para calificar a

aquellos sujetos que no sólo se encuentran al

margen, sino que además manifiestan un comportamiento

discrepante respecto a lo considerado

normal en un contexto dado, de modo que

la tolerancia del sistema hacia el inadaptado

estará en función de las siguientes variables:

la distancia y/o proximidad al grupo normativo

prevaleciente, características personales y reconocimiento

social de la valía aportada, y del

modo como la sociedad aborde su control, según

la mayor o menor intensidad de la amenaza

que suponga para el sistema.

Mientras tanto, la delincuencia pone ante

todo de relieve el carácter jurídico del delito.

Así, denota aquellos actos relacionados con

unos parámetros legales que, a su vez, pueden

considerarse como una modalidad de inadaptación

social. Desde esta perspectiva, la

delincuencia incorpora al concepto de inadaptación

los efectos de la institucionalización

represiva.

Las relaciones entre marginación y delincuencia

resultan complejas. Puede llegarse a

la marginación tras la comisión de un delito.

Entonces, éste actúa como causa. Pero también

pueden engrosarse las filas de la marginación

como derivación de las privaciones socioeconómicas

sufridas y equivaldría, por lo

tanto, a una consecuencia. Sea como fuere, la

ley y sus efectos integradores preside el fenómeno.

Con todo, la marginalidad penal no es

absoluta por cuanto no todo delincuente es

marginal. Es decir, marginación y delito no

guardan una relación de causa-efecto; por el

contrario, requieren el concurso de otros factores,

de los que no son de menor importancia

los motivos que inspiren la transgresión y

los fines perseguidos. De aquí, que se imponga,

de una parte, diferenciar la delincuencia

apoyada en un sustrato de conformismo 'obtener

un resultado al precio de un delito', de

la de aquellos que consciente y deliberadamente

rechazan la sociedad y de la de quienes

por pasividad o pobreza no están identificados

con el orden social. Pero, por otra

parte, se impone también contemplar el problema

de la delincuencia a la luz del contexto

general de anomía y desintegración, por el

cual se produce una suplantación de los valores

espirituales por los materiales. Modalidades

todas que no pueden por menos que recordar

la tipología de conducta adaptativa

elaborada por Robert K. Merton9, según la

ESTUDIOS

70 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

9 Cf. TeorÌa y estructura sociales, Fondo de Cultura

EconÛmica, MÈxico, 1974.

disposición con la que los sujetos se sitúen

frente a las metas y los medios institucionalizados10.

En lo que sí inciden convergentemente,

una y otra vez, la literatura y la investigación

sociológicas es en observar la profunda

influencia de los procesos de modernización

'industrialización, urbanización, secularización,

etc', en el fenómeno de la marginación

social. Porque sin que haya la menor

sombra de duda sobre el hecho de que en

cualquier sociedad de cualquier tiempo y lugar

haya existido un volumen de población

marginada 'del mismo modo que en todos

los órdenes sociales ha habido que contar

con un volumen de conducta desviada', en

las sociedades industriales parecen actuar

unos dispositivos y mecanismos que transforman

su presencia en realidad peculiar y

sui generis.

Así lo pone de manifiesto, en primer lugar,

el argumento que desarrolla Ruesch 11

en los siguientes términos: cuando la energía

muscular y las habilidades individuales

constituían el fundamento de la producción,

quien no podía participar en las actividades

productivas 'ciegos, mutilados, retrasados,

etc.', quedaba también privado de los beneficios.

Actualmente, la automatización ha

cambiado la concepción y ética tradicionales

del trabajo y, con ellas, los criterios valorativos:

más que la aportación activa, se valora

lo que se consume.

Desde tal óptica, el comportamiento marginal

resulta menos evidente, puesto que las

actividades se han dispersado y asistimos a

una pérdida de eficacia en lo que al control y

enjuiciamiento de la conducta se refiere. En

otros términos, estamos inmersos en un momento

de transformación de la severidad en

tolerancia y de la responsabilidad personal

en estatal: enfermos, incapacitados y marginados,

otrora protegidos por el grupo de parientes

o por las instituciones caritativas religiosas,

han pasado a ser competencia de las

organizaciones asistenciales del Estado. Y

comoquiera que la población de las sociedades

más desarrolladas está organizada en

torno a un grupo central 'donde se ubican el

gobierno, la industria, las finanzas, las actividades

científicas y técnicas, el ejército y la

educación' a cuyo alrededor proliferan los

consumidores de bienes y servicios, quedan

para la periferia todos cuantos no dispongan

de una función significativa que desempeñar:

los marginados. Unos porque se oponen

a la organización oficial de la vida 'caso de

los hippis', otros porque exigen mayor participación,

incluso recurriendo a comportamientos

destructivos 'cual sería el caso de

los activistas', los más porque son realmente

inhábiles y, en esa misma medida, marginados.

Pero, 'quiénes son los que verdaderamente

engrosan sus filas? La respuesta es

obvia: los incapacitados, los enfermos, los

analfabetos y cuantos por la persistencia de

la crisis económica sufren la escasez de empleo,

los parados. En líneas generales, todos

aquellos que bien por una circunstancia personal

'disfuncionalidades físicas, psicológicas

y sociales', bien por la naturaleza de su

situación 'carencia de los requisitos exigidos

', son conducidos a la exclusión de los

ámbitos del trabajo, la vida familiar o la diversión,

por la presencia de alguno o algunos

de los siguientes factores:

' Alteración de las convenciones en el uso

del tiempo (por ejemplo, con el absentismo

laboral),

' infracción del uso del espacio y la propiedad,

' irregularidad en la distribución de los

recursos económicos disponibles,

MARGARITA CAMPOY LOZAR

71 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

10 Un intento de clarificaciÛn terminolÛgica y conceptual

del fenÛmeno de la desviaciÛn social desde la

perspectiva sociolÛgica est· contenido en: CAMPOY LOZAR,

M' M., ´La conducta desviada: aspectos sociolÛgicos

ª, en: Anuario JurÌdico Escurialense, XXIV (1992), pp.

493-515.

11 ´La incapacidad social: el problema de la inadaptaciÛn

a la sociedadª, en: BASAGLIA, F., La mayorÌa marginada,

LaÌa, Barcelona, 1973.

' ineptitud para aplicar la propia energía

a las diferentes actividades,

' incapacidad para establecer y manejar

adecuadamente los mecanismos e instrumentos

de la comunicación,

' ineficacia del propio comportamiento en

vistas a alcanzar las metas propuestas,

y

' éxito por parte del entorno en la calificación

de la perturbación.

De cualquier modo, el proceso que culmina

en tal exclusión puede producirse por una

doble vía: porque se han establecido requisitos

previos a la admisión y el marginado no

los reúne o a causa de la valoración negativa,

al menos no lo suficientemente atractiva, de

las prestaciones aportadas tras haber formado

parte del conjunto.

Así pues, el grupo de los marginados sociales

se nutre de individuos que han sufrido

traumas o enfermedades, presentan deficiencias

sensoriales o motrices, o están aquejados

por alguna forma de neurosis o psicosis.

A este grueso se agregan todos aquellos

que por razones culturales, educativas y económicas

se han visto y se ven entregados a

privaciones sociales sin estar, a mayor abundamiento,

en condiciones de usar los servicios

técnicos y simbólicos de que dispone

nuestra sociedad.

Y lo que pudiera resultar aún más grave.

La descripción comporta la advertencia de

un riesgo: en la misma medida en que continúen

desarrollándose las potencialidades del

conocimiento, será cada vez mayor el número

de los que no puedan acomodarse a las circunstancias

sociales vertiginosamente cambiantes.

Las Jornadas Internacionales sobre la

Reinserción Social del Transeúnte, celebradas

en Granada en 1986, vuelven a insistir

de modo reiterado en que las crisis económicas

que amordazan a los países occidentales

han llevado y continúan llevando a muchos

ciudadanos a situaciones de pobreza y marginación,

y aunque sus principales puntos de

mira son los indigentes, mendigos y transeúntes,

consiguen establecer tanto una caracterización

subcultural como una tipología de

alcance general para el fenómeno global de

la marginación social.

Por lo que a la delimitación del fenómeno

concierne, cabe enumerar el siguiente abanico

de rasgos:

' Buena parte de esta población, alrededor

del 50 %, presenta algún problema

psicológico originado por una escisión

interior entre el «yo ideal», estructurado

sobre el deber ser y sustentado en la

interiorización de los valores del primer

proceso de socialización, y el «yo

externo», arrojado a una situación de

hecho absolutamente divergente de

aquél.

' El alcoholismo resulta ser un componente

inseparable del proceso de marginación:

debilita las capacidades, tanto

físicas como intelectuales, sin que

pueda dilucidarse si la conducta alcohólica

es causa o consecuencia de dicha

marginación.

' Tres cuartas partes de la población a

la que aquí nos venimos refiriendo, está

compuesta por varones, puesto que

en nuestra sociedad sigue siendo el

hombre el principal responsable del

destino del grupo familiar.

' Procede de la emigración rural que no

ha conseguido integrarse en la vida urbana

ni, por lo tanto, plasmar los objetivos

que motivaron la salida de su entorno

de origen. En el mejor de los

casos, se emplearon como peones de la

industria y la construcción de modo inestable

y sin pertenecer a la Seguridad

Social.

' Por todo ello, se ven envueltos en situaciones

variables, inseguras, de es-

ESTUDIOS

72 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

casa remuneración. Condiciones todas

que, huelga añadir, obstaculizan el

proceso de arraigo social, en tanto en

cuanto se torna imposible la materialización

de sus expectativas.

' Por último, un sector bastante significativo

está constituido por personas jóvenes

en período laboral.

En cuanto a las características subculturales

del mundo de la marginación, según los

trabajos de Pascual i Esteve presentados en

las Jornadas mencionadas, vienen a ser derivaciones

del paulatino relegamiento de la valoración

del trabajo y la autodisciplina, la familia,

la corrección, el orden y la limpieza, la

inteligencia y la vida intelectual, la posposición

de las gratificaciones o deseos de aspiración

cada vez más elevados. Por el contrario,

la resocialización en la inadaptación genera

acusado sentido de la impotencia 'la realidad

queda definida como algo inalterable',

primacía del presente 'la pérdida del control

sobre sus actos y su vida deviene también

en pérdida de las perspectivas futuras',

búsqueda de gratificaciones inmediatas, carencia

de pautas de comportamiento reguladas

'lo cual se traduce con harta frecuencia

en resistencia a la responsabilidad individual

', ausencia de participación, pasividad e

incluso servilismo en el trato con la «autoridad

» y marcada tendencia al aislamiento

'no conceden crédito a las creencias y convicciones

de los demás, sino solamente a las de

su propio mundo'.

Por todo lo anterior, se advierte de nuevo

el equívoco anteriormente mencionado, que

supondría no deslindar nítidamente marginación

y delincuencia. A nuestro juicio, el

mundo del delito, especialmente el de la delincuencia

juvenil, dispone de un ambiente

de referencia en el que aprender las técnicas

e ideología de su actitud y comportamiento.

El ámbito de la marginación y del desarraigo

se sufre en soledad, a lo sumo y en el mejor

de los casos, con la familia.

En los trabajos recogidos por las Jornadas

a que aquí nos referimos y adoptando como

criterio el grado de ruptura con la realidad

que el sujeto muestre, se deslindan tres categorías

de marginados: puntuales, precrónicos

o carenciales y crónicos o instaurados.

El perfil de los primeros nos retrata a un

colectivo que se encuentra, laboralmente, en

situación de paro, aunque, eso sí, no demasiado

prolongada 'han trabajado recientemente

', inmigrados a la ciudad, con problemática

familiar 'puede tratarse de jóvenes

fugados de casa o de mujeres que huyen del

marido o los padres'. El deterioro de su personalidad

aún no reviste gravedad, por cuanto

que la problemática resulta estar localizada

y es conocida por el propio individuo.

Suelen conservar todavía bastantes amistades

que contrarrestan así el vacío producido

por la ruptura, en la mayoría de los casos recientes,

con la familia.

Los marginados precrónicos o carenciales,

como su propio nombre indica, muestran

carencias significativas en sus relaciones sociales

y en algún aspecto de su personalidad:

emotivas, de aprendizaje, etc. Con posibilidades

de encontrar algún trabajo eventual o

marginal

(venta ambulante, carga y descarga,

etc.), destaca su actitud de vivir al

día, disfrutar lo que se pueda y gastar lo que

se tenga. Los vínculos familiares, ya rotos,

todavía cobijan sentimientos de afecto para

alguno de sus miembros, pero rechazan la

posibilidad de reintegrarse en tal grupo. Esporádicamente

recurren a las instituciones

de beneficencia y acogida, mostrando también

como rasgo sobresaliente pocas amistades.

Los marginales crónicos o instaurados han

interiorizado plenamente este modo de vida.

Son los propiamente denominados mendigos

o indigentes, puesto que la mendicidad y la

beneficencia son su medio de vida. Pueden

definir su marginalidad de forma trágica y

proceden de las capas más bajas de la clase

trabajadora. Rechazan intensamente la vida

MARGARITA CAMPOY LOZAR

73 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

en las instituciones, aunque acuden a ellas

en busca de recursos y protección. Su acusado

deterioro físico y psíquico se complementa

con un comportamiento cínico y ridículo, propio

de los catalogados como «hombres desgraciados

». Disponen de antecedentes en hospitales

psiquiátricos, han roto absolutamente

con su núcleo familiar y su muy prolongada

situación de desempleo les impedirá insertarse

en el mundo productivo, ni siquiera de manera

eventual.

El proceso de extensión y dispersión semántica

que quedó señalado al comienzo de

esta exposición, culmina en la oferta de un

nuevo término y concepto: la exclusión. Los

trabajos más recientes de Tezanos12 albergan

en ellos las realidades y fenómenos que

hasta ahora han quedado referidos.

... podemos considerar 'afirma Tezanos

', que una de las virtudes del concepto

moderno de exclusión social es que, de alguna

manera, recoge en una nueva síntesis

elementos de los tres bloques de conceptos

a los que aquí nos hemos referido.

Es decir, tiene una dimensión cultural (como

las nociones de segregación, marginación,

etc.), una dimensión o unos efectos

económicos (como la pobreza) y, a su vez,

permite situar el análisis actual de la

cuestión social en la perspectiva de procesos

sociales concretos relacionados con la

problemática del trabajo como mecanismo

fundamental de inserción social (al igual

que en la teoría de la alineación, pero en

un sentido distinto). De hecho, esta concurrencia

de perspectivas analíticas confiere

al concepto de exclusión social una densidad

teórica y una riqueza analítica mayor

de la que pudiéramos imaginar a primera

vista, haciéndolo más útil y pertinente para

focalizar una problemática cada vez

más acuciante en las sociedades de nuestro

tiempo

.

Convertido en un término de moda, hace

referencia al debilitamiento de las fuerzas

cohesivas e integradoras que las sociedades

occidentales desarrolladas extendieron en

los últimos lustros del siglo XX y, consecuentemente,

se aplica para la identificación de

todos cuantos se encuentran fuera de las

oportunidades vitales que definen a una ciudadanía

plena y propia del Estado del Bienestar.

Su definición, marcadamente negativa,

por alusión a aquello de lo que se carece,

implica una imagen dual de la sociedad, un

modelo de doble condición ciudadana, que

ubica a los excluidos en la base de la configuración

de unas nuevas infraclases y revela

una concepción de la sociedad en perspectiva

de «deber ser». Es decir, se trata de un concepto

dinámico que denota un fenómeno estructural

en expansión, de naturaleza multidimensional,

en íntima relación con procesos

sociales, que denota carencias no atendibles

por la lógica del mercado y difunde sentimientos

de vulnerabilidad, apartamiento y

pérdida de sentido. Situaciones, en suma,

que postergan en los planos económico y social,

cuestionan la capacidad integradora del

trabajo y nutren la descalificación de los individuos

de los ámbitos cívico y político.

De lo expuesto en el intento de acotar conceptualmente

el fenómeno de la marginación,

se desprende que el volumen de población

marginal parece guardar una íntima

vinculación con la distribución de las oportunidades

vitales. Por ello, nada ha de sorprendernos

que, por una parte, la marginación

sea tratada como consecuencia de la pobreza,

e incluso identificada con ella y, por otra, que

sean las ciencias sociales de los países subde-

ESTUDIOS

74 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

12 Cf., Tendencias en exclusiÛn social en las sociedades

tecnolÛgicas. El caso espaÒol, FundaciÛn Sistema,

Madrid, 1999; TEZANOS, J. F. (ed.), Tendencias en desigualdad

y exclusiÛn social, Sistema, Madrid, 1999, especialmente

pp. 11-54; TEZANOS, J. F., La sociedad dividida.

Estructura de clases y desigualdades en las

sociedades tecnolÛgicas, Biblioteca Nueva, Madrid,

2001, pp. 137-200.

TambiÈn se sirven del tÈrmino exclusiÛn GAVIRIA, M.;

AGUILAR, M. Y LAPARRA, M., ´SociologÌa de la exclusiÛnª,

en: ALMARAZ, J.; GAVIRIA, M.; MAESTRE, J., SociologÌa para

el trabajo social, Universitas, Madrid, 1996, pp. 449-479.

sarrollados, especialmente del ámbito hispanoamericano,

las que vengan prestándole

una atención más decisiva y sostenida.

Pero procedamos ordenadamente. Anticipándose

20 años a Park, Simmel13, quien

considera la sociedad como una reciprocidad

de seres dotados de derechos morales, jurídicos

y convencionales, advierte el dualismo

existente entre las categorías sociológicas y

las éticas. Dualidad que, entre otras cuestiones,

examina a través de las diversas concepciones

que inspiran la asistencia a los pobres.

Parte Simmel de la convicción del mendigo

a tener derecho a la limosma. Entonces, la

pertenencia del necesitado al grupo constituye

el fundamento del derecho al socorro, aún

cuando no esté clarificado a quién haya de

dirigirse la demanda del pobre. Cuando el

pobre sienta su situación como el resultado

de un orden injusto, pedirá remedio y hará

responsable a cualquier individuo que se encuentre

en mejor situación.

Otro matiz adopta la cuestión cuando se

analiza desde la perspectiva del deber de

quien da, en virtud del significado que éste le

atribuya. Así, la limosna cristiana está motivada

en la «buena obra» que contribuye a determinar

el destino eterno del donante, pero

la deja inmersa en un rotundo talante de arbitrariedad.

Limitación que se esfuma cuando

es la entidad colectiva la que aconseja la

asistencia al pobre. Ejercida voluntariamente

o impuesta por la ley, su propósito sería

evitar que el pobre se convierta en un enemigo

activo que, a la postre, supusiera alguna

suerte de amenaza para el mantenimiento

del statu quo social. En tanto que institución

pública, se dirige a la totalidad de los individuos

y se desentiende de las obligaciones morales

entre el rico y el pobre. Por ello, afirma

Simmel, el pobre socorrido se encuentra en

similar situación a la del extraño, aunque

con la peculiaridad de pertenecer a la totalidad,

al igual que las clases propietarias. Y,

precisamente, en su situación paradójica 'es

objeto de exclusión por parte de la comunidad

que le socorre', estriba lo más característico

del papel que desempeña dentro de la

sociedad. El socorro al que está obligada la

comunidad, pero que el pobre no tiene derecho

a reclamar, le convierte en objeto de la

actividad del grupo, sin dejar de situarle a

cierta distancia de la totalidad.

Una peculiaridad más procede de la intervención

de la conciencia moral, cuando la colectividad

y las personas acomodadas sienten

que al pobre le corresponde un mínumum de

existencia. Es el caso de la beneficencia moderna

que, en la correlación deber del donante-

derecho del receptor, subraya el primero

de los elementos. Sobre esta dimensión del

asunto, agrega Simmel algo en las páginas

que dedica a una digresión. A su juicio, el socorro

al pobre, limitado al mínumum, dispone

de un carácter objetivo, puesto que es posible

determinar objetivamente lo que se necesita

para salvar a alguien de la miseria física,

aunque intervenga algún grado de arbitrio

subjetivo en la oscilación entre no dar demasiado

ni demasiado poco.

Por todo ello, la relación que mantiene

una colectividad con sus pobres, resulta tan

socializante como la que guarda con sus contribuyentes

o sus funcionarios, ya que por

muy integrado que esté un sujeto en la vida

del grupo y por más que su vida personal se

desarrolle en los ciclos establecidos por la vida

colectiva, también está, simultáneamente,

frente a la totalidad.

En cualquier caso, lo que acaba de referirse

no es aplicado por Simmel a los pobres en

general, sino sólo a aquellos que reciben algún

grado de socorro. Y puesto que resulta

evidente que todos los pobres no son socorridos,

deriva de aquí nuestro autor el carácter

relativo del concepto de pobreza. En primer

MARGARITA CAMPOY LOZAR

75 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

13 ´El pobreª, en: SociologÌa. Estudios sobre las formas

de socializaciÛn, Alianza, Madrid, 1886, pp. 479-

520.

lugar, porque resultan objetivos y claros los

fines que la naturaleza impone en el orden

de las necesidades de alimentación, vestido y

vivienda, pero nunca cabe determinar con

exactitud la medida de dichas necesidades. Y

también porque, subjetivamente hablando,

puede ocurrir que alguien, absolutamente

pobre, no perciba la discrepancia entre sus

recursos y sus necesidades; e inversamente,

que el más rico se proponga empeños superiores

a los de su clase y sus recursos, hasta

el punto de sentirse psicológicamente pobre.

Desde esta perspectiva, auspiciada por el

formalismo sociológico de Simmel, quedan en

evidencia los siguientes aspectos de la pobreza:

existen pobres en todas las capas de la sociedad,

en muchas ocasiones la pobreza no es

socorrida y, por consiguiente, la pobreza no

puede definirse como un estado o situación

cuantitativa, sino más bien en función de la

reacción social que produce.

Trataré en las siguientes páginas de ocuparme

de las complejas relaciones entre

marginación y pobreza14 . En cuanto tal, y

según puede concluirse del análisis de Simmel,

la significación social del pobre y de la

pobreza se define por las convenciones de la

sociedad y presupone desvalimiento, baja posición

en la jerarquía social e inferioridad

personal15 .

David Matza en su trabajo «Los pobres

despreciables», tras definirlos como un colectivo

sin empleo o empleados sólo casualmente,

que viven en el desprecio y no se pueden

reformar ni rehabilitar, puesto que son resistentes

y recalcitrantes, recoge media docena

de términos y/o expresiones que designan el

fenómeno de la pobreza, por lo demás hecho

harto habitual en las ciencias sociales. El

concepto corriente considera y define a «los

pobres despreciables» 'despreciables en sentido

distintivo, más que descriptivo, porque

el autor no ignora el estigma asociado a la

pobreza y porque únicamente son despreciables

una proporción de los que se pueden

considerar pobres', desde una perspectiva

de ventaja administrativa, como material

humano que se puede moldear y ayudar con

la esperanza de que se transforme. Como colectivo,

se nos presentan desunidos, existen

en los márgenes de la sociedad y simbolizan

una notable discriminación. En segundo lugar

y en atención a una carencia absoluta de

prestigio, los pobres equivalen a la clase baja

más baja. Igualmente sugerente resultaría

la expresión «familia problemática». Este

concepto contiene, a su vez, dos dimensiones:

que los pobres son costosos, fastidiosos, y sugiere

que coleccionan problemas. Obviamente,

no podría faltar el término lumpenproletariat

que, sin aclarar ni desarrollar, se

refiere a la suciedad o basura que habita los

órdenes bajos. No es una clase trabajadora

industrial; por el contrario, es una masa heterogénea

de trabajadores irregulares y casuales,

que no se adapta a la organización de

protesta política o económica. Hasta la expresión

de T. Veblen «clase ociosa», entregada

a sentimientos y comportamientos voraces,

por el hecho de vivir en la sociedad

industrial sin pertenecer funcionalmente a

ella, resulta por ello parásita, inútil, bárbara,

amargada y resentida. Finalmente, el

concepto de pauper se caracteriza por su apatía

respecto a su propia condición, nos salen

al paso como gentes menos miserables e infelices

que los pobres, porque se han adaptado

a su pobreza.

En cualquier caso, mientras que en las sociedades

preindustriales, las relaciones de

parentesco y vecindad, propias de las comunidades

primarias, sentían el deber de proveer

a aquellos miembros incapaces de mantenerse

a sí mismos, dejando un cierto espacio para

las ideologías que ensalzan la pobreza co-

ESTUDIOS

76 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

14 En nuestro trabajo, ya citado, ´Alteraciones organizativas

...ª, se encuentran considerados otros factores

fundamentales que guardan concomitancia con el fenÛmeno

de la marginaciÛn: enfermedad, edad, gÈnero,

minusvalÌas...

15 BENDIX, R.; LIPSET, S. M., Clase, status y poder, II,

EuramÈrica, Madrid, 1972, pp. 239-273.

mo ideal, la revolución industrial abre en éste,

como en tantos otros asuntos, una nueva

era.

Alejandro Lasser 16 nos ofrece las siguientes

perspectivas de explicación:

En primer lugar, la tesis ecológica, asimila

la marginación con barriadas periféricas y

miserables de las grandes ciudades, habitadas

por migrantes de las áreas rurales.

Equivaldría a lo que en la obra de Adler de

Lomnitz 17 se analiza como perspectiva urbanística,

según la cual bastaría con reemplazar

las barriadas por hábitat modernos para

que se solucionara el problema de la marginalidad.

Pero es evidente que la residencia

en barriadas no basta para definir la marginalidad.

Y, relacionada con este posicionamiento,

está la argumentación que sostiene

que las barriadas y la marginación instalada

en ellas son solamente una etapa transitoria

acarreada por el movimiento migratorio: el

marginado sería un campesino todavía no integrado

en la clase obrera urbana que, antes

o después, terminará absorbiéndolo. Es decir,

la marginación sería, según esto, un aspecto

puntual y transitorio de la migración.

Sin embargo, la existencia de marginados

nacidos en la ciudad desmienten tal razonamiento.

En segundo término, la tesis desarrollista

sostiene que este hecho social se origina en

las contradicciones del crecimiento económico:

las insuficiencias del desarrollo agrícola,

industrial y tecnológico, junto a la escasez de

mano de obra cualificada y las desventajas del

comercio exterior, terminan por traducirse en

desempleo prolongado, estructural. Presenta,

a nuestro juicio, la dificultad de identificar

la marginación social con los desempleados

de larga duración. En relación con los

efectos del desarrollo económico presentan

mayor interés las tesis, ya clásicas, de Costa

Pinto sobre la marginalidad estructural, como

propia de una sociedad de transición en

la que lo residual arcaico, aunque todavía

permanezca, ya no domina, en tanto que lo

emergente, aunque sólo esté presente, todavía

no predomina. Tal marginalidad es la

manifestación dinámica de las sociedades en

transición, de sus dualidades, asimetrías y

discontinuidades: entre las zonas rurales y

las zonas urbanas; entre el artesanado y la

gran industria; entre la vida parroquial de

las aldeas atrasadas y las regiones metropolitanas

modernizadas; entre las clases más

pobres y menos educadas y las élites cosmopolitas

de esas sociedades, etc. Sin embargo,

los planteamientos macrosociológicos y estructurales

de Costa Pinto desbordan nuestros

intereses actuales 18.

Una tercera concepción, denominada histórico-

cultural, contempla la cuestión de la

población marginal como un problema de

excedente demográfico. Aquella, consecuentemente,

se genera por la imposibilidad de

insertarse en el sistema de producción, especialmente

si se trata de sistemas capitalistas

dependientes. Además, adquiere perfiles

más graves por cuanto que en tales

sistemas hay que contar con una acusadísima

concentración de la riqueza. Cabe objetar

aquí no sólo que la marginación también

existe en las sociedades de capitalismo autónomo,

sino igualmente que el factor económico

no agota su causalidad, pudiendo intervenir

otros como el político, el religioso o el

étnico.

Resulta posible acudir, en cuarto lugar, a

la teoría anglosajona del etiquetaje. La marginación

es contemplada desde la atención a

lo diferente

para, simultáneamente, negarle

el derecho a la diferencia. Así, la primera

consecuencia de tal proceso es la estigmati-

MARGARITA CAMPOY LOZAR

77 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

16 Marginalidad social, justicia social y otros ensayos,

Lisbona, Madrid, 1982.

17 CÛmo sobreviven los marginados, Siglo XXI, MÈxico,

1987.

18 Cf. Desarrollo econÛmico y transiciÛn social, Revista

de Occidente, Madrid, 1969.

zación social, una especie de penalización,

que deviene en marginación de hecho; la segunda,

una penalización jurídica, frente a la

cual cabe únicamente proponer la tolerancia.

En cualquier caso, ni existe una exclusiva

modalidad de marginación, ni un singular

factor que la produzca. Es más, observada su

existencia en todas las épocas y sociedades,

el denominador común resulta ser la diferenciación,

explicitada sociológicamente en estratificación

y económicamente en desigual

distribución de la riqueza. De este modo concebida,

la marginación se asemeja, sin llegar

a identificarse, con la discriminación. Recordemos

a este respecto el estudio sobre el estigma

y la estigmatización de Goffman 19.

Las formulaciones de R. Vekemans, más

conocidas por las del Instituto Desal, resultan

especialmente adecuadas para comprender

la marginalidad del mundo hispano,

pues remite hasta la época de la conquista

española el problema de la marginación. Los

conquistadores habrían impuesto externamente

su cultura y tal imposición se tornó

subjetiva tras la emancipación, dando lugar

a la yuxtaposición de dos sociedades separadas

al tiempo que paralelas: la participante

en el poder y la marginal y dominada, entre

cuyos rasgos sobresalen un sentimiento de

desarraigo, que se suele transformar en apatía,

desintegración interna, envolver todas

las dimensiones de la existencia, incapacidad

para superar la situación y revestir gravedad

o urgencia extremas.

Resulta imprescindible agregar a los anteriores

discursos, el análisis de Oscar Lewis 20.

Según el investigador norteamericano, la pobreza,

dada por supuesta como parte natural

de las sociedades más primitivas, adquiere

en las modernas sociedades industriales

connotaciones propias: crea, por su misma

dinámica, una subcultura que supera los límites

nacionales. La disparidad de ingresos,

los desequilibrios regionales, la escasez de

puestos de trabajo, la dependencia económica

del exterior, el hacinamiento, el equipamiento

insuficiente de las viviendas y la desorganización

familiar de la que nos ocuparemos

posteriormente, y que se concreta en la abrumadora

presencia de uniones libres, el predominio

de la figura masculina y los lazos

emocionales de los hijos más estrechos con la

figura materna. Todo esto conduce a Lewis a

identificar la marginación con la «cultura de

la pobreza». Sin embargo, siendo cierto que

la pobreza económica, el origen rural y la residencia

en barriadas denotan marginalidad,

habrá que admitir con Adler de Lomnitz, que

algunos marginados ganan más que un obrero

industrial y que hay marginados que no

viven en barriadas y no son emigrantes. Por

todo ello, erigir en «cultura de la pobreza» al

conjunto de racionalizaciones y mecanismos

de defensa diversos a los ideales de la cultura

dominante, equivale a culpar a los pobres

de su pobreza. No hay que olvidar, por otra

parte, que desde no hace muchos años y como

consecuencia del comienzo de la crisis del

Estado de Bienestar, se ha empezado a hablar

en Europa de la «nueva pobreza», aludiendo

Franz Kaufmann a un grupo marginal

que padece de «inseguridad social» y que,

en 1977, la Comisión de las Comunidades

Europeas publicó un informe titulado La percepción

de la miseria en Europa.

Si continuamos en esta misma línea propuesta

por Lomnitz, la marginación, en sus

dimensiones contemporáneas, no sólo viene

a ser un fenómeno socioeconómico reciente,

sino hasta un estrato nuevo de las sociedades

en vías de industrialización. Y no faltan

razones a la Doctora Adler por cuanto que en

sus análisis dedica una minuciosa atención a

los mecanismos de subsistencia / supervivencia

de la población marginada. Aquéllos se

basan en un intercambio precario de mano

de obra por dinero, en torno a actividades intersticiales

como servicio doméstico o reciclaje

de desechos. Estos generan un peculiar

ESTUDIOS

78 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

19 Cf. Estigma, Amorrortu, Buenos Aires, 1970.

20 AntropologÌa de la pobreza, Fondo de Cultura

EconÛmica, MÈxico, 1961.

sistema de relaciones sociales cimentado tanto

en la transcendencia que encierra la seguridad

económica 'asunto de vida o muerte',

como en las redes de asistencia mutua que

llegan a funcionar como un sistema económico

informal, caracterizado siempre por el

aprovechamiento de los recursos sociales y

que actúa sobre el intercambio entre iguales.

La marginalidad asegura su supervivencia

mediante la reciprocidad 'intercambio de

favores como parte integrante de una relación

social' entre parientes y vecinos, que

suplen la carencia de seguridad económica y

social. Pero no sólo desempeñan una función

económica. Del mismo modo, configuran una

ideología de ayuda mutua reforzada por el

recurso a «instituciones tradicionales» como

parentesco, vecindad o compadrazgo y apoyada

en dos aspectos decisivos: la cercanía física

y la confianza. La una, porque las mismas

condiciones de vida dan lugar a una

sucesión inagotable de emergencias imprevistas

y la ayuda requiere de dicha cercanía

para resultar eficaz. La otra, porque, al suponer

capacidad y deseo para entablar la relación,

voluntad de cumplir con las obligaciones

implícitas y familiaridad suficiente como

para no ser rechazado, está conectada con

una imperceptible distancia social y, de este

modo, se tornan más fluidas las relaciones

sobre la condición previa de la igualdad.

La comprensión de las funciones que cumplen

dichos mecanismos informales de subsistencia

'alojar y alimentar a los nuevos

emigrantes durante el período inicial de su

adaptación, mantener a los iguales en las

épocas de desempleo o incapacitación y otorgar

apoyo emocional y moral', requiere no

perder de vista que, al tratarse de una población

emigrante, contar con la presencia previa

de un pariente resulta decisivo. E igualmente

no soslayar que los frecuentes

cambios de residencia van atados al propio

sistema de parentesco que, a mayor abundamiento,

refleja que los individuos comparten

ocupaciones similares, si no es que idénticas:

trabajos manuales no cualificados cuyo denominador

común ya ha sido contemplado como

falta de seguridad económica y social.

Trabajan a tanto por jornada, no están adscritos

a organizaciones públicas o privadas,

tienen bajo nivel de ingresos y limitadas posibilidades

de consumo. Es decir, ausencia de

un rol económico articulado con el sistema de

producción industrial, lo cual muestra una

doble dimensión: el marginado puede resultar

una carga social y entonces, por eso mismo,

sería susceptible de transformarse en

una cuestión sociopolítica, sin dejar de ser,

por ello, un símbolo de atraso. En cualquiera

de los casos, nunca equiparable de manera

exclusiva con la pobreza y mucho menos

identificada ésta con una situación de ingresos

escasos.

En suma, el proceso de industrialización

abre un abismo tan infranqueable entre los

participantes en el proceso de producción y

los excluidos, que confiere al fenómeno de la

marginación un carácter estructural. Una dinámica

imparable que encadena al desarrollo

tecnológico, la complejidad de las organizaciones,

la especialización, la concentración

del poder y del control económico-político,

culmina en la tendencia a relegar grupos sociales

cada vez mayores, cuantitativa y cualitativamente

hablando. A su vez, tal tendencia

resulta tanto más arraigada cuanto más

acelerado sea el ritmo hacia el desarrollo.

Por ello, mientras en las sociedades más

avanzadas se intenta paliar el problema con

tecnologías que procuran incorporar la «población

sobrante», en las más atrasadas marginalidad

y pobreza pueden llegar a confundirse.

En otros términos, la producción

industrial moderna requiere cualificación y

conocimientos actualizados que sólo están

disponibles para sectores privilegiados. Para

los marginados, emigrantes rurales que salieron

de sus lugares de origen por un sinfín

de razones 'explosión demográfica, agotamiento

de las tierras, baja productividad

agrícola, rudimentaria tecnología rural, carencia

de inversiones en el campo, creciente

atractivo por los servicios sanitarios, educa-

MARGARITA CAMPOY LOZAR

79 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

tivos, etc., de la ciudad y mejora de las vías

de comunicación, por mencionar las más

destacadas', sólo quedan las ocupaciones

manuales sin cualificar en la construcción,

limpieza, vigilancia, reparación o servicio doméstico.

He aquí por qué la marginación no

es un fenómeno transitorio de corta duración.

Los efectos de las situaciones así acotadas

se dejan sentir, como anteriormente anunciábamos,

en una peculiar estructura familiar.

No poder incorporarse a la ciudad ni

querer el regreso a los lugares de origen supone

experimentar un choque cultural en el

que se engendra una nueva mentalidad que

no se reduce a poseer un lenguaje, valores,

costumbres y visiones del mundo propias. Como

señalan las investigaciones de Garza,

Mendiola y Rábago 21 se debilitan la autoridad

y el prestigio paternos, irrumpen conflictos

generacionales, se produce una alteración

de las pautas reguladoras de las relaciones

sexuales y la función de la mujer se torna

más activa.

Las condiciones y salubridad de las viviendas,

hechas de materiales perecederos y

vulnerables a los fenómenos metereológicos,

indeterminación del espacio para las diversas

funciones, carencia de privacidad, paupérrimo

equipamiento, inadecuada ventilación,

hacinamiento, etc., además de guardar obvia

relación con altos índices de mortalidad infantil,

suelen traer aparejada la promiscuidad

y la exposición de todos los miembros de

la familia a los acontecimientos de la más diversa

naturaleza: relaciones sexuales, nacimiento,

muerte o conflictos paternos.

El elevado índice de natalidad, 'pues la

maternidad es un valor fuertemente arraigado

', implica una delegación de funciones en

la hija mayor, cuya autoridad es aceptada

por sus hermanos, pero que priva a la mayoría

de una escolaridad regular. Y aunque

existe un relativo avance en la escolaridad

recibida en la ciudad en comparación con la

que recibieron los padres en el campo, el

analfabetismo persiste de modo harto generalizado.

Además, las posibilidades de educarse

requieren una mínima infraestructura

'comida, ropa, zapatos y, cuanto menos, lápiz

y cuaderno' que demasiadas familias no

pueden sostener y, mucho menos, sistemáticamente,

por no mencionar sino de paso que

la insuficiente, al mismo tiempo que inadecuada

alimentación, los padecimientos físicos

ocasionados por una pésima atención al

parto y la deficiente calidad de la enseñanza,

neutralizan las esperanzas educativas que se

transforman en deserción escolar.

En tales circunstancias, la manifestación

del afecto tiene también un significado peculiar.

Un padre es bueno si es capaz de aportar

el sustento básico para satisfacer las necesidades

elementales. Por ello, la forma de

mostrar cariño es luchar contra las condiciones

adversas. El rol masculino no incluye ser

afectuoso con la esposa y los hijos; su actitud

es, por el contrario, distante y, al menos aparentemente,

de indiferencia. Tampoco son

extraños los malos tratos físicos y psíquicos

que resultan, en cualquier caso, preferibles

al abandono.

El tránsito de la niñez a la edad adulta se

produce de modo casi imperceptible. El hecho

de que el padre se dedique a trabajos inciertos

y de alto riesgo provoca la ocupación

de los hijos varones en el cuidado y limpieza

de coches, como limpiabotas o en actividades

cercanas a la delincuencia. Para las hijas,

que desde muy pronto asumieron responsabilidades

en las tareas domésticas, queda

emplearse en el servicio doméstico. A cualquiera

de ellos se le recriminará violentamente

la actitud de pereza o se le hará sentir

que es una carga. Si en este punto agregamos

que la legislación prohibe el trabajo a los

menores, 'qué proyecto de vida queda para

la adolescencia marginada?

ESTUDIOS

80 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

21 Adolescencia marginal e inhalantes, Trillas, MÈxico,

1983.

En suma, los efectos de la emigración y la

pobreza en la peculiar vida familiar de los

marginados y la marginación en general

pueden sintetizarse tal como lo hace David

Matza en su ensayo sobre «los pobres despreciables

» 22. Dice así:

La gente frecuentemente acude a la violencia

en la educación de los niños y en las

discusiones de asentamientos; el pegar a

la esposa, la prematura iniciación del sexo

y las uniones libres o matrimonios consensuales

son frecuentes y las incidencias de

madres y niños abandonados altas ... Las

relaciones entre los padres frecuentemente

se caracterizan por constantes disensiones

y la ausencia de afecto y confianza

mutua. Como resultado, la disolución de

la familia es frecuente y hay una presión

clara hacia una familia centrada en la madre:

una versión desorganizada de lo que

los antropólogos llaman monogamia serial

con un gobierno de base feminista. La disposición

al autoritarismo paternal es fuerte,

pero, puesto que con frecuencia se ve

desafiada la autoridad paterna, su cumplimiento

requiere una demostración de

poder y fuerza ... Además, la familia es extremadamente

compleja. Puede contener

hijos de diversos padres... De modo que

las manifestaciones normales de rivalidad

de los hijos están quizá aumentadas

.

Y tras este recorrido sobre la reflexión sociológica

a propósito de las relaciones entre

marginación y pobreza, alcanzamos a concluir

en lo siguiente:

' Desde las primeras formulaciones de

Park y las referencias a ellas más usuales,

hasta las de Stonequist, pasando

por la reconsideración de Thomas y

Znaniecki y las críticas de Golovensky o

Green, teniendo igualmente en consideración

los desarrollos más recientes del

conocimiento y la investigación sociológicas,

cabe identificar como hombre

marginal a quien haya vivido o viva, sucesiva

o simultáneamente, en dos o más

sociedades, orientándose por valores diferentes,

o que acepte valores de grupos

de los cuales no es miembro, pero aspira

a pertenecer a ellos.

' En estrecha conexión con lo anterior,

se impone, a la hora de analizar sociológicamente

la marginación social, tener

presente un amplio espectro de

factores: raciales y étnicos, ecológicos,

ideológicos, culturales, económicos y

políticos, educativos y profesionales,

de género y edad ..., que, de converger

fatalmente con una situación de pobreza,

conducen a que la posición ocupada

en el sistema de estratificación, en los

ordenamientos espaciales o en los universos

simbólicos contribuyan a una

exclusión sistemática de los cauces de

participación de personas o grupos en

la vida social.

MARGARITA CAMPOY LOZAR

81 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

22 Recogido por BENDIX; LIPSET, Clase, status y poder

..., cit. nota 15.

ESTUDIOS

82 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

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