Luis García-San Miguel: In memoriam

AutorElías Díaz
CargoUniversidad Autónoma de Madrid
Páginas579-585

Page 579

El pasado 17 de diciembre de 2007 tuvo lugar en la Facultad de Derecho de la Universidad de Alcalá de Henares un acto en recuerdo y homenaje del profesor Luis García-San Miguel, catedrático de Filosofía del Derecho y Decano de dicha Facultad, como conmemoración del primer aniversario de su fallecimiento. Tomaron parte en tal acto, bajo la presidencia del Rector virgilio zapatero, junto al Decano Alfonso García-Moncó, José Carlos Regilón en representación de los estudiantes, así como el miembro del Congreso de los Diputados eugenio Nasarre y los profesores José María espinar y el autor de estas páginas, revisadas y ampliadas, conservando la forma, de la que fue allí su intervención oral.

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Creo que convendrán conmigo -amigos y amigas presentes- en que nuestro viejo Luisón estaría disfrutando aquí a lo grande en esta tarde alcalaína. Sonriente, socarrón y viéndose rodeado de tantas gentes a las que (con las que) tanto quería y, además, todo el mundo hablando (bien) de él. Recordaría que a esa edad, a cualquier edad, todos los elogios son pocos. Aunque, pensándolo mejor, quizás lo que hubiese preferido es que también se hablase a la vez algo mal de él, no en exceso, moderadamente. Él solía decir que hablar mal de los amigos une mucho. Acostumbrado a la crítica, sospecharía que algo malo, muy malo (le) tendría que estar pasando para que todos unánimemente hablásemos sólo bien de él, de sus méritos y virtudes personales e intelectuales.

Así, por ello, de acuerdo con él, yo procuraré tener en cuenta en mi intervención/conversación tanto las bondades como las maldades: era como lo hacíamos siempre desde los viejos tiempos. Y seguiré en esa misma actitud ahora: es casi lo único, lo poco que puedo yo hacer que no sea ni le parezca Page 580 tan irremediablemente malo lo que (le, nos) está pasando. No me perdonaría que ya no me metiera con él, que ya no le considerase interlocutor «valable», como decíamos de jóvenes, como «alter ego» para el diálogo y la crítica con él y con sus escritos.

Quienes nos conocen, todos los presentes, saben bien que nuestras relaciones personales (largas cenas, breves paseos, en verano en Asturias, en invierno en Madrid) o nuestras conversaciones y encuentros más profesionales (mesas redondas, coloquios, conferencias y otros comunes eventos intelectuales) lo eran con frecuencia de carácter polémico y discrepante. Si bien con un fondo común de básicas concordancias: en filosofía política, democracia versus dictadura (cuando ésta imperaba no todos querían verlo así); y, a su vez, en filosofía moral y jurídica, crítica del iusnaturalismo teocrático desde las plurales perspectivas (¿Hume o Kant?) de la ilustración. Nosotros siempre justificábamos ese talante y esa práctica de disputas y contraste dialéctico, al menos yo -contra gentes como Carl Schmitt o Donoso Cortés, marqués de valdegamas que odiaban a la «clase discutidora» y amaban a la decisión dictatorial-, alegando que la raíz del conocimiento está también el libre debate, en la confrontación de ideas, en hacer uso público de la propia razón, cosas todas ellas consustanciales con la buena democracia, deliberativa y participativa.

A Luis le gustaba presumir de qué discutía sólo para «vacilar», para provocar o para alargar indefinidamente cenas y reuniones; pero la verdad es que no era tan frívolo y voluble como a veces quería aparentar. La verdad es que se aferraba con tenacidad a sus posiciones -por ejemplo, sobre los artífices de la transición o las excelencias del nocognoscitivismo- tanto o más que como yo a las mías. En ocasiones, hasta terminábamos agotados, hartos uno de otro (y, de los dos, nuestros/as pacientes acompañantes), pero después volvíamos y seguíamos siendo colegas y amigos, me parece que también a largo plazo con algunas validas aportaciones mutuas.

De todos modos es bien cierto que durante ese largo tiempo de nuestro común periplo personal y profesional hubo, por unas u otras razones y situaciones, diferentes fases de, por un lado, mejores encuentros y entendimientos y, por otro, de peores desencuentros y distanciamientos. Estos últimos, de manera más o menos intermitente, sobre todo los más agrios, en los inicios de la transición (incluso un poco antes de ella) y, después, en varios momentos con los gobiernos socialistas de los años ochenta. De algunos de ellos sería expresión política e intelectual una irreflexiva y bastante injusta «introducción con rasgos biográficos» que Luis García-San Miguel publicó en1993 al frente de la recopilación de trabajos suyos titulada precisamente Hacia la justicia. También posee ese mismo carácter de autobiografía intelectual su otra recopilación De memoria. Ensayos sobre la filosofía jurídica española, con prólogo de Gregorio Peces-Barba, 1997.

Allí, en la primera de ellas, reaccionando...

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