Loa a los abogados inventores

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Aunque con el título del artículo pueda pare-cer que, por fin, el Picapleitos va a escribir un artículo en serio, en tono constructivo, glosando la obra que eminentes abogados han dejado para la posteridad, en lugar de sus insufribles peroratas de los artículos anteriores, la cuestión no va por ahí.

La verdad es que me hubiera encantado poder decir que algunos de los grandes inventores de la humanidad eran abogados. Esta era mi idea inicial, que me llevó al título, pero después, pese a arduas labores de investigación en bibliotecas y archivos históricos, no he encontrado rastro alguno desde

la invención de la rueda, pasando por Gutenberg, hasta Edison, de genios de la inventiva que, al mismo tiempo, fueran abogados. No obstante, he decidido mantener el título, porque me parecía interesante para el artículo.

¿A qué se refiere entonces el Picapleitos con eso de los abogados inventores? Pues muy sencillo, a los abogados que se inventan las cosas, que es sutilmente diferente de los abogados que inventan cosas, pero que igualmente merecen el calificativo de inventores.

¿Pero es que hay abogados inventores de esos? -se preguntará el lector-. Pues sí, los hay... y son multitud. Son aquellos abogados que se inventan las normas, las sentencias, los pleitos, y hasta los clientes.

¿Quién de los abogados que leen esto no se ha encontrado nunca con un compañero que en su demanda o en la vista de un juicio cita un artículo de tal o cuál Código o Ley, que nos deja un poco descolocados y, después, comprobamos que el artículo o no existe o no dice, ni mucho menos, lo que el inventor ha dicho que ponía? Simplemente se lo había inventado, por la misma cara.

O mejor todavía, ¿quién no se ha inventado una consolidada doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo que por notoria constancia excusa la cita de las resoluciones concretas en la que se contiene?. Yo, desde luego, lo he hecho y no me arrepiento lo más mínimo, porque además, así dicho todo seguido, queda uno muy bien.

Es más, creo firmemente que la doctrina consoli-dada se puede inventar, porque vistos los disparates de algunas doctrinas jurisprudenciales reales, qué más da una doctrina oficiosa inventada, si en ocasiones resulta incluso de más sentido jurídico común que la propia doctrina oficial.

Sin embargo, lo que no se puede uno inventar son las Sentencias, porque te cogen enseguida. Eso yo no lo he hecho nunca, o casi nunca, pero sí lo he visto en otros compañeros aficionados a la...

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