Fernando H. LLANO ALONSO, El Estado en Ortega y Gasset, pról. de Gregorio Peces-Barba, Dykinson, Madrid, 2010, 222 pp.

AutorLuis Lloredo Alix
CargoUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas375-383

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En cierta ocasión, el jurista Josef Kohler escribió una frase que, pese a su espíritu lapidario, debería constituirse en una máxima fundamental de la filosofía jurídica: "toda filosofía del derecho que no se apoye en la historia del derecho es una ciencia que no tiene de tal más que el nombre"1. Quitando el exceso de dramatismo esta declaración, y aligerando el tono exaltado que caracterizó toda la obra y la personalidad de Kohler, se trata de una consideración absolutamente certera respecto a la filosofía del Derecho nacida al amparo del iuspositivismo. Y es que, de forma explícita o implícita, la conciencia de la historicidad es un rasgo que rezuma de todas las aportaciones de pensamiento que se han dado sobre el Derecho a partir del siglo XIX. En este sentido, la historia del pensamiento jurídico constituye uno de los filones de reflexión más importantes dentro del acervo de la filosofía del Derecho contemporánea, una tarea irrenunciable para cualquiera que pretenda dilucidar los problemas actuales del Derecho desde una perspectiva teórica. Incluso aunque nos situemos en un nivel de pensamiento analítico, conceptual o sincrónico, esa conciencia de la historicidad habrá de presidir la meditación como referencia tácita, como un telón de fondo ineludible en el que se inscribe el quehacer iusfilosófico contemporáneo.

Ahora bien, más allá de afirmaciones retóricas y manifestaciones programáticas, todo trabajo que se inscriba en el ámbito de la historia del pensamiento jurídico debe contar con alguna justificación que vaya más allá del

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afán de erudición o del ensimismamiento nostálgico. En este sentido, aunque sin ánimo de exhaustividad, creo que podrían identificarse tres grandes motivos para avalar una empresa de semejante naturaleza. En primer lugar, la existencia de una laguna bibliográfica. Pese a que se ha avanzado mucho en el conocimiento de los clásicos, y pese la infundada creencia de que poco resta ya por descubrir, lo cierto es que siguen quedando numerosos aspectos de nuestro pasado por iluminar. En segundo lugar, la necesidad de aportar una nueva clave interpretativa respecto a problemas, autores o movimientos del pretérito que hayan sido leídos con un prisma equivocado, desenfocado o sencillamente inadecuado para el ojo contemporáneo. Y es que -he aquí la importancia de la hermenéutica- por muy grande que sea el conocimiento que tenemos del pasado, y por muy exacta que nos parezca nuestra visión del mismo, las necesidades de cada tiempo terminan exigiendo una nueva mane-ra de afrontar la lectura de los clásicos. En tercer lugar, y en estrecha relación con esto último, un trabajo de historia del pensamiento se puede justificar por su incidencia en el presente desde el que se acomete: tanto si se trata de una mera conmemoración con motivo de una efeméride, como si su oportunidad tiene que ver con necesidades de orden político, social o intelectual, la mirada reflexiva hacia el pretérito estará plenamente justificada.

Creo que el historiador del pensamiento podría sentirse perfectamente respaldado en su tarea con tan sólo cumplir uno de estos tres requisitos. Pues bien, el trabajo del Profesor Fernando Llano que es objeto de esta reseña, El Estado en Ortega y Gasset, podría justificarse por los tres elementos señalados. Para empezar, se trata de una obra que cubre una imperdonable laguna bibliográfica, ciertamente explicable por la notable dificultad de reconstruir un mapa de la teoría orteguiana del Estado, pero laguna al fin y al cabo. En este sentido, conviene afirmar desde este mismo instante el enorme valor de esta obra, incluso en el caso -a mi juicio improbable- de que el lector estimara erróneos algunos de sus enfoques. Llama la atención, en efecto, el contraste entre la intensísima dedicación que han merecido las ideas de Ortega en el contexto bibliográfico español, y la escasísima presencia de estudios sobre su vertiente político-jurídica. El único trabajo comprensivo acerca de su obra jurídica existente hasta la fecha, justamente identificado como tal por el Profesor Llano, es una monografía de José Hierro Sánchez-Pescador publicada allá por 1965: El Derecho en Ortega2. Más allá de

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este libro, y de algunos escritos menores sin vocación de exhaustividad, brillaba por su ausencia una reconstrucción de las ideas jurídico-políticas de Ortega. Muy especialmente, y este es el campo sobre el que trabaja Fernando Llano, faltaba en nuestro elenco una reflexión en torno a la existencia (o no) de una teoría orteguiana del Estado.

En segundo lugar, aunque su autor no lo plantee de manera explícita, uno de los frutos de esta obra tiene que ver con el replanteamiento historiográfico que se hace de la obra de Ortega. Es muy difícil penetrar en la enredadera hermenéutica que rodea a las obras y las ideas de este gran pensador español, pero creo que, de forma más o menos visible, más o menos sobresaliente, de esta maleza interpretativa parecen brotar algunos rasgos de su pensamiento que se han instalado como lugares comunes en la historiografía filosófica. Uno de estos elementos canónicos tiene que ver con la presunta postergación...

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