La limitación del esfuerzo terapéutico

AutorKoldo Martínez Urionabarrenetxea
Cargo del AutorMedicina Intensiva. Complejo Hospitalario de Navarra. Presidente de la Asociación de Bioética Fundamental y Clínica
Páginas239-256
LA LIMITACIÓN DEL ESFUERZO
TERAPÉUTICO
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Medicina Intensiva.
Complejo Hospitalario de Navarra.
Presidente de la Asociación de Bioética Fundamental y Clínica.
Resumen: En este trabajo expongo cómo la limitación del esfuerzo tera-
péutico (LET) es un acto médico más por el que el médico no inicia un
tratamiento u otro tipo de intervención o lo retira si lo ha iniciado previa-
mente porque se ha llegado a la conclusión de que dicho acto (o sucesión
de ellos) no bene cia al paciente. La LET está directamente relacionada
con la noción de futilidad, concepto ambiguo y de límites borrosos, a cuyo
diagnóstico se debe llegar de modo deliberado entre paciente y médico en
la relación clínica. El paciente puede anticiparse a situaciones con icti-
vas para cuando él se encuentre en una situación que le incapacite para la
toma de decisiones mediante la elaboración del documento de voluntades
anticipadas en un proceso que resulta óptimo si se realiza en el seno de la
relación clínica. La falta de respeto a la voluntad del paciente expresada
en el consentimiento informado o en el documento de voluntades antici-
padas conduce a la obstinación terapéutica, situación que vulnera todos
los principios de la Bioética.
Palabras clave: futilidad, limitación del esfuerzo terapéutico, encarniza-
miento, nal de la vida, eutanasia.
1. LA FUTILIDAD
El principal objetivo de un tratamiento es el de bene ciar al paciente
ayudándole a restaurar su salud en la medida de lo posible, maximi-
zando el bene cio a lograr y minimizando el daño provocado para ello.
Cuando un tratamiento no consigue ese objetivo, decimos que es fútil
Koldo Martínez Urionabarrenetxea
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(LO, JONSEN, 1980), si bien no existe una de nición completamente
objetiva y concreta de futilidad. Fútil se dice de lo que “no tiene propó-
sito útil”, de lo que es “completamente inefectivo”. El juicio de futilidad
es, por tanto, esencialmente subjetivo aunque realmente indispensable.
Se trata de un juicio de valor, según algunos, imposible de definir
(Veterans Health Administration Central Of ce Bioethics Committee,
1994), y que puede responder únicamente al deseo de un paciente de
que se suspenda o no se inicie un tratamiento concreto.
La noción de futilidad apareció por primera vez en la década de 1980
(MURPHY, 1988; YOUNGNER, 1998). Su función inicial fue la de
limitar el aumento de peticiones de tratamiento que los pacientes hacían
a sus médicos. El concepto de futilidad se introdujo, así pues, como una
justi cación ética y legal para la toma de decisiones unilaterales por parte
del médico para abstenerse de proporcionar determinados tratamientos. Si
el tratamiento era considerado fútil, el médico tenía el poder de abstenerse
de proporcionarlo o de retirarlo, aún en contra de la opinión del paciente o
de su representante. En 1988, una provocadora contribución abrió el debate
sobre la futilidad al ampliar a los médicos el poder de tomar decisiones
unilaterales respecto de la no reanimación de algunos pacientes ingresados
en instituciones para enfermos crónicos. El argumento utilizado entonces
fue que las indicaciones clínicas debían tener prioridad sobre la autonomía
del paciente. El poder de los médicos se suponía más importante que ésta
porque se basaba en su experiencia y conocimientos técnicos.
La noción de futilidad fue objeto de grandes críticas desde el primer
momento porque se veía en ella el intento de reintroducir el paternalismo
médico en la relación clínica. Sus críticos a rmaban que decidir cuán-
do un caso concreto cae en la futilidad no es un juicio médico técnico
complicado sino una decisión delicada basada, al menos en parte, en
valoraciones altamente subjetivas y normativas de la calidad de vida
(WEIKER, ELLIOT, 1995). Por tanto, argumentaban que los médicos no
deberían tener el poder de imponer sus propios valores personales “bajo
el disfraz de la experiencia y el conocimiento médicos” a los pacientes
(LANTOS et al., 1989).
En respuesta a estas críticas, los proponentes de la idea de futilidad se
vieron obligados a estrechar el campo de aplicación del concepto. Man-
tuvieron entonces que la primacía del conocimiento técnico médico (y en
relación con él la posibilidad de excluir al paciente del proceso de toma

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