Sobre el libro: 'Felicidad y dolor: una mirada ética

AutorRogeli Armengol
CargoDoctor en Medicina, ha ejercido como psiquiatra y psicoterapeuta. Hasta su jubilación fue médico del Hospital Universitario Vall d'Hebron de Barcelona. Es Académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Cataluña.
Páginas35-41

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Este fue el título que escogí para este libro porque recoge, si no todos, la mayoría de los ejes que me sirven para proponer lo que entiendo por felicidad. Argumento que la felicidad es la ausencia relativa de dolor. Pienso que el dolor es el eje mayor sobre el que gira la humanidad. Se propone que el mal es el dolor porque nadie lo quiere y de ahí que se diga: «Más que el placer, el dolor es el eje sobre el que gira toda la humanidad. El enunciado de este eje primordial podría ser: la felicidad es no tener dolor ni daño, la moralidad, no causarlos».

Si lo observamos bien la mayoría de nuestras acciones diarias están dirigidas a evitarnos el dolor: trabajar para no tener hambre ni frío; andar bien por la vida para evitar una caída que nos puede causar dolor o perjuicio; procurar mantener una convivencia tranquila exenta de pesar y de discordia cuando se pueda; vivir bien sin disputas con nuestros allegados, colegas y vecinos; adaptar nuestra conducta a aquello que está bien establecido para evitar el repudio o el castigo. Lo anterior no contradice que también nos movemos para conseguir lo que origina placer y gozo, pero la evitación de lo que pueda ser doloroso es primordial.

Es frecuente que se relacione la felicidad con el placer, así lo hizo Epicuro al decir que el fin de la vida era el placer. Esta idea no la comparto si se la toma de un modo unívoco. No obstante, Epicuro, a su vez, siguiendo la senda abierta por Demócrito, propuso que el placer de reposo, el denominado catastemático, hedoné katastematiké, consistía en la ausencia de dolor de forma que la noción sobre el placer en lo relativo a la felicidad se abre y se hace más completa.

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La felicidad entendida como la ausencia de dolor

Mi propuesta se centra en el dolor, más que en el placer. Por dolor entiendo el referido al cuerpo y al dolor mental o moral. La vida es feliz o dichosa cuando no hay dolor dado que el placer siempre acaba llegando y no es posible identificar la felicidad con el placer, en sentido estricto. En primer lugar porque no existe una vida sin algo de dolor y, además, porque el placer, como el dolor, va y viene, se presenta y se extingue. Y, lo que me parece más importante, se observa frecuentemente que quienes persiguen el placer no suelen ser felices y suponen con error que el placer les va a arreglar la vida. Con este proceder la desgracia puede crecer. Lo que destruye la felicidad o la hace imposible es la presencia del dolor cuando es intenso.

Cuando no hay hambre ni sed es mejor, si se puede, permanecer tranquilo y no apetecer por el momento un nuevo placer. «Una vida de dolor no es apetecible, pero una vida con escaso placer es agradable y puede ser venturosa. Si nos fijamos bien, la mayoría de las acciones que persiguen nuestro bien y el de los nuestros están dirigidas a librarnos del dolor cuando lo hay o a prevenirnos de él en lo inmediato o en el futuro.»

La alegría o el contento consigo mismo El deseo y la amargura

La alegría, que hago idéntica al contento consigo mismo como propuso Spinoza, es un sentimiento y una manera de ser al acogerla y culti-

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varla. Es un agradable y gozoso sentimiento de fondo que comporta confianza y serenidad y que puede atenuar los pesares con los que nos vamos encontrando.

La alegría es similar a la euthymía de Demócrito, la tranquilidad, la serenidad, la paz de espíritu o el buen ánimo a los que acompaña siempre un suave gozo de vivir. Quienes se complican la vida suelen estar de malhumor y sienten disgusto, amargura o hastío, enfado y arrebato antes que serenidad. Pero, si se consigue disolver la desazón y la destemplanza adviene el acierto y la serenidad y con ellos la alegría de vivir, el contento y la paz de espíritu.

Quizá deba observarse que la alegría puede identificarse con la euthymía de Demócrito, pero no exactamente con el placer de reposo o constitutivo de Epicuro. Podría decirse que el hedoné katastematiké de Epicuro abre las puertas a la alegría, pero no es todavía euthymia, tranquilidad acompañada de buen ánimo.

La potencia de la alegría reside en que una vez se accede a ella cobra fuerza porque quien está alegre depende poco o nada de algo más, no desea con desmesura, puesto que se contenta con lo que tiene y con lo que ya es y es capaz de disfrutarlo.

Se suele pensar que lo contrario de la alegría es la tristeza y muchas veces es así, pero lo que más frecuentemente se observa es que en ausencia de alegría lo que aparece con fuerza e intensidad es amargura y malhumor. La amargura es espantosa, en primer lugar porque es un padecimiento que arruina todo el posible disfrute de lo que la vida ofrece y, además, comporta que no se pueda renunciar al deseo de ser complacido de continuo y sin medida.

Desear todo no es malo. Lo que produce malestar y desasosiego es no saber renunciar a los deseos cuando no es posible colmarlos. Para poder hacerlo sin destruir el bienestar conseguido es imprescindible estar bien, poseer un cierto grado de alegría para poder disfrutar de lo que se tiene. Sólo el acceso a la alegría, aunque sea en escasa proporción, permite renunciar a los deseos cuando no es adecuado satisfacerlos.

El humano es acomodaticio y aprovechado También es crédulo, vanidoso y codicioso

Pienso que es importante constatar y tener presente que el humano es acomodaticio y aprovechado. Entiendo que sólo de este modo es posible entender el comportamiento interesado, injusto, a menudo conflictivo, de las personas. No se quiere decir que el humano no pueda...

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