La libertad de investigación, su responsabilidad ético-social

AutorAngel Sánchez de la Torre
Cargo del AutorAcadémico Numerario de la R. A. J. L
Páginas247-280

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I Los nuevos horizontes de poder: la invención científica

Hace menos de 30 años que ha sido descodificado el misterio de la molécula DNA. Entonces ha empezado una era completamente nueva de la civilización. En este corto tiempo todos los campos de la ciencia, de la indus- tria, de la medicina, de la farmacología, de la metalurgia, de la agricultura, de la alimentación se han transformado, allí donde la ingeniería genética tenga una función posible.

También la Teología y Filosofía han cambiado por obra de los conocimientos que la nueva genética ha aportado. El modo de entender actualmente la vida humana no ha cambiado sólo el modo de pensar sobre seres vivientes y sobre los humanos, sino también el modo de conceptualizar la fé en Dios, la creación del mundo, los deberes, el pecado, la Ética.

El hombre moderno, desde Galileo, había entendido la naturaleza como algo fundamentalmente diferente de la Humanidad. Esta era la Razón Pensante, aquélla la exterioridad material. El hombre era la libertad; la naturaleza, la necesidad.

Durante siglos el hombre se dedicó a descubrir, aprovechar y transformar la naturaleza. El incremento de conocimientos científicos y de pericia técnica implicó aumento de poder. Ese aumento de poder situaba a los hombres frente a posibilidades de elegir que antes no existían. Llegó un momen- Page 248 to en que la ampliación de esa gama de elecciones creó problemas éticos -o sea, sobre los criterios de elección- que no tenían precedentes.

Siempre se ha sabido que lo que el hombre ha de hacer en cada una de sus situaciones no es perfectamente comprensible de antemano. Mas el desarrollo de la sociedad moderna, en el ámbito de la naturaleza transformada en grandes proporciones por obra de la acción humana acumulada en las sucesivas generaciones, ha creado series de elementos donde las incógnitas se multiplican y se oscurecen progresivamente. Las cualidades de la acción humana más acertada han de residir en la capacidad de asumir objetivos más el costo de su realización. Mas actualmente, tanto el conocimiento como la estima de los valores transcienden intersubjetivamente a su propio autor, y por ello su origen y sus consecuencias fluyen entre sujeto y sociedad, a través de la entidad personal intersubjetiva del propio autor.

Vista fenomenológicamente, la vida es un tipo de realidad que ocurre, no sólo al hombre, sino a todos los vivientes, dentro de estructuras objetivas configuradas como "naturaleza". La naturaleza se presenta como contenido cambiante dentro de una proyección de totalidad, iniciada desde posibilidades germinales que tienden a actualizarse, conforme a cierto sentido estructuralmente caracterizado, mediante el devenir, hasta la extinción por agotamiento de los propios elementos vitales.

Dentro de ese proceso la Humanidad debe responder de la suerte de aquellas realizaciones de que es capaz. La cultura moderna conoce y debe responder sobre ellas. Tal deber significa la dimensión ética de la actuación humana.

Los mecanismos deductivos e inductivos que la investigación moral empleaba en épocas menos revolucionadas, cuando los acontecimientos se desarrollaban bajo ritmos históricos más lentos, no son totalmente aplicables en la actualidad en aquellos mismos términos. Incluso el emotivismo y el intuicionismo actuales no son lo que eran cuando los referentes del mundo natural eran aislados y escasos. Por el contrario, ahora la riqueza del contexto asequible a un investigador hace que el método intuitivo sea tan nutrido, tan complejo y relevante, que sea capaz de penetrar en los contenidos de la estructura profunda de esa circunvolvente realidad. Esto es lo que significa la moderna metodología de la Ética de los valores: una nueva proyección de la antigua Ética del ser.

Pero actualmente operan también otros riesgos negativos. La distorsión ideológica, los prejuicios individuales y colectivos acerca de la justificación del poder, de los objetivos del poder y de cierta indeterminación para la responsabilidad; podrían ser mucho más graves que lo que antiguamente Page 249 fueron las clásicas confrontaciones doctrinales, los sectarismos dogmáticos e incluso las herejías religiosas.

Es en esta situación donde adquiere tanta importancia la prudencia y medida con que el pensamiento de Popper señala los caracteres más responsables de la investigación: constante búsqueda de valores universales y eternos, ansia de absoluto, tentativa de imaginar soluciones adecuadas a los grandes misterios de la existencia y a las graves necesidades de la sociedad histórica: pero bajo una previa convicción de provisionalidad de todo saber. Es poca toda insistencia en el firme repudio, bajo cuidadosa atención, a no caer ni en la irracionalidad ni en la ligereza.

Toynbee e Ikeda han estado acordes en lo siguiente: a medida que se realizaban progresos técnicos, tendieron a declinar los criterios morales de la Humanidad. Y ambos estimaron que la causa de esta decadencia ética fue la insensata ilusión de que el poder adquirido como resultado del proceso técnico puede asumir el papel de elevados criterios morales.

Disipar esta ilusión es, por tanto, el punto de partida de los esfuerzos que haga el hombre para resolver el dilema en que se encuentra hoy, y que él mismo ha creado.

En cuanto a la ciencia y a la tecnología que operan sobre la vida, a medida que aumenta el poder de la ciencia médica para controlarla, su interés es cada vez mayor. Bien usada la medicina aporta enormes contribuciones a la felicidad humana: sólo habría que ver su lucha contra el dolor y la capacidad de prevenir enfermedades y de cuidar el estado físico. Pero mal usada, puede destruir la vida.

El efecto que tenga sobre la vida humana el poder generado por la ciencia y por la tecnología biológica depende del nivel de conciencia ética de quienes esgriman tal poder. Este poder no es, sin embargo, una variable individualizada, sino resultado acumulado de una acción cooperadora, de la cual ningún investigador individual debería lícitamente hacer uso sin prescindir en algún modo de sus personales intenciones, dado que no es él solo, sino otros muchos, quienes han sido creadores de cada descubrimiento, y por tanto tendrían que opinar sobre el modo de ser empleado por los demás. Se trata de una proyección ética inter-subjetiva y multi-subjetiva, dada la co-responsabilidad múltiple, tanto se mire a la "apropiación" de los conocimientos como a las "consecuencias" de su empleo.

Están además las secuencias complementarias y transversales hacia el ambiente. Hay daños que habrán sido inferidos por el hombre, pero aún no conoce- Page 250 mos todos los que se hayan producido ya (capa de ozono, origen de ciertas enfermedades, creación de tóxicos o de virus mortales por sus efectos en caso de ser aplicados o liberados). Estas correlaciones tecnológicas han de ser tenidas en cuenta, aunque sean aún desconocidas, porque son posibles, y ya hay ejemplos de las mismas. La única manera de impedir los desastres a que nos estamos refiriendo es la de que se produjera una reflexión interna que fuera simétrica, en cada ser humano individual, a la amplitud de sus riesgos: pues el humanismo de la libertad no es sólo empleo del poder, sino también afirmación, rescate y autentificación del ser del hombre. No basta a estos efectos actuar desde una hipótesis, prepotencia o búsqueda desbrujulada y casual de descubrimientos de que se ignora aún si podrán conducir a construir algo aprovechable. Una Ética formulada a la luz de la auténtica función humana aportará al standard general de la comunidad un refuerzo continuo y creador. Pero no podría hablarse de reflexión ética si se aíslan alguno de sus momentos estructurales: horizonte pragmático, valor de las cosas, libertad personal, búsqueda de la mejor realización (virtud) de sí mismo, valor de la persona, responsabilidad efectiva. Ningún planteamiento ético es válido fuera del universo de las correlaciones objetivas que circundan al sujeto de la decisión: pues el conocimiento de lo que el hombre puede hacer no puede sustituir al conocimiento de lo que debería hacer.

Peter Wünch ("Nature and Convention", Proc.Arist.Society, 60, 1960, 231-252) afirma en este sentido que ciertas instituciones sociales, incluyendo modelos de conducta, argumentaciones racionales y usos lingüísticos, impiden llegar a descubrir aspectos básicos de lo que es la realidad social. Y desde luego, afirma, "nuestra propia concepción de lo que debemos tener por racional no se agota por las prácticas del conocimiento científico". De ahí la importancia transcendental que tiene el valorar la racionalidad de un conocimiento, o de una práctica conforme al riguroso esquema racional de la acción científica. Antes de haber iniciado el primer movimiento, hay que haberse instalado en un exhaustivo y radical conocimiento de los elementos reales que configuran las dimensiones verificables de una situación histórica determinada.

Toda experiencia humana es falible en cuanto que todo conocimiento humano es incompleto. La función del conocimiento es también práctica en cuanto que provee de normas adecuadas para diseñar una acción. Mas la acción sólo tiene lugar en tiempo futuro a su diseño y en él ha de seguir la directriz que el diseño le insinúa: pero sólo el pasado y a lo más un presente del todo consciente pude serle conocido con cierta exactitud. La realización de una empresa humana es, por ello, muy compleja puesto que avanza en un esquema pluridimensional. Sólo una vivaz imaginación podrá barruntar el Page 251modo en que realmente abocará a su conclusión a través de las sucesivas implicaciones interactuantes en el tiempo.

Las...

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