Estado, ley y conciencia

AutorDanilo Castellano
Páginas93-128
CAPÍTULO 4
ESTADO, LEY Y CONCIENCIA
1. EL ESTADO COMO PROBLEMA
DE CONCIENCIA
Problema del título
Resulta singular y curioso al mismo tiempo el tí-
tulo de mi ponencia. Hoy, de hecho, el Estado está en
crisis 1. El Estado moderno sustancialmente ha desa-
parecido. Ha muerto por los golpes de las ideologías
que lo detestaban (p. ej., el marxismo). El golpe de
gracia se lo han dado las doctrinas que han hecho
del interés material el resorte de la vida social y han
teorizado el conicto como su alma y como el ins-
trumento para la ampliación de los espacios de la li-
bertad vitalista (piénsese en la teoría politológica del
1 Entre la vasta literatura sobre la crisis del Estado moderno,
véase, para un análisis a la luz del pensamiento clásico, Miguel A-
, ¿Después del Leviathan? Sobre el Estado y su signo, Madrid,
Speiro, 1996 (2.ª ed., Madrid, Dykinson, 1998) y, para un análisis a
la luz del pensamiento político nihilista, Gustavo Z, Il
Diritto mite, Torino, Einaudi, 1992.
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Estado). En algunos casos se ha suprimido incluso de
la memoria, siendo considerado (por N y
sus secuaces) «el más frío de todos los monstruos» 2.
La globalización, nalmente, sumándose a estos fac-
tores, ha contribuido signicativamente a erosionar
su soberanía, anulándose en muchos aspectos. ¿Es
legítimo a la luz de todo esto considerar el Estado
como una cuestión de conciencia?
El título de la ponencia todavía resulta más sin-
gular y curioso si se considera que en lo que res-
pecta a la conciencia (la conciencia de que aquí se
trata es obviamente la moral) reina una confusión
enorme: para algunos, en efecto, la conciencia exis-
te sólo como un producto de las condiciones his-
tórico-socio-económicas (se recordará que Antonio
G denió la conciencia como el fruto de un
bloque histórico); para otros, en cambio, la con-
ciencia es una facultad naturalística que legitima el
subjetivismo absoluto (R, p. ej., redujo la
conciencia al puro sentir inmediato, sin la guía de
la racionalidad: lo que se advierte como bueno sería
bueno; lo advertido como malo, malo); para otros,
nalmente, la conciencia es un juicio de la razón, la
conclusión de un silogismo.
¿A qué conciencia y a qué Estado se reere el
título de mi ponencia? En otras palabras, ¿a qué
condiciones y sobre la base de qué precisiones el
Estado es una cuestión de conciencia?
Estas preguntas exigen proceder gradualmente.
Buscaré aclarar, por ello, en primer lugar algunas
2 Friedrich N, Also sprach Zarathustra, vers. italiana,
en Opere, vol. I, Roma, Corsini editore, 1955, p. 401.
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cuestiones sobre la conciencia. Después, conside-
raré algunos problemas relativos al Estado, sea para
arrojar luz, a este propósito, sobre aspectos oscuros
y diversos equívocos, sea para delinear a continua-
ción la tesis de mi ponencia.
Aclaración preliminar sobre la conciencia
Empezamos, pues, por la conciencia. Si la con-
ciencia moral fuese el producto de un bloque histó-
rico, no se podría entender sobre qué fundamentos
se apoyan los juicios morales: la ética se subordi-
naría a una evolución histórica necesaria, que ha-
blando propiamente constituiría su privación. La
ética no tendría que ver con el hombre individuo,
que sería objeto y no sujeto del proceso histórico-
económico y, por ello, irresponsable de sus accio-
nes. La conciencia como bloque histórico supone,
en último término, una conclusión provisional del
devenir impersonal; fenómeno efímero causado
por una realidad, a su vez cambiante, que no al-
canza ni a dar razón de sí misma ni a mostrar el
rostrode la propia subjetividad. Esta conciencia no
puede ponerse frente al Estado, no puede juzgarlo,
no está siquiera legitimada a armar que éste sea
una superestructura puesto que tal armación debe-
ría ser también fruto de un bloque histórico y, por
lo mismo, estaría sujeta a la sospecha de falta de
fundamento: sería necesariamente una armación
relativista y por ello ilegítima.
La conciencia como facultad, que en la época
romántica encontró acogida crítica y en la vitalista
plena realización, constituye también negación de

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