El lenguaje paritario

AutorDolores López Díaz
Cargo del AutorDoctora en Filología Románica. Universidad Antonio de Nebrija
Páginas79-100

Page 79

1. Lenguaje y sexismo

De unos años a esta parte, la lucha contra el sexismo lingüístico ha sido el estandarte de la lucha por la igualdad de sexos y, si no tanto como el estandarte, sí el objetivo que más atención ha acaparado, el que más ha calado en la sociedad y al que los profesionales de la política se han sumado con mayor entusiasmo y unanimidad. Quizá esto último obedezca a la inveterada tendencia de dichos profesionales a utilizar el lenguaje como instrumento en su lucha por alcanzar y mantenerse en el poder, y también a su pericia para convertir en juego de palabras los problemas de los ciudadanos, posiblemente por las consabidas oportunidades y ventajas que tal juego comporta. Como apunta Ángel López García:

"Ceder en lo accesorio para conservar lo esencial es una vieja -y hábil- táctica del poder. Como el fundamento del engaño ha sido siempre la alteración del ropaje lingüístico, es explicable que en el caso que nos ocupa [el sexismo] se haya dado una vez más"1.

Consideraciones políticas aparte, la Real Academia Española, en su edición de 2001, define la palabra sexismo como "Discriminación de personas de un sexo por considerarlo inferior al otro". Para Eulalia Lledó sexismo es "el conjunto de los métodos utilizados por el patriarcado para seguir manteniendo en una situación de subordinación al sexo femenino. Es una situación social en la que los machos

Page 80

tienen poder sobre las hembras"2. Cuando se habla de sexismo lingüístico o cuando se tacha al lenguaje de sexista suele partirse de la idea de que la lengua, al ser "aquello en lo cual se hallan encerradas y establecidas las experiencias y el saber de las generaciones pasadas"3refleja, entre otras cosas, las condiciones de dominación de un sexo sobre otro y, por lo tanto, discrimina, es decir, da trato de inferioridad a las mujeres, al estar "lo simbólico femenino [...] excluido del sistema patriarcal que ha construido este lenguaje"4. En palabras de Mª Nieves Hernández Gómez, Directora del Instituto Canario de la Mujer:

"El lenguaje se construye en función de un sistema de valores y relaciones sociales de poder, y acuña, proyecta y transmite este sistema y estas relaciones de manera estereotipada, incluso mucho después de que desaparezcan o se transformen algunos fenómenos sociales o culturales. Nombra quien tiene poder y espacio para nombrar, en nombre de otros y otras y según su propia experiencia, su propio sistema de valores"5.

Aunque frente a estos que consideran que "La lengua inscribe y simboliza en el interior de su misma estructura la diferencia sexual de forma ya jerarquizada y orientada"6, hay quien sostiene que el sexismo lingüístico no radica en la lengua sino en la mentalidad de los individuos que la hablan. Así, según García Meseguer, "Se incurre en sexismo lingüístico cuando se emplean vocablos (sexismo léxico) o se construyen oraciones (sexismo sintáctico) que, debido a la forma de expresión escogida por el hablante y no a otra razón, resultan discriminatorias por razón de sexo"7. El sexismo lingüístico estaría, pues, "en la forma del mensaje y no en su fondo. Una determinada situación de la realidad, sexista o no, puede describirse lingüísticamente de modo sexista o no"8. Es decir, que es el sexismo de los hablantes el que queda reflejado en el lenguaje. Al mismo tiempo que es la sensibilidad de los oyentes la que capta o deja de captar la posible discriminación contenida en cierto tipo de prácticas lingüísticas: "Hay sexismo en el oyente cuando éste no percibe el sexismo del hablante, o cuando interpreta de forma sexista expresiones que no son sexistas"9. En el mismo sentido, Calero Vaquera sostiene que "...las lenguas en

Page 81

sí mismas y por sí mismas están libres de toda sospecha, son meros instrumentos puestos a disposición de sus usuarios"10.

Sea como fuere, que el sexismo está presente en todos los niveles de la lengua es una realidad fácilmente constatable y pacíficamente admitida. Como afirma Calero Vaquera:

"No caeremos [...] en la ingenuidad de negar que en la estructura y configuración de determinados usos lingüísticos puedan llegar a encontrarse indicios de la perspectiva androcéntrica (cuando no de una actitud misógina) aún dominante en nuestra sociedad"11.

Además, gracias a los numerosos estudios que en los últimos años se han realizado acerca de los mecanismos sexistas presentes en el uso del idioma12"hemos visto -en palabras de Alex Grijelmo- las asimetrías de la lengua y nos hemos horrorizado ante tanta desigualdad inconsciente, y algunos nos hemos condenado alguna vez como usuarios irresponsables de la torpeza masculina"13.

En cuanto a las formas de sexismo lingüístico, hay que distinguir, como hemos visto más arriba, entre el sexismo léxico y el sexismo sintáctico. El primero puede dividirse, según García Meseguer, en doce campos: "tratamientos de cortesía, pares incorrectos, duales aparentes, olvido de la mujer, nombres y apellidos, vacíos léxicos, vocablos ocupados, tacos e insultos, chistes y refranes, palabras androcéntricas, la voz hombre y, finalmente, cargos, oficios y profesiones"14. De sexismo sintáctico hay, según el mismo autor, tres formas: "estereotipos sexistas, androcentrismo u óptica de varón, y salto semántico"15.

2. El problema del género

Dentro de la variedad y cantidad de prácticas sexistas que, como hemos visto, se pueden detectar en nuestro uso de la lengua es, quizá, en torno al género donde se sitúa uno de los puntos neurálgicos del problema. Y cuando utilizamos el término género estamos apuntando a dos cuestiones diferentes. Por un lado, nos referimos al significado y al uso de la palabra género en relación con la palabra sexo; y por otro, al accidente gramatical denominado género de los nombres.

Page 82

2.1. La cuestión terminológica

Como es sabido, la palabra género es ampliamente polisémica y sirve para designar las más diversas realidades en los más diversos campos. En el terreno que nos ocupa, en español, el vocablo género corresponde a un accidente gramatical que, tradicionalmente, se ha venido aplicando a las palabras, no a las personas.

El uso de la palabra se torna conflictivo cuando, en la Cumbre de la Mujer celebrada en Pekín en 1995, los traductores de la ONU acordaron utilizar el término inglés gender para referirse al sexo de las personas. Dicho término se tradujo a nuestro idioma por género, traducción que fue "inmediatamente aceptada por algunos siervos de la lengua inglesa"16, sin tener en cuenta los problemas que tal asunción acarreaba al no corresponderse el significado de la palabra inglesa con el de la española. Porque, en inglés, gender, en su primera acepción, significa "the fact of being male or female; used of people and animals". Y en la segunda acepción, "gender is used to refer to the classification of nouns in some languages as masculine or feminine..". (Collins, English Language Dictionary, 1987). Teniendo en cuenta el hecho de que, en inglés, los nombres carecen de género gramatical, la utilización del término, aparte de ser apropiada, no tiene ningún efecto secundario. Justamente lo contrario de lo que sucede en español, idioma en el que es inapropiado, produce efectos secundarios y, además, al decir de Lázaro Carreter, hiere "el sentimiento lingüístico castellano (y catalán, portugués, italiano, francés, etc.) donde se diferencian muy bien cosas tan distintas como son el género y el sexo"17.

Con todo, entre nosotros, la palabra género ya era un falso amigo (es decir, se había utilizado con el significado que tiene en inglés) en ciertos reductos intelectuales, antes de 1995. Sin embargo, es a partir de esa fecha y, sobre todo, desde finales de esa década, cuando su uso empieza a generalizarse. Esto se debe, según Pilar García Mouton, al hecho de que "El auge de la sociología y la antropología de la mujer, motivado a su vez por el empuje de los movimientos feministas, ha elaborado un concepto nuevo para el que había que buscar una palabra nueva"18.

Un concepto de índole sociocultural que hace referencia a las actitudes sociales que se asignan a las mujeres y a los hombres :

"En todas las sociedades hay dos repertorios de comportamientos diferentes para hombres y mujeres, que no están determinados por el sexo, ni por la biología, ni por los cromosomas, ni el ADN; por eso, en vez de hablar de sexo se prefiere hablar de género, dado que es una construcción cultural"19.

Page 83

Para nombrar esa construcción cultural, los anglohablantes siguieron utilizando el término gender, pues las posibilidades semánticas del mismo se lo permitían. Sin embargo, en el ámbito hispanohablante, en lugar de buscar una palabra apropiada, los círculos feministas, haciendo gala de una incuria lingüística y de una sumisión cultural que se compadece poco con su supuesta actitud reivindicativa, violentaron el sistema de nuestro idioma y dotaron a una palabra española del significado que tiene su cuasi homónima inglesa.

Protestas aparte, el resultado es que "cualquier persona culta utiliza hoy la palabra "sexo" (el sexo es una variable de la naturaleza) para aludir a aquellos fenómenos que están fundamentalmente ligados a la biología y a la psicología; y la palabra "género" (el género es una variable de la cultura) para aquellos ligados fundamentalmente a la sociología, a las costumbres sociales".20Y también, añadimos, para aludir a uno de los dos fenómenos ligados a la flexión nominal.

2.2. El género gramatical

De las muchas definiciones que pueden encontrarse en las gramáticas al uso, tomamos la de la Gramática de la Lengua Española de Emilio Alarcos Llorach, según la cual:

"El género es un accidente o morfema que caracteriza al...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR