Lealtad cosmopolita e intervenciones bélicas humanitarias

AutorEusebio Fernández García
Cargo del AutorCatedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid
Páginas77-83

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1. Introducción

Ante la pregunta, a todas luces impertinente, en el sentido que exige respuestas comprometedoras, de "si existen valores y principios que puedan fundamentar y justificar una intervención directa en el territorio de un país soberano cuando este último aplica decisiones políticas que puedan considerarse como contrarias a principios y valores reconocidos por la comunidad internacional", mi respuesta es claramente afirmativa. No obstante las dudas y matices aparecen inmediatamente si esa intervención directa ha de ser entendida necesariamente como intervención militar, y no por desconfianza en los militares, sino por las características y efectos de ese tipo de intervenciones.

En cuanto a la pregunta de "si la seguridad nacional o regional es un valor a considerar en el futuro", también la contestación es afirmativa, y aquí sin matices, porque de la seguridad dependen la vida, la integridad física y moral y los derechos y libertades fundamentales. Aunque, conviene añadir, no estoy hablando de la seguridad a cualquier precio.

El requisito moral que justifica la intervención militar es que se trata del único medio para evitar el triunfo de lo que es radicalmente intolerable. En numerosas ocasiones, y desde hace varios años, he desarrollado la distinción entre dos tipos de tolerancia: la tolerancia negativa y la tolerancia positiva1. Sus

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aportaciones son distintas y, por tanto, también la valoración que podemos hacer de ellas. Las dos cuentan con límites en su ejercicio y éstos se encuentran en el concepto, complejo y difícil de determinar concretamente, de lo intolerable. Sin embargo, creo que no existen razones de peso que impidan incluir entre lo intolerable las violaciones al derecho a la vida y a la integridad física y moral.

Por si se pudiera desprender de mi intervención algún tipo de malentendido, deseo proclamar que mis convicciones básicas son pacifistas, que odio todo lo que significan de dañoso las guerras y creo que el mantenimiento de la paz es uno de los bienes mayores de la existencia humana, pero veo muy difícil, prácticamente imposible, ser un pacifista absoluto. Las intervenciones bélicas por motivos realmente humanitarios son, por el momento, un medio eficaz de lograr la paz.

Un recuerdo al ejemplo de un pacifista convencido, como Bertrand RUSSELL, es aquí oportuno. Él mismo explicó su cambio de actitud en relación con las dos guerras mundiales de esta manera: "cuando estalló la primera guerra mun-dial, pensé que era una locura y un crimen, de los que eran responsables todas las potencias comprometidas en ella, en uno y otro campo... He creído que la segunda guerra mundial era necesaria no porque mis opiniones sobre la guerra hubiesen variado, sino porque las circunstancias eran diferentes... Teníamos que lu-char contra los alemanes nazis -en gran medida, como resultado de nuevas locuras- si queríamos que la vida humana siguiera siendo tolerable".22. Las intervenciones bélicas humanitarias. Concepto y características

Las intervenciones bélicas humanitarias pueden ser distinguidas, con cierta facilidad, de las operaciones de mantenimiento de la paz y de las acciones humanitarias en conflictos bélicos. Tanto el medio utilizado, como la finalidad de ellas, permiten llevar a cabo esa distinción. En cuanto al medio, por "el carácter pleno y abiertamente bélico de las intervenciones". Por lo que respecta a la finalidad, porque no se trata de lograr la paz ni salvaguardar un básico humanitarismo en las actividades bélicas, sino de "la restauración de los derechos básicos previamente violados en la población ayudada"3.

De alguna manera, las intervenciones bélicas humanitarias nos hacen recordar las discusiones históricas sobre la legitimidad y existencia de las guerras

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justas, al mismo tiempo que pasan por alto un principio que ha acompañado el desarrollo de los Estados modernos y las relaciones adecuadas entre ellos: el principio de la soberanía estatal y de la no injerencia en los asuntos internos de cada Estado por parte de los otros Estados.

No me plantea ningún problema particular aceptar, y lo hago con suma satisfacción, que a la altura de nuestro tiempo se haya puesto en tela de juicio ese doble principio de la sagrada soberanía y de la no injerencia, cuando están en juego valores y derechos sin los cuales no es posible una vida con un mínimo de dignidad y decencia. Es más, creo que este hecho debe ser analizado como una prueba de que algo se ha progresado moralmente en el...

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