Laudatio profesor García Marín

AutorManuel Torres Aguilar
Páginas11-15

Page 11

Presentar la figura del Profesor García Marín, es un hecho que resulta, a cualquiera que atienda a su currículo, de una extraordinaria facilidad. Sin embargo, ya les adelanto que sobre todo glosaré la persona de mi amigo, de mi padre intelectual, de mi maestro. Y lo difícil para mí, será hacerlo sin caer en el sentimentalismo, pero poniendo el sentimiento racional de quien racionalmente no puede sino admirar a aquel al que profesa devoción, respeto y reconocimiento.

Uno puede acercarse a la figura de un maestro tratando de enseñar lo que aprendió de él, tratando de exponer a los demás las virtudes de su magisterio o incluso tratando de poner de manifiesto que su estrecha relación con él, en alguna medida le hace partícipe de los méritos que en aquél se acumulan. En mi caso, prefiero dejar claro que si alguna virtud tengo en la vida, en gran medida se la debo a él y mis defectos a no haber hecho caso de sus consejos.

Sentado esto, es difícil dejar de escribir con emoción en un momento como este, que yo pensé tantas veces en aquel viejo convento de Puerta Nueva, casi desde que conocí a un joven Catedrático de Historia del Derecho que entonces apenas contaba la edad de 38 años. Sí toda una vida juntos. Pero el tiempo, ya lo saben, es una gran mentira. El tiempo es el contenido de lo que somos capaces de hacer, de aprender y de enseñar. Así que nuestro tiempo será mayor o menor según la cantidad y calidad de nuestras obras para poder engañar a un reloj que nos engaña cada día. Ya lo decía Quevedo: “ayer se fue, mañana no ha llegado, hoy se está yendo sin parar un punto, soy un fue, un será y un es cansado”. Cansado sí, pero de haber vivido. Confieso, pues, que él ha vivido. Vivido entre sus libros, los archivos, las clases, su familia… Y sobre todo, ha vivido y vive, en la medida que ha creado vida a su alrededor, y en la medida que su obra ha de trascender al estadio de la memoria que, como diría nuestro Jorge Manrique, es al fin el momento de la inmortalidad.

Trataré de justificar las razones que me hacen afirmar lo expuesto. Su vida, sus valores, su obra. Su infancia es el recuerdo de un Morón silente, denso,

Page 12

agobiante, estéril por momentos. Allí quizá se forma su carácter austero, serio pero con ese gracejo inteligente que solo quién ha vivido en aquellos ambientes andaluces de principios de los cincuenta pueden aún imaginar. Él ha rechazado siempre cuanto encarna el tópico, nunca ha sido un hombre de modas, ni tampoco un hombre alejado de su tiempo. A él nada de lo humano le ha sido ajeno, porque con una honradez imperturbable ha tratado de cumplir un papel que la vida le había reservado sin él pretenderlo en ningún caso. Él ha sido modelo ejemplar, en aquellos tiempos difíciles de nacimiento de la Facultad de Derecho. Buena parte de los que allí enseñamos hoy, hemos asistido a sus clases durante casi veinte cursos académicos. Puedo decir sin exagerar, que algunas miles de expectativas de jurista se formaron bajo la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR