Al otro lado del espejo del delito, desde los agresores a las víctimas

AutorSantiago Redondo Illescas
Páginas17-33
COLECCIÓN HUMANISMO Y CRIMINOLOGÍA
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Al otro lado del espejo del delito,
desde los agresores a las víctimas
PRÓLOGO
Prof. Dr. Santiago Redondo Illescas
Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona
I
Son las palabras espejos mágicos donde se evocan todas las
imágenes del mundo, escribe Valle Inclán. Junto a las palabras,
son espejos mágicos de evocación del mundo las distintas
formas de expresión cultural o artística: pintura, escultura,
fotografía, cine, obras musicales… Al igual que con las pala-
bras, mediante todos estos lenguajes pueden representarse
también las imágenes diversas de lo humano. Entre estas
representaciones han ocupado un lugar destacado en la his-
toria (y lo siguen ocupando en la actualidad) los conictos y
violencias. Baste un rápido recuerdo de las grandes obras de
la pintura o la literatura universales, algunas de ellas traídas
a la memoria en este libro.
Las imágenes que evocan los conictos y violencias
tienen, por su propia naturaleza, dos actores principales:
agresores y víctimas. Un lado y el otro del espejo doble de
toda violencia y delito. Personalmente, he dedicado mi vida
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LA VÍCTIMA EN SUS ESPEJOS. VARIACIONES SOBRE VÍCTIMA Y CULTURA
MYRIAM HERRERA MORENO (DIR.)
profesional al estudio de los delincuentes y de las circuns-
tancias que favorecen su vida criminal. Ahora, la profesora
Myriam Herrera me invita a cruzar, para prologar este libro,
al otro lado del espejo del delito: para mirar desde los ojos
de las víctimas y de quienes miran compasivamente a las
víctimas, que es desde donde también han mirado los auto-
res de los diversos capítulos aquí incluidos. El primer reto al
que ello me enfrenta es que, como sucede en todo doble
espejo, lo que se aprecia por un lado suele ser distinto, y
quizás opuesto, a lo que se observa por el contrario. Pero el
desafío más importante al que me veo expuesto es que el
espejo victimológico al que aquí he de asomarme no es uno
de cristal diáfano, que reeje elmente la realidad vivencial
de las víctimas y su sufrimiento (a partir, por ejemplo, de
entrevistas directas con ellas), sino al espejo más vaporoso
en que las víctimas del delito y todo lo victimológico son
culturalmente percibidos y representados (“atrapar el cono-
cimiento, desde sombras de ambigüedad e incertidumbre”).
La historia de la criminología, y también en parte la
de la victimología, ha experimentado una tensión constante
entre estos dos modos de mirar la criminalidad: de una par-
te, el afán metodológico por conocer, sistematizar y ponde-
rar el comportamiento delictivo y sus circunstancias; y de
otra, la defensa de un modo más abierto, personal e inter-
pretativo de aproximación a las vivencias criminales. El ar-
gumento principal para lo primero es la necesidad de siste-
matización de las observaciones y de tasación de los datos,
lo que se estima condición indispensable para constituir una
auténtica ciencia de los delitos, aun a riesgo de que pueda
perderse información que resulte difícilmente analizable. La

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