En la jubilación de David Torres

AutorMario Bedera Bravo
Páginas1157-1162
Varia 1157
AHDE, tomo LXXXVI, 2016
HOMENAJES A UNA TRAYECTORIA ACADÉMICA
En la jubilación de David Torres
Cuando la dirección del Anuario me propuso escribir unas líneas sobre David
Torres con motivo de su jubilación el curso 2014-2015 fui realmente consciente de lo
que Cernuda quería decir con que «llega un momento en la vida cuando el tiempo nos
alcanza» 1. El tiempo administrativo había alcanzado a mi maestro y lo que no hace
tanto me parecía lejano, se había precipitado más deprisa de lo que estaba dispuesto a
admitir. Si el Anuario ha sido la casa de los historiadores del derecho, siempre he ima-
ginado la sección «Varia» como ese rincón de la misma donde alrededor de la mesa
camilla y junto a la crónica de Jornadas y Congresos, se comparten los perfiles más
humanos de los profesores de la disciplina. Por esta razón y ante el encargo del director
de la Revista trataré de delinear unos trazos que pretenden ser más personales que pro-
fesionales ya que el conocimiento integral de estos últimos, en un mundo como el
nuestro conectado en red, se puede rastrear con mayor o menor exhaustividad en cual-
quier buscador.
Conocí a David en febrero de 1976 cuando sustituyó en sus clases al padre Gonzalo
Martínez. En esos momentos todavía era profesor ayudante en la vieja Facultad de
Derecho de Valladolid pero por poco tiempo, pues sólo unos meses después pasó a la
condición de adjunto interino, estatus que en aquellos años suponía la antesala al cuer-
po de profesores numerarios tras la correspondiente oposición. Durante el mes que
reemplazó al catedrático de la asignatura, sus alumnos pudimos apreciar un rasgo que
le ha acompañado toda su trayectoria académica: la extraordinaria claridad de su dis-
curso y el acierto para elegir en cada caso la expresión más adecuada sin perder un ápice
el rigor en la exposición. David tiene la rara habilidad de los buenos docentes de ade-
lantarse a las dudas, disolver los grumos que dificultan la comprensión de un concepto
y a la vez despertar el placer por lo que se transmite. Encarna como pocos el prodesse
et delectare al que se refiere Horacio 2, ese enseñar deleitando que le convirtió en uno
de los mejores profesores de la Facultad de Derecho y le hizo ganarse el respeto y el
cariño de los estudiantes con anterioridad incluso a que se iniciaran las evaluaciones del
profesorado, lo que supone sin duda un mérito añadido, pero también después, compi-
tiendo con ventaja con los buenos profesores sobrevenidos. Cuando años más tarde me
incorporé al departamento de Historia del Derecho pude comprobar la importancia que
daba a las clases y el cuidadoso esmero con que las preparaba y esa fue quizá la prime-
ra enseñanza que recibí de él: un profesor universitario se debe sobre todo y ante todo
a sus alumnos. Ellos son su razón de ser y cualquier otra actividad universitaria, la
investigadora o la de gestión tiene como destinatario final, directa o indirectamente, al
estudiante. David es un docente vocacional que extiende su tarea más allá del programa
1 Luis C, «El tiempo», en Ocnos, seguido de Variaciones sobre tema mexicano,
(Juan Lamilla ed.), Sevilla, Renacimiento, 2014, pp. 53-54: «Llega un momento en la vida cuando
el tiempo nos alcanza. (No sé si expreso esto bien.) Quiero decir que a partir de tal edad nos vemos
sujetos al tiempo y obligados a contar con él, como si alguna colérica visión con espada cente-
lleante nos arrojara del paraíso primero…».
2 Quinto H F, Ars poetica (ed. bilingüe de Horacio Silvestre), Madrid, Cátedra,
1996, vv. 333-334: «Aut prodesse volunt aut delectare poetae/ aut simul et iucunda et idonea dice-
re vitae».

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