Jornadas del anuario de historia del derecho español

AutorAlberto de la Hera
Páginas818-836

Page 818

Segovia, 21-22 de junio de 2001

Al renovarse la dirección del Anuario de Historia del Derecho Español hace cuatro años, se constituyó un Consejo de Redacción encargado de llevar el día a día de la Revista, y un Consejo de Honor compuesto por personalidades de otras ciencias afines, relevantes historiadores del derecho de otros países, y los eméritos y jubilados de nuestra disciplina.

El Consejo de Redacción se ha venido reuniendo estos años con la periodicidad adecuada y prevista, a fin de decidir la marcha del Anuario y examinar los artículos y colaboraciones, siempre sometidos antes al dictamen de dos ponentes. Los miembros del Consejo de Honor, a su vez, venían siendo consultados en ocasiones por la dirección de la Revista res-Page 819pecto a asuntos diversos o cuestiones de orientación general, pero parecía muy difícil o incluso inviable cualquier reunión global de este Consejo dada la dispersión y pluralismo temáticos de sus componentes (cultivadores de la Historia del Derecho, pero también de otras varias disciplinas) y dada su dispersión geográfica en diversos países de Europa y América.

Así las cosas estimamos conveniente celebrar unas Jornadas del Anuario de Historia del Derecho, que relacionaran ambos Consejos y fueran además testimonio de la admiración y respeto que, quienes estamos en activo, sentimos por los séniores de nuestra disciplina. Este es el sentido de la reunión de Segovia, a la que además se sumaron otros profesores de Historia del Derecho de distintas Universidades españolas.

A la hora de valorar estas Jornadas, su actual Director se siente deudor de quienes le precedieron en el cargo, y singularmente de quienes ha conocido y tratado con asiduidad. Unos, el profesor García Gallo y el profesor Tomás y Valiente, que lamentablemente ya no están entre nosotros. Otro, el profesor Enrique Gacto, prestigioso Director del Anuario durante una breve pero fecunda etapa en la que se sentaron las bases de lo que otros hemos tratado de hacer después.

En las páginas que siguen el lector encontrará una nota sobre las Jornadas del profesor Agustín Bermúdez, y el texto de las intervenciones de los profesores Orlandis, Lalinde, Martínez Diez y Fernández Espinar. Y también las palabras finales de clausura del profesor Alberto de la Hera, en su condición de presidente del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, de Director General del Ministerio de Justicia y de miembro del Patronato del Colegio Universitario «Domingo de Soto», entidades las dos últimas, que patrocinaron esta reunión científica.

José Antonio Escudero

Bajo el patrocinio del Ministerio de Justicia y del Colegio Universitario de Segovia, han tenido lugar en esta ciudad unas Jornadas en las que se ha desarrollado un doble evento.

Por una parte se ha procedido a la preceptiva reunión del Consejo de Redacción del Anuario. Se trata de un encuentro en el que, como es habitual, se examinan las colaboraciones recibidas y, tras el informe de los ponentes, se aprueban los distintos artículos que terminarán integrando el correspondiente tomo de la revista, en este caso el LXXI. De acuerdo con la normativa que rige su celebración, a esta reunión asistieron solamente los miembros del Consejo de Redacción. Tras la consiguiente aprobación del contenido del mencionado volumen se pasó revista posteriormente a diversas iniciativas y proyectos que fueron debidamente discutidos por los asistentes.

Pero la novedad en este obligado encuentro ha consistido este año en el deseo del Anuario de rendir homenaje a nuestros historiadores del Derecho jubilados. A tal efecto se procedió a invitarles a una sesión académica para que, de manera sucinta, expusieran su relación con la Revista y con el contexto académico de esos años. Naturalmente esta reunión tuvo un carácter abierto, y a ella asistieron un buen número de profesores de la disciplina que, procedentes de diversas Universidades, se sintieron interesados en el evento.

Esta segunda sesión fue iniciada por el Director del Anuario, el Prof. José Antonio Escudero, dando lectura a algunas cartas de Profesores invitados que se adherían al acto pero lamentaban su ausencia por motivos diversos. Seguidamente, hicieron uso de la palabra los Profs. José Orlandis, Jesús Lalinde Abadía, Gonzalo Martínez Diez y Ramón Fernández Espinar. Todos ellos relataron al auditorio sus inicios en el cultivo de nuestra disciplina y su relación con el Anuario, amenizando sus intervenciones con anécdotas personales y perfiles de ilus-Page 820tres historiadores del Derecho. Como colofón, cerró el turno de oradores el Prof. Alberto de la Hera en su condición de Director General del Ministerio de Justicia.

Finalizado el acto, los asistentes se desplazaron al Archivo General Militar ubicado en el Alcázar. En sus modernas instalaciones tanto su Director como el restante personal responsable enseñaron y comentaron los ricos fondos documentales allí custodiados.

Con un almuerzo de todos los asistentes en un típico restaurante segoviano se puso fin a este grato encuentro. Dos días, justo es constatarlo, presididos por la exquisita hospitalidad de los anfitriones y por una impecable organización.

Agustín Bermudez

Mi primer contacto con el mundo de la Historia del Derecho lo establecí a través de Fray José López Ortíz. Le conocí -según creo recordar- en el mes de febrero de 1940, durante una breve estancia mía en Madrid, finalizada ya la guerra de España y estando a punto de terminar yo la carrera de Derecho. Me encontraba todavía movilizado, como alférez provisional de Infantería y de guarnición en Mallorca; pero confiaba ser destinado a Madrid en el verano siguiente, con el fin de matricularme en los cursos de Doctorado y comenzar la tesis, que habría de simultanear con aquellos cursos. Este plan, aunque pudiera parecer entonces más o menos aventurado, se cumplió a la letra. En julio de 1940 fui destinado a Madrid y, tras licenciarme del Ejército en el siguiente mes de octubre, pude incorporarme de inmediato a la «Escuela» de Historia del Derecho.

La impresión que tuve desde el primer momento fue que la «Escuela de Hinojosa» aunaba seriedad, rigor y exigencia científica con un indefinible y muy grato «aire de familia». El «patriarca» era, sin discusión, don Galo Sánchez, uno de los discípulos directos de Hinojosa y el único de ellos historiador del Derecho en sentido estricto. Los otros dos discípulos -historiadores medievales- no estaban presentes: Sánchez-Albornoz se hallaba en el exilio, y Ramos Loscertales tenía una cátedra en Salamanca. Los dos profesores «séniores» de Historia del Derecho que encontré junto a don Galo eran don Manuel Torres López y el que fue mi maestro, el P. López Ortiz. Allí fui acogido también cordialmente por dos jóvenes profesores, que eran en aquella circunstancia como los «hermanos mayores» de la familia: Juan Manzano, antiguo discípulo de Altamira, y José Maldonado, con especial inclinación científica hacia la historia del Derecho Canónico.

Pero en torno a la «Escuela» y al Anuario se movían también varios profesores de otras disciplinas históricas y jurídicas. Conservo una vieja fotografía del almuerzo celebrado en homenaje a Torres López y López Ortiz con motivo de su incorporación a la Facultad de Derecho de la Universidad Central. Allí aparecen el gran constitucionalista don Nicolás Pérez Serrano, el romanista Municio Álvarez, Antonio de Luna, catedrático de Derecho Internacional, Luis Vázquez de Parga, medievalista, como Emilio Sáez. Y también figuran algunos jóvenes Ayudantes, que siguieron luego otros derroteros profesionales: Guillermo Reyna, muy afín al futuro Ministro de Educación Jesús Rubio, con sus cuellos de camisa almidonados y altísimos; Eduardo de la Iglesia, futuro diplomático, y el polifacético y entusiasta Juan Emilio Luque, destinado a ser pronto abogado del Estado y titular de un gran bufete en Barcelona; con Luque mantuve una buena amistad y un trato ininterrumpido hasta su fallecimiento, no hace de ello muchos años. En la foto aparece también Ignacio de la Concha, recién desembarcado en Madrid, y don Pascual Galindo, catedrático de Latín en la Facultad de Filosofía y Letras, amigo de López Ortíz.Page 821

Sería una ingratitud imperdonable no dedicar en esta evocación de un ayer ya lejano un recuerdo especial a mi maestro, Fray José López Ortiz. Ahora que puede ya contemplarse su figura con la suficiente perspectiva debo repetir lo que siempre pensé de él: que ha sido uno de los hombres más inteligentes, con mayor agudeza mental y más claro juicio que he conocido en el curso de mi ya larga vida. Como maestro, no facilitaba las cosas, sino que estimulaba al discípulo a discurrir por su cuenta. Cuando le pedí un tema de tesis, me respondió que le propusiera yo alguno. Me puse a pensar por mi cuenta y recordé una cuestión que últimamente me había intrigado. Los últimos meses de la Guerra Civil y los primeros de la paz los había pasado, por razones de servicio militar, en la isla de Menorca. La isla había sido inglesa desde el tratado de Utrecht, durante la mayor parte del siglo XVIII. ¿Cuál habría sido el derecho público y el derecho privado aplicado en la isla, durante ese prolongado período de tiempo? Ni corto ni perezoso, le propuse el estudio de este problema como tema de una posible tesis. Me di cuenta de que la propuesta le sorprendió, pero no le disgustó. Sin embargo, con toda razón la desechó y sugirió otro tema mucho más acorde con la ortodoxia científica dominante por aquellos años en la «Escuela de Hinojosa»: «La prenda extrajudicial en el Derecho español de la Alta Edad Media». De Fray José guardo un recuerdo particularmente entrañable: la relación maestro-discípulo de entonces se transformó en una amistad cordialísima, que se prolongó a lo largo de toda su existencia.

Las circunstancias de la vida me pusieron por aquellos años en relación directa con otro importante ámbito de la ciencia histórico jurídica europea y estimo que puede tener...

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