John Stuart Mill y el socialismo del futuro

AutorEsperanza Guisán
CargoUniversidad de Santiago de Compostela
Páginas86-100

Page 86

Doscientos años después de su nacimiento Mill sigue siendo tan mal interpretado que se llega hasta la caricatura, convirtiéndose el estudio de su aportación en una asignatura pendiente importantísima e imprescindible para fundamentar adecuadamente y convincentemente nuestras frágiles y tibias democracias.

Un trabajo sobre el conjunto de su obra sería una tarea ardua e imposible de realizar en un corto periodo de tiempo. Por lo demás, como quiera que ya me he ocupado de la aportación de Mill en diversas ocasiones, se me permitirá limitarme aquí al estudio de las dos obras que considero centrales para comprender la teoría jurídica política y moral de Mill, aunque también haré alusión a otros trabajos suyos cuando el contexto lo requiera.

Para ser más exacta me basaré para mis consideraciones sobre la aportación de Mill en sus dos obras más conocidas, on Liberty, y utilitarianism, así como a una pequeña pero sustanciosa parte de su obra de 1848 Principles of Political Econonomy, a saber el capítulo VII del libro cuarto de dicha obra titulado en castellano «El futuro probable de las clases trabajadoras», capítulo que, de acuerdo con Mill le fue sugerido por su compañera y más tarde esposa Harriet Taylor Mill.

Pero antes de continuar, antes de aventurarme en la enojosa tarea de cotejar citas y fragmentos, quisiera manifestar lo que, de acuerdo con mi interpretación, Mill quiso dejar como legado a una humanidad cuyo bienestar material, psíquico y moral, le preocupaba primordialmente. Legado preciosísimo que muestra no sólo su capacidad poco común para comprender los problemas más acuciantes de su tiempo, sino que da cuenta de su comprensión de lo que hay de común entre todas las criaturas humanas, a la vez que puso en juego toda la fuerza de su vigor y su pasión moral para emancipar a todos los seres humanos de las servidumbres a las que habían sido sometidos ya bien por las élites dominantes, o por las mayorías desinformadas, por igual.

Como afirma Pedro Schwartz en su obra «La nueva economía política» de J. S. Mill, el autor de referencia siempre fue mal comprendido entre nosotros. Con palabras de Schwartz: «nunca se ha comprendido aquí el utilitarismo que constituye el trasfondo de toda la discusión de la filosofía moral y política de la era victoriana, pues lo solemos concebir como una actitud positivista en cuestiones éticas, en vez de la filosofía crítica que realmente es» (Schwartz, 1968, p. 11). De hecho, como también indica Schwartz, Mill ni siquiera fue comprendido en su propia época y en su propia patria, a lo que habría que añadir el desconocimiento de que es objeto en los círculos académicos contemporáneos, donde se intenta refutar a Mill al socaire de nuevas Page 87 formulaciones liberales con matices más o menos socialistas, que no alcanzan ni con mucho, la hondura reformista y progresista de Mill.

Es cierto que Mill no estaba a favor de un socialismo de Estado, pero le repugnaban igualmente las injusticias derivadas del sistema capitalista. En su autobiografía Mill se confiesa a sí mismo como socialista, por supuesto dentro de unos supuestos éticos que no supusieran la imposición gubernamental de la igualdad, sino el uso de la educación y la persuasión moral para lograr los fines apetecidos de salvaguardar la libertad y la igualdad al propio tiempo. Como el pensador colombiano Mauricio Salazar indica, Mill sostuvo «que superioridad del socialismo sobre el socialismo de menor escala, como las propuestas por los discípulos en el marco de comunidades no había razones necesarias para afirmar la de Owen y Fourier, los problemas de coordinación y gestión serían perfectamente manejables» (Manuel Pérez Salazar, 2003, pp. 98-99).

Afirmar que Mill llevó a cabo una contribución que bien podría ayudar a un desarrollo de un socialismo más profundo y más ético para el futuro, me parece una cuestión de justicia histórica. Sin duda su comprensión del ser humano es decididamente más profunda que la de los que pensaron que la igualdad podría ser impuesta por la fuerza armada o la coerción legal. Por lo demás, quienes desde posturas supuestamente progresistas obvian, olvidan o no tienen en cuenta a Mill, no son conscientes del inmenso potencial reformista que se contiene en la filosofía milliana, que podría suponer una ayuda insoslayable a la hora de reformular y fortalecer nuestra democracia, y proporcionar nuevo fuste moral, nuevo rigor y nuevo vigor, a las teorías progresistas.

1. Por una deseable igualdad en libertad

Examinaré brevemente algunos fragmentos de los Prinjcipios de Economía Política, para pasar en dos posteriores apartados a considerar el valor y relevancia de la libertad y el bienestar privado y colectivo en la obra de Mill.

La agudeza de este autor para relacionar nociones diversas como virtud, dignidad, justicia, igualdad, libertad, emancipación, auto-desarrollo, etc., ha sido frecuentemente infravalorada. Así en un texto de Hayeck de 1951 se reconoce a Mill como un pensador poco original si bien constituye una gran figura moral (citado por Schwartz, 1968, p. 15).

Mi propósito en este trabajo no es simplemente, explicar, exponer, criticar o valorar a Mill, sino contribuir a despojarle de las envolturas con las que prejuicios intelectuales y políticos han oscurecido la luz y el fuego contenidos en su aportación a una concepción más excelente de la sociedad y de los individuos. Desde mi punto de vista, que es compartido por importantes estudiosos del utilitarismo, la excelencia Page 88 moral de Mill es consecuencia tanto de su desarrollo moral como intelectual. Su finura para discernir entre lo positivo y lo negativo de las distintas concepciones éticas y políticas dice mucho a favor de la hondura de su pensamiento expuesto con envidiable rigor, concisión y claridad, lo que le convierte, a mi modo de ver, en un verdadero sabio que sabe expresar con sencillez y de modo asequible, pensamientos y reflexiones muy complejas, llevando así a un público muy amplio los resultados de su vasto y profundo saber.

El valor que Mill da a la igualdad es producto de su concepción progresista del ser humano que es únicamente feliz cuando ejerce su libertad al tiempo que vela por, y protege, la libertad de los demás. La posibilidad de compartir nuestra riqueza con los peor situados deriva de la creencia milliana de que «la humanidad es capaz de mostrar espíritu público en un grado mucho más elevado del que se acostumbra a suponer en la época actual» (1848, versión castellana 1978, p. 197).

Para Mill si bien la intervención del gobierno en el reparto de propiedad podría tener consecuencias perjudiciales para el bien común, sin embargo, habían de sopesarse los resultados de una concepción capitalista y una concepción socialista de la economía, a fin de determinar cuál de ambas doctrinas es preferible desde una perspectiva moral.

El disgusto de Mill con el capitalismo es notable y su concepción de la propiedad privada justamente crítico, de acuerdo con mi punto de vista. Como afirma Mill: «Las leyes de la propiedad jamás se han ajustado a los principios en que descansa la justificación de la propiedad privada. Han creado la propiedad de cosas que nunca debieron de ser propiedad y la propiedad absoluta allí donde sólo debería existir propiedad condicionada» (ibid., p. 199). Y es que de acuerdo con Mill: El orden social de la Europa moderna comenzó con un reparto de la propiedad que no fue el resultado de un reparto equitativo o de la adquisición mediante la actividad, sino de la conquista y la violencia (ibid., p. 199). Para Mill el capitalismo podría fundamentarse sobre bases más éticas que la guerra y la conquista. El socialismo, tal vez, podría ofrecer mejores condiciones para el desarrollo humano. Por ello afirma Mill con cautela: «Aun sabemos demasiado poco para determinar lo que el sistema individual llevado a su mayor perfección, o el socialismo en la mejor de sus formas puede realizar para decir cúal de los dos sería la forma final de la sociedad humana» (ibid., p. 200). Añadiendo Mill que «la elección final dependerá probablemente... de la siguiente consideración: Cuál de los dos sistemas es compatible como la mayor suma de libertad», libertad que «aumenta en lugar de disminuir en intensidad en la medida en que la inteligencia y las facultades mentales se desarrollan más y más» (ibid. p. 200).

A pesar de que Mill no simpatizaba con el comunismo por cuanto limitaba la libertad espontánea humana, es implacable con el sistema capitalista imperante en su tiempo, al afirmar: «Las restricciones del comunismo serían libertad en comparación con la situación actual de Page 89 la mayoría de la raza humana. La generalidad de los trabajadores en este país, y en casi todos los demás, tiene tan poca libertad para elegir su ocupación o para trasladarse de un sitio a otro... como en cualquier sistema poco diferente de absoluta esclavitud» (ibid., p. 200).

La propuesta novedosa de Mill, para garantizar a un tiempo la libertad individual y la justicia, es la de explotar el beneficio moral que se deriva del trabajo en régimen cooperativo: «en el que la obediencia voluntaria (que se da en este tipo de empresas) lleva consigo un sentimiento del valor y de la dignidad personal» (ibid., p. 667), lográndose al propio tiempo «un aumento considerable de la...

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