Joaquín Herrera Flores: derechos humanos, procesos de lucha y el arte del mantenimiento de la motocicleta

AutorDavid Sánchez Rubio
CargoUniversidad de Sevilla
Páginas643-648

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En una entrevista al poeta y escritor cordobés antonio Gala, un periodista le preguntó si creía en la vida después de la muerte. Con su mirada irónica y de horizontes profundos, Gala le respondió con otra pregunta: «¿Usted se acuerda de algo antes de nacer?». El periodista le contestó que no se acordaba de nada. «Pues cuando te mueras -sentenció el poeta- será exactamente igual. Si no tienes ningún recuerdo antes de nacer, lo mismo sucederá después de muerto».

Asimismo, el economista y filósofo alemán con espíritu costarricense, Franz Hinkelammert, como católico confeso, manifestó, medio en broma medio en serio, que los ateos le resultaban más simpáticos y le mostraban más confianza que los creyentes, porque al no creer en otro mundo y en otra vida después de la muerte, se preocupaban más en mimar, conservar y aprovechar este mundo y esta vida. Con esta reflexión Hinkelammert cuestionaba a quienes, en nombre de la religión, han ocasionado sacrificios humanos y genocidios, así como han legitimado sistemas de dominación y discriminación socioeconómica y cultural. No es que se les exima a todos los ateos de actos similares, pero si uno piensa que sólo existe la vida presente que vivimos, lo más seguro es que ponga más empeño en protegerla y disfrutarla.

El día 2 de octubre de 2009, a los 53 años, dejaba de latir el corazón de joaquín Herrera Flores, tras casi veinte días de resistencia en la Uci, después de una operación de vida o muerte. Ese trágico momento expresaba el fin de la lucha por vivir de una persona que todos los días demostró la importancia de amar, sentir, discernir, interpelar y transformar la realidad que, simultáneamente, nos viene dada y que construimos a cada instante. Al pensar en la muerte de quien fuera mi maestro y gran amigo, inmediatamente me vinieron a la cabeza estas dos anécdotas de antonio Gala y Franz Hinkelammert, porque si había alguien que se aferrara a la vida y la viviera intensamente sabiendo que era la única posible que iba a poder disfrutar, ese era joaquín Herrera. Siempre tuvo muy claro que todos nos convertiremos en polvo de estrellas y, por esta razón, las acciones que desarrolló y las ideas que elaboró tenían como referente la finitud de la contingencia humana, pero a partir de la infinitud de posibilidades que el ser humano genera a la hora de crear y recrear mundos.

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resulta embarazoso e incómodo traducir y expresar en palabras algunos rasgos de la personalidad y la obra de quien se reconocía más trianero que sevillano, sobre todo en estos momentos en los que, tal como él pensaba, no está ahora en ningún sitio oyéndonos, porque una vez muerto es igual que antes de nacido. Es cierto que están ahí sus palabras, sus ideas, sus trabajos, sus libros, sus escritos y la memoria de la experiencia y los encuentros que tuvimos quienes lo conocimos, pero él ya no nos habla ni nos escucha. Únicamente queda el débil consuelo de que podemos hablarnos y escucharnos, recreando y resignificando sus acciones e ideas, quienes queremos seguir manteniendo su legado.

Conocí personalmente a joaquín Herrera el año 1989 como profesor responsable de la materia de Filosofía del derecho en quinto curso de carrera del Plan antiguo del 65 y 65 reformado de la Facultad de derecho de la Universidad de sevilla. También compartía docencia con quien en esas fechas era su amigo, ramón soriano díaz, en la asignatura de sociología del derecho. Muchos años antes y de pequeño, lo veía jugar al baloncesto como alapívot en el club náutico de sevilla con su larga cola en el pelo y su aire despistado. Fue en mi último año de licenciatura cuando me encontré en el aula con una persona desgarbada, larguirucha y con una nariz prominente que, años más tarde, se operaría. Con meliflua voz y seductora, nos explicaba que la realidad era como un iceberg: hay un tercio de su estructura que vemos en la superficie, pero también contiene dos tercios de zonas ocultas y ciegas que...

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