Invitación a la antropología humanista de Lisón

AutorGaspar Mairal Buil
Páginas67-83

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Así pues, retorné a mí mismo y poniéndolo todo en duda como si nadie hubiera dicho nada jamás, empecé a examinar las cosas mismas, que es el verdadero modo de saber. Analizaba hasta alcanzar los principios últimos, haciendo de ello el inicio de la contemplación. Cuanto más pienso más dudo, pues nada puedo abarcar perfectamente. Desespero, pero persisto.

FRANCISCO SÁNCHEZ, Que nada se sabe, 1581

I

En 1980 Carmelo Lisón publicó Invitación a la antropología cultural de España, un libro programático y en el que se pueden encontrar las semillas de muchas etnografías que en múltiples rincones de la geografía española y siguiendo su estela, llevaron a cabo después un buen número de antropólogos.

Para un antropólogo, España es un fascinante, ingente espectáculo, desarrollado en centenares de escenarios, por millones de actores que interpretan el gran drama de la vida humana a través de variadas tragicomedias subculturales. Los diferentes modos de acción y creatividad de los grupos hispanos, las distintas experiencias locales, los significados que les otorgan, las formas de orden, de liberación y de transcendencia que han ideado son textos que hay que saber leer y explicar. Este libro es una invitación a su hermenéutica y exégesis.1

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Menciono este párrafo, que se encuentra al comienzo de esta obra, porque resume bien las intenciones de su autor. España se ofrece ante nosotros como un amplio y extraordinario campo dispuesto para la etnografía -venía a decirnos entonces- y es hora de ir a su encuentro con un buen despliegue de efectivos antropológicos. Es gran mérito de Lisón el haber concebido e inspirado, también en muchos otros casos organizado y dirigido, este despliegue a lo largo de varias décadas, lo que ha dado lugar a la más importante etnografía hispana que hoy tenemos a nuestra disposición.

En la invitación que figura en el título del libro ya advertimos un rasgo fundamental en la antropología de Lisón pues es la suya una obra abierta, en la que no siempre resulta fácil penetrar, pero que siempre está sugiriendo a quien la lee fértiles ideas para ser aprovechadas. Por esta razón yo también he querido formular esta aportación como «invitación», solo que en este caso a la propia antropología de Lisón. Toda la obra de Lisón invita a la acción y aún más su propia concepción de la antropología es pura acción:

Creo que no hablo solo por mí cuando digo que los específico de la Antropología es la investigación de les faits humains, la aprehensión de lo humano en su semejanza y alteridad; tampoco cuando sostengo que le primat du terrain señorea nuestro modo peculiar operativo. Esto se dice en Francia, se practica en Inglaterra y se defiende por los mejores en Estados Unidos. En España hay perezosos.2Los «hechos», «el campo» o «lo humano» son vocablos recurrentes en el lenguaje antropológico de Lisón y también algunos de los conceptos clave de su propia antropología. Si la antropología es una disciplina humanista, su raison d’être, como diría él, no puede ser sino la comparación entre la semejanza y la alteridad de los humanos, algo que pusieron por primera vez por escrito unos pocos misioneros en los lejanos confines de las Indias recién descubiertas.3Todo antropólogo para ser tal ha de renovar el mismo proceder de entonces y sale al encuentro del Otro llevando a cabo una trascendental acción, la única posible para que brote después la antropología. A esta acción, con todas sus consecuencias, la llamamos desde hace tiempo «etnografía». La antropología de Lisón tiene como primer rasgo definitorio su radical fundamentación etnográfica y creo no exagerar si aplico este calificativo a Lisón, persona que en casi todo lo demás huye de la exageración y de cualquier otro radicalismo. Nada en antropología se sostiene si no hay una etnografía, es decir una reconstrucción imaginativa del encuentro entre un Yo y un Otro, un hecho en sí mismo, protagonizado en parte por el propio investigador, y del que hacemos nuestro objeto de estudio. Para Lisón ésta y no otra es la raíz de la antropología y a mi modo de ver la primera y más importante de sus enseñanzas, que el trabajo de campo, pura acción, constituye el único camino fértil para progresar en la antropología y que cualquier etnografía o recolección de datos significativos solo puede alcanzarse tras un exigente y concienzudo trabajo de campo. Esta ha sido una de las lecciones esenciales de la antropología de Lisón y él mismo la formula claramente cuando en Introducción a la antropología social y cultural (2007) escribe lo siguiente:

En el trabajo de campo tenemos conciencia de la alteridad; no fabricamos los hechos ni inventamos los sucesos que hemos vivido, los encontramos, nos topamos con ellos; las acciones, los fenómenos, los gestos, el vocabulario, las cosas nos detienen, fuerzan nuestra atención, lo particular es. Al comportarnos como ellos, al vivir, aunque parcialmente, a lo

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nativo penetramos en su compleja trama de relaciones y en el mundo mental, no del todo, ciertamente, pero más vale algo que nada. Hacer es conocer.4Un antropólogo no se hace únicamente a partir de muchas lecturas y de un aprendizaje académico, sino que además se confronta con el Otro, debe «detenerse ante las cosas» y reconocer la entidad que tiene su propio encuentro con un «mundo nativo», sea éste un lugar lejano y más o menos exótico o el pueblo en el que nació y creció.5Yo no dudo de que ésta es la raíz de la Antropología. Al hacer esto nos implicamos con nuestro objeto de estudio ya que vivimos en él y no solo física sino también intelectual y emocionalmente, para poder tener un conocimiento experiencial del Otro. Hasta que uno no vive esto no descubre el por qué y el para qué de la antropología. A lo largo de los años y en cada una de las páginas de sus monografías Carmelo Lisón nos ha estado mostrado en operación la vivencia básica de la etnografía como una acción fértil para producir conocimiento. Por otra parte y en múltiples pasajes de esa misma obra, como el que acabo de trascribir, ha hecho explícita la polivalencia etnográfica del trabajo de campo y nos ha especificado los aspectos fundamentales de su práctica. El trabajo de campo es el reino de la acción y donde fragua el conocimiento. Esta dualidad que él expresa en términos de «hacer es conocer» resulta fundamental para entender otra dimensión trascendental de la antropología de Lisón porque si la etnografía es primero un «hacer» que también es «conocer», después es «un escribir» que ha de ser igualmente un «conocer» y un «hacer». La etnografía es un continuo que debe ir del terreno al texto y del texto al terreno; cómo hacer esto viene a ser otra lección que está muy presente en la obra de Lisón y por eso mismo también podría aplicársele aquello que escribiera Mary Douglas cuando señalaba que la etnografía de Evans-Pritchard era:

[...] un relato coherente, que no omite ni retuerce nada y que tampoco añade lo que no pueda quedar probado. Su carga teórica reside en la consistencia interna de un amplio conjunto de análisis etnográficos, en los que otros etnógrafos hubieran percibido innovaciones teóricas.6Tanto para Evans-Pritchard como para Lisón las teorías se confrontan con la realidad local, al tiempo que cualquier proposición general queda incorporada o viene subsumida en la descripción. De este modo la teoría queda incrustada en el relato pues existe para ser usada y no tanto para hablar de ella. Esta es una lección fundamental que yo mismo aprendí, no sin esfuerzo, tanto en Los Nuer como en Antropología Cultural de Galicia. Para un investigador que se inicia como tal en la realización de su tesis doctoral es ésta una enseñanza fundamental, pero también difícil, pues lo más cómodo es caer en el convencionalismo, tan propio de nuestro país, del llamado «marco teórico» que suele ser un refrito de lecturas apresuradas, a la moda y que generalmente no guarda relación con un cuerpo de datos o con una base empírica que lo sustente. Hoy la pereza intelectual que domina nuestras aulas y departamentos no predispone al reto difícil pero estimulante que trae consigo la etnografía de Lisón: conseguir que la teoría «funcione» o lo que es lo mismo, hacer hablar a los hechos para que digan algo significativo y valioso. La etnografía de Lisón no es teoricista sino que apela a lo fenomenológico. Es el propio Lisón quien nos lo explica de esta manera:

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Mi teorema es fenomenalístico: tenemos que entrar en la arena pública, escuchar voces personales y observar hechos para contextualizar porque el significado proviene de los contextos experienciales tanto de los actores como del etnógrafo, de cómo lo ven e inter-pretan ambos.7Ahora bien la fenomenología de Lisón se ha vuelto con el paso del tiempo más plural y compleja, haciendo que su etnografía traspase las fronteras del realismo en esa búsqueda de verdad que tanto la caracteriza. Hay dos términos que él mismo ha usado reiteradamente y que tienen mucho que ver con una trayectoria tan larga y densa como la suya: «sin fronteras» y «horizontes». Fue Antropología Social sin fronteras el título de un libro colectivo editado por Carmelo Lisón en 1987 y posteriormente la denominación de unas reuniones anuales8en las que él mismo convocaba a un grupo de antropólogos españoles y extranjeros a debatir sobre una enorme variedad de temáticas antropológicas. Sus propuestas conducían siempre a una discusión abierta o lo que es lo mismo a la promoción de un conocimiento «sin fronteras». Esta podríamos decir que ha sido una máxima que ha orientado su quehacer antropológico durante muchos años y la ha aplicado a toda su obra pues cada libro publicado ha traído una creciente apertura del ángulo de visión y de la profundidad de campo de su antropología y de este modo y con el discurrir del tiempo, esta última no ha hecho sino crecer y ampliar continuamente sus fronteras. La serie de publicaciones que inauguró en 1998 con Antropología:...

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