Palabras en la investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Burdeos
Autor | Carmelo Lisón Tolosana |
Páginas | 49-50 |
Page 49
Excmo. y Magnífico Sr. Rector
Profesores, Autoridades, prof. Traimond, Sras. Sres. Amigos.
Es un deber de profunda gratitud al que me apremia la enorme alegría e íntima satisfacción que siento en este momento al verme investido doctor honoris causa de esta prestigiosa Universidad. A los que a ello han contribuido y a todos los que me honran con su presencia en este acto quiero expresar mi mejor agradecimiento.
En este ritual universitario escenificamos algunos de los más importantes atributos y el modo de ser de la Universidad; en esta hipóstasis de referente y relatum dramatizamos digna y solemnemente el ideal universitario, la justificación de nuestro quehacer científico ciudadano. En este ritual autorreferencial nos rememoramos a nosotros mismos quiénes somos y qué debemos hacer.
A este encuentro personal único e inigualado con Burdeos, preceden otros de carácter diverso. Siendo estudiante en Zaragoza leí la vida de Goya, uno de mis pintores favoritos por su paleta densamente etnográfica, casi vecino pues nació a unos pocos kilómetros de mi pequeña aldea; siguiendo sus pasos quise visitar la ciudad donde había pasado los últimos días de su existencia y pintado uno de sus últimos cuadros: La lechera de Burdeos. Tomé el tren y me preparé a bajar cuando pensaba que la estación estaba próxima. Pero como por el altavoz se repitió ¡Bordeaux, Bordeaux! y no Burdeos, decidí que no era aquella la estación y acabé en París. Mi primer encuentro fue, pues, virtual.
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Recibiendo el doctorado honoris causa por la Universidad de Burdeos, 2002
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Mi segundo encuentro tuvo lugar, paradójicamente, en Oxford. El prof. Evans-Pritchard y mi tutor G. Lienhardt, con excelente visión de la Antropología, me hicieron cimentar la disciplina leyendo a Durkheim y Mauss. Descubrí, de paso, que el primero enseñó aquí durante los quince primeros años de su carrera universitaria y que el segundo comenzó aquí sus estudios bajo la tutela de su tío. Tres de sus cuatro grandes obras -De la division du travail social, Les règles de la méthode sociologique y Le suicide- fueron publicadas también aquí. Más tarde, en la Sorbona, continuó explicando los temas que aquí había iniciado.
Clásicos ambos en mi disciplina, permanecen hoy como iconos luminosos en el actual torbellino de las ciencias humanas; al releerlos encuentro en ellos alternativas constructivas, un sólido marco de referencia para continuar mis investigaciones. De ellos aprendí que...
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