Introducción
Autor | Elizabeth S. Basto Gómez |
Páginas | 39-54 |
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Introducción
1. LA IMPORTANCIA DEL OLOR
De los cinco sentidos del ser humano, quizá el olfato sea el menos con-
siderado de ellos. Vivimos en un mundo visual y auditivo, sobre todo. Sin em-
bargo, los buenos olores (aromas) y los malos, los olores desagradables, nos
afectan más de lo que imaginamos.
Estamos, efectivamente, rodeados de olores. La medicina los ha estu-
diado, ha investigado cómo afectan a la mente humana y también las rela-
ciones que establecen con otras zonas del cerebro. El ser humano ha tratado
también de rentabilizar el sentido del olfato llevándolo a los negocios de los
aromas y perfumes. Hoy se busca que el olor identique marcas, eventos y
ciudades. El olor tiene una presencia importante en la historia, en la losofía,
en la química, en la industria, en la biología, en el medioambiente, en el arte,
en la literatura, en el cine, en el teatro y en la cocina.
EL OLOR PARA EL SER HUMANO
Desde que nacemos, los humanos percibimos olores, los asociamos a
etapas vitales y los almacenamos en nuestra memoria. Los bebés tiene un
olor típico que se asocia al olor a talco y a colonia; en la adolescencia aparecen
otros olores característicos, y cada vez más, los desodorantes, los perfumes y
las lociones que se vinculan a todos los momentos de la vida, en principio,
son sencillos y orales. A medida que el mundo se amplía, también se am-
plía el abanico de posibilidades olfativas. Los romances y el olor de la pareja y
su entorno. Los alimentos fermentados, maduros, macerados incrementan la
Régimen juRídico del aRoma y de la contaminación poR hedoR ElizabEth S. baSto GómEz 40
paleta de olores. Con el tiempo, el olfato se hace selectivo y exigente. El co-
nocimiento y la formación cultural inuyen en la valoración del olor, amplían
la tolerabilidad de los olores asociados al «status» y paralelamente aumenta
el rechazo a aquellos que se vinculan con el dolor o la pobreza, por ejemplo.
El gusto y el olfato hacen la vida cotidiana más agradable y pueden lle-
gar a controlarse en el ámbito personal. Por el contrario, el olor de la ciudad
−el del humo o la gasolina, el del alcantarillado o las basuras− se nos impone.
La solución más sencilla: escaparnos al campo para percibir el olor a tierra o
hierba húmeda, pero también a ganado y a boñiga. Se puede escapar a algu-
nos olores pero no a todos.
Desde el olor de los juguetes, las galletas y los pasteles de ese mundo
ideal de la infancia −en el mundo desarrollado− hasta el cloroformo, el formal-
dehído, glutaraldehído, metanol y etanol que se asocian con la enfermedad y
la muerte, todos están presentes en los recuerdos que inundan nuestra mente.
OLOR Y NEUROCIENCIA
Las personas se ven afectadas por los olores (buenos o malos) y sufren
alteraciones físicas y psicológicas que dependerán del umbral de olor al que
se ven expuestos durante un tiempo continuado y que serán diferentes a las
alteraciones que produce un impacto odorífero puntual.
Los cientícos están de acuerdo en que el olor activa múltiples relacio-
nes en el cerebro.
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