Introducción

AutorPilar Rivas Vallejo
Cargo del AutorProfesora Titular (acreditada a Catedrática de Universidad) de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad de Barcelona
Páginas175-176

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La realidad de la mujer en el Islam no puede entenderse separada de la concepción islámica de la vida y de la sociedad, donde la mujer cumple un papel centrado en el cuidado a la familia y educación de los hijos y por tanto externo al ámbito del trabajo asalariado. La socióloga tunecina Sophie Ferchiou afirma que el análisis de las sociedades árabes distingue dos mundos sociales: mundo público masculino y mundo privado femenino1. Pues bien, la realidad laboral de estas mujeres tanto en el mundo árabe como en el mundo occidental no viene asociada a prohibición alguna del trabajo femenino en el Islam(a título de ejemplo, Aisha, la esposa del profeta), como tampoco se explicita en los textos sagrados de otras religiones monoteístas, la Biblia o el Tanaj o biblia hebrea (aunque el Libro de la Sabiduría de Jesús ben Sira o Eclesiástico 25,13-26,18 sí se afirma literalmente que "es una infamia y una vergüenza que la mujer sustente al marido"), que comparten idénticos parámetros patriarcales y misóginos producto de una reinterpretación androcentrista de los escritos y la tradición religiosos2("por una mujer comenzó la culpa y por ella morimos todos")3. Insólito resulta, por otra parte, el curso paralelo de todas ellas cuando su surgimiento,

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sea el judaísmo, el catolicismo, el Islam..., se vincula a la necesidad de luchar contra la opresión y la desigualdad de los desfavorecidos y en particular de la mujer4,mientras su interpretación posterior confluye de nuevo en la subordinación femenina.

Se trata de un elemento ideológico que condiciona absolutamente el papel de la mujer en el mundo del trabajo, pero que es compartido por el resto de culturas aún en la actualidad, en mayor o menor medida, porque también las de carácter laico tuvieron un fuerte componente religioso en otras épocas que sin duda han marcado el papel femenino en las respectivas sociedades (en el caso del catolicismo, la misoginia no se explicita con claridad hasta la lectura machista de la Biblia por parte de San Agustín, pero desde entonces también la doctrina católica fue puesta al servicio de esta interpretación interesada: desde Santo Tomás de Aquino, que postulaba la inferioridad de la mujer, pasando por el calvinismo, defensor de la obediencia al hombre, estas tesis calaron hondo en sucesivos siglos hasta bien entrado el siglo XX, prorrogándose unas décadas más este status quo en nuestro país gracias a la dictadura franquista).

Así pues, nada de esto, y...

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