Introducción

AutorRemigio Beneyto Berenguer
Cargo del AutorUniversidad CEU-Cardenal Herrera Valencia
Páginas207-212

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1.1. La libertad de fundar y mantener instituciones religiosas como manifestación del derecho de libertad religiosa

La acción caritativa es el distintivo de todo cristiano. Todos los cristianos tienen el derecho y el deber de participar en la labor caritativa: en crear conciencia de la fraternidad entre los hombres y de la filiación respecto a Dios, en arrancar de la tierra la marginación, el odio, la violencia, y sustituirlos por la civilización del amor. El cristiano, viendo en el hermano a Cristo y teniendo en cuenta la excelsa dignidad de cada hombre y mujer, tiene el derecho y el deber de construir un mundo más justo y más humano, como libre manifestación de la libertad religiosa, como exigencia que viene impuesta por la especial religación con Dios.1

El cristiano ha de ser consciente que en los tiempos actuales la evangelización y la acción caritativa han de ir unidas, porque los pobres y necesitados constituyen la gran masa de la humanidad, y la Buena Nueva no se les puede predicar de otra manera, para que sea creíble2.

Limitar la libertad de fundar y mantener instituciones de apostolado (educativas, culturales) o de caridad (asistenciales) supone conculcar el mismo derecho fundamental de libertad religiosa en su aspecto individual.

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También esa misma afirmación, en su dimensión comunitaria, fue expresada por el Concilio Vaticano II, en la Declaración "Dignitatis Humanae" en su número 43.

Las actividades benéficas (docentes, culturales, asistenciales) se han considerado siempre como una manifestación de la caridad, aunque el Estado social y democrático de derecho4haya abandonado el concepto de "Beneficencia", de "Apostolado" y de "Caridad", apareciendo los conceptos de "Asistencia social" y de "Servicios Sociales". Se produjo un desplazamiento del amor al derecho, del amor a la justicia social5. Se desplazó la cuestión del sujeto agente al sujeto pasivo. Se desterró lo que se entiende como un falso paternalismo, para florecer como un derecho que tienen todos los ciudadanos que se encuentran por debajo de los niveles mínimos de bienestar social6.

Pero se olvidó que el Estado, quizá por la teoría del Profesor Pérez Díaz del flujo y del reflujo7, en una época de gran flujo fue invadiendo todos los campos de la sociedad, hasta el punto de entremezclarse lo social con lo estatal, confundiéndose "lo público" con "lo estatal", despreciándose "lo social", "el interés general". Pero ¿qué ocurriría cuando viniese la época del reflujo? ¿Qué ocurriría cuando, en una época de crisis económica, los problemas aumentasen?

Ante un ciudadano adormecido por esa "cultura de la dependencia", ante una crisis de solidaridad en la conciencia de los individuos y de la sociedad, que piensan que una vez cumplidas sus obligaciones fiscales, finalizan también las morales8, se ha producido un renacimiento de la caridad, porque el cristiano y la Iglesia no pueden hacer otra cosa. Los cristianos ven en el hermano sufriente el rostro desgarrado de Cristo, y por tanto, no se les puede negar que practiquen, con su vida y sus bienes, la caridad como manifestación de su vocación religiosa, como el libre ejercicio del derecho de libertad religiosa9.

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Con este ánimo, los frutos han de ser diferentes: la caridad pretende, ante todo, la promoción de la persona humana, la toma de conciencia de su dignidad10; la caridad no espera recompensa11ni tiene horario12; y sobre todo, la caridad no está superada ni es contraria a la justicia social, sino que, lejos de excluirse mutuamente, pueden y deben caminar juntas.

1.2. Datos sobre la actividad educativa, cultural y asistencial de la iglesia católica en españa13
1.2.1. La actividad educativa arroja los...

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