Introducción

AutorCarmen Blas Orbán
Cargo del AutorDoctor en Derecho. Licenciada en Medicina y Cirugía
Páginas17-24

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Después de un siglo de profundos cambios sociales, como lo ha sido el siglo XX, son varias las actividades que han de ajustarse al nuevo entorno. Distintos valores tradicionales requieren una adecuada revisión, y, desde muy distintos ángulos, surge la obligación de reflexionar sobre el nuevo enfoque que los principios de respeto a la dignidad de la persona y autonomía de la voluntad aportan al conjunto de la sociedad.

Es evidente que el ejercicio de la profesión médica no puede permanecer aislado dentro de este conjunto y, de hecho, se ve sometido a distintas fuerzas de presión que la sumergen en continuas dudas, de las que nacen tensiones que son importante fuente de desmotivación profesional.

En el momento presente, la judicialización de la medicina, con el justificado temor a las posibles demandas por parte de los pacientes, es una de las realidades más desfavorables para que se pueda crear el ambiente adecuado en el que se ha de desenvolver la relación médico-paciente y, con ello, el satisfactorio desempeño de la actividad del médico. Por supuesto que no es la única, pero es la que pretendemos estudiar en el presente trabajo, con el propósito de aportar soluciones favorables.Page 18

Todos sabemos que hasta época relativamente reciente, que podemos situar, en nuestro país, en la década de los años 70, la medicina se venía ejerciendo dentro de un ambiente paternalista. La relación entre ambas partes, médico y paciente, estaba basada en la confianza, de tal forma que el enfermo depositaba en el médico su voluntad personal en cuanto se refería a su salud y, en última instancia, a su propia vida.

Pero, como es sobradamente sabido, la Declaración de Derechos Humanos de 1948 impulsó un nuevo aire de respeto hacia los derechos individuales y, con ello, un merecido reconocimiento de la dignidad personal.

Por supuesto que ello no tenía que ser negativo para el desempeño de la actividad médica; pero la socialización del ejercicio de esta profesión trajo consigo un descontento que se fue gestando lentamente y que todos los médicos conocemos. Cada uno de nosotros podría aportar anécdotas sobre las vivencias personales en la actividad diaria, hasta un punto -y como anécdota lo recordamos- que se hizo necesaria la presencia de un seguro de agresión para protección de los médicos frente a las reacciones violentas de los pacientes.

Después de lo expuesto, se puede entender que el médico, en general, tiene el deber moral de comenzar haciendo un esfuerzo de voluntad para alcanzar a reconducir la relación médico-paciente hacia los cauces de respeto mutuo y de aceptable confianza, lo que puede producir la agradable sensación de recordar las antiguas formas de ejercicio de la medicina, enriquecida ahora por la aportación que conlleva el respeto a losPage 19 derechos fundamentales, canalizados hacia nuestra asistencia sanitaria a través de la Constitución, e incluidos en nuestra específica legislación sanitaria.

Esta es una misión para la que están especialmente cualificados los médicos de familia. Si quieren aceptar...

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