Introducción

AutorPedro Ibarra/Igor Ahedo
Páginas13-22

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Los editores de este libro estamos muy orgullosos de los textos que presentamos. Somos conscientes que tal afirmación no constituye una forma muy ortodoxa de iniciar la introducción de un libro. Pero no nos importa nada no ser ortodoxos. Entre otras razones porque nada hay menos ortodoxo que reflexionar sobre otras formas de ejercer el poder. Sobre otras maneras distintas (sustancialmente distintas) de construir la democracia. De reflexionar y de proponer alternativas, transformaciones políticas, sociales o simplemente... humanas, que nada tienen que ver con el miserable -y por supuesto ortodoxo- estado de cosas (de todas las cosas) en el que vivimos. A los autores de este libro no nos gusta nada ni la realidad del poder actual, ni la supuesta racionalidad del marco democrático en el que se ampara. Por eso este libro está escrito para las personas que creen que «otro mundo es posible». Para las, afortunadamente... heterodoxas.

También estamos orgullosos porque constatamos que el conjunto de los textos presentados penetra directamente en el corazón del debate sobre la democracia participativa. Penetra y abre nuevas perspectivas de conceptualizacion, nuevas y sólidas pistas en donde asentar (y también desparramar, extender) este, en ocasiones inasible, ambivalente y contradictorio concepto. Demasiadas veces los discursos teóricos y reflexiones sobre la práctica de la democracia participativa se han articulado sobre afirmaciones banales, excesivamente simplificadoras y deliberadamente autolimitadas. Estos discursos convencionales (discursos ortodoxos; también hay ortodoxos entre los demócrata-participativos) sobre la democracia participativa, más o menos vienen a decir lo que sigue. Que es bueno para la democracia (¿bueno para qué democracia? nos preguntamos) que los ciudadanos y ciudadanas participen en las decisiones políticas que les atañen. Que en este sentido conviene que se junten (¿quiénes? ¿dónde?, seguimos preguntándonos) y que deliberen un poco entre ellos y ellas. Que decidan lo que más les conviene, eleven sus decisiones a las Instituciones públicas y que éstas atiendan sus peticiones colectivas. Este discurso suele añadir que las Instituciones, dada su bon-Page 14dadosa naturaleza, tenderán a incorporar adecuadamente a sus decisiones políticas, esas decisiones «populares». Sin duda, la descripción está deliberadamente caricaturizada, pero estamos seguros que a muchos lectores y lectoras la misma les sonará a habituales discursos políticos (no siempre, por otro lado, malintencionados).

Este libro quiere romper estas simplificaciones superficiales. Quiere ir más allá. Y va más allá. Porque presenta a la democracia participativa -con sus dificultades y con sus retos- no como un conjunto de mediadas destinadas a arreglar, a mejorar las desacreditadas democracias representativas, las realmente existentes, sino como un arma para cambiar la realidad. Como una herramienta para transformar el poder; en su relación entre las instituciones y la ciudadanía; en su distribución; en su espacios de ejercicio. Para transformar la democracia, cambiando, extendiendo los sujetos que deciden la política. Para generar una nueva cultura democrática. Para eliminar la desigualdad. Para construir la igualdad. Para implantar la justicia. Para modificar, en fin, la condición humana. Para a través de la participación y de la democracia participativa, generar un verdadero desarrollo humano.

Los textos presentados merecen cada uno de ellos nuestro comentario especifico, pero antes queríamos extraer del conjunto de los mismos algunas reflexiones, algunas propuestas que expresan esta línea transformadora que acabamos de indicar. Propuestas que además, debemos subrayarlo, suponen un auténtico avance en la configuración teórica (con las consiguientes perspectivas y posibilidades de aplicación práctica) de este enfoque alternativo de la democracia participativa.

La primera de ellas nos conduce a la necesaria distinción entre participación y democracia participativa. Nos obliga a ser precisos a la hora de preguntarnos de qué estamos hablando cuando hablamos de participación y de democracia.

La democracia participativa lo que cuestiona es el poder y su ejercicio. La democracia participativa lo que plantea y exige es que el poder sea ejercido por otros y otras. Que sean otros y otras las que decidan sobre los asuntos públicos. Estos otros, conjuntos de ciudadanos o de organizaciones ciudadanas, pueden compartir su poder con los representantes elegidos de las instituciones políticas, pero ya no son sólo estos últimos los que ejercen en exclusividad el poder. También están en él, pero ya no son los mismos. Se han transformado, junto a los otros, en otros.

La participación, sin mas adjetivación (y excluida la participación electoral) hace, por el contrario, referencia a transformaciones en el senoPage 15 de la sociedad en general y de la civil en particular. Nos propondrá que los ciudadanos y ciudadanas participen más en sus propias organizaciones o en los espacios públicos, a la hora de formular sus demandas a las Instituciones políticas. Ciertamente, estos procesos participativos tienen una voluntad transformadora de la condición humana -como luego veremos- y además posibilitan (entrenan) a los ciudadanos y ciudadanas en las prácticas, ya decisorias, de la democracia participativa. Pero la...

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