Introducción

AutorJoseba Arregi Aranburu
Páginas17-21

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Aunque la legislatura iniciada con los resultados electorales del 14 de marzo de 2004 haya sido desde el inicio una legislatura cargada de debates políticos, no cabe duda de que el debate sobre el modelo de Estado, el debate sobre el modelo territorial, el debate sobre las reformas de los Estatutos de Autonomía y sobre la reforma de la Constitución es un debate básico y lo seguirá siendo hasta que se acuerden los elementos fundamentales de la reforma.

No es nada aventurado decir que ésta va a ser la legislatura del modelo de Estado, la legislatura en la que se busque el modelo definitivo del Estado en España. Y no es nada aventurado porque el propio Presidente del Gobierno así lo ha manifestado. Pero tampoco es aventurado, por si la palabra del Presidente del Gobierno fuera poco, porque un Estado no puede vivir permanentemente en situación de redefinición. Incluso desde la perspectiva de quienes, no siempre sin razón, critican formulaciones como la de que España se encuentra en la segunda transición, como la de que la Constitución es permanentemente revisable, como la de que puede existir un proceso permanente de revisión de los fundamentos del Estado, del reparto del poder en el Estado, incluso éstos, digo, debieran estar interesados en que la cuestión sea conducida a un cierre pactado, después de una discusión razonable y con conocimiento de causa.

El debate no parte de cero. Existe una realidad constitucional innegable: el texto de la Constitución de 1978, los Estatutos de Autonomía aprobados, la financiación autonómica fijada por ley, además de la situación de Concierto Económico en Euskadi y en Navarra. Y, sobre todo, existen las instituciones que encarnan las previsiones constitucionales y estatutarias. Y junto a las instituciones existen los ciudadanos para quienes la vida está organizada en relación a dichas instituciones.

Esta realidad constitucional y estatutaria es algo que no se puede dejar de lado en el debate sobre el modelo de Estado: no es un debate abstracto, no es un debate en el vacío, no es un debate académico, no es un debate incondicionado. Todo lo contrario. Mucho de lo que hoy existe, y funciona, no está a disposición. Y no lo está porque ha pasado a formar parte de

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la vivencia diaria de la ciudadanía. La posición que pone de manifiesto cierta reticencia a entrar en un proceso de reforma se atiene a esa vivencia diaria: por qué cambiar lo que funciona bien, máxime cuando la reforma constitucional o las reformas estatutarias no forman parte de las preocupaciones prioritarias de los ciudadanos.

Las fuerzas que reclaman, sin embargo, dichas reformas también son una realidad. Y, además de serlo, cuentan con argumentos serios a su favor. Así como las cuestiones referidas a las libertades fundamentales, a los derechos básicos, y las cuestiones referidas a los elementos de legitimación del poder, a las formas de gobierno, a la división de poderes y relativas a todo ello cuentan con una...

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