Introducción

Páginas15-28
INTRODUCCIÓN
Cualquier organización política, gobernada como está por personas,
tiende por la naturaleza de las cosas a la concentración de poder. Quien
ejerce el poder político en todo tipo de estructura de gobierno pretende
hacerlo sin límites y su objetivo muchas veces inconfesable es huir de
cualquier clase de controles o, en su defecto, disimular o reducir sus
efectos. Esto ha sido siempre así, desde tiempos inmemoriales.
La losofía política y, en un plano más empírico, las diferentes modali-
dades de diseños constitucionales proyectadas tradicionalmente en las di-
ferentes estructuras de gobierno (ciudades-estado; imperios o principados;
repúblicas; etc.) han tenido como objetivo, también desde sus orígenes, in-
geniar diferentes medios o soluciones institucionales que eviten esa concen-
tración de poder que conduce derechamente al despotismo o a la tiranía.
El diagnóstico llevado a cabo por innumerables pensadores, con di-
ferentes puntos de vista en los matices, no diere en el fondo: quien
asume el poder muestra una tendencia irresistible a abusar de él. La
naturaleza humana está hecha con esos mimbres. Hobbes ya hizo hin-
capié en que el hombre es un lobo para el hombre (homo homini lupus).
Así, armaba, por ejemplo, que «nada puede romperse más fácilmente
que la palabra de un hombre» o que «todo hombre busca por natura-
leza su propio benecio y medro personal» 1. Hume se refería a que el
hombre era habitualmente un bribón 2. Y Kant hacía hincapié en la in-
trínseca maldad humana, aportando como solución a este problema la
necesidad de establecer reglas, mediante las cuales se pueda gobernar
incluso a «un pueblo de demonios». Para el autor alemán esas reglas
(leyes generales) se establecían a partir de una «constitución», de tal
modo —decía— que los sentimientos particulares opuestos se «frenen
mutuamente» 3.
1 H, Leviatán, Alianza, 1973, pp.112 y159, respectivamente.
2 H, Ensayos políticos, Madrid, Tecnos, 1987, p.31. Allí arma, en concreto: «Es, por
tanto, una acertada máxima política la de que todo hombre ha de ser tenido como un bribón».
Y cierra el razonamiento de la siguiente manera: «podemos considerar que los hombres sue-
len ser más honrados en su conducta privada que en la pública, y llegarán más lejos por servir
a un partido que cuando solo se trata de su interés personal». De ahí la necesidad objetiva de
implantar frenos.
3 K, La paz perpetua, 8.ªed., Madrid, Tecnos, 2013.

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