Géneros de opinión en Internet

AutorLourdes Martínez Rodríguez
Cargo del AutorUniversidad de Murcia
Páginas207-237

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1. Introducción

La tendencia cada vez más acentuada a la hibridación de los distintos géneros periodísticos y la aparición de nuevos medios, como los digitales, contribuyen a cuestionar la validez clasificatoria de las distintas modalidades de enunciación. Los géneros evolucionan en función de la propia evolución de la sociedad, adaptándose a los nuevos contextos culturales e históricos y a las nuevas necesidades de las audiencias, pero también en función de las posibilidades tecnológicas. En la sociedad actual, caracterizada por la multiplicidad de canales, por la sobreabundancia de información y por la posibilidad de múltiples interconexiones, ya no son suficientes los discursos de una sola dirección -de emisor a receptor-, ni los mensajes regidos únicamente por la intencionalidad -informativa, interpretativa o valorativa- del medio o del autor. El inconformismo con este tipo de comunicación unidireccional es más palpable, si cabe, en los discursos argumentativos: el receptor no se conforma ya con ser un mero lector, oyente o espectador, no se conforma con conocer la opinión del medio o de un autor de reconocido prestigio. Ahora quiere, y puede, hacerse oír y hacer valer, también, su propia opinión.

La principal novedad que aporta el ciberespacio en la elaboración de los géneros de opinión es la interactividad, la posibilidad de establecer un diálogo, una conversación, o simplemente de mostrar la propia opinión y responder a los mensajes emitidos por los medios de referencia. Precisamente esta capacidad interactiva es la que ha dado lugar a lo que se han denominado "géneros dialógicos" (Díaz Noci y Salaverría, 2003), concretados en las entrevistas o encuentros digitales, las encuestas, los chat y los foros.

Aunque en las recientes propuestas clasificatorias de los géneros ciberperiodísticos (Díaz Noci y Salaverría, 2003; Salaverría et al., 2005) se diferencia entre géneros informativos, interpretativos, dialógicos y argumentativos, nosotros entendemos que el diálogo y la argumentación van frecuentemente unidos y muchos de los contenidos denominados dialógicos tienen una finalidad fundamentalmente opinativa: reflejan el punto de vista de los participantes en la conversación sobre determinados asuntos de actualidad. La característica de la interactividad supone además el cuestionamiento de uno de los rasgos definitorios de los géneros de opinión: la importancia del autor. Ya no se trata exclusivamente de un género personal, sino que se convierte en un género participativo (Canovas, 2003).

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Sin embargo, pese a las potencialidades que ofrece Internet para generar una opinión interactiva, abierta y participativa, hipertextual, dialógica y multimedia, apenas se ha experimentado con muchas de estas alternativas en los géneros argumentativos en el ciberespacio y podemos seguir hablando básicamente de "textos argumentativos" a los que se han incorporado, en todo caso, enlaces hipertextuales y alguna posibilidad de interacción, pero raramente elementos multimedia o hipermedia.

Nuestra propuesta taxonómica para acercarnos a los contenidos de opinión en Internet, que desglosaremos a lo largo del presente capítulo, pasa por establecer dos criterios definitorios: la autoría (géneros de autor/géneros de usuario 1) y el grado de interactividad (géneros cerrados y géneros abiertos o participativos).

2. Opinión, persuasión, argumentación

El viejo y discutido axioma del periodista británico C. P. Scott "los hechos son sagrados, las opiniones son libres", enarbolado para defender las máximas del periodismo puramente informativo y diferenciarlo claramente de la opinión, no deja de sernos útil para emprender nuestro recorrido por los caminos y recovecos de los géneros argumentativos en la Red. La opinión, en efecto, es libre. O así debería serlo al menos en los sistemas democráticos. Sin embargo esta "democratización" de la libre expresión pública de las opiniones no ha dejado de ser una entelequia en los medios tradicionales, donde las únicas vías para poder ejercer este derecho son las cartas al director o las llamadas telefónicas a la radio y la televisión, que pasan por un filtro previo por parte de las empresas informativas. El desarrollo de Internet puede hacer real esa máxima sobre la libertad de opinar al abrir nuevos cauces de participación por parte de los usuarios, cauces que no discurren necesaria o exclusivamente por el terreno de los medios de referencia, sino que emprenden vías alternativas a los grandes grupos mediáticos.

La libertad atribuida a las opiniones parece encontrarse ya en la propia denominación para designar este tipo de contenidos mediáticos: se habla indistintamente del estilo de solicitación de opinión, de géneros para la opinión; de géneros para el comentario, de géneros persuasivos, de géneros argumentativos o de géneros evaluativos 2. En el ámbito concreto de los medios audiovisuales surgen, además, otras denominaciones para referirnos a este tipo de contenidos de opinión; nos encontramos así con los géneros expresivos y testimoniales -que abarcan, entre otros, el editorial, el comentario y la crítica-, y con los géneros argumentativos y dialógicos, entre los que se incluyen los debates y tertulias (Cebrián, 1992).

Opinión, argumentación y persuasión van, como vemos, intrínsecamente unidos. Comenzaremos, por tanto, por clarificar estos conceptos y por analizar su aplicación en Internet.

Opinión, según el Diccionario de la Real Academia (DRAE, 2001), es un dictamen o juicio que se forma de algo cuestionable y también la fama o concepto en que se

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tiene a alguien o algo. Sobre el verbo opinar figuran las siguientes acepciones: formar o tener opinión / expresarla de palabra o por escrito / discurrir sobre las razones, probabilidades o conjeturas referentes a la verdad o certeza de algo. Esta última acepción enlaza directamente con el concepto de argumentación que se refiere a la aportación de un argumento o "razonamiento que se emplea para probar o demostrar una proposición, o bien para convencer a alguien de aquello que se afirma o se niega". Argumentamos, por tanto, para tratar de ‘convencer’ a otros de nuestras opiniones. Y esta acción de convencer es la finalidad última de la persuasión. Persuadir es "inducir, mover, obligar a alguien con razones a creer o hacer algo". La persuasión, no obstante, puede conseguirse, bien por vía de la racionalización -a través de los argumentos lógicos- o bien por las emociones -mediante argumentos psicológicos, en la diferenciación aristotélica-, aunque generalmente se mezclan ambas.

Sánchez y López Pan sobrentienden que hay dos nociones distintas de argumentación: "la primera se identifica con retórica y se entiende como el conjunto de técnicas persuasivas a disposición de un autor, y la segunda, como uso específico del lenguaje, como exposición razonada de una tesis" (1998: 29). En síntesis, podemos decir que la argumentación es "el arte de persuadir con razones" (Santamaría y Casals, 2000: 10) y desde este punto de vista enlaza directamente con la retórica, con el "arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover" (DRAE, 2001).

Podemos trazar, no obstante, algunos matices diferenciadores entre persuadir y argumentar. A partir de las aportaciones de Perelman y Olbrechts-Tyteca en su Tratado de la argumentación. La nueva retórica, Núñez Ladevéze diferencia entre argumentación, persuasión y sugestión:

"La argumentación trata de convencer preocupándose del ‘carácter racional de la adhesión’; la persuasión se interesa más por el resultado que por el método seguido, aunque este método sea todo él explícito; la sugestión no presenta la tesis explícita, sino que trata de dirigir al sujeto hacia una tesis que desconoce" (Núñez Ladevéze, 1979: 294)

La argumentación busca, pues, convencer a través de la razón, mientras que para persuadir es necesario apelar tanto a la capacidad lógica del público como a su parte emotiva. Para León Gross (1996: 201-209) la búsqueda de adhesión del auditorio se puede conseguir mediante la argumentación, mediante el entretenimiento o a través del apasionamiento y, por ello, no se puede desatender ninguno de los tres grados de persuasión: docere, o camino intelectual, intrínseco a la argumentación; delectare, la producción de placer en la lectura, y movere o conmoción del auditorio para que tome partido por el orador.

Desde estas premisas, León Gross entiende que el denominador común de los artículos periodísticos de opinión es su carácter persuasivo, y esos artículos persuasivos habría que dualizarlos entre artículos de persuasión argumentativa y artículos

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de persuasión ingeniosa, por lo que considera parcial la denominación globalizadora de "géneros argumentativos" y prefiere la expresión generalista "géneros para el comentario y la opinión".

Junto a las nociones de opinión, persuasión y argumentación, otros autores incorporan el concepto de comentario: "Comentar es meditar (...) El comentario se sitúa a cierta distancia del hecho y esboza una reacción ante él, una respuesta que puede tomar la forma de una acción o quedarse en un juicio" (Gomis, 1991: 47). No hay comentario neutral, afirma Gomis, sino que todo comentario se rige por el principio de preferencia; ése es precisamente su sentido: expresar una preferencia.

Al aproximarnos al análisis de los contenidos de opinión en la Red nos interesa retomar la acepción de comentario desde su proximidad al concepto de conversación...

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