Interferencias parentales mediante la manipulación del apego

AutorMartina Morell Gonzalo
Cargo del AutorPsicóloga Sanitaria, Experta en Psicología Forense
Páginas75-96
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III. Interferencias parentales mediante
la manipulación del apego
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Psicóloga Sanitaria, Experta en Psicología Forense.
Profesora asociada de la Universitat Rovira i Virgili
1. QUÉ ENTENDEMOS POR APEGO?
En primer lugar, puesto que el término “apego”, es un genérico que se utiliza de
manera indiscriminada dentro y fuera de la Psicología, y para mayor confusión, cada
escuela psicológica tiene un concepto particular del mismo, habría que comenzar de-
finiendo que entendemos por apego y como se puede operativizar dentro del contex-
to de la psicología forense. De nada nos sirve como premisa de trabajo un término
ambiguo que abarca casi cualquier relación personal, ya que en ámbito judicial re-
quiere datos objetivos concretos y replicables. Por lo tanto, y sin alargarse mucho en
un tema redundante en la literatura científica, tomaremos como apego la necesidad
de los niños pequeños de permanecer cerca de los adultos que los cuidan habitual-
mente. Es una definición simplista, reduccionista, pero muy útil para nuestro pro-
pósito que pretende ser sobretodo pragmático. Cualquier adulto que cuida habitual-
mente de un niño pequeño crea un vínculo de apego, por la necesidad totalmente
biológica y genéticamente predeterminada que tiene el niño de este lazo afectivo que
afecta a su supervivencia. A su vez, el adulto cuidador también siente el deseo y la
necesidad de permanecer junto al niño, sintiendo un fuerte estrés en las separaciones
largas. Por lo tanto, estamos ante una interacción entre dos personas básica para la
supervivencia de la especie.
Se pueden observar niños sin ningún apego en casos muy graves de negligencia
y abandono, lo que conlleva necesariamente retrasos en la maduración y el desarrollo
físico y psicológico. Un ejemplo real, que yo haya conocido, era un niño adoptado
procedente de un orfanato ruso, que nunca había visto la luz del sol, ni lo habían teni-
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do en brazos. Acabó siendo diagnosticado de autismo, siendo discutible si este se de-
bía a un problema genético o a la simple falta de desarrollo neuronal por falta de es-
timulación. En todos los demás casos, el vínculo, se desarrolla aún en casos graves de
maltrato, la cuestión es la calidad de este apego. Hablaremos de apego seguro cuando
el niño tiene la certeza que la persona que le cuida le tratará con afecto y estará atenta
a sus necesidades, y por lo tanto, requiere la presencia de esta persona y se siente se-
guro y confiado en su presencia. En el caso contrario se desarrolla un apego insegu-
ro que tendrá consecuencias muy negativas en la base emocional de la personalidad
futura (Ainsworth M. 1973) A su vez dentro del apego inseguro podemos encontrar
tres subtipos admitidos por consenso dentro de la bibliografía especializada, que son:
evitativo, ambivalente y desestructurado.
Para desarrollar un apego seguro es necesario una interacción de muchas horas
con el cuidador, un contacto físico, afectivo, una interacción positiva, juegos, caricias
y una satisfacción de las necesidades del bebé lo más rápidamente posible. Un bebé
de menos de un año, momento de establecimiento del vínculo, nunca estará demasia-
do mimado o sobreprotegido, puesto que estos cuidados intensos y la cercanía física y
emocional son vitales para su desarrollo. De nada sirve pasar con el bebé poco tiem-
po pero “de calidad”, término este acuñado para acallar la conciencia de los padres,
pero sin fundamento empírico. Transportémonos mentalmente a un parque público,
allí veremos muchos niños jugando (aunque muchos menos de lo que debieran pues-
to que las horas de juego de los niños se han reducido drásticamente en los últimos
años) Vemos un niño de dos años jugar en la arena, muy cerca está su madre, o su
abuela o su padre. El niño echa a correr y se cae, inmediatamente llora muy fuerte en
dirección al cuidador, este lo coge y lo abraza y lo besa y el niño se calma. Este es un
apego seguro y el cuidador en cuestión una buen referente para el niño.
En un apego inseguro evitativo, el cuidador es poco sensible a las necesidades
del niño, lo cuida, pero no lo suficiente. En los casos leves, es poco cariñoso, no lo
consuela si se cae o tiene miedo, le deja llorar sin abrazarlo, en los casos moderados,
no cambia el pañal con frecuencia, no ofrece comida a demanda, no sigue un hora-
rio previsible en las comidas o el sueño…. en los más graves, el bebé no cubre sus
necesidades vitales por completo. El resultado es un niño muy independiente, poco
comunicador, que apenas llora, que no acepta mimos o caricias con facilidad y que
parece “pasar”, de sus cuidadores. El segundo niño que observamos, también se cae,
pero en lugar de llorar, se levanta y sigue andando y la madre le mira y no se mueve.
Una señora que había cerca, alarmada, coge al niño y este la rechaza y le muerde, pero
no llora. “Es que está muy espabilado, es muy independiente”, comenta la madre, “que
remedio le queda”, piensa la señora. Este es un apego inseguro evitativo.
En el apego inseguro ambivalente, el cuidador unas veces se comporta como
buen cuidador y en otras es negligente, sin que sea posible prever su reacción. Es muy
frecuente en personas estresadas, deprimidas, poco preparadas para las tareas paren-

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