Inteligencia: la «savia» de la UE

AutorJulia Pulido Gragera
CargoCátedra «Servicios de Inteligencia y Sistemas Democráticos». Universidad Rey Juan Carlos de Madrid
Páginas87-107

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1. Introducción

Dentro de los debates que se establecieron en la Unión acerca de establecer unas líneas comunes de acción para dar respuesta a los nuevos retos y desafíos a la Seguridad, se pueden obtener dos conclusiones a modo de interrogantes. ¿Seguridad para quién?, y ¿con qué instrumentos?

En lo que respecta a la primera incógnita, la respuesta obvia es que la seguridad tiene que establecerse para cada uno de los Estados con el objetivo de mantener la integridad estatal, pero también los Estados europeos tenían claro que para afrontar las nuevas amenazas se debían establecer unas directrices claras dentro del marco de una eficaz Política Europea de Seguridad y Defensa, por tres características fundamentales.

En primer lugar, por la aparición de nuevos retos en la agenda internacional que afectan directamente a Europa, obligando a desechar la tradicio-

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nal política de seguridad y defensa que había mantenido hasta el final de la Guerra Fría.

En segundo lugar, por la emergencia de actores transnacionales y supranacionales de carácter económico, político y social a nivel europeo, además de los Estados-nación. Normalmente, estos actores no se establecen físicamente en un territorio, actuando, en muchas ocasiones, sin unos intereses nacionales específicos, lo que complica sobremanera el control de sus actividades dentro de las fronteras estatales.

Finalmente, la tercera característica es el reforzamiento de la dimensión legal y normativa del sistema internacional, lo que produce que en un sistema tan complejo las interacciones entre los diferentes actores se caractericen por las relaciones de orden basadas en la legalidad normativa, y no sólo por los equilibrios de poder. De esta forma, las decisiones que se toman en el plano internacional no solamente recaen en las manos de los responsables políticos estatales, sino que se establece un consenso internacional que, en la mayoría de las ocasiones, influye directamente en el comportamiento de cada Estado en sus relaciones inter pares.

Todo ello produce que la actual concepción de seguridad y defensa en Europa, se materialice en tres dimensiones. Por un lado, en la consideración de que el concepto tradicional cambia para hacer frente a amenazas que presentan una naturaleza dual: por una parte son globales por su carácter multidimensional, pero por otro tienen naturaleza local o regional, en tanto que las respuestas a las mismas tienen que circunscribirse en un ámbito geográfico concreto. Es decir, en la lucha contra el terrorismo internacional de carácter islamista, la Unión Europa debe centrar sus recursos preventivos u ofensivos en los focos susceptibles de tener alguna relación con el terrorismo, percibidos dentro de la Unión, como son centros de adoctrinamiento, mezquitas, guetos formados en ciudades, etc.

La segunda dimensión se centra en considerar la interdependencia entre los Estados, ya que la seguridad nacional de cada uno de ellos va a depender en gran medida de la estabilidad internacional y el cumplimiento de las normas.

La tercera dimensión está relacionada con los desequilibrios económicos y sociales, las crisis humanitarias, los desastres medioambientales, etc. En este sentido, la seguridad ya no está sólo relacionada con la defensa, sino que adquiere un nuevo ámbito, la seguridad humana, cuya dimensión también es global, y

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que la Unión Europea, a través de la Estrategia de Seguridad para Europa (So-lana, 2003), para algunos ya obsoleta, estableció los cimientos de la misma.

En lo que respecta al segundo interrogante, ¿con qué instrumentos?, la Unión establece mecanismos tanto preventivos como reactivos para afrontar los nuevos riesgos y amenazas a la seguridad. Dentro del ámbito de la prevención, la Inteligencia que desarrollan los Estados miembros junto con los órganos establecidos en el seno de la Unión para ese fin, se establece como un elemento fundamental como respuesta eficaz.

Y es en esta dimensión en la que nos vamos a centrar, estableciendo el papel que desempeña la Inteligencia dentro de la Política Europea de Seguridad y Defensa desde dos vertientes: por un lado, como elemento clave en la resolución de conflictos, para lo cual se establece la necesidad de unas capacidades de Inteligencia adaptables en el amplio espectro de la prevención de los mismos y en la gestión de crisis. Y, por otro lado, desde su aplicación a la nueva concepción de riesgo y amenaza, con la lucha contra el terrorismo como principal objetivo.

El desarrollo de medios de Inteligencia se ha realizado en función de las nuevas operaciones de prevención de conflictos y gestión de crisis dentro de la PESC. La Unión Europea ha sido muy criticada por su carácter reactivo, por lo cual, siendo consciente de la importancia del uso anticipatorio para una adecuada prevención de conflictos, ha adoptado una serie de medidas.

En el transcurso de una crisis internacional, la necesidad de la UE de ser capaz de adoptar decisiones autónomas fue algo que se estableció de una forma clara en la Declaración de Saint-Malô de 1998: «La Unión debe de apropiarse de estructuras y capacidad para analizar situaciones, fuentes de inteligencia y capacidades para una planificación estratégica, sin una duplicación innecesaria»1.

La situación de comodidad de la Unión Europea, a la que algunos expertos han aludido, con respecto a la política estadounidense de proporcionar información originaria a la Unión, debe cambiar si se quiere establecer a la misma en una dirección autónoma y con una política de seguridad propia. La especial relación de los Estados Unidos y el Reino Unido no facilita la percepción de necesidad de una autonomía en el campo de la Inteligencia europea o en el establecimiento de un sistema de cooperación en la Unión,

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por no mencionar la negativa a invertir en satélites de observación, o a compartir toda la Inteligencia que posee con el resto de Estados europeos.

La campaña aérea en Kosovo, junto con la dificultad que entrañaba la elección de objetivos, empujó a la Unión Europea a buscar autonomía en cuestiones de Inteligencia, como el interés de Alemania en satélites de observación (Programa SAR Lupe y Acuerdo con Francia)2. En este sentido, supone un aumento en el intercambio de la Información entre los distintos Estados que contribuyen a su desarrollo.

La capacidad de la Unión en gestión de crisis internacionales, sobre todo en el ámbito de la Inteligencia, quedó patente en las conclusiones de la Presidencia del Consejo de Helsinki de diciembre de 1999. «Con el fin de llevar a cabo todas las misiones Petersberg, se adoptará un objetivo europeo común de carácter general consistente en dotarse de unas capacidades militares que puedan desplegarse con rapidez y se fijarán rápidamente objetivos colectivos en relación con estas capacidades en materia de mando y control, Inteligencia y transporte estratégico, que se lograrán mediante esfuerzos voluntarios coordinados a escala nacional y multinacional3

En la práctica, cada valoración estará basada en información no confidencial de tipo político, económico, social y militar. Asimismo, la Unión necesitará confiar en la información confidencial obtenida por los Estados miembros, de tipo civil o militar, a partir de la acción diplomática o de los Servicios de Inteligencia. De esta forma, el debate sobre la necesidad y la efectividad de una agencia europea que realizara las tareas de propias de un Servicio de Inteligencia, aunando los esfuerzos y coordinando la Inteligencia obtenida por los Estados miembros, se ha mantenido en los últimos años, aunque su descarte se vuelve cada vez más claro como consecuencia de las variables que a lo largo del artículo se analizarán.

Otro punto que debe tenerse en cuenta es el problema de la duplicidad en materia de Inteligencia con otras organizaciones. La necesidad de aunar esfuerzos y coordinación es básica ante una potencial crisis. Un número extenso de interlocutores y la extensión de ámbitos y objetivos harían necesario disponer de una red informática y procesadora para la obtención de Inteligencia europea, en cooperación con otras.

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En este sentido, el Consejo de Helsinki estableció las bases de las relaciones entre OTAN-UE, en los aspectos de consulta y cooperación fuera y dentro de periodos de crisis; el acceso a los medios OTAN; la participación de terceros países en las misiones de gestión de crisis, y el aprovechamiento de la...

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