«La inmigración en españa (2000-2007). De la gestión de los flujos a la integración de los inmigrantes»

AutorJacobo Muñoz Comet
Páginas158-165

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HÉCTOR CEBOLLA BOADO, AMPARO GONZÁLEZ FERRER Centro de Estudios Políticos y Constitucionales Madrid, 2008, 320 págs.

El libro «La política de inmigración en España 2000-2007. De la gestión de los flujos a la integración de los inmigrantes» es una obra de consulta particularmente interesante para quienes en la actualidad reflexionan sobre los procesos que, relacionados con la llegada de inmigrantes a España durante toda esta década, han transformado el país en muchos aspectos, especialmente los relacionados con la estructura social. Aunque a priori pueda parecer que el ámbito temporal del estudio (2000-2007) está condicionado por la fecha de publicación, resulta pertinente por dos razones fundamentales.

En primer lugar, poco después de la publicación del libro se hicieron públicos los datos de la Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI, 2007), uno de los más interesantes instrumentos empíricos para el estudio de los procesos migratorios en España, tal y como comentan los autores al final de esta obra. Con anterioridad a la publicación de la ENI, el estudio de la inmigración sólo podía llevarse a cabo utilizando datos de validez dudosa que los investigadores debían interpretar aún habiéndose creado con otros fines. Entre ellos destacan la Encuesta de Población Activa, la Muestra Continua de Vidas Laborales, el estudio PISA de la OCDE en su edición de 2006, encuestas sobre opiniones y actitudes del Centro de Investigaciones Sociológicas o datos agregados como el Padrón Municipal Continuo o los datos sobre afiliación a la Seguridad Social. Estos son sólo algunas de las fuentes que Héctor Cebolla y Amparo González utilizan para realizar el trabajo que revisamos en estas páginas. En palabras de ambos autores, los años que siguieran a la publicación del libro prometían representar otro periodo en el estudio de la inmigración en España, ya que la ENI sólo había sido uno de los primeros intentos por sistematizar la producción de datos destinados al estudio científico de los flujos migratorios y de los procesos de integración de los inmigrantes en España. El objetivo de esta sistematización de información no es otra que sumarse a ese grupo de países europeos receptores de inmigrantes que cuentan con útiles más precisos para estos fines de investigación. Si la crisis económica ha retrasado la producción de estos nuevos instrumentos o no es algo que aún está por ver y que, en cualquier caso, dado el creciente interés de las administraciones públicas por conocer los problemas y las dificultades que existen en la inserción de quienes han llegado a la sociedad española habiendo nacido fuera, será sólo un paréntesis más que una post-posición sine die.

Pero más allá del hecho de que el año 2007 cerrara como se dice aquí un periodo que para el estudio de la inmigración estaba marcado por la escasez de instrumentos empíricos, la horquilla temporal 2000-2007 también debe ser considerada como un periodo excepcional en la corta historia de España como país receptor de intensos flujos migratorios y hogar de un stock nada desdeñable de inmigrantes. Hasta ese momento la llegada de inmigrantes coincidió con un crecimientoPage 159económico sin precedentes y la expansión del mercado laboral español, el cual llegó a crear en aquellos años más de ocho millones de puestos de trabajo, de los cuales alrededor de cuatro de cada cinco fueron ocupados por inmigrantes. Por desgracia, lo sucedido en la economía española con posterioridad y hasta la fecha en que se publican estas líneas representa un periodo esencialmente diferente del anterior. La recesión de la economía española ha tenido un efecto devastador en el mercado de trabajo y los inmigrantes que ya se encontraban en España se enfrentan a procesos de inserción social más complicados por las constricciones del propio mercado y, podría ser, por una mirada más reacia hacia la inmigración como la que parece empezar a detectarse en la opinión pública española. Aunque los procesos analizados en este libro parezcan propios de un tiempo acabado, su impacto en la sociedad actual y previsiblemente en las dinámicas migratorias por venir será duradero. En resumen, tal y comenta Joaquín Arango en el prólogo del libro, el trabajo tanto por su calidad como por su rigurosa mirada a aspectos concretos de la política española de inmigración, es ya un manual de referencia en la literatura sobre inmigración en España.

El libro cuenta con diez capítulos que analizan diversos temas divididos en dos grandes bloques. Uno primero destinado a la descripción de los flujos y los instrumentos que para su gestión han usado los distintos gobiernos. Un segundo apartado mira con detenimiento, en muchos casos minucioso, a las políticas de integración y más ampliamente al estudio de los resultados de los procesos de integración de los inmigrantes en España.

El primer capítulo sistematiza la información padronal sobre las llegadas a España. Aunque, como los autores reconocen, el Padrón Municipal Continuo diste de ser el instrumento óptimo para el estudio de las llegadas, cuenta con indudables ventajas derivadas del hecho de que el empadronamiento permite acceder a servicios sociales básicos como la educación y la sanidad que en España no dependen del estatus legal de los residentes extranjeros. Así, el Padrón es definido como una buena herramienta para estudiar el ritmo de las llegadas más que para definir los stocks de inmigrantes. El libro utiliza una definición netamente sociológica de la condición de inmigrante. Aunque las estadísticas oficiales en España hayan primado el criterio de extranjero para publicar información sobre los procesos migratorios, en términos sociológicos, inmigrante es todo aquel que haya nacido fuera de su país de residencia habitual. Esto, que podría alejarnos de lo políticamente correcto, encuentra justificación en el hecho de que la nacionalización de los extranjeros no agota el estigma que suele estar asociado a su condición de nacido fuera ni en el mercado laboral, ni en el sistema educativo, ni, en términos generales, en la percepción que se pueda tener de él en cualquier espacio social. Tan es así que resulta complicado atacar por razones analíticas -no tanto por consideraciones normativas- etiquetas muy utilizadas en otros países de inmigración con más recorrido como las de segundas y terceras generaciones las cuales hacen referencia a los descendientes de quienes nacieron fuera de su lugar de residencia y entre quienes se observan trazos de desventaja heredada por la condición de migrantes de sus ascendientes.

Pues bien, el primer capítulo repasa la evolución de los ritmos de llegada a España. Los flujos migratorios que llegaron al país entre 2000 y 2007 estuvieron caracterizados por una cambiante composición nacional. Durante algunos años, los inmigrantes que se empadronaban eran mayoritariamente latinoamericanos, con picos protagonizados por ecuatorianos, colombianos, argentinos y posteriormente bolivianos. En otros momentos, los rumanos protagonizaron subidas espectaculares. Algunos flujos crecieron de forma más sostenida, entre otros, los de los europeos procedentes de la UE-15 y los marroquíes. Al hilo de todo ello, los autores apuntan a laPage 160eficacia de algunos instrumentos básicos de control, como es la imposición de visados de entrada para regular flujos con orígenes geográficos lejanos, aunque no tanto para los que parten de países con los que España, o los países de su entorno, tienen fronteras terrestres.

La gestión de los flujos migratorios en España ha sido una tarea complicada dada la intensidad de estas llegadas. Los autores comparan el ritmo de crecimiento del stock de la población residente de origen extranjero en España con otros países que encarnan ejemplos tradicionales como destino de los inmigrantes. Una de sus conclusiones es que desde al menos 2000 a 2005, España es uno de los pocos países en los que se observa un crecimiento significativo del stock (junto con Italia y los Emiratos Árabes Unidos, aunque en magnitudes superiores a éstas). Racionalizar las llegadas hubiera requerido de instrumentos de control eficaces y vías de entrada creíbles para quienes aspiraban a instalarse en España e insertarse en su dinámico mercado laboral. Llama la atención por tanto que, como se sostiene en el trabajo, las primeras políticas de inmigración en el país estuvieran fuertemente condicionadas por los modelos europeos más restrictivos que se plasmaron en leyes de inmigración con posterioridad a las crisis del petróleo de los años setenta y la comprobación de que el desempleo no estimulaba como se esperaba en los modelos de trabajadores invitados al retorno de los extranjeros/inmigrantes.

Así, España desarrolló una primera ley de extranjería en 1985 (Ley Orgánica de Extranjería 7/1985) influida por el paradigma de inmigración cero que predominaba en el corazón de Europa e imbuida en la idea de que su posición geográfica requería asumir el papel de guardiana de la frontera sur de la Unión Europea. En su desarrollo posterior y en las sucesivas leyes que se fueron aprobando ya en esta década 4/2000 y 8/2000, la política de inmigración en España estuvo desequilibrada a favor de las medidas de control de flujos, desatendiendo hasta tiempos muy recientes los aspectos relacionados con la integración de los inmigrantes, algo que, como menciona este trabajo, se plasmó en la influencia que los ministerios del interior tuvieron a lo largo de todo este periodo.

A pesar de ello, el sistema de gestión de los flujos en España generó de forma casi estructural enormes bolsas de irregularidad como consecuencia del hecho de que, o bien las vías de entrada no resultaban creíbles, o respondían a procesos oscuros y muy rígidos en los que las administraciones públicas no respondieron con dinamismo a un entorno muy cambiante, pero siempre marcado por una fuerte presión migratoria en las fronteras -y no particularmente en la frontera sur, si no en Barajas y otros aeropuertos internacionales españoles y europeos-. El fracaso de la vía general de entrada para trabajadores extranjeros y del contingente son dos de los mejores ejemplos. En el primer caso, la entrada requería un conocimiento previo entre empleado y empleador muy difícil de conseguir, lo que, junto a la rigidez administrativa en los casos en los que se pudo demostrar, explica su escasísima utilización a lo largo del tiempo. El contingente, en cambio, fracasó por otras razones: en especial el hecho de que la llegada de trabajadores extranjeros se producía sin que existiera conocimiento mutuo entre empleado y empleador, lo que, dada la desconfianza que la mayor parte de las veces reina en los procesos de selección de los trabajadores, resultaba una vía poco atractiva para muchos empresarios. Además, como los autores explican, la concertación necesaria entre los agentes implicados en las discusiones que perseguían definir el volumen de trabajos ofertados, era poco realista. Como consecuencia, la oferta de puestos de trabajo a cubrir por extranjeros siempre estuvo muy por debajo de las cifras de llegadas que podemos inferir del Padrón.

Así el libro sugiere que la cuantificación de los irregulares y del stock que los mismosPage 161representan en el conjunto de la población inmigrante es una de las claves de cualquier estudio interesado en el periodo que nos ocupa. De forma sistemática, los autores plasman este objetivo en estimaciones que con posterioridad han sido avaladas por estudios más en profundidad como el que Carmen González ha llevado a cabo en el marco del proyecto internacional CLANDESTINO para el estudio de la inmigración irregular en Europa.

Una vez hecho esto, el trabajo se plantea analizar las medidas que los sucesivos gobiernos y administraciones públicas competentes en materia de inmigración han llevado a cabo en España. Desde la innovación en instrumentos de control (catálogo de ocupaciones de difícil cobertura y otras medidas aplicadas desde 2004 con la llegada del nuevo gobierno socialista) hasta el reforzamiento de la frontera marítima en el marco de la cooperación europea a través del FRONTEX y el Sistema Integrado de Vigilancia Exterior. Mención separada merecen también los esfuerzos de España por crear mecanismos que facilitaran la repatriación de los irregulares y otros mecanismos de control que han resultado de esfuerzos diplomáticos coordinados en los que, muchas veces, la política de inmigración y la de cooperación internacional se mezclaban de forma peligrosa.

El resultado de todo ello no ha sido como se podría esperar una reducción de las tasas de irregularidad entre los recién llegados, sino más bien lo contrario, a lo que tendríamos que sumar la recaída de inmigrantes regulares en la irregularidad como consecuencia de la lentitud de algunas administraciones en la renovación de permisos de residencia y trabajo. Esto, unido a la existencia de una potente economía sumergida en España, permitió que durante años los inmigrantes se insertaran en la sociedad española asumiendo la irregularidad como un mal necesario. ¿La consecuencia? El envío de señales erróneas a los países de origen en los que los planes migratorios se desarrollaban animados por el ejemplo de quienes habían conseguido llegar a Europa y se habían regularizado por cualquiera de las vías que se ponían al alcance de quienes cumplieran determinados requisitos: las regularizaciones extraordinarias llevadas a cabo hasta 2005 y, sobre todo, el proceso de arraigo.

Los autores señalan de forma muy ilustrativa algunas de las disfuncionalidades que España parece presentar en materia de asilo y refugio, una vez que sus resultados son comparados con los de otros países de su entorno. Sin que por ello se deba pensar que existe un solapamiento entre la política de inmigración y de refugio, al centrarse el estudio del mismo se detecta que también en este terreno las vías de acceso a España para quienes solicitan por alguna de las causas aceptadas este tipo de protección, el esquema español resulta rígido. La publicación de la primera ola de la Encuesta Social Europea ya demostró que en muchos países los ciudadanos entendían que quienes entraban como refugiados eran al menos en parte inmigrantes económicos. En muchos casos las razones humanitarias y las económicas se superponen haciendo que la situación de los solicitantes de asilo sea difícilmente soportable en origen. La conclusión de todo ello es que en España, durante algunos años al menos, quienes querían entrar como refugiados tenían dos caminos: el primero, dirigirse a alguno de los países europeos que históricamente han sido más generosos en esta materia. El segundo, entrar por la vía irregular en España.

Algo similar sucede en el caso de la reunificación familiar. Aunque éste es un proceso que se genera como consecuencia del derecho que se reconoce a los extranjeros instalados en el país de forma regular, el capitulo del libro destinado a su estudio demuestra cómo también España parece haber permitido reunificaciones por la vía irregular antes de que el derecho a reunificarse fuera reconocido en muchos casos. De nuevo, la existencia de un control imperfecto en las fronteras y la laxi-Page 162tud con la que se ha tolerado el fenómeno de la irregularidad en los últimos tiempos parecen haber sido entendidos por muchas familias inmigrantes como una alternativa a la espera del tiempo necesario para que el tiempo de residencia en España del reunificante le diera el derecho a solicitar la reunificación por la vía regular. Además de esta interesante conclusión, el capítulo destinado al estudio de la reunificación familiar ofrece un completo estudio comparado de la reunificación en otros países, de los condicionantes de la reunificación en España y las características distintivas de las parejas mixtas. En sí mismo, el capítulo es un resumen muy esclarecedor de los procesos de migración familiar hacia España.

El séptimo capítulo enlaza los debates de control de flujos e integración. Como sabemos, la literatura sociológica más reciente pone en entredicho que la tradicional distinción entre control e integración tenga ningún sentido analítico. En realidad, el tipo de control bajo el que los inmigrantes entran en sus sociedades de acogida es también uno de los condicionantes de sus resultados socioeconómicos. Así lo postulan por ejemplo teorías que ya se consideran clásicas al respecto como la de los Modos de Incorporación de Alejandro Portes y Rubén Rumbaut. Este es el esquema teórico que el libro utiliza para abrir la reflexión sobre los procesos de integración. Aunque los datos de los que los autores han dispuesto para su trabajo no permitan contrastar el impacto real del control sobre la integración, la idea de que ambas dimensiones de la política de integración deban ser tenidas en cuenta de forma conjunta es sugerente y debería inspirar a los trabajos que sobre esta materia se hagan en lo sucesivo.

El orden de los capítulos destinados al estudio de la integración sigue una secuencia lógica: su inserción en el sistema educativo, en el mercado laboral, el acceso a la nacionalidad, su participación social y una fugaz mirada a las especificidades del proceso de institucionalización del Islam como consecuencia de la llegada de inmigrantes procedentes de países de mayoría musulmana. El libro, además, cuenta con un apartado que revisa el proceso de politización de la percepción que los españoles han tenido a lo largo del periodo 1993-2007 sobre la inmigración.

En la parte introductoria a todo este debate, los autores recuerdan al lector el importante sesgo favorable a las medidas de control de los flujos que ha tenido la política de inmigración en España. El resultado, como ellos mismos sostienen, es que el espacio de la integración ha sido ocupado por el llamado tercer sector y, en mucha menor medida, por administraciones públicas de distinto nivel. Aunque este sesgo se haya podido corregir de alguna manera en los últimos tiempos, lo cierto es que el modelo de integración en España ha estado caracterizado por esta sobre-dimensión de las ONGs y actores de naturaleza similar en los procesos y prácticas que tienen como resultado esperado la integración de los inmigrantes. Es por ello que Héctor Cebolla y Amparo González se refieren a la existencia de un no-modelo de integración en el sentido que otros países han dado a sus reflexiones entorno a las prácticas que favorecían la integración de los inmigrantes.

En el capítulo dedicado al estudio de la inserción laboral de los trabajadores inmigrantes, los autores constatan la débil situación de muchos de ellos por el alto riesgo de desempleo que incluso en un periodo de expansión del mercado laboral como el que precedió a la publicación del libro era ya significativamente alto. Además, el estudio realizado con la Encuesta de Población Activa y la Muestra Continua de Vidas Laborales apunta a las altas tasas de temporalidad de los inmigrantes en el mercado laboral español quienes, dada la conocida segmentación del mismo, parecen estar en su inmensa mayoría insertados en un mercado secundario del que podemos deducir un empleo dePage 163menor calidad. La fragilidad de la inserción laboral de los inmigrantes en España no parece deberse a su composición por sexo o por edad, ya que como se demuestra en el trabajo, su desventaja subsiste una vez que tenemos en cuenta estos factores. Por encima de todo es destacable, una vez más, como ya han apuntado otros estudios, que la situación por grupos nacionales parece mucho más desfavorable en el caso de los africanos en términos generales y, muy especialmente, en el caso de las mujeres procedentes de este continente, cuyas tasas de actividad son extraordinariamente bajas.

Sin embargo, no todas las conclusiones de este capítulo resultan ya conocidas. Gracias a la Muestra Continua de Vidas Laborales, se puede comprobar cómo a pesar de esta precariedad, los inmigrantes llegados más tarde -entre otros los que se regularizaron en el proceso extraordinario de 2005- fueron capaces de mantenerse empleados dos años después del mismo, lo que hace pensar que siempre que el mercado laboral crezca, los procesos de regularización ofrecen, en efecto, consecuencias positivas (son más numerosos que los españoles que se dieron de alta por primera vez en las mismas fechas). No obstante, el estudio también ofrece datos de otra naturaleza, cuyas implicaciones serían notablemente más negativas: las estimaciones del volumen de trabajadores extranjeros que en el momento de la publicación estaban empleados en la economía sumergida en España se había multiplicado por más de nueve desde enero de 2001, mientras que la de trabajadores extranjeros ocupados (regular o irregularmente) estimados por la EPA, sólo se multiplicó por cinco en el mismo período.

El libro destaca la importancia de los aspectos relacionados con la integración escolar de los inmigrantes y de los hijos de inmigrantes. Este es en efecto un indicador de integración con una enorme trascendencia para pensar sobre la cohesión social en el medio y largo plazo. Es de hecho el aspecto que más interés genera ya en otros países europeos que han atraído flujos migratorios de cierta intensidad antes que España. Utilizando la muestra española de PISA 2003, los autores hacen varias reflexiones interesantes para entender cómo está la situación de España desde una perspectiva comparada. Para empezar es importante señalar que dada la reducción del tamaño de las cohortes de autóctonos en edad de estar escolarizados, el sistema educativo español no ha tenido que hacer frente, en términos generales, a los problemas de naturaleza logística que se ha visto en otros países. Dicho esto, queda claro que España no es ninguna excepción en lo que se refiere a la existencia de una significativa desventaja en los resultados y capacidades cognitivas de los estudiantes de origen inmigrante respecto de los hijos de españoles.

Las razones que los autores apuntan están muy influidas por los estudios llevados a cabo en los países de nuestro entorno europeo, en especial la composición por clase social de la población inmigrante y autóctona. Aunque parte de la distancia que separa el rendimiento entre ambos colectivos pueda deberse a la juventud de los flujos migratorios (algo que por tanto se irá reduciendo con el tiempo de residencia en España), persiste una brecha entre los estudiantes según el estatus migratorio del hogar del que proceden, aunque su tamaño no es mayor que el de la media de los países a los que España podría parecerse por sus características y por la composición nacional de los flujos migratorios. Esta desventaja escolar de los inmigrantes tiene importantes consecuencias para el sistema educativo español, en el que, como se señala, ya empezaba entonces a notarse las consecuencias poco deseables de la concentración escolar de los inmigrantes y la consiguiente estigmatización de algunos centros escolares de titularidad pública en algunas grandes ciudades. Es conveniente además recordar a los lectores que el Centro de Estudios Políticos y ConstitucionalesPage 164publicó con posterioridad una actualización de este capítulo con los datos correspondientes a 2006 de PISA que confirma lo que en el libro se apunta.

En el capítulo que se ocupa de las tasas de nacionalización, Héctor Cebolla y Amparo González sugieren que el privilegio de los latinoamericanos y los nacionales de otros países con los que España ha tenido relaciones privilegiadas en el pasado supone un agravio para los demás colectivos inmigrantes que residen en España, algo que no llega a ser del todo coherente con la aspiración de que todos los inmigrantes deben integrarse en la sociedad española en igualdad de condiciones. Como se sugiere, la dualidad entre el sistema de acceso a la nacionalidad y el general que exige una residencia legal en el país de 10 años, es deudora de la reflexión previa a la transformación de España en un país de inmigración, lo que no deja de ser extraño. También critican los autores el principio de reciprocidad que se aplica al reconocimiento del derecho al sufragio para los nacionales de terceros países que no son ciudadanos de la Unión Europea. Para ellos, el principio de reciprocidad no sólo ahonda en la discriminación que ya existe como consecuencia del sistema definido para la naturalización, sino que además tiene consecuencias muy relevantes para entender la forma en la que el país define la comunidad política formada por quienes ya son parte de facto de la sociedad, españoles en lo que se refiere, al menos a las elecciones locales.

Los dos últimos capítulos se centran en aspectos poco frecuentes en las monografías que se han publicado en España sobre la política de inmigración en los últimos años. El primero de ellos ofrece una visión esquemática, pero sostenida en variadas fuentes de material empírico, sobre la percepción de la opinión pública ante el fenómeno de la inmigración y las consecuencias de la politización del debate que en este terreno han sostenido las fuerzas políticas con representación parlamentaria. Aunque sea difícil responder a la clásica pregunta sobre si la opinión pública es reactiva a cambios en las políticas públicas o si es precisamente ella la que las induce, el capítulo utiliza una larga lista de encuestas de Centro de Investigaciones Sociológicas sobre actitudes ante la inmigración y referencias a programas de los partidos políticos y debates parlamentarios para ilustrar cómo el consenso que reinó hasta principios de esta década se rompió como consecuencia de la sucesión de dos leyes orgánicas en el año 2000 a las que precedió un agrio debate entre el Partido Popular y el PSOE, además de las fuerzas parlamentarias más minoritarias. Esto es percibido por los autores como un error estratégico del que posiblemente vemos hoy consecuencias, ilustradas por el hecho de que la intención y el recuerdo de voto funcionan desde entonces como potentes predictores de las actitudes que los españoles tienen ante la inmigración y las políticas de inmigración.

Por último, se presenta una curiosa reflexión en torno a las instituciones religiosas y su relación con la inmigración. Se trata de un corto ejercicio de reflexión sobre las implicaciones de lo que se llama «no-modelo» de integración de los inmigrantes utilizando el ejemplo de la institucionalización del Islam. El proceso de institucionalización de las confesiones religiosas no mayoritarias es, en las democracias avanzadas, un asunto muy vinculado a la inmigración, aunque como se dice en el libro, no estrictamente dependiente de la presencia de inmigrantes que practiquen cada religión. En el caso del Islam está claro que el aumento de volumen de musulmanes en España como consecuencia de lo sostenido del flujo marroquí y de otros más incipientes con origen en el norte de África y el África Subsahariana, ha condicionado en gran medida los mecanismos de elección de interlocutores privilegiados para que en un diálogo con el Estado se lograra encontrar acomodo a las necesidades de quienes practican el Islam. La falta de previsión ha hecho que las administracionesPage 165públicas se empeñaran en usar las primeras estructuras institucionales de representación de los musulmanes cuando éstos eran una minoría de conversos y algunos oriundos de Marruecos cuyo peso real era escaso. Como consecuencia de la falta de desarrollo de los acuerdos alcanzados por los primeros representantes y el Estado, han aparecido múltiples organizaciones que cuestionan su liderazgo y que aprovecharon el proceso de descentralización administrativa para crear estructuras poco coordinadas con implantación autonómica.

En resumen, el libro que se revisa en estas páginas representa un completo conjunto de reflexiones sobre la política de inmigración en España en un periodo irrepetible de su historia, que con seguridad será recordado como un hito en materia de inmigración. La combinación de hechos como los que han caracterizado el periodo 2000-2007, en especial el enorme dinamismo de su mercado laboral y la llegada de un contingente de inmigrantes que ha hecho al país equipararse en muchos aspectos con los grandes países de inmigración en Europa, es un contexto inédito en la historia de la inmigración hacia Europa. Lo que pueda suceder de hoy en adelante es en gran medida incierto. Ahora, cuando el mercado laboral ha perdido su capacidad de crear empleo y destruye parte de los que creó en años pasados, la inmigración representa retos diferentes. Si la imprevisión de las administraciones públicas en materia de inmigración que mencionan los autores al final del libro sigue caracterizando las estrategias de Estado ante estos retos, los problemas pueden ser muchos y muy variados. La inserción laboral y educativa de los inmigrantes será con seguridad una tarea complicada ahora que el mercado laboral que proveía de un bienestar relativo a quienes habían llegado a España funciona con debilidad. El reto de las segundas y terceras generaciones que hace años afrontan los países europeos de nuestro entorno también requerirá pronto de una reflexión articulada que vaya más allá de las medidas de primera acogida que han caracterizado en los últimos tiempos a la «recién inaugurada» política de integración en España. Cada uno de los asuntos de los que el libro trata será un terreno para la innovación y la imaginación, y requerirán que se propongan medidas eficaces para garantizar la cohesión social.

En cualquier caso, este libro representa una interesante contribución para entender lo que sucedió en los años en los que se centra, así como un instrumento de indudable utilidad para cimentar la necesaria reflexión sobre los retos a los que la inmigración llevará de forma ineludible en los próximos años.

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