El impacto de las TIC en la dignidad y en los derechos fundamentales

AutorAna Garriga Domínguez
Páginas62-68

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Las tecnologías de la información y de la comunicación han supuesto, sin duda, grandes ventajas y beneficios193, tanto para las personas como para las empresas y administraciones, en orden a facilitar sus objetivos, personales o profesionales, o sus

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funciones, permitiendo su realización de una manera más eficiente, rápida y segura. No obstante, no puede ignorarse que el desarrollo de estas tecnologías ha supuesto nuevos riesgos para los derechos y las libertades de las personas, su autonomía y dignidad. Como viene señalado desde hace años Pérez Luño, "no es admisible, al menos para juristas, políticos y tecnólogos, aducir sorpresa o desconocimiento de eventuales peligros implícitos en el uso de las nuevas tecnologías"194.

Su impacto en los derechos de las personas suscitó, tanto en el ámbito de la doctrina científica, los tribunales de justicia, así como amplios sectores sociales, un profundo debate acerca del fenómeno conocido como contaminación de libertades, es decir, ante la situación de "erosión y degradación que aqueja a los derechos fundamentales ante determinados usos de las nuevas tecnologías"195.

La influencia de la tecnología digital en nuestras vidas es medible de una forma bastante sencilla a través de la prensa, que cada día publica noticias relacionadas esta temática y que, en su mayoría cuenta con una sección especializada sobre tecnología para dar cuenta de la complejidad de estas cuestiones. Pero, sobre todo el impacto de las Tecnologías de la Información y del tratamiento informatizado de la información personal puede medirse en el número de resoluciones judiciales, cada vez más numerosas, y el número y relevancia de las instituciones que velan por la defensa de nuestra libertad en el mundo digitalizado. Por ejemplo, las autoridades nacionales de protección de datos de los Estados miembros de la Unión Europea, las propias de la Unión, como el Supervisor Europeo de Protección de Datos, y los grupos de expertos creados en los últimos años.

Es indudable que durante las últimas décadas se ha ido haciendo patente que una de las mayores amenazas a la dignidad, a la libertad y a los derechos de los ciudadanos provenía de la capacidad de acumular informaciones personales. Miles de datos sobre personas están almacenados en ficheros de titularidad pública o privada. En muchas ocasiones, el titular de los mismos los ha facilitado voluntariamente para obtener un servicio o para adquirir un producto, como por ejemplo cuando nos damos de alta en una red social. En otras muchas, esos datos personales habrán sido obtenidos directamente de su titular sin su consentimiento -por ejemplo, en aquellos casos en los que es obligatorio facilitarlos- y, aún, sin su conocimiento, cuando se obtengan de un tercero, a través del rastreo de su navegación en la red, de sus dispositivos móviles, a través del Internet de las cosas o de las llamadas fuentes accesibles al público. Datos que suministramos para finalidades concretas, posteriormente son cedidos y desviados para otras diferentes sin que se nos proporcione ningún tipo de información acerca de su destino o, en muchos casos, sin que siquiera, seamos conscientes de ello. Por otra parte, en la era de los datos masivos, "la industria de la recopilación y almacenamiento

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de datos unida a las potentes herramientas de análisis provoca lo que gráficamente se ha denominado como la muerte de la amnesia"196. La participación en una manifestación, en un «botellón» callejero, un comentario desafortunado en un red social o cualquier comportamiento online, puede quedar registrado de por vida, con el peligro de que entidades privadas o el Estado puedan "hacer resucitar el pasado de cualquier ciudadano en cualquier momento con todo lujo de detalles"197.

Por otra parte, las finalidades que persiguen las entidades públicas o privadas son igualmente de lo más variado, desde el control y la prevención del delito, hasta el incremento de ventas de un determinado producto, la difusión de unas determinadas ideas, filosofía o ideología o el hacer pública determinada información que se considera que la sociedad en general debiera conocer. En algunos casos, estas finalidades así como los titulares de estas bases de datos son claras y se encuentran perfectamente identificadas, pero en otros muchos desconocemos quién y para qué recoge, almacena y somete a determinados tratamientos información personal y si nuestros datos son de los que engrosan esos enormes ficheros de información. Podría afirmase que en la mayoría de los casos ni siquiera somos conscientes de que tales hechos se producen ni de los riesgos que para nuestra libertad de elección puedan suponer, si bien cada vez son menos las personas que desconocen que estas prácticas tienen lugar.

El control en la sociedad digital, obsesionada con la diferenciación, la clasificación y la archivación, se ejerce por parte del mercado a través de la tentación y la seducción mediante técnicas en las que "la voluntad, ni siquiera entusiasta, y la cooperación de los manipulados es el principal recurso empleado por los sistemas sinópticos de marketing"198. Pero también, las nuevas tecnologías dotan cada vez de mayor sentido a "la sociedad de control que se sostiene mediante el discurso de la seguridad y la prevención, de garantizar la misma vida que controla"199.

Una de las cuestiones centrales en el tratamiento de la información sobre personas es la de la determinación de sus fines. El marketing y la prevención y la persecución de los delitos son dos de esos fines, pero el fenómeno es mucho más amplio. Personas ajenas a nuestro entorno, a quienes no conocemos y de cuya...

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